Presentamos en la Revista Trasdemar nuestra entrevista con el autor David Pulido Suárez (Las Palmas de Gran Canaria, 1981) es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Un poeta de la isla de Gran Canaria que en sus inicios publicó relato breve y poesía en las revistas Calibán, Ínsula Barataria, Aenigma y La Plazuela de las Letras. Su primer poemario, titulado Dame un nombre, se publicó en el 2011 (ed. Idea). En el 2017 llegó a las librerías la segunda obra del autor, Décimas de juguete (ed. CanariaseBook/ Cam‐ PDS), una serie de textos destinados al público infanto-juvenil con el que ha realizado talleres en diversos centros escolares de la isla de Gran Canaria. Ni un leve trazo (2023), la obra que vertebra esta entrevista con nuestra redactora Beatriz Morales Fernández, es su tercera publicación y se presenta este jueves 25 de enero de 2024 en la Casa Museo Pérez Galdós, a las 19:00 horas, de la capital grancanaria
Beatriz Morales Fernández /Las Palmas de Gran Canaria
Más que preguntarte acerca de la sinopsis de tu nueva obra poética, que se presenta este jueves 25 de enero de 2024, Ni un leve trazo, podríamos catarla a partir de conceptos clave que has trabajado en la misma. El mismo concepto trazo, en el título; amor o tiempo nos permite a los lectores indagar, intuir contenido; pero ¿qué conceptos destacaría su propio autor y por qué?
Empezando por el título, está indicando algo que es evanescente, algo que se va y que no deja rastro. El trazo es lo mínimo que uno se puede encontrar y de esta forma el título recoge lo que se habla en el poemario, que es el paso del tiempo, la muerte y, cómo no, la vida y el amor. Al fin y al cabo, todo está relacionado, es decir, lo uno con lo otro: porque la vida es lo primero y de ahí surge el amor; y, finalmente, se acontece la muerte, que es el último de los pasos.
Si nos centramos en el yo lírico, el cual proyectas para tratar estos conceptos y otros, podemos intuir cuando no solo catamos el poemario sino que lo leemos con detenimiento, que utilizas una voz atemporal, por lo que te sitúas fuera del tiempo para hablar de él; una voz apasionada, cuando de forma alegórica quieres llegar a la sugerencia del cuerpo; y también una voz íntima para hablar de la vida y de la muerte. ¿Podemos confirmar que tu voz poética ha querido apasionar, volverse intimidad y tratar el tiempo desde una cierta distancia?
Nunca me he parado a reflexionar sobre este asunto. Por ello, cuando he escrito, me sale el yo lírico necesario en cada momento. Obviamente siempre soy yo el que está en esos poemas, siempre estoy ahí entre medias, incluso en acontecimientos que directamente no sucedieron; pero mis sentimientos se quedan plasmados.
En cuanto a la voz atemporal, lo cierto es que me aparto del tiempo, lo veo desde fuera, para tratar de describir las emociones que me provoca; y para verlo de una forma universal, no como una experiencia individual, puesto que cuando uno escribe, también lo hace representando las voces de todos los individuos, porque todos hemos experimentado parcial o totalmente lo mismo.
La composición estrófica que domina esta obra es el soneto. ¿Por qué esta selección de forma para componer tus versos?
El soneto es un tipo de estrofa que me tiene enganchado, me gusta mucho su sonoridad, la musicalidad que tiene; por otra parte, en su momento aprendí a escribir sonetos porque me interesaba mucho conocer las herramientas de trabajo de la poesía: el ritmo, la rima, las acentuaciones.
Siempre lo he hecho por gusto, aunque en un primer momento lo hice a conciencia sin olvidarme del placer de lo que estaba haciendo. Ya con el tiempo desarrollé la capacidad y la soltura que han provocado que los sonetos me salgan con facilidad.
Además, me interesaban por el hecho de que cuando uno escribe con sílabas contadas, como decía Gonzalo de Berceo, y luego escribes en verso libre, ya tienes la capacidad de contener el pensamiento, de expresar en un espacio determinado lo que quieres decir sin enredarte. Te da soltura. En definitiva, no me siento constreñido por usarlo. Vivo la palabra de otra forma, y la disfruto.
Es interesante la manera en la que trabajas el paisaje en este poemario. Me viene a la mente un texto de prosa poética del mismo: “Pleamar”, en el cual a través del propio patrimonio natural, que está vinculado al concepto ínsula y su diversidad paisajística en tu obra, intentas hacer una poesía de la sugerencia. Se desprende erotismo desde tu palabra poética. Por lo cual, ¿qué paisajes han marcado tu lirismo y cuáles buscas proyectar en este poemario?
Empezando por el final, la verdad es que no pretendo a conciencia proyectar ningún paisaje. Esa observación del mismo, y hasta ahora la única persona que lo ha visto, has sido tú, Beatriz. Me gustó porque veías algo en lo que yo no había reparado. Ahora lo miro y digo: “es verdad, hay paisaje”.
¿Qué lo ha marcado? Sin duda, el isleño: el mar, el campo, el volcán. De hecho, en relación a este último elemento geográfico, tengo en esta obra un poema, titulado “Sepultura vertical”, que habla de una isla y sus acantilados. Ahí, cierto es, pensé en un paisaje. Quizás, con el afán de reivindicar un poco nuestro lugar. Sin ánimo de nacionalismo, sino que estoy orgulloso de mi tierra y es lo que hace que aparezca, consciente o inconscientemente, ahí.
Con “Pleamar”, sin embargo, quería plasmar ternura, atención, delicadeza. Y uno ahí cae en el paisaje sin querer. Quería huir del erotismo evidente, por ello, opté por hablar de cañaverales, de uvas, nombro el mar, pleamar “marea alta”, playa de tu cintura, elementos con los que quería suavizar el testimonio que hay ahí. Hablo de un espacio abierto.
¿Cuánto hay de ti en este poemario en cuanto al miedo, la curiosidad o la inspiración que genera el devenir del tiempo?, ¿qué es para ti el tiempo?
Para mí, el tiempo es un ir pasando, soy consciente desde hace años que soy finito, como todos, pero tengo conciencia clara de ello. No estoy todos los días pensando en la muerte, ni mucho menos, considero que tengo buen humor y soy optimista; mas tengo consciencia del paso del tiempo y que todo lo que viene se va, antes o después. No es tanto miedo sino reconocimiento y aceptación de esa realidad.
Es verdad que en el poemario lo canto a veces de manera trágica, pero porque a lo mejor el poema me ha nacido así; igualmente, me gustaría que esa aparente tragedia del devenir temporal que reflejo en el poemario se viese desde el siguiente prisma: ya que el tiempo es finito, procuremos disfrutar de este momento, de vivir.
Es más, te diré, que hay un poema que titulé “Memento vivere” porque quería hacer una contraposición al tópico Memento mori latino. Mi intención era indicar que realmente lo que nos come no es la muerte, sino la vida. La pobre muerte al final está al final del camino esperando sentada a que uno llegue consumido por la vida, porque es esta la que nos va quitando el tiempo, no la muerte. Memento vivere: un carpe diem, un acuérdate de vivir.
Hay una serie de poemas en los que tratas la vida como teatro. El famoso tópico Theatrum mundi, pues los divides en distintas escenas, un hombre ante el público. ¿Quisiste plasmar este tópico intencionadamente? ¿Por qué trabajaste la vida como una escenografía?
Al final no es nada nuevo este tópico: constantemente se oye que estamos representando un papel y no es que estemos mintiendo acerca de cómo somos, pero cada contexto condiciona nuestra forma de actuar. Y quitando eso, me quise imaginar la vida como un teatro y, por lo tanto, crear unos poemas que fuesen lo más parecido a acotaciones teatrales.
Sí, fue mi intención captar la idea del gran teatro del mundo, de que todo es un teatro, no en sentido negativo sino que esta obra en la que vivimos, la vida, no permite ensayos, sino que simplemente estamos improvisando y actuando.
Finalmente, llegando al final de la entrevista, podemos sintetizar todas las ideas expuestas con el propio inicio, con el título: Ni un leve trazo. ¿Por qué esa selección de palabras para el mismo? Y, con cierto matiz filosófico, también te quiero preguntar: si no permanece ni un leve trazo, ¿qué nos queda?
¿Qué nos queda? Haber vivido. No vamos a tener memoria de haber vivido porque, hasta donde se sabe, nadie ha vuelto para contarlo. Entonces, ante la consciencia de que no vamos a recordar nada, como se dice en la contraportada, yo simplemente quiero de forma humilde levantar acta, franca, sincera y cordial, desde el corazón, de lo que digo.
Yo sé, todos lo sabemos, que llegará un momento en el que el sol crezca tanto, tanto, tanto que acabará devorando el resto del sistema solar y, por ende, a la Tierra, entonces no quedará nada de nada, no quedará ni mi libro, ningún libro. Todo está abocado a la desaparición, entonces, ¿qué nos queda? Disfrutar de que estamos aquí, disfrutar de que estamos vivos, ser conscientes de que estamos en este planeta, de que tenemos un tiempo y un espacio; y de que somos responsables de emplearlo de la mejor manera posible y aprender de él. Lo importante es pasar por la vida sabiendo que uno pasa por ella y no que esta pase por uno ignorándola. Quiero que la vida me beba y yo quiero beberme la vida.
Para finalizar, la idea del título parte de barajar varias opciones, pero fue un amigo mío, quien leyendo el poemario me sugirió que este sería el título más apropiado para lo que estaba contando. Yo tenía puesto en el papel otro, Tránsito, pero el que ahora es el definitivo, era acorde a lo que yo expresaba; y esto evidencia la importancia de que hayan otros ojos, otra mente, otro corazón, que lean un poemario antes de publicarse.