Presentamos en la Revista Trasdemar la nueva colaboración de David Guijosa (Suecia, 1981), un ensayo sobre la novela “Terapia” (Anagrama, 1995) del escritor británico David Lodge (1935-2025) recientemente fallecido y autor de una reconocida obra narrativa que ha sido adaptada a series de televisión, siendo finalista en varias ocasiones del Booker Prize.
Nuestro colaborador David Guijosa ha publicado los libros de poemas Mnemósine (Idea, 2007), naufragar consistió en: (Alhulia, 2008), flygbiljetter (billetes de avión), perteneciente al libro Planeta Turista, Poesía Reunida (Amargord, 2014), volvemos en breve (Playa de Ákaba, 2017; reedición digital, Hora Antes, 2021), tiempo sin detener (Trea, 2018) y memory amb postals (en catalán, AdiA, 2021). Ha participado en varias antologías de poesía y prosa, de ellas destacan La Ciudad Soñada (Ed. Babylon, 2014), Oír ese río, (Ed. Charpentier, 2017) y Leyendo el turismo. Antología de ensayos y reseñas (Le Canarien, 2021). Ha colaborado con textos y traducciones en numerosas revistas, publicaciones y suplementos culturales de Europa y América en español y en otros idiomas. Del sueco al español ha traducido poesía para su publicación en libros, entre otros, a Anne-Marie Berglund, el El alba en pedazos (Alhulia, 2007), poemas de Tomas Tranströmer y Lasse Söderberg incluidos en Ars Poetica (Pre-textos, 2011), y de Matilda Södergran, Los Delirantes (Letraversal, 2022). Es fundador del proyecto Leyendo el Turismo, junto a Acerina Cruz y Samir Delgado con más de una década de trayectoria
Hace tiempo que le doy vueltas a un pasaje. Es de David Lodge, en su novela Terapia, publicada en 1995, y es un retrato del sur de Tenerife que dice lo siguiente: “Aparte de todo esto, no hay nada más, sólo bloques altísimos y más bloques altísimos de hoteles y apartamentos. Es una pesadilla de cemento, sin apenas árboles o hierba.” Aunque la descripción la hace un personaje que habla desde un descontento anterior a su visita a Tenerife, lo cierto es que el panorama urbanístico de Playa de las Américas en los noventa, en el esplendor de la industria turística de entonces, no hace más que poner en bandeja una herramienta eficaz para un desahogo corrosivo y paródico a costa de la isla en el recuento de un fallido viaje romántico.
A pesar de que Terapia no es una novela que indaga en Tenerife desde un estudio profundo y concienzudo, se desprenden de este episodio al menos dos ideas que me gustaría rescatar para continuar en una reflexión sobre lo literario y el turismo en las islas. Por un lado, la cuestión del urbanismo salvaje y por el otro el anhelo del contacto con una naturaleza que ha retrocedido en favor de ese urbanismo desproporcionado. Muchas veces la literatura y el arte, estoy convencido, son la avanzadilla de la visión popular de un espacio determinado, y lo que harán es dotar a ese espacio de una narrativa, una historia que se cuenta para revelar un lugar y tejerlo de entrañas, de latido y de huellas o para advertir, para nombrar lo que se avecina. Desde esta perspectiva, esos dos aspectos que aparecen brevemente en la novela de David Lodge merecen que nos detengamos.
Si tenemos en cuenta la fecha en la que aparece el libro, y viendo donde estamos hoy en la La Tejita, parece que el turismo y la literatura que lo aborda no ha sabido reinventar su historia y sigue perpetuándose mientras arrasa la geografía en la que busca subsistir. Todas las novelas, los poemas, los cuadros, las fotografías, los artículos, las películas, las conferencias no han logrado rehacer la forma en que contamos la historia de un turismo que funcionando como motor económico, no solo de las islas sino de todo el país, no logra desarrollarse de manera sostenible ni crea una realidad decididamente equilibrada en lo ecológico y en lo económico. Un relato fuera de lo que ahora prácticamente solo ofrece una herida dibujada en el paisaje con un bulldozer.
En el retrato literario de la isla de Tenerife y las demás islas, a manos de Julio Verne en la distancia u Olivia Stone de visita, Houellebecq en Lanzarote o Sanmao en Gran Canaria, las islas han sido exóticas, románticas, de costas y gentes remotas, enclave de aventuras y conquistas, también, a medida que el turismo avanzaba hasta su forma actual se han descrito bastante a menudo desde el ruido, la suciedad, la ferocidad, el desencanto y la artificialidad. Quizá con razón a veces, otras desde una ignorancia evidente, los relatos han sido cada vez un paradero para encontrarse casi constantemente con las costas inyectadas de hoteles y apartamentos junto a la playa o un ideal de isla de naturaleza salvaje sobre un manto de exotismo o nobleza homérica.
Ahora que la geografía está como está, la pregunta es si de una vez por todas vamos a contar una historia que incluya todos los elementos, incluyendo el turismo desde la habitabilidad y lo transcultural, una historia capaz de sostenerse en el tiempo y en las vidas, una historia que no hable solo de bandos, sino de lucha, migración, de explotación, de familias, de amor, de ceguera, de corrupción, de sexualidad, de silencio sistémico, de relaciones sencillas y complicadas, en el que las islas no sean una parodia de sí mismas, exageradamente idílicas o finalmente perdidas en el sumidero de su propio éxito vacacional.
Es posible y deseable reconstruir, retomar el espacio turístico desde su gente y desde una literatura y un arte que logre resignificar, reescribir el folleto de sol y playa incluyendo una historia que no sea insostenible*.
Texto publicado originalmente en “El Perseguidor” Diario de Avisos, Tenerife (2020)