“Navaja afilada por el viento” Poemas de Pablo Cabrera Ferralis

En la Revista Trasdemar difundimos la creación literaria contemporánea entre islas y continentes
Fotografía cortesía del autor para Trasdemar

Presentamos en la Revista Trasdemar una selección poética del autor Pablo Cabrera Ferralis (Santiago de Chile, 1983) a quien damos la bienvenida a nuestra revista. Nuestro colaborador es arquitecto, artista y poeta chileno radicado en Alemania desde 2016. Ha trabajado en disciplinas como la pintura y el dibujo, y paralelamente ha desarrollado su trabajo poético. Ha publicado artículos, cuentos y poemas en diversas revistas culturales y literarias de Alemania, España, Perú y Chile. Acaba de publicar su primer poemario Navaja afilada por el viento junto a Valparaíso Ediciones. Ha participado como autor autor invitado en la pasada edición de “Barrio | Berlín: festival literario de literatura contemporánea de América Latina en Alemania” 2024. Compartimos la muestra en nuestra sección “Telémaco” de voces literarias transfronterizas

Echar orilla a mis raíces

para que se tiñan de rojo, de azufre

de barro y que nunca se limpien

que se sequen bajo un sol turbio,

que aprendan de las llagas envejecidas

PABLO CABRERA FERRALIS

LOCOMOTORAS

A la hora de la muerte del sol,
cuando la respiración se prolonga
y ralentiza su ritmo.
Cuando las mejillas y párpados
abandonan la tensión de la atención
sabiendo que pronto
yacerán sin tarea
y caigo.
Caigo con el peso del horizonte
o de un pecho lleno
para salir ligero de aquí
y llegar al lugar certero.

Y cierro mis ojos,
pero siguen abiertos;
bajo mis párpados corren
locomotoras rojas
que se estrellan
contra batallones de láminas
de cristal cromado,
cromado de imágenes de palabras
y frases que hablan de paisajes
y de proyectos inconclusos,
de dudas y resoluciones
resueltas, revueltas.

Me giro y respiro y apuradas corren
locomotoras de cristal
esta vez se estrellan
contra estrellas
cromadas por batallones rojos
iluminados por el brillo de sus esquirlas voladoras
que mientras giran suspenden el tiempo
y arrojan fragmentos incompletos
con vestigios de espinas metálicas
rizadas como los cuernos
de los desiertos que flotan sobre el mar
con árboles invertidos y corazones indelebles.

Y me vuelvo a girar.
Feroces corren más
locomotoras de estrellas
que se estrellan con cristales
de batallones cromados
embistiendo con su vapor voraz
y desapareciendo
en medio del silencio
que predice un accidente.
Un foco alógeno se prende
o es el destello del disparo de una foto
que se asoma sobre mi hombro.

Y son todas las personas
y todas las palabras
y todas las personas que no conozco
y todas las que voy a conocer;
desfilan como piezas de ajedrez
con cabelleras rosa y crema de afeitar
sobre la cara de algún Antonio
detrás de una nariz hermosa
poemas escritos con grafito blando.
Me vuelvo a girar, abro los ojos para descansar,
me recuesto sobre la espalda:
hace horas que intento dormir.


LA LÍNEA DORADA

He soñado a una mujer sin rostro.
Casi sólo sentí su aura
de sensualidad pausada y arbórea.
Fluía lenta con la actitud del viento
y al moverse casi flotaba.
Coqueteaba como una mujer madura,
sin prisa, solo haciéndose evidente
mostrando su presencia
con voluntario descuido.
Porque ella no tiene apuro
ni contrae compromiso;
nada la hace bajar al mundo.
Conoce el recorrido y el destello
de las piedras del camino.
Estuvo a mi lado, lo sé,
y lentamente se fue desvaneciendo;
incluso me ha dejado culpa
por no corresponder a su guiño.
La mujer sin rostro siempre lo supo:
ella no se sorprende con nimiedades.
Lo único que recuerdo
más allá de esa presencia de mármol
es que ella era como una línea
—una línea de un solo trazo—
etérea, dorada y fulgurante.


POESÍA CIRUGÍA

¿Qué es la poesía?

Ha sido una navaja
afilada por el viento
que ha cortado precisa
la vieja piel de mi tiempo,
ha reabierto cicatrices
por apuro mal cerradas
para limpiarlas nuevas
y por dentro suturarlas.
Viejas heridas finalmente
por nuevas palabras fueron
cosidas con el hilo firme
del dolor sentido de nuevo.
A veces sentir dos veces
sufrir lo pueden llamar;
a veces sentir dos veces
también le llaman sanar.


RAÍCES Y FRUTOS

Quise echar orilla a mis raíces
para que se afirmaran
de un poco de tierra,
que dejaran de nadar pasmadas,
desorientadas, perdidas
como los desenterrados metales
que se muestran en estado puro
relucientes, humillados
de apariencia sólida, intachable
como quien desconoce
las líneas de sus propias manos.
Echar orilla a mis raíces
para que se tiñan de rojo, de azufre
de barro y que nunca se limpien
que se sequen bajo un sol turbio,
que aprendan de las llagas envejecidas,
que se afirmen con las uñas del alma
del borde afilado de este tiempo eléctrico
y sólo discriminen esa absurda ilusión:
la virtud de la pureza
no la quiero tampoco en mis frutos.

Fotografía cortesía del autor

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