Desde la Revista Trasdemar, con motivo del Día de las Escritoras, presentamos una selección de poemas de la autora Carmen Paloma Martínez (Madrid) Poeta, ha residido en Isla de Pascua (Chile) y La Habana (Cuba), integrante de la Asociación Cultural Tinerfeña de Escritores y del grupo poético Voces desde la intimidad desde su formación en 2015. Es autora de los poemarios Salitre (Escritura entre las nubes – 2017), Voz de Mujeres (Ediciones Aguere, 2015) y de Líneas (2012), compendio de artículos de opinión. Actualmente prepara el libro Cuentos de La Habana. Incluimos la muestra literaria de nuestra colaboradora en la sección “Una habitación propia” de poesía
I
Náufraga de todas las auroras
boreales.
El alma enjabonada con lágrimas. Incapaz
de medir la magnitud de mi pérdida, vago…
Vago
en los micro silencios que separan el día de la noche.
Vago
ebria de sombras, porque sólo tú eras capaz de ahuyentarlas.
Mi
dolor es del color de la amatista y mi cielo de un azul taciturno.
Mi
noche es húmeda, fría, sin contornos. Y yo – en mi flaqueza – sangro.
II
Que sea el amor crucificado
fuente de vida
ya que tu cuerpo inerte duerme sin sombra.
III
Mi cuerpo
una línea atravesada de desierto, solo el relieve recostado en el margen
más árido. Muerto de hambre. Amputada la lengua. Desvirgado
el vientre.
Y todo el espacio saturado de mis criaturas familiares. Errante y desposeída
me asfixio. El perímetro de mi corazón un cerco glacial.
Y toda una vida repleta de maletas…
IV
El aire dormía la siesta
Erráticas nubes volaban en dirección transversal
Yace desvanecida en un opiáceo letargo.
Petrificada, inmóvil y sin amordazar a sus demonios
cae de bruces.
Paso y puerta
umbral y paso a esta impertinente soledad.
Caía una fina lluvia de jazmines. Solía
ensimismarse, dibujar los caprichos de las olas, divagar en el fondo marino.
No percibe cuerpos ni sombras. El Todo y la Nada
en su invisibilidad. La no existencia dentro de la existencia.
Todo – ahora – le parece desangelado, falto de oxígeno, teñido
del color de la ausencia.
La tarde dormía la siesta y ya nadie venía a visitarla
V
La desdicha
marca el ritmo de mis ciclos circadianos.
Vigilia y sueño
sueño y vigilia. Desarmonía. Aflicción. Pesadillas en rojo sangre.
Todas las mujeres
que habitaron en mí se congregaron para abandonarme.
VI
“Y en tu ausencia las paredes se pintarán de tristeza, y enjaularé mi corazón entre tus
huesos”
(Enrique Bunbury)
Resuena mi cuerpo en bucles de luz
Apago mi discurso. Mi alma empieza a orbitar
en ti.
Agoniza mi rebelión. Me derramo convaleciente y parto,
me ausento
recordando el aroma de nuestros días.
Aunque sé que venimos y nos vamos solos, no sueltes
mi mano.
VII
Impasse
En punto muerto. Varada en el callejón sin salida que conduce al puerto.
Un soplo de aire me levanta en vilo, y
mis dormidos huesos se calan de libertad.
Las nubes caen soñolientas en la cima de la
montaña.
En el horizonte
aparecen nobles códigos diamantinos.
Imágenes fractales
tatuadas en la arena como si de la mano de Dios se tratara.
¡Cuánto olvido cabe en la memoria y cuánta falta me haces!
*Del poemario “Cuerpo de ausencias“ (Inédito)