Desde la Revista Trasdemar, con motivo del Día de las Escritoras, presentamos una selección de poemas de la autora Giselle Lucía Navarro (Alquízar, Cuba, 1995) Poeta, escritora, diseñadora y artista multidisciplinar. Ha obtenido, entre otros, los premios José Viera y Clavijo de ciencias sociales, Benito Pérez Galdós de ensayo, Edad de Oro de poesía infantil, Pinos Nuevos de narrativa juvenil y el David de Poesía que otorga la UNEAC. Licenciada en Diseño Industrial por la Universidad de La Habana y egresada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Es miembro del Comité Organizador del Festival Internacional de Poesía de La Habana. Incluimos la selección de su obra literaria y fotográfica en nuestra sección “Una habitación propia”
Contrapeso
Congelar el cuerpo de un hombre es una tarea difícil.
Congelar el cuerpo de una mujer una tarea imposible.
Congelar el cuerpo de un país es tener miedo a todo lo que crece.
CABEZA/germen
La cabeza es la semilla
estructural de la aldea,
el gesto que da la tea
al bosque que no se ensilla.
La cabeza es la postilla
donde coagula el futuro.
La cabeza es el cianuro
con que la tribu se asfixia
o evoluciona o se vicia
contemplando el mismo muro.
Cultivar las torceduras
no detiene el crecimiento
pero acopla el firmamento
en medio de las fisuras.
La voz guarda quemaduras
profundas en la raíz.
Apuntalen la matriz
mientras la semilla hiberna.
Si la palabra es lucerna
podrá crecer un país.
VÓRTICE
Las mujeres musulmanas aprendieron a cubrir su cabeza.
Solo los ojos podían exponerse al desastre de las calles.
Sus ojos, única brecha posible
entre el blindaje de la carne y el hiyab.
La tela es la circunstancia de estar muda.
Pareciese que el silencio es una marca del miedo.
Una mujer que calla no es una mujer que acepta,
sino una mujer que piensa.
A las mujeres, como a los hombres
se les debe indagar siempre a través de los ojos.
Las musulmanas
saben cómo cuidar la nitidez del kohl
alrededor del iris.
El acto de purificación
va en los colores y palabras duras.
En las madrugadas sus cabezas se encendían.
A veces fue necesario
evacuar los pensamientos
para llegar a equilibrar el sueño,
estampar desasosiegos
y disfrazar los versos en masnaví.
La verdad es sagrada,
por eso debe ser cubierta con metáfora.
No conviene que el cerebro inoculado la trastoque.
Los papeles deben ser cubiertos del esposo.
La cabeza es un órgano valioso
que debe ser protegido del hambre y los disparos.
Una mujer sabia es más peligrosa
que un arma en las manos de un loco.
ADN
Mi semilla podría no ser casual.
Mis padres en vez de amarse pudieron odiarse a muerte.
La madre de mi padre
pudo no haberse negado
a cargarme en sus brazos.
El padre de mi padre pudo haber sobrevivido al infarto.
Y mis ojos pudieron seguir siendo azules
pero la blasfemia apuntaba con su dedo
sobre la inocencia de mi madre.
Visceral
Odio al artista
que cree que el arte viene desde el asco
y trepana su cerebro para extraer cada palabra dulce,
cada trozo de suavidad,
esas palabras que él llama defectuosas
y le arrancan la sensibilidad,
en busca de la perfecta belleza de su obra.
Odio lo perfecto
como todos los esquemas artificiales,
como el hombre perfeccionista
que subsiste gracias a su oportunismo,
un hombre que me odiaría si leyera estas palabras
y me llamaría cursi
y diría que aún soy transparente
y mi palabra no crece.
Un hombre que no se permite la dulzura
es un cuerpo que se quema de espaldas al sol.
JUANA DE ARCO ACEPTA LO INJUSTO DE LA PREMONICIÓN
Soy la jaula.
El viejo hastío de mi cuerpo se desarma
como pedazos de un arma que conduce al extravío.
Vuelvo al fuego,
ya no hay frío que se resista a mi sangre.
La paloma lleva el cangre de mi edad en su tropiezo.
En la pira no hay regreso para el bien.
No se desangre mi idea en el ostracismo.
Dios nos mira en la distancia del alma.
Con la abundancia de mi credo
no hay abismo que pode este silogismo
de la espada que me labra.
La duda es una macabra piedra de los ignorantes:
han cortado el río antes
de escuchar una palabra.
CASA/siembra
Mientras corto la demencia por la raíz
alguien huye
y la casa reconstruye el verde entre la dolencia.
Podar es la nueva herencia.
Germinar una montaña.
Podar lo amargo
y la araña del corazón de los hombres,
pero recordar los nombres podados
como una hazaña.
Al podar el filo es doble
y hasta una semilla crece cuando finge que padece,
sabe que el árbol no es noble por dar fruto,
aunque redoble su sombra sobre el cuadrante.
Si la cabeza es trasplante
el árbol puede podar al hombre
sin gravitar en un retoño triunfante.
La habitación se clausura.
La tribu resiste el polvo.
Hemos sido guardapolvo del miedo hasta la fractura.
Una casa no es cordura para enderezar lo insano.
La casa es solo una mano para olvidarnos del mundo.
La casa es el más profundo vendaje de los humanos.
¿Qué es la casa si he vivido en el ardor de su huella?
La casa no es una estrella.
La casa no es lo adquirido.
Tampoco lo conocido
ni el mapa gestual que tengo
ni la pared que sostengo en medio del cromosoma.
La casa es solo el axioma de ignorar de dónde vengo.
Giselle Lucía Navarro (Alquízar, Cuba, 1995) Poeta, escritora, diseñadora y artista multidisciplinar. Ha obtenido, entre otros, los premios José Viera y Clavijo de ciencias sociales, Benito Pérez Galdós de ensayo, Edad de Oro de poesía infantil, Pinos Nuevos de narrativa juvenil y el David de Poesía que otorga la UNEAC, además de menciones en los concursos Ángel Gavinet (Finlandia), Poemas al Mar (Puerto Rico) y Nósside (Italia). Ha publicado Contrapeso (Colección Sur, 2019), El circo de los asombros y la novela infantil ¿Qué nombre tiene tu casa? (Gente Nueva, 2019) y Criogenia (Ensemble Edizioni, Italia, edición bilingüe, 2021). Su obra se ha traducido al italiano, inglés, francés, turco y ruso, publicada en antologías y revistas de una veintena de países. Licenciada en Diseño Industrial por la Universidad de La Habana y egresada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Es miembro del Comité Organizador del Festival Internacional de Poesía de La Habana.