
Presentamos en la Revista Trasdemar la entrevista realizada por Verónica Vera Bordón (Gran Canaria, 2001) Estudiante de Filología Hispánica en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, a la escritora Acerina Cruz (San Bartolomé de Tirajana, 1983) Licenciada en Historia del Arte y en Publicidad, ha publicado los poemarios: “Desolación” (2009), “in natura” (2010), “El cadáver de la sirena” (2012), “Planeta Turista” (2014), “Lux Aeterna” (2018), “Si la arena resiste” (2019) y “El pez limpiafondos” (2020). En su poesía prevalece el imaginario visual y la experiencia interdisciplinar. Obtuvo el accésit del Premio de Cuento Juvenil “Isaac de Vega” otorgado por la Fundación CajaCanarias y es integrante de los proyectos «Leyendo el turismo» y «El horizonte expandido. Islas Salvajes»
Intento escribir caminando como medio de conexión con la naturaleza y con los valores. Habrá cosas que esté dejando en el tintero, porque cada día tengo una intención o una propuesta. A lo mejor un día me pasa algo y no quiero que ese acontecimiento se quede ahí, sino que trascienda y lo convierto en un poema.
ACERINA CRUZ SUÁREZ
Empezamos con la ronda de preguntas. Muchos de tus poemas hablan del turismo, realidad característica de nuestra zona. Cuéntame, ¿cómo surge tu interés por este tema?
No lo recuerdo exactamente, pero en el primer poemario que publiqué ya había referencias directas al turismo. Yo me planteaba muchas cosas acerca de mi identidad en este marco geográfico, porque es diferente a lo que leía en la literatura canaria y en la general, pues también hay gente que vive en espacios turísticos fuera de las islas. En mi primer libro las referencias aparecían de forma inconsciente, es decir, sin una fundamentación teórica. Hay una gran diferencia entre ser de una ciudad turística y no serlo, de hecho, mucha gente de la isla me sigue preguntando si se puede ser de un lugar turístico y cómo me fui a vivir a Maspalomas. No, yo no me fui a vivir a Maspalomas, nací en Maspalomas. Este es mi hogar y lo he tenido que construir a base de literatura, no solamente de ladrillos, porque el ladrillo a veces es obsceno.
Es sorprendente cómo hay personas a las que les choca “nacer en un lugar turístico”, porque lo ven solo para viajes. Por eso es interesante escribir sobre cómo es vivir aquí.
Hay que humanizarlo y convertirlo en un lugar, porque es nuestro hogar. Aquí pasa la vida y la muerte, al fin y al cabo. A veces, hay que quitar la máscara al personaje y ver detrás del escenario de cartón-piedra. Mirar el backstage, entrar a las cocinas del hotel donde transcurre la vida y hay cocineros que, después de cocinar para los turistas, se hacen la comida en casa. La vida es como en cualquier sitio, con la diferencia de que el sector turístico es fundamental en la economía. Mucha gente trabaja en ello, aunque hay otra que no, porque la ciudad turística ha crecido y hay otras realidades.
En mi trabajo estoy comentando la poesía “Límites” del libro Si la arena resiste. En ella, hablas de trozos de porcelana arrastrados por el mar. Cuando escribiste la poesía, ¿tu idea era concienciar sobre el cuidado de nuestras playas y el entorno turístico?
Sí, ese era mi mensaje, pero también era una aproximación a lo natural y lo artificial. Cuando escribí ese poema estaba con mi hija en la playa recordando una escena de mi infancia. Si la arena resiste es un poemario sobre mis recuerdos de la niñez, periodo donde se conforma la identidad y que es clave para hablar de identidad en el espacio turístico. Ella me activaba ciertos recuerdos. Tuve un momento introspectivo en el que miraba la playa y todo lo que había sido artificial o no en mi vida. Hay cierta belleza en las playas turísticas y a veces nos hace pensar que esas conchas, que parecen de porcelana, han sido puestas ahí a propósito. Similar a cuando haces una foto de una postal y borras las huellas para quitar lo “orgánico” y dar un aspecto más artificial; por ejemplo, al borrar las arrugas de una modelo de una portada. Me resultaba muy decorativa, porque quedan pocas playas en el sur que se mantengan asalvajadas. La mayoría se han turistificado y están muy tocadas. También hay cierta sensación de contradicción: el deseo de conservar porque forma parte de lo que somos, pero no seguir haciendo eso. Intento que en todos mis trabajos haya un mensaje de sostenibilidad y respeto al medio ambiente, estoy muy concienciada con eso.
¿Algún mensaje más que busques transmitir por lo general con tu obra?
No sé si busco transmitir algo en concreto. No tengo una clasificación de puntos donde diga “voy a transmitir esto”. Son muchísimas cosas y cada día intento transmitir algo diferente. No obstante, siento debilidad por desvirtuar lo banal y traspasar esa barrera de lo líquido, encontrando profundidad en las cosas y lugares. En cualquier lugar hay poesía, y en la ciudad turística la hay porque tiene miradas. También hablo de la bondad, tema que me preocupa porque está muy mal vista en la sociedad actual. Ser bueno no se considera una ventaja y los valores se han perdido. Intento escribir caminando como medio de conexión con la naturaleza y con los valores. Habrá cosas que esté dejando en el tintero, porque cada día tengo una intención o una propuesta. A lo mejor un día me pasa algo y no quiero que ese acontecimiento se quede ahí, sino que trascienda y lo convierto en un poema.
¿A lo largo de tu trayectoria como escritora has notado cambios en tu obra? ¿Dirías que has atravesado etapas?
No sé si etapas porque tendría que verme desde fuera con una determinada objetividad, y ese ejercicio me da miedo hacerlo. Tampoco tengo mucha mirada filológica al respecto. Puedo hacerlo como lectora de otros poetas, pero no desde un punto de vista filológico sino como lectora o historiadora. Lo que sí veo es una evolución, cuando miro un libro mío del principio hay algunas cosas que me dan vergüenza. Las primeras obras son más torpes, uno se está buscando y publica con rapidez; intenta crearse un personaje que con la madurez va cayendo, al igual que la piel va mudando.
Mi primer poemario está lleno de cosas terribles: no encontraba bien la dimensión de los versos, hay cosas manidas… Curiosamente, algunos poemas concretos sí me gustan y los rescataría. Esto es lo que puedo decir desde la distancia con aquellos tiempos en los que empezaba a escribir.
Quizá ahora hay más fundamentación en los temas. Antes escribía de forma intuitiva y ahora investigo. El proceso de investigación para mí es fundamental y, además, es precioso. Le da más fuerza al poema porque hay unas lecturas detrás que se notan.
Yo percibo que en tus primeras poesías incluías elementos de series que tú veías. En cambio, en las actuales te centras más en el turismo y en la situación de la isla, no incluyes tantos elementos externos.
Sí, estás hablando de un libro en concreto, El cadáver de la sirena, un poemario muy pop con muchas referencias a series y al cine, porque soy una cinéfila empedernida. Yo creo que el cine volverá a estar presente en algún momento, pero no será un poemario de serie B. El cadáver de la sirena es cutre, pero está escrito así a propósito. Es un libro muy ácido y crítico, y eso me gusta mucho. Sin embargo, puede ser difícil porque está lleno de referencias, y a veces hay que buscarlas todas: por ejemplo, si alguien no sabe quién es Chuky, el muñeco diabólico. Sobre todo, hay una diferencia generacional que se va complicando cada vez más. Muchas referencias son de los años ochenta y anteriores, como el slasher, y hay que ser un poquito friki para entender una parte. Pero ese libro habla de una cultura global, de un contexto que es el mío porque yo en Maspalomas consumía toda esa cultura, entonces estoy hablando de Maspalomas.
También nombro a Playa del Inglés, cito los espacios geográficos que estaban conmigo a la vez que añado todas esas cosas que van llegando. Por lo tanto, es el lugar de hoy en día. Cualquier calle comercial y del casco antiguo de Europa están llenas de elementos de la globalización, hay mensajes publicitarios por todas partes y las series de televisión están. Actualmente tendría que hablar de Netflix y de estas plataformas que no estaban cuando escribí ese libro de poemas. En definitiva, hay un lugar encima del lugar y eso refleja el libro. Luego me he ido centrando en otras capas. Quizás vuelva, pero no así. El poemario de serie B ya lo concluí, aunque sí me he propuesto alargarlo, como si estuviera creciéndole la cola a la sirena, y reeditarlo con algunas correcciones y ampliaciones.
Ahora me gustaría remontarme al pasado y preguntarte, ¿cuándo comenzó tu interés por la escritura?
En la más tierna infancia. De pequeñita escribía cuentos infantiles y hacía dibujos. Cuando estaba en la EGB, recuerdo hacer cuentos un poquito más gore, los cuales enseñaba a mis profesores y se asustaban. Con trece años tuve diversos profesores que me ponían de ejercicio escribir poemas en clase y me influyeron diciendo “esto está bien”. Yo disfrutaba más escribiendo que haciendo otra cosa, porque era tan abierto, tan creativo y con tantas posibilidades. Pensaba “esto no es como estudiar de memoria, es más interesante, muevo más mi cabeza y el cuerpo incluso”. “Estoy creando algo que no estaba y poniéndolo ahí”. Es interesante ver el resultado y que otra persona lo lea e intente descifrar lo que has escrito.
Recuerdo un momento importante que he contado en varios lugares: Estaba en la playa con mi hermano y leyendo a Gunnar, un autor sueco. No sabía muy bien qué quería decir esa poesía, pero como soy una persona muy plástica, pintaba imágenes en mi cabeza y eran muy sugerentes. Me parecían atractivas sin saber por qué. Es similar a cuando te atrae una persona: hay algo de química y de misterio, pero no sabes por qué te atrae. Con el tiempo vas descifrando el poema y sabes lo que hay detrás de esa gota de leche, ese cuenco de sangre, ese vaso de agua… El poema que me enganchó es La prueba del agua.
En la adolescencia escribía con otra amiga de clase y compartíamos nuestros poemas. Las dos leíamos a Baudelaire y nos hicimos amigas gracias a la poesía. En la universidad seguí escribiendo por las noches e, incluso, cuando salía. Lo hacía de forma muy anárquica sin ningún tipo de orden ni de intención. Eran poemas que iba perdiendo después. Hoy en día es algo más serio que muchas cosas.
Has nombrado que leías a varios autores: el poeta sueco, Baudelaire… ¿Dirías que tienes algún referente?
He tenido muchísimos referentes a lo largo de mi vida, pero yo soy una lectora muy horizontal a la que le gusta acumular voces. Cuando me gusta mucho un autor como Bolaño, una gran referencia mía, leo tres o cuatro libros y paro. ¿Por qué? Porque prefiero leer cuanta más variedad mejor. Hay millones de voces, uno entra a una librería y se agobia entre los clásicos y los actuales. Ahora mismo me interesa bastante la literatura naturalista, porque quiero hacer una inversión en el ecofeminismo. Estoy leyendo a autores que sentaron las bases del naturalismo: Thoreau, Emerson, Rachel Garson, Marie Oliver… importantes para estos temas en los que estoy indagando. En las referencias más antiguas está la generación Beat, por la que muchos jóvenes han pasado; autores como Edgar Allan Poe, los libros de aventuras de Jack London… Y mucha literatura en español, aunque no la haya citado. Leí a muchos hombres en mi lectura veinteañera y hoy en día leo a más mujeres que hombres, me suscitan más interés. Eso en general, hay algunos autores que me gustan mucho; por ejemplo, Maryse Condé, que trata el tema de lo decolonial, me encanta. Acabo de descubrir a Jamaica Kincaid y es maravillosa.
También estoy leyendo a Mariana Enríquez, autoras que conforman la nueva narrativa, son muy intensas y dan mucho de qué hablar. Hay muchísimo que me gusta y voy a seguir descubriendo cosas nuevas. Tengo una pila de libros y cada vez que saco uno, meto cinco, y siempre leo dos libros a la vez de géneros distintos, a lo mejor uno de poesía y otro de ensayo, narrativa de ficción y ensayo… Soy bastante ecléctica y acumulo voces, entonces tengo muchas cosas en la cabeza. Tengo muchos amigos poetas que se obsesionan con un autor y todo lo que saca lo leen hasta el final de los días, y esa huella se nota mucho en la literatura de ellos. En mí no se nota tanto, aunque de vez en cuando me dicen “mira léete a esta poeta que se parece mucho a ti”, como Sylvia Plath que es muy confesional. Tengo aspectos en los que me relaciono con ella, pero son más vivenciales y vinculados a su forma de mirar las cosas y hacer literatura. En el resultado de la poética me encuentro más con Adrianne Rich. Creo que me ayudaría más una amiga que esté fuera de la literatura, es decir, que no sea otra poeta.
Escribes poesía y también has hecho algún cuento. ¿Has probado algún género diferente o te gustaría hacerlo en un futuro?
Escribí un cuento que ganó un accésit en el premio “Isaac de Vega” cuando era la
categoría cuento juvenil. Me parece que ahora ha cambiado a relato corto. Hice una serie de ejercicios rápidos para investigar un poquito la prosa que luego eliminé, salvo ese cuento que está publicado. Hoy en día tendría que revisarlo porque no lo he vuelto a leer, han pasado más de diez años y creo que podría encontrarme con algo que me dé miedo y vergüenza. Para ser un cuento juvenil tiene un título bonito: El caballero que despertó cuando la guerra no había terminado.
Borré todo lo que hice en prosa, pero sí tengo prosa poética con Letanías, testimonios que me ofrecieron unas mujeres en Moya. Ese trabajo se publicó en RGB y lo compasé al lenguaje poético. Mucha gente verá ahí narrativa con carga poética, otra verá prosa poética… Yo prefiero no ponerlo. Ahora sí estoy escribiendo narrativa de no ficción sobre un viaje que hice a las Islas Salvajes; un proyecto donde me vi inmersa y en el que estoy trabajando el diario de viajes. Lo escribí a mano durante el periodo que estuve allí y espero que no tarde mucho en salir. Lo que pasa es que después del viaje he ido incorporando investigaciones y he hecho otros para buscar a personas. Voy despacio, no quiero ir deprisa porque si no me voy a caer. También estoy haciendo trabajos en prosa de caminatas en base a algunos proyectos que son más performativos y dialogan un poquito con las artes visuales. Tengo dos proyectos de narrativa de no ficción en construcción que mezclan lo ensayístico con la crónica, ahí está la línea que estoy siguiendo. Tengo un cuaderno de ideas para escribir alguna cosa más, pero hay que ponerlas todas en una lista e ir con calma.
Es muy interesante la combinación entre literatura y artes visuales que
comentabas. ¿Te gusta dibujar?
Sí, he dibujado para alguna exposición. De hecho, de Si la arena resiste hice algunos dibujos basados en fotos de mi infancia que he guardado del año 87, de cuando era pequeña y estaba en la piscina. Muchos de esos poemas son, prácticamente, las fotos.
Los expuse en Moya para un instituto y están guardados, pero no los considero gran cosa, quizás una extensión del poema. Para El Cadáver de la sirena hice los diseños gráficos y los fotomontajes que están en el libro. También hago fotografías, en El Pez limpiafondos trabajo con una fotógrafa que hace imágenes y dialoga (no ilustra) con los poemas. Por tanto, hay un diálogo con las artes plásticas que es constante; además, mi poesía en sí misma es plástica.
A mí me gusta utilizar palabras concretas en mi poesía. No soy de utilizar palabras abstractas una detrás de otra: soledad, infinito… Si las meto muy seguidas, yo me pierdo en el poema, no me ubico. Necesito hablar de la soledad a través de una mesa vacía, abandonada que lo transmita. Si nombro “soledad” sería con alguna palabra concreta al lado o con un adjetivo que le dé color, por ejemplo, azul. Tiene que ser algo visual, porque yo los poemas no los oigo, los veo. Tengo un oído malísimo y en eso no me parezco a mi abuelo que era verseador. Una pena, es algo que me gustaría tener.
Para finalizar la entrevista, me gustaría saber cómo es tu proceso creativo. ¿Te viene la idea de repente o eres de las que se sienta a reflexionar?
Las dos cosas. Soy una persona inquieta y utilizo varios métodos. Por ahora no le digo que no a ningún proceso, salvo a aquellos que se conviertan en tiranos. Esto sucede mucho en las artes plásticas, donde hay personas que para investigar el hambre pasan hambre. Yo no voy a dejar que el arte sea una tiranía, porque se acabaría la libertad que precisamente te da. Considero que la vida está por encima. Son las únicas cosas por las que no estoy dispuesta a pasar, además de por todo lo que sea obsceno como la falta de ética o moral, la maldad, la inquina, etc. No me reconozco, prefiero, aunque sea difícil, intentar ser buena. Eso tiene bastante valor.
En cuanto a los procesos, yo me puedo sentar una tarde metódicamente a pensar o reflexionar, pero si me esfuerzo mucho y veo que no sale, es mejor ponerse a leer. Leo muchísimo más de lo que escribo lógicamente, eso hay que hacerlo siempre. Una tarde de bloqueo es perfecta para la lectura, hay que saber reconocerlas. A veces me pongo a trabajar y van saliendo cosas. Otras, me surge la idea caminando y me paro en cada piedra a anotar con lo primero que coja, normalmente el móvil. Pueden ser anotaciones verbales, es decir, escribo el verso o la idea; o una foto que me sirva como nota sobre el terreno. No desecho ningún proceso y siempre investigo. Otro método es leer e ir anotando en los márgenes constantemente. Esos libros los guardo y sé que están esperándome para ser releídos y puestos en la mesa en esas tardes de escritura.
Muchas gracias por participar en esta entrevista. Me ha gustado conocer más detalles sobre tu labor literaria.
A ti por interesarte por la poesía.