
Desde la Revista Trasdemar presentamos una selección de poemas del autor Aimé Césaire (Basse-Pointe, 26 de junio de 1913-Fort-de-France, 17 de abril de 2008) Poeta, ensayista, dramaturgo y político francés, nacido en la isla antillana de Martinica, perteneciente a los Departamentos de Ultramar de Francia. Exponente singular de la ideología revolucionaria de la negritud, su obra literaria integra una defensa de los valores de la cultura del Caribe y las raíces africanas, la lucha por la igualdad y el reconocimiento de los derechos de Martinica. Junto a escritores como el senegalés Léopold Sédar Senghor fundó en 1934 la revista L’Étudiant Noir y en 1941 Revue Tropiques. Considerado por André Breton como un poeta surrealista, Aimé Césaire integra en su producción lírica una voz renovadora y esencial sobre la condición insular y la reivindicación de la negritud. Entre sus libros publicados en español destaca el libro Cuaderno de un retorno a un país natal, publicado en 1942 en La Habana, con traducción de Lydia Cabrera y prólogo de Benjamin Péret, y en 1969 publicado en México, con traducción y notas de Agustí Bartra. Actualmente se puede encontrar la edición de Editorial Laberinto, 2010. Compartimos la muestra poética escogida del libro antológico Para leer a Aimé Césaire, presentado por Philippe Ollé-Laprune (Fondo de Cultura Económica, México, 2008) en nuestra sección de poesía contemporánea
Si numerosas veces Césaire ha sido marginado como poeta, se debe ante todo a que la originalidad de su tono y el lirismo exuberante de su pluma no permiten encasillarlo en ninguna corriente de la poesía francesa de su época. Sorprenden la popularidad y el respeto que inspira en otros países. Su reconocimiento es reciente en Francia, mientras que las tesis sobre su obra literaria abundan en África y en Estados Unidos
Philippe Ollé-Laprune
Cuaderno de un retorno a un país natal (Extracto)
Tibia madrugada de ardores y miedos atávicos por la borda mis riquezas peregrinas por la borda mis falsedades auténticas ¿Mas qué extraño orgullo de pronto me ilumina? que venga el colibrí que venga el gavilán que venga la fractura del horizonte que venga el cinocéfalo que venga el loto portador del mundo que venga de los delfines una insurrección germinando su perla al romper la concha de la mar que venga una zambullida de islas que venga la desaparición de los días de la carne muerta en la cal viva de los rapaces que vengan los ovarios del agua en que el futuro agita sus testículos que vengan los lobos que pastan en los orificios salvajes del cuerpo a la hora en que en el albergue elíptico coinciden mi luna y tu sol hay bajo el coto vedado de mi campanilla un bañil de jabalíes hay tus ojos que son bajo la piedra gris del día un vibrante conglomerado de coccinelas hay en la mirada del desorden esta golondrina de menta y de retama que se disuelve para renacer para siempre en el maremoto de tu luz (Calma y acuna, oh mi palabra al niño que no sabe que el mapa de la primavera siempre hay que rehacerlo) las hierbas balancearán para el ganado dulce bajel de la esperanza el largo ademán de alcohol del mar de fondo las estrellas del engarce de su anillo nunca visto cortarán los tubos del órgano de vidrio del atardecer luego esparcirán sobre el rico cabo de mi fatiga zinias coriantas y tú astro de tu luminoso fundamento arranca por favor lemúrido del esperma insondable del hombre, la forma no atrevida aún ¡que el vientre tembloroso de la mujer carga como un mineral!
Sobre las islas de todos los vientos
tierras que saltan muy alto pero no tanto como para liberar sus pies del peculio del mar que muge su embate de rostros irremediables hambre y sed del hombre oído por los mosquitos pues son hogazas largas para un festín de pájaros arena a salvo de toda esperanza o de brazos doblados para recoger en el seno todo lo que se dilata por el calor fuera de temporada Oh justicia mediodía de la razón demasiado lenta no importa que anónima para la antorcha resinosa de las lenguas éstas ignoren que su terrosa ofrenda se cumple temeraria en este canto tan remoto la mañana a hurto de mi voz quitará el velo al pájaro que pese a todo trae consigo y Mediodía por qué mi voz se quedó encostrada con la sangre de mi jadeante garganta de las islas de todas ellas tú dirás que acorde con el corazón figurante de vertiginosos pájaros buscando largo tiempo entre las sábanas de la arena la herida en el crucero codiciado de la mar socavante encontraste a través del hipo el núcleo del insulto vaciado en la amarga sangre que exultante por fin en el ganado herido de las estrellas acalorada con nuestros febriles alientos y en pugna con un sollozo más rico que lo bancos de arena, conocimos gritando tierra y asidos a lo más resbaladizo de la pared del ser y hablando siempre maravillas tal como morimos la negra cabeza-crespa y carnal- del sol
Blues de la lluvia
Aguacero bello músico al pie de un árbol desvestido entre las armonías perdidas cerca de nuestras desencuadernadas memorias entre nuestras manos de derrota y pueblos de extraña fuerza dejamos colgar nuestros ojos y naciente desenrollando el cordón de un dolor sollozamos.
Cuerpo perdido
Yo que Krakatoa yo que mucho mejor que el monzón yo que corazón en mano yo que lailaleo yo que balo mejor que cloaca yo que fuera de mis casillas yo que Zambeze o frenético o rombo o caníbal quisiera ser más y más humilde y pedestre siempre más llano sin vértigo ni vestigio caer hasta perderme en la viviente sémola de una tierra toda entrega. Afuera en lugar de atmósfera una bella bruma, inmaculada cada gota de agua, un sol cuyo nombre el mismo para todas las cosas sería el REENCUENTRO CABAL y así fuera imposible confundir el paso de una estrella con el de una esperanza o un pétalo de flamboyán o un refugio submarino que las candelas de medusas aurelias frecuentan La vida entonces pienso me bañaría por entero mejor la sentiría en el roce en la mordedura tendido vería venir por fin hacia mí los olores liberados tal manos compasivas que encontrarían el camino para mecer en mí sus largas cabelleras más largas que este pasado que no puedo abrazar. Apártense cosas háganle lugar lugar a mi reposo oleaje en que se espuma mi terrible cimera de raíces afianzantes que buscan de qué asirse Cosas sondeo sondeo yo el mozo de cordel soy el carga-raíces peso y violo y misterio y ombligueo Ah quién hacia los arpones me devuelve soy muy débil silbo sí yo silbo antiguas cosas serpientes cosas cavernosas Yo oro viento paz allí y contra mi hocico inestable y fresco y contra mi cara corroída apoya tu frío rostro de risa descompuesta. El viento ay lo escucharía aún negro negro negro desde el fondo del cielo inmemorial un poco menos fuerte que hoy en día pero con todo demasiado recio y ese loco aullido de perros y caballos que él lanza a nuestra persecución siempre cimarrona pero cuando sea mi turno al aire lanzaré un grito tan violento que voy a salpicar el cielo todo y por mis ramas en jirones por el chorro insolente de mi tronco herido y solemne daré a las islas orden de existir