“La amistad es un juego de libertades más allá de la poesía. El regreso a Puerto Rico de Alan Smith” Por Juan Casillas

En la Revista Trasdemar difundimos la creación literaria contemporánea del Caribe
Fotografía: Alana Smith / Cortesía Juan Casillas Álvarez

Presentamos en la Revista Trasdemar la nueva colaboración del autor Juan Casillas Álvarez (Las Piedras, Puerto Rico) un ensayo titulado “La amistad es un juego de libertades más allá de la poesía” dedicado a la crónica de viaje y estancia del poeta Alan Smith (Costa Rica) en Puerto Rico. Publicamos la nueva colaboración en nuestra sección “Conexión Derek Walcott” de literatura contemporánea del Caribe.

Juan Casillas es poeta y novelista, estudió en la Universidad de Puerto Rico las disciplinas de Historia y Literatura, especializándose en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, además de finalizar la Maestría en Historia comparada por la Universidad de Connecticut. Ha publicado “Lugar Profano” (2015) y tiene inéditos varios libros de poesía y novela.

Alan Smith es autor de libros como Fragmentos de alcancíaLibro del lago y Hasta que no haya luna. Ha sido profesor de la Universidad de Boston y es uno de los grandes especialistas en la obra de Benito Pérez Galdós.

La amistad es una forma de viajar que reafirma la espiral de la voluntad. El reencuentro entre amigos es un quitasol, es meterse en una fiestas de manjares que nutre la condición humana. Alan hace décadas que vive en Boston en el barrio Jamaica Plain. Allí festeja su estilo de vida. Tiene un parque y un lago, una carnicería y una panadería y forma parte de un taller de poesía. Su barrio y sus vecinos le ofrecen a Alan esos paisajes vitales que vemos en sus libros. New England es real e inevitable mientras que el Caribe es un misterio o una invención que le provoca añoranzas y curiosidades. Es otro horizonte que se desplaza en su vida inquieta y literaria. En mi carpa hacemos brindis y le garantizo a mi amigo que la vamos a pasar en grande.

JUAN CASILLAS ÁLVAREZ

Abarcar a la isla en una estadía epifánica

Mi buen amigo Alán Smith Soto no juega con las prisas ni con las fechas festivas. En cambio, cuando da su palabra es un acto memorable como si estuvieran escritas en piedras. Es fiel a los compromisos que con gusto hace entre  amigos. La pandemia no lo dejó misántropo y todos sus viajes son cordiales, suaves como si fueran una invitación al mundo interior. Lentos pero sin tregua, confabulamos para que nuestros reencuentros sean prodigiosos y recíprocos.

Cuando Alán Smith Soto regresa a Puerto Rico en las Fiestas de Reyes no tiene en mente una calculada guía turística sino una marcha que se extiende a una jornada de diez días valientes, que desde el comienzo se convierten en una rica experiencia entre la playa y la montaña, el toque y el cante, el español patrimonio y la plaga del inglés, el tenis y la natación, los vinos y las paellas,  el arte y la amistad. Ni las lluvias intermitentes interrumpen nuestra capacidad de conocer gente y andar es nuestra ocupación mientras queremos abarcar a la isla en una estadía epifánica que ambos disfrutamos.   

Tengo la certeza de que Alán programa la visita a Puerto Rico con un peculiar  misticismo equipado de fraternidad, de  buena voluntad  y vecindad. Alegre, se apresura a sacar los pasajes de la ruta que lo llevará a la isla. A mediados de septiembre me escribe un correo electrónico del día y la de llegada a Puerto Rico. Me recuerda enfáticamente el nombre de la línea área y el terminal en el aeropuerto de aquí. Conozco bastante a Alán y entiendo que asume un limpio protagonismo para asegurarse de que su estadía esté bien coordinada y no conflija con otra visita de amigos que acostumbran refugiarse en mi casita en la temporada de invierno. Alán se encarga de despejar cualquier inconveniente que afecte previamente nuestro encuentro.

Esta actitud no es un rasgo limitante, todo lo contrario tiene muchos méritos para mí porque enciende una idónea expedición boricua ajustada al ritmo prudente de mi huésped. Organizó la estadía de acuerdo a lo que le gusta hacer a Alán pero procuro introducir alguna nueva sorpresa que no tenga aguas oscuras. Estar con Alán es como rodar una película de diez días cuyo libreto es festivo, no lo va a defraudar.

El primer día en Santurce vamos a parar a la playa del Escambrón a despojarnos de todo mal con un ron a las rocas y unos tabacos habaneros. Alán se bautiza en esta costa con aguas cristalinas, de buenas arenas, con sombras de palmeras, con abundantes amazonas boricuas y  ruinas españolas. Es su playa preferida porque es como una piscina que le permite nadar a su gusto. Después el itinerario se extiende a  Juana Díaz, a Coamo, Orocovis y Morovis que contaré más detalles adelante. Como los recorridos son cortos siempre nos reportamos a la calle Diez de Andino en Santurce a recapitular y a tirar la espalda. 

La vocación de rodar por la ciudad y tomar la autopista empieza después de las diez de la mañana, Alán necesita medir la resistencia de su organismo para luego lanzarse a cualquier lugar de la isla.  Lo bueno de él es que siempre termina el recorrido que le impongo. Nos incorporamos con entusiasmo al nuevo día igual que ayer. Le tengo lista una entrevista y lectura de poemas con Judit Felipe en su programa radio “Voz y Cultura” de la Universidad. Son treinta minutos de lectura que solamente se oirá su voz limpia adornada  de preguntas estelares que conmueven la vida inquieta de Alan. Quiero que su estadía en la isla sienta su vida y la de mis paisanos. Le sorprenderé con un concierto de música en el centro de Bellas Artes dedicado al tiempo de la epifanía, que de paso les cuento que bajo la dirección del maestro Roselin Pabón nos sacó  lágrimas.

Los cócteles de Mercedes López Baralt

Le he dicho con anticipación a Mercedes López Baralt que Alán regresa a la isla. Ella siempre está disponible para recibirlo, es su viejo amigo de estudios superiores, colegas académicos y han coincidido muchas veces en conferencias internacionales sobre Benito Pérez Galdós, Federico García Lorca y César Vallejo. Esos nombres los atan con fuerza a los dos. Ellos son maduros ya no saben ser tímidos. Cuando salen al campo,  son un ejemplo de ternura y admiración. Además, son  destacados docentes venerados por sus discípulos. Mercedes brinca de alegría cuando le informó de la visita de su colega.

Ha propuesto de inmediato una invitación a unos coctelitos por lo cual no faltaremos a la cita y seremos puntuales. Llevaré un aguacate y frutas para Mercedes. Alán ya tiene afinada la guitarra para cantar boleros y despertar ese lado romántico de  Mercedes. Se tienen  una amistad cálida, no conozco a otros como ellos que tengan un amor ardiente y respeto mutuo por la literatura.  Los dos han estudiado a fondo la literatura hispánica. A esto cabe añadir que fueron discípulos del destacado hispanista estadounidense Stephen Gilman que a su vez fue discípulo de Americo Castro.

Recuerdo que Alán acostumbraba visitar en Cambridge a la  viuda del catedrático Gilman,Teresa Guillen, hija del poeta vallisoletano Jorge Guillen. Federico García Lorca le dedicó a ella su libro Canciones. Pasan los años pero Alán y Mercedes no dejan atrás a sus maestros. Ellos los siguen recordando y leyendo, ellos continúan respetando y honrando la vida de sus maestros. Así debe ser, simbólicamente se da un pase generacional entre el maestro y el discípulo. 

Hace algunos años ya, Alán me presentó a Mercedes en su piso en Hato Rey aunque sabía de ella.  De estudiante, la había visto por los pasillos de humanidades en la Universidad de Río Piedras. Después de esconder a su gatita rescatada, me habló de sus orígenes familiares en el barrio del Mango entre Las Piedras y Juncos pero lo que más me traba es su inmensa gentileza cautivadora, disfruto su conversación colorida. Se pinta los labios con un rojo bermejo, su elegancia es juvenil y su voz preciosa inspira confianza de tal manera que no me siento un  extraño frente a una vida dedicada a amar la literatura puertorriqueña.

Luce López Baralt es hermana de Mercedes, para mi que son almas gemelas del arte y la poesía, salieron de un mismo vientre que las ha consagrado a la práctica, al buen gusto tanto así que han abrazado juntas y con fuerza,  la riqueza del español y la literatura de nuestro país y de Hispanoamérica. Es una dicha infinita tenerlas entre nosotros, son indomables aunque Luce hace más alboroto periodístico que Mercedes. Son hermanas de sangre que se complementan con el nervio de la literatura. Mercedes vive en una torre que gira alrededor de la isla, los árboles llegan a su ventana, su jardín adorna el último escalón y los pájaros la visitan. Mercedes es lecho amoroso y tiene alas para alcanzar la universidad, ese recinto es su querencia.

Igual que el año pasado, la nueva velada que piensa Mercedes para Alán promete una cancha de memorias literarias y de detalles geniales que llevan saltando entre ellos más de cuatro décadas. Dharma acude al llamado canónico de Mercedes. Ella siempre completa el cuadro de la velada, es profesora de francés jubilada, es genuina, baila tango y milongas, tiene mucho talento para moverse.  Aparte de que está muy pendiente de las estampas isleñas de la anfitriona. Cada minuto vigilia las manos y los pasos de  Mercedes que se desplazan por su living sevillano como una diva del carnaval de la calle San Sebastián.

Con Mercedes, Alán recibe siempre una descarga de recuerdos y mareas sinfónicas que es como navegar en una barcarola en alta mar. Alán es el primero en llamarla y yo me infiltro entre estás dos almas que siembran en el mismo huerto. El erotismo de la amistad los une, se tiene admiración mutua y ambos tienen una filosofía elegante cuyos diálogos me detengo a escuchar, escucharles es el mayor servicio que puedo hacer.  En tanto que, los gestos y guiños felices poseen una fuerza que llegan a las orillas del corazón de Dharma y el mío.  Se la pasan solos pero cuando se ven viven y reviven como si estuvieran en un jardín de las delicias. Ellos han cultivado una amistad lozana a lo largo de sus  vidas. La estancia de Alán me acerca más a las hermanas López Baralt, a Dharam, Judith Felicié, a Lourdes Muriente, a Marquitos, a Onelia Perez, Mary Frías, a David Cupeles y a Miguel Santiago, y a otras cuestiones imprescindibles, por supuesto.

La presencia imantada de Alán se ha consolidado en el círculo de amigos  en la isla. El es un espléndido engranaje de festejos entre el buen clima que lo recibe y los buenos amigos que celebramos los paseos y el despliegue de nuestro amigo por la isla. Me ha comentado Alán, en algún momento, que Puerto Rico es como París donde  se encuentra todo en un solo lugar. El carácter monacal de Alán se abre al goce que le brinda la isla.  Los días de Alán son muy animados y amables, esa limpia actitud de entrega a la agenda, logra interesarme más por mi tierra y mis  paisanos.

La amistad es un juego de libertades más allá de la poesía

El inicio de un encuentro entre amigos es de lo más singular.  No recuerdo que nuestros encuentros se aferran a malos tópicos o a tirar golpes bajos a ciegas que nos desvelen. Los resentimientos no matizan nuestros diálogos. Cuánto más me conoce Alán dice que soy un monje y le replico que mientras más le conozco me convenzo que es una gran poeta. Quizás la edad nos ha frenado a meternos por caminos sin sentido, parece ser que los jóvenes nos advierten qué no hacer de mayores. Entre buenos amigos es necesario ser valientes, deben ser capaces de reservar fuerzas para adelantar momentos vivaces en el largo tiro de la amistad. 

Alán me ha regalado la amistad que él comparte con Mercedes López Baralt. Es muy extensa la amistad que ellos conservan que se inició en los años de estudios en la Universidad de Harvard. Los une la literatura, la docencia, la música, el buen vino, los evangelios  y los boleros. Pienso que esos son los fundamentos de las buenas personas literarias que viven inspirados por la fuerza de la poesía y los libros cuyo empuje no ha disminuido un ápice, por el  contrario, creo que ellos se han hecho indispensables el uno para el otro. La visita feliz a Mercedes es obligatoria para Alán. Ella lo recibe en su residencia con una alegría de niña como alguien que recupera un juguete amoroso que se le perdió al corazón.

Como diría Goethe ellos son “el misterioso taller de Dios”. Serán raros para algunos que no los conocen, los miraran de reojo por el mundo que transitan pero para este servidor son amigos generosos y estelares que aman la verdad, el gozo de todo arte, son optimistas de las  buena lucha y son capaces de esperar para volver a conversar cuando el paso esté libre. 

Ambos son de miradas nostálgicas y alertas pero si tienen que mojarse los pies se los mojan, si tiene que separar obstáculos para ayudar al caído, lo hacen sin miramientos. Han estado en muchos foros, han recibido muchos reconocimientos pero si tiene que bajar para defender los de abajo, lo hacen sin dramas pero lo hacen con entereza y amor. La ley de la amistad establece puntos de contactos que requieren escuchar e incluso se debe prestar cuidadosa atención a lo que está por llegar en una conversación entre Alán y Mercedes.

El clima hace al hombre y en muchas veces define las emociones. El acuerdo es que Alán me visite en el mes de enero cuando tenemos unas temperaturas muy frescas. Desde que conocí a Alán me he nutrido de su poesía, su espiritualidad, sus anécdotas y sus obsequios docentes.  Soy un ensimismado forrado con un montón de heridas y sentimientos.  Alán es una persona abierta a todo ello. Nuestra amistad se deja llevar por confesiones, cenas sibaritas, lo poético, los tanteos de la edad traviesa y las querencias.

Cuando llega a la isla me propongo recibir a mi amigo con momentos, unos detrás de otros, mezclados con tonos altos y bajos dotados de amigos, curiosidades, de lo cotidiano, de  sorpresas artísticas y siempre que quiera seductoras. El 2 de enero de este año en curso a las cinco de la tarde llegó a Puerto Rico desde Boston, poco después estaba en mi apartamento en el barrio Machuchal donde le tengo  preparada su acostumbrada habitación con abanicos de techo, y una amplia puerta de cristal que da a un hermoso árbol de mango. Se siente demasiado afortunado cuando le entrego la guitarra que compramos al nieto de un exiliado chileno en el municipio Laurence. Los dos le tenemos un cariño muy especial a esa guitarra por la historia que encara porque es emblemática del toque y el cante que nos une. Pudo afinarla de inmediato. Le digo que estaba esperando que la reviviera. El le rompe su silencio con repiques de una pieza de Francisco Tárrega.

Él se adapta pronto, siente los pies en el suelo cuando le pongo en sus manos el sombrero de plenero. Luego abre y enfoca sus ojos y  es para sentirse hogareño cuando le cuento de primero y de segundo los acontecimientos contemplativos y de tercero las acciones que le he planeado en su estadía en el terruño caribeño. Lo he recibido descorchado una botella de un buen vino español. Es que España despierta su vida, día tras día, con Benito Pérez Galdós  y el barrio de Lavapiés.

En tanto que, Lorca le prestó su guitarra y su poesía le dio sentido a su juventud.  Nos ganamos la confianza porque nos conocemos bien. Cuando nos reencontramos de inmediato se ponen en contacto nuestros gustos y lecturas sin olvidar la relación que conservamos con los amigos comunes. Los otros buenos amigos que viven en España, México o Perú nos enlazan. Ellos son recíprocos y, todos por igual, respondemos  a las buenas reglas de los implicados en la añoranza y la poesía.

La actitud que más admiro de mi amigo es que nunca cierra sus oídos ni para las nimias cosas que también encuentran  un lugar en el cajón de la bondad de Alán. Se posiciona con la dicha de escuchar, su esfuerzo por comprender es un acto de humanizarse. Para él, la voz evoca la música y los sentimientos evocan la poesía que es lo que más apasiona a mi amigo. Cuando Alán visita el terruño isleño comienza una gira al mundo interior   por dónde se cruzan muchas recompensas porque en esa dirección interior se improvisa más cada minuto, hay más oportunidades y las caras ganan para conmover.

Nos enroscamos rodeados de esto y aquello, nos funcionamos con ingredientes saleros que la larga ausencia nos regala a los dos. Durante todo el año nos preparamos para este encuentro en las fiestas de la epifanía que según San Mateo trajeron regalos al hombre Dios. Una amistad recíproca es siempre el mejor regalo que se entrega como un homenaje. .De esa manera, la amistad sube y tiene un peso real. Es fenomenal para distancias contemplativas

La amistad es una forma de viajar que reafirma la espiral de la voluntad. El reencuentro entre amigos es un quitasol, es meterse en una fiestas de manjares que nutre la condición humana. Alan hace décadas que vive en Boston en el barrio Jamaica Plain. Allí festeja su estilo de vida. Tiene un parque y un lago, una carnicería y una panadería y forma parte de un taller de poesía. Su barrio y sus vecinos le ofrecen a Alan esos paisajes vitales que vemos en sus libros. New England es real e inevitable mientras que el Caribe es un misterio o una invención que le provoca añoranzas y curiosidades. Es otro horizonte que se desplaza en su vida inquieta y literaria. En mi carpa hacemos brindis y le garantizo a mi amigo que la vamos a pasar en grande.

Llegó una tarde apacible de Santurce, le abrí las puertas y era consciente del guión de llegar a mi apartamento.  El viento travieso del océano levanta papeles y cortinas, la paloma que le llamo Adida,  entró a picar las migajas de la noche. Las reinas y gorriones entraron por una puerta y salieron por otra. “Que curiosa es tu sala también le da cobijo a los pájaros”. “Tengo una relación con ellos, me visitan de mañana y tarde, ya te acostumbraras”. “No te preocupes los recibiré complacido”. Me agrada la llegada de Alán, me ofrece amistad y un entorno sorprendente. Yo en cambio le ofrezco mi país, mis cuentos y mis viajes. Siguiendo a los amigos de mis amigos pude conocer a Alán hace más de veinte años.

Desde el primer momento nos hemos arremolinado a la mutua compañía que nos une como el tronco y sus ramas como la uña y la carne. Yo no podría entender mi vida reciente  sin la amistad generosa de Alán. Los debates más agónicos, las regiones más oscuras de mi existencia han coincidido con el apoyo de mi entrañable amigo el cual lo pongo como ejemplo de la misión que recorre la amistad. Él es un poeta y un  amigo, ha sido tanto poeta como un  hermano, también.

El buen amigo sabe bien que en amor puede correr la sangre,  que la sobrevivencia personal está consagrada a la poesía. Esta es una feliz tarde de enero, confieso que yo tengo mucha suerte de cultivar una hermandad con Alán no sólo porque me extendió su mano cuando la necesitaba sino que él es el hermano que siempre quise tener. Como tengo una laguna familiar, mi malhecho corazón le hace bien a la humanidad minuciosa de mi amigo.

Alán tiene temple, festeja las veladas  entre boricuas y con una fácil  disposición para cocinar paellas, bailar, cantar y tocar la guitarra. En las veladas que le armo, me sorprende que él asimila sin dificultad nuestro carácter en general distendido y faltón. La impuntualidad le cabrea pero con mis amigos conserva la buena disposición y tolera tranquilamente las demoras en las cenas obispales que le damos a los invitados. En todo momento,  la clausura de nuestros días se cierra con una sonrisa, cada día es una misión cumplida. ¡Ay que risa! Yo me sumo a la felicidad de mi amigo.

Estamos exentos de la rutina de ocupaciones que de lo contrario pudieran haber sido una desventaja para afincar la amistad plena. Lo digo, Alán y yo, nos hemos librado de ciertas inconveniencias profesionales.  Ya no somos susceptibles a una jornada de trabajo obligada. estamos livianos despojados de los agridulces de la vida cotidiana. Lo terrible de la convivencia es ahora algo tierno, lo difícil pasa enseguida, el enojo se reivindica, los delirios de la fantasía son pocos y controlables. Entre nosotros hay más conversaciones que embelecos de éxtasis que banalizan las buenas ideas de la buena compañía.

La palabra amistad define una manera de ser espiritual que adorna una necesidad intrínseca. Además, tiene paralelismos con la libertad, la honradez, el arte y el amor. Creo que la palabra amistad es la relación más amena para definirla cualquiera que sea nos agrada. Tanto los amigos corrientes como los artísticos caben en este titular. Montaigne menciona en sus ensayos una frase desleal de Aristóteles sobre la faena de la amistad: “Oh amigos míos, no hay ningún amigo”. En fin, que un amigo no es un método ni una tarea.

Mi abuelo decía que “un amigo es  un peso en los bolsillos”. Es cierto que los amigos vienen y van como el dinero que entra y sale del banco. El mucho apego no es bueno pero un buen amigo vale más que el dinero, que todo lo material. En mi no cabe ni la amistad política ni la del peso. Ellos como dicen se creen muy listos pero se equivocan mucho. Me agradan los amigos que dicen que no y dicen que sí pues de esa manera se cultiva el potencial de una amistad sincera. Puedo asegurar que Alán no cultivaba una amistad centrada en conceptos intelectuales ni en deudas ni en favores.

Una amistad fría es como una casa desolada sin calidad humana. La verdadera amistad es aquella que se recibe con agradecimiento, es aquella emoción sin esperar nada a cambio aunque parezca un cliché. Él es el que es,  yo soy el que soy, no esperamos nada de lo que no somos. Alán siempre ha tenido detalles conmigo y de vez en cuando me envía mensajes derramados como el siguiente poema La distancia  del 8 de enero del 2023.

La distancia

Me llama Juan del otro lado

del mundo

o así parece, aunque es solo

San Juan,

la Plaza de Armas, en estos

días oscuros.

Le preguntó si estaba allí el cojo

que vende loterías,

me dice que había comprado un

un número

que había conocido a una

chica

que el mar no se había ido.

La poesía de Alán Smith Soto es una búsqueda de la realidad que vincula luz y oscuridad como si estuviera dando pinceladas en un lienzo para seducir al lector con un lenguaje de calma visceral. Mucha de su obra está fuera del torbellino, si estuviera situada dentro no sería el poeta que yo admiro. Los poetas y las buenas personas iluminan el presente. Somos distintos, mi infancia es diferente a la de Alán, él lleva el pelo corto y yo largo, él es bajo de estatura y yo soy alto, Alán camina despacio y yo doy largas zancadas. Sin embargo, tenemos paralelismos Alán escribe buenos poemas y yo quiero vivirlos.

Los libros de Alán, la patria común

Las nuevas generaciones de escritores noveles le quitan el aliento a los escritores que son generosos con otros escritores que le antecedieron. También son infravalorados los escritores que son agradables, cultos, observadores e ingeniosos.  Hoy día se cancela lo antaño por carecer de interés en la medida que se premia y se prefiere al “señorío de la visibilidad” del consumo de emociones temáticas. La sensibilización narcisista, ego supremo, se ha privilegiado con la conducta de gestión ególatra que ha empobrecido a los sentimientos que además es indiferente a la sociedad circundante.

El siglo XX ha formado la vida sensible de Alán, yo también formo parte de ese pasado análogo, idealista y pedagogo. Alan vivió ese siglo minuto a minuto años tras año, episodios tras episodio que formarían su manera de pensar y mirar al mundo. Mis conversaciones con Alán son de mucho valor para mi.  Las palabras, los afectos son la dirección única de sus paseos bucólicos por lo poético envolvente con elementos románticos. Alán se mueve a todas partes preparado con tinta y papel y con los bolsillos llenos de poesía.

Es un enardecido de la guitarra, de la música y de tomar anotaciones en un diminuto cuaderno que lleva siempre en el bolsillo de la chaqueta. En un concierto o caminando por la Calle Loíza o degustando un buen vino, lo he visto sacar su cuadernillo.  Para él, un espontáneo cuaderno de apuntes es un herramienta indispensable que debe llevar un escritor audaz. Estoy de acuerdo, me ha pasado que por falta de un cuaderno he perdido una obra de arte que me pasó por la mente. Ahora bien, Alán es un poeta de hábitos que extraña el pasado, sus rituales de estilo propio siguen vigentes y son ellos, los que continúan perfilando los detalles de su vida.

Reconozco que mi amigo aporta mucho a mis días inquietos y a mis noches atravesadas por la pereza y las tensiones. Alán es una persona de muchos matices, por un lado me guía y por otro lado valora mi oficio y me regreso a mi tierra.  En la conversación cotidiana, Alán consigue lo que se propone sin disgustarse, sin grandes esfuerzos y siempre vestido para la ocasión. Es un poeta apuesto con sombrero de Panamá o gorra basca. Yo he visto a mi amigo convertirse en estampa cinematográfica caminando,  a la suya, por la orilla del mar,  despejado y feliz como un velero  sereno por la playa del Condado. Tengo el cuidado de no poner algo mío cuando Alán habla de la soledad, de la poesía y la familia,  puesto que son lugares respetados por los hombres y las mujeres sensibles.

Mi amigo no está falto de amor, ni de amigos ni del cariño de la familia, ni está falto de sus ciudades, ni de parques. Tampoco está falto de poemas como no le faltan estrellas a la noche.  Para él la poesía está por todas partes, inspiración creo que le sobra, corre amena la lírica por sus venas. Ebrios de montañas y de rociadas de lluvias descendiendo de la sierra por la autopista del sur al pueblo Salinas, se formó un arcoiris que nos pasaba sereno y hermoso. Antes se pensaba que donde apareciera un arcoiris había un tesoro escondido.  En cambio, cuando el poeta vio el arcoiris me pidió que detuviera el carro, bajó el cristal de la puerta del pasajero, luego echó un vistazo a la belleza y al encontrarse con la maravilla de la naturaleza sintió que también se había tropezado con las joyas de las emociones interiores.

Algo nuevo había descubierto aquella mañana del seis de enero rumbo a Juana Díaz a celebrar el Día de Reyes. Días después, de su regresó a Boston, me envió por correo electrónico un poema con idéntica belleza al arcoiris de la epifanía.

Hallado

El arco iris anidaba

en el valle, debajo

de la cima del monte

como un animal

salvaje que descansa

su universo en el regazo

acostumbrado a unicornios.

No más nos hubiera sorprendido

la caída de un trozo

de Venus en la tierra morena y verde,

no más nos hubiera cambiado

para siempre.

Todos los temas que tensan la vida interior aparecen en la obra poética de mi amigo. Yo la he seguido, sé que está viva, ha sido publicada, vibra porque es toda ella un viaje a las cosas con una largo acento espiritual. Muchas veces, he sido un espectador de la luz sacerdotal que distingo en su poética. Su faro es un rótulo iluminador levantado a gran altura con un poder reparador de la abadía de la lectura que le ofrecen los Evangelios. El claustro del bate cuesta mucho esfuerzo pues es pura metafísica el querer apartar todo capricho y banalidad para poner a un lado las tensiones que distraen esos momentos irrepetibles de la apertura poética.

Así mismo, en el poema Hallado fue una ocurrencia poética que retrató la sensibilidad de Alán. Fragmento de Alcancía (1998) y Libro del Lago (2014) son dos poemarios de Alán dónde es obvio el lenguaje acústico de las cosas y sus elementos. Hasta que no haya luna, su último poemario, apareció en España en 2022. En este año, aprovechamos la visita del poeta a Puerto Rico para presentar su libro en la librería Laberinto del Viejo San Juan. Nos tocó a Merced López Baralt y a mi mostrar nuestras caras y reflexiones en Hasta que no haya luna. Es un libro casual, así es el todo de Alán, así oculta las complicaciones sutiles de su inspiración. Su poesía golpea por su brevedad, nos sorprenden sus imágenes arrancadas de raíz. Sus versos son migajas de pan que salen de un acto reflejo de la  levitación catatónica.

Me consuelan los recitales de Alán, su tono de voz es limpio, es elegante en sus pausas y son armoniosos en sus silencios. Es un placer oír sus poemas y los declamados por él de Lorca y de Vallejo. Su voz poética es viva melodía, cada sílaba una entonación, cada palabra un ritmo, cada verso entusiasma la escucha activa. Es decir, que sus lecturas poéticas abarcan la música, la articulación, la belleza y la vida. Los recitales de Alán en nada se acercan al “performance”, o al espectáculo o a la cacofonía. Por el contrario, Alán es un intérprete seductor, con una conciencia de su voz capaz de unir tonalidades del día tras día que despierta la vida. Sus lecturas son una aportación al presente lírico que buscan las personas sensibles que reciben las buenas lluvias, tiran los viejos trajes y no se dejan atrapar por lo espectacular. Insisto que las lecturas de Alán en una librería, en la radio o en la sala de mi casa son un tributo al trovador y al juglar donde ellos se vinculan  con la letra  y el drama de la voz.

La voz de Alán no es triste en sí misma, ni es triste cuando lee poemas de otros poetas. Leyendo no se le va el santo al cielo, tampoco su voz aturde. La voz poética de Alán trasciende como si estuviera leyendo un epistolario de intercambio natural de emociones y palabras. La atención sostenida está en crisis hoy día. Las distracciones del mundo moderno y su vínculo a las redes sociales, a los “apps”, y al capitalismo duro de las tecnologías, agotan la capacidad de escuchar. Adentrarse a la lectura, a la expresión de la voz poética, a su atención detenida es parte de ese deleite estético que surge de un texto lírico o dramático centrado en la belleza del lenguaje y en la maravilla de la comprensión. Prestar atención a la voz recitada de Alán es superior a comentar su poesía.

Este año nos ha prometido un nuevo libro que incluye poemas concisos a nuestra isla. Por sabido, la poesía breve requiere una mentalidad alerta, es más que un comportamiento ególatra, es menos centrada en los contenidos sociales. Esa práctica poética, demasiado manida hoy día,  espanta los paisajes de la prontitud urgente del lenguaje. En verdad, Alán domina el intrincado juego de la brevedad poética. La brevedad poética es amiga de la fuerza y la sorpresa mientras que lo trivial y predecible son sus mayores enemigos. Creo conocer los pasos de Alán, lo he visto hincarse de rodillas cuando viene un poema a su mente.

Las conversaciones entre amigos son de extrema belleza cuando son ramalazos autobiográficos. Alán tiene un yo sin malicias que me sirve de mucho, que me hace sentir como el niño al contemplar la resaca del océano. Proyecta siempre una personalidad amable que ofrece consuelo, que me hace sonreír y cuando lo entiendo más y me pongo en sus zapatos, más lo estimo. A partir de su obra se puede inferir el carácter del autor, es sin duda cierto, pero nada sustituye una franca conversación para conocer otros matices de su vida a veces pasada por alto por la obra.  

Algunos datos relevantes de  Alán

Cuando un amigo calla es cuando más habla de sus carácter y de sus imaginación. Conozco muchos hechos de Alán pero sus silencios son los que más me conmueven, entonces, ahí pienso que el amigo es más relevante que su obra. Entre los buenos amigos imitamos esa conducta de las madres que se preocupan y se desvelan cuando el hijo o hija calla o cierra la puerta de su habitación.

Para hablar de sus orígenes,  es reservado con los temas de cuna. He escuchado evocar algunos datos conmovedores de su familia. Me consta que su madre era de Costa Rica. Hay que verlo transformado en ternura cuando recuerda su niñez en San José como si fuera ayer. La madre creció en una plantación de café y Alán aún recuerda el nombre del caballo que transportaba al colegio.  Por la parte paterna, Alán se refiere a unos abuelos anarquista que pasaron la supervisión en el islote de Ellis Island en Nueva York. Alán creció acurrucado por los debates, el arte, los libros,  los discos de vinilo, el bosque y los pájaros. Un abuelo suyo fue alcalde de un pueblo, sus tíos fueron amantes de la música clásica, su madre era una poeta y su padre fue un diplomático de carrera americanista que degustaba fumar y escribir protocolos de paz.  Además, tenía una colección de pipas que Alán heredó, también heredó un poemario secreto de madre. Durante la era macartista, la familia se mudó a San José para escapar de las cacerías de brujas del macartismo.

Sin más contratiempos cuando la familia regresó a Estados Unidos, Alán felizmente pudo culminar sus años escolares y continuó estudios universitarios. En Washington el joven Alán cuenta anécdotas agradables con el maestro pintor que le enseñó a pintar, un maestro de la guitarra que fue discípulo de Andrés Segovia. Y cuenta una fascinante historia de una bibliotecaria negra. Con toda su capacidad intelectual y cultural Alán  igual hubiera terminado con una prestigiosa profesión en ciencias o  música pero su destino fue la literatura.

Cada vez que veo le ruego que me cuente una vez más su imponderable conversión a la literatura. ¿Qué hacer después de terminado el bachillerato? La respuesta le llegó durante una primavera en un parque de la ciudad de Washington. Alán, el joven, se apostó bajo de un florecido explorando la lectura de la Antología Norton de Literatura. Entonces, describe  Alán que un golpe de viento le arrebató el libraco de sus manos cayendo al suelo, al recuperarlo abierto se encontró con ese famoso poema gitano titulado Romance Sonámbulo de Federico García Lorca. Los lectores lo conocen pero en fin les recuerdo que comienza así:

“Verde que te quiero verde.

Verde viento, verdes ramas.

El barco sobre la mar

y el caballo en la montaña”.

Cuando terminó de leer el poema se dijo eureka a esto es a lo que quiero dedicarme. Por eso digo que el destino de Alán fue la literatura. Y con ella se fue de mano a mano por el transcurso de su vida docente y creativa. La verdad se diga, la naturaleza ama la literatura y escoge a sus discípulos. La tierra, el cielo y el abismo tienen una manera muy peculiar de ayudarnos a tomar decisiones en las cosas que atañen a las humanidades. El temperamento del universo nos da la señal, lo demás va de nuestra parte.

Pues quien conoce un poco de la biografía de don Alán Smith Soto, sabe que desde los inicios de su extenso viaje por la literatura hispánica se combinan descubrimientos, ingenio y sorpresas matizadas por acciones y hechos que se convertirán en tributos a una vida consagrada a las letras y a la docencia. Lo dijo escuetamente, la poesía es la materia prima de Alán pero ante una chimenea, biblioteca, archivos, museos y monasterios, él recorre con vitalidad las memorias espulgadas de grandes figuras de nuestra literatura y lo hace en diferentes escenarios con curiosidad, carácter y admiración. Lo que quiero destacar es que Alán ha disfrutado de momentos auténticos que se sumaron a su constante aportaciones a la literatura y a su misma inspiración.

Cada uno de esos episodios esenciales han cristalizado en la vida de Alán en diferentes periodos de su abundante y diversa obra intelectual. Mucho antes de publicar sus libros de poesía. En 1983 Alán descubre a Rosalía, una novela inédita de  Benito Pérez Galdós en los archivos de la Biblioteca Nacional de Madrid. Alán editó el manuscrito de la novela incompleta de Galdós. Fue publicada por Cátedra en el siguiente año. En el año 2000 tradujo al español la novela de Robert Creeley  Life and death, publicada por la editorial Aldora. Haya en un monasterio de la Abadía de Montserrat en Cataluña un original de España, aparta de mí este cáliz de Cesar Vallejo de 1938.  Con la colaboración de la editorial  Aldora, Alan escribe el epílogo de la edición facsimilar de 2012 de España, aparta de mí este cáliz. En 2016 Cátedra pública la extensa correspondencia romántica entre Galdós y Emilia Pardos Bazán, Alán es el editor de este monumental epistolario. Además, y como si fuera poco decir, fue director por más de quince años de la revista Estudios Galdosianos, revista anual indispensable para estudiar la vida del novelista canario.

En 2022 Alán se jubiló como catedrático de literatura de la Universidad de Boston después de cuarenta años dedicados a la enseñanza. Mi deseo y confío en servir a la jubilación merecida de mi amigo sin inmiscuirme en su destino ni en su creatividad. Sin embargo, respiro aliviado cuando Alán vuelve a Puerto Rico a huir de ciertas tinieblas del invierno de Nueva Inglaterra. Es magnífico que aún Alán conserva su brújula, su talento, su carácter curioso, su fuerza poética y todo el vendaval de claridad mental y su cultura hispánica  que a mi me sorprende. Más que explicarlo todo, en la nueva etapa de la vida,  Alán desea  contemplar, disfrutar y comprenderlo todo. 

Descubrir y traducir tesoros literarios exige curiosidad y un esfuerzo que va más allá del sentido del deber. Como un Rey Midas, Alán convierte en oro poético y en pasión las obras  que le caen sus manos. Pues traducir, editar, transcribir, corregir y publicar no son placeres inocentes. Su capacidad de estar pisando tierra está siempre en estrecha relación con la poesía y la docencia.  No tiene sentido seguir detallando lo que ha logrado hacer Alán para enriquecer la literatura hispánica, lo cierto es que él posee un abundante  poder creativo que va a dignificar todos sus libros, sus ensayos y  su docencia.  

“Una vida sin música es un error”

No he dicho que Alán es también músico, canta fandangos, boleros y rancheras cuando se pasa de la primera botella de vino. Tiene más de cinco guitarras, algunas en España, Boston y una en Puerto Rico. Toca en las mañanas y ha compuesto música clásica para la guitarra. Una de sus guitarras es una réplica exacta de la guitarra que tocaba Lorca. Cuando llegó a Granada tocó la guitarra del gran poeta de Fuente Vaqueros.  He leído la genial narración que dedica Alán a describir el encuentro con la guitarra de Lorca. Cuando cocina le gusta escuchar al saxofonista Stan Getz, una leyenda del jazz. Esta música afroamericana lo distrae y lo relaja mucho de las tensiones de hacer una paella. Con el sonido de Stan Getz le quedan buenísimas. Se ha dicho muchas veces que la música tiene el poder de formar el carácter, el espíritu creativo de Alán es un delicioso cóctel entre  música, cocina, palabra y vida.

Estamos en un mundo oscuro, de guerras, de fanatismos, sin embargo, es el arte lo que permanece, la cultura nos reconcilia y los sentimientos de la música van más allá de las palabras.  No solo he disfrutado la poesía y las playas con Alan cuando nos visita sino que a menudo hablamos de música clásica. Extraño las noches de invierno en el apartamento acogedor de Alán, la madera crepita en la chimenea, contemplábamos plácidamente el fuego primitivo mientras bebíamos dos sendos vasos de cognac y de fondo salía del disco duro los sonidos y voces de una sinfonía de de Schumann o los estudios de Chopin que nos penetraba el presente de una nota a otra  colmando de sonidos universales la atmósfera de dos amigos.

Era un acontecimiento para mi que Alán me invitara a escuchar un concierto de la Orquesta Sinfónica de Boston, que por lo general empezaban a las siete de la noche. Yo era puntual como él me pedía. Me bajaba en la estación subterránea del tren de la Avenida Huntington y allí ya estaba Alán esperando por mi. El portero lo saludaba como un viejo amigo, caminábamos por el lobby que exhibe una galería de fotografías memorables del teatro, dejaba su abrigo y el sombrero de invierno en el cuarto de guardarropas. Después, listo y cómodo me invitaba al mismo cóctel pero antes bromeaba con el barman sobre la manera de prepararlos.

Yo disfrutaba la familiaridad de Alán en la sinfónica.  Apurábamos los cócteles para ocupar los asientos asignados siempre en el primer nivel porque tenía un abono anual. Alán vestía siempre su traje de lana hecho a la medida por un sastre de Salamanca y su par de zapatos de cuero siempre  lustrosos e implacables. Habitualmente, en su asiento acostumbrado cruzaba las piernas, la derecha sobre la izquierda y antes de comenzar el concierto se las apaña para que la quijada descanse en el puño de la mano izquierda. Así se forma un elegante espectador que busca la paz con educación musical y con maneras singulares de prepararse para la libertad de escuchar.

Una orquesta agrupa instrumentos y concertistas, el director y los compositores, el oído y la mirada. Es la suma de muchas partes que yo desconocía. En una obra musical se mezclan el individuo y la nación que como dice el inspirado conductor argentino Daniel Barenboim: “juntos son capaces de enriquecer a la existencia de la humanidad”. Barenboim tuvo una estrecha relación de amistad, ideas y musical con el creador de Orientalismo el intelectual Edward Said quien también fue también un defensor de la causa por la nación Palestina y de Puerto Rico. Comenta Barenboim en su libro La música despierta el tiempo (Acantilado, 2023) que su entrañable amigo Said tenía una visión privilegiada del mundo y que esa riqueza cultural la aprendió a expresar a través del sonido”. Cuando daba comienzo el concierto, Alan cerraba los ojos y en ese instante se iniciaba un viaje sinfónico que lo posesionaba hacia su interior.

Sobre todo Alán, es un músico neto que se expresa a través de la poesía. Yo aprendí a escuchar música clásica con Alán, él me despertó la música. Tocar instrumentos no es mi fuerte pero tengo debilidad por la percusión. Entonces, cuando regresé a Puerto Rico me compré un cuatro y un güiro para aprender a tocarlos me traían memorias festivas. En estos instrumentos están las raíces de mi espíritu musical que llevaba dormido fuera del país.

De modo que cuando Alán llega a Puerto Rico, tenía dos boletos para el cinco de enero el concierto de Reyes con la Sinfónica de Puerto Rico en la sala de conciertos de Bellas Artes en Santurce. Los boletos los compré anticipadamente en octubre debido a la demanda que tiene la Epifanía boricua. Llegamos a Bellas Artes con el tiempo suficiente para degustar  unas copas de champagne en el lobby.. Esa es nuestra costumbre antes del concierto, afinamos las gargantas y el espíritu. Conseguí dos asientos muy céntricos, cerca del podium de manera que podíamos tener una apreciación cabal en el atril del director emeritus de la sinfónica Roselin Pabón, de todos los grupos de instrumentos y sus músicos. Alán le fascinó nuestra localización puesto que había ubicado bien a las musas del oído.

La sinfónica celebra sus sesenta y cuatro años de su fundación. La línea fundamental del concierto de Reyes Magos recorre personajes y los hechos de la tradición en Puerto Rico de la celebración de los Tres Reyes Magos. El programa promete mucho, lo veo venir como una guía  artística de la fuerza de la juventud puertorriqueña en un cruce de caminos de voces, instrumentos, mitos y los ejecutantes. Decían los epicúreos que la música no ofrecía ninguna pieza de valor a los filósofos. El concierto arranca con el Villancico Yaucano de Amaury Veray. Fue interpretado por una soprano de quince años que me saco las lagrimas.

El banquete de música tradicional empezó, el director Pabón ha sido maestro de muchos de los músicos de la sinfónica; lo aclaman, lo ovacionan en cada una de las piezas  de compositores nacionales.

El concierto evoluciona por caminos ya conocidos por la audiencia que abre su alma la música criolla dedicadas a la Epifanía boricua. Los violines resaltan, las danzas, las sonatas y el área ejecutada por jóvenes talentosos de los pueblos de la isla. El güiro, el cuatro y la maracas se meten en los pies, mueven las manos y el concierto se convierte en un asalto navideño. La intensidad del repertorio es a veces sublime y bárbara, sagrada y profana, tiene la magia de la montaña y de la ciudad. Todos concuerdan que la música y la naturaleza no viven separados, es un asunto del corazón, nuestra música típica es una declaración de amor.

Los puertorriqueños valoran la poesía y la música por igual, valoran el pasado de la cabeza a los pies cuando nos llegan con raíces  musicales porque es cierto que la tradición  deja huellas. Es decir, las experiencias musicales de un pueblo proporcionan satisfacciones y orgullo cuando penetra a nuestra conciencia a través de sonidos y silencios reconocibles.  Es un fenómeno auditivo que  unidos   crean profundos sentimientos sonoros que aluden a la patria real y añorada. Cuando entra a las tablas el maestro Pabón es el conductor más feliz del mundo. Lleva más de cuarenta años estudiando e interpretando la tradición musical de Puerto Rico. Conoce su país, el talento artístico de su juventud, comenta sobre compositores y de esa generosa manera se comunica con la ausencia nacional cada cinco de enero. 

Escuchar el concierto del día de Reyes bajo su batuta es sin duda escuchar la épica musical de los puertorriqueños. El concierto trae aires navideños, Pabón nos  complace,  es un experto en sacarnos lágrimas, su aventura musical es un recorrido nacional que tiene una larga cronología de exquisitas aportaciones a la memoria isleña polifónica. Este concierto es sin duda un documental sonoro que recorre muchos episodios de la historia sentimental del extenso cordón sonoro que va más allá del consuelo y la añoranza. 

En cierto modo, el maestro Pabón encaja la tradición musical con el presente concurrido con una audiencia diversa y hambrienta por escuchar nuestro rico patrimonio inmaterial musical de villancicos, aguinaldos, décimas, danzas, plenas, salsa y la bomba. El elenco lo componen los jóvenes del conservatorio, niños músicos de nuestros municipios, escuelas de música y rondallas, adolescentes sopranos y tenores,  todos ellos son el epicentro del concierto de Reyes.

El maestro Pabón y su repertorio festivo nos da una pista de nuestra viva y vibrante memoria musical que hemos heredado de nuestros compositores clásicos y populares. El concierto de Reyes que arma el maestro Pabón es uno que nos ata al enjambre de nuestra historia. Asistir el cinco de enero a Bellas Artes es hechizo, es un acontecimiento del espíritu auténtico que para los pelos en presencia de un programa festivo con  la sinfónica, la juventud y en homenaje a los compositores puertorriqueños. La Rondalla de Humacao dirigida magistralmente por un par de palabras por Jorge Luis Camacho, pulso a pulso, rompe barreras con los niños cuatristas y otros que son integrantes del talento artístico de las personas con síndrome de Down. Qué maravilla escucharlos y que existe su talento. Pues no importa la condición que se tenga como diría Nietzsche: “Una vida sin música es un error”.

Las cabezas redondas, la magia de los cromosomas musicales le sacaban las lágrimas  a mi amigo Alán y al público presente.  Ningún libro de historia de la música, ningún texto escolar, ningún análisis radial, ningún reportaje periodístico por más serios que sean no se pueden comparar con la plenitud y la magia de una historia musical bien representada por el  talento infantil y adolescente narrada con belleza por el maestro Roselin Pabón. Vi a Alán tomando notas del acontecimiento inesperado. Cuando salimos del concierto me detuvo en el lobby y me dijo: “He  presenciado muchos conciertos en Boston, España y  Alemania pero este en especial es el concierto que más me ha conmovido en mi vida”. Y el poeta agradecido me dio las gracias. “Juan qué manera tan feliz de iniciar un nuevo año con Roselín Pabón, que tipo tan majo”. La velada musical del cinco de enero arrancamos con una fuerza inspiradora y aún nos quedaban cinco días más para irnos de ruta por las criaturas vivas de las montañas.

 Viaje a Coamo Arriba

Las montañas están para explorarlas, visitarlas y conocerlas. Son la última frontera de la colonización donde se planta el hombre con sus pies y manos huyendo de los puertos, el alcance de una bala de cañón, huyendo del conquistador, del sonido de un campanario, huyendo de la violencia de los buscadores de oro, la plantaciones y las máquinas. Los forasteros, cimarrones, libertos, canarios  y los sobrevivientes de la conquista fueron los grandes fundadores, a sangre y hastío, de las aldeas en las sierras y montes de Puerto Rico. Desatienden a Dios con lealtad y coraje, huyen para hacer resistencia, se plantan para formar una familia, para hacer instrumentos, para limpiar el monte, cantan y rezan con el lenguaje de América, de África y del Quijote. Allá en la Cordillera Central están las aventuranzas, la belleza y nuestras tinieblas. Nuestras montañas parecen ser una vaga idea geográfica un no lugar para muchos forasteros y paisanos que ignoran la riqueza cultural de su población. Además, de que se relega el área física de nuestras montañas. En mi afán de que Alán se llevará una muestra de mi país seleccioné en la agenda un paseo por las montañas de Coamo, Morovis y Orocovis.

El día después del concierto iniciamos el recorrido hacia la sierra camino que contrastaba con las locuras asfixiantes de los paisajes de cemento, cristales y asfalto de la capital urbana. Equipamos el Fiat 500 con una buena selección de vinos, algunos puros y la guitarra una compañera indispensable que no tiene doctrinas ni polarismos, reservada  solo para el placer de tocar y cantar en la casa de Onelia Pérez, una gurú del paladar y amiga hospitalaria que vive en las cumbres de Coamo. Onelia nos recibía en su botanico chalet arrimado cerca de una quebrada y colgando de la faldeta de una montaña tupida de vegetación pero más cerca del cielo que de la tierra.

Datos físicos para Alán del  norte hacia sur de la isla. Puerto Rico es una isla super montañosa, sus alturas son más colinas que picos, donde acaba la montaña se inicia el valle, miles de corrientes de aguas bajan de las montañas hacia los valles en todas las direcciones. Hincas la montaña en un terreno rocoso y a dos metros sale un pozo de agua mineral. En una ocasión la poeta chilena Gabriela Mistral dijo algo como esto: “Las montañas de la isla son lomas amables comparadas con los picos temerarios de los Andes”. Los puertorriqueños de las alturas nacieron cerca de los ríos, los farallones, los montes y entre piedras rocosas y calizas. Le recordé que el concierto de los Reyes Magos tiene una naturaleza rural que está vinculada a los elementos de las montañas. Es la misma montaña que nos dio los materiales para la poesía, la décima, el villancico y nos dio los instrumentos típicos como el güiro, el cuatro y las maracas. Don Ignacio Quinto escribió la danza El Coqui en la sierra de Coamo. Amaury Veray se inspira en la natividad rural para escribir el Aguinaldo Yaucano. “Las montañas tienen mucho que decir del alma puertorriqueña”. Añade Alan, “La descarga del carismático director viene de estos paisajes naturales y del jíbaro. Las lágrimas del concierto vienen de los niños magnates de estos cerros. ¿Juan dime qué caminos transitamos?  

Ya habíamos pasado por la autopista 52 de San Juan a Ponce, bajamos por las cumbres de Cayey, pasamos por el litoral del mar Caribe, recordamos el poema del Arcoiris, nos salimos de la autopista para seguir la ruta 155. Entramos a Juana Díaz para ser testigo de las Fiestas de Reyes. Vimos pastores, un pesebre criollo, a San José y a la Virgen dramatizados por jóvenes de Juan Díaz. Parecía como si estuviéramos disfrutando del país que Alán había conocido días atrás en el concierto nacional. Sin turistas americanos respiramos hondo, fue un alivio mental. En la plaza feliz, la cultura y el carácter de la sierra fluían tranquilamente brillando la hermandad. La ausencia de la barbarie urbana de la capital resalta la autenticidad de los pobladores de las montañas. Me contaba después Alan: “Y el paisaje de la plaza y los parroquianos eran hermosos, me sentía en contacto con un español andaluz o canario antiguo, bello y genuino”.

Llegamos tarde para la misa pero nos dio risa ver a los obispos nacionales disfrazados de pastores. “Desde luego Juan, me dice Alán, aromatizados con las postas de caballos,  este es el Puerto Rico que no conocemos. Aquí está el país que no se debe perder”.   Nos quedamos más tiempo en la fiesta de la Epifanía  para almorzar con Onelia en un restaurante de cinco bóvedas y suelo de baldosas sevillanas.  Alán y Onelia hicieron buenas migas.

En el enclave de Onelia Pérez

Después, seguimos a Onelia en su camioneta por la ruta 155 y 555. Es un recorrido montañoso de una hora entre hermosos paisajes de postales y curvas pictóricas que nos sacan el aire pero que felizmente llegamos al chalet de ella. Delante de nosotros vemos arañas, ratones, pájaros, riachuelos, piedras en el camino, derrumbes, abismos, lluvias, montes y nubes posadas en la cima de las montañas. Alán tiene una mirada profunda y personal como si hubiera recuperado el contacto con estos inocentes paisajes naturales. He observado a Alán dialogando en silencio con mi tierra. Me ha dicho durante el viaje que la acción de la naturaleza de la isla no es distinta a sus memorias de niño en los bosque de Costa Rica.

Luego tocamos un tema que nos apasiona que nos entretiene en toda la ruta.  Pienso que la vida urbana asfaltada sufre del síndrome de “despaizamiento”. Hemos perdido el contacto con la poesía del paisaje y no somos conscientes del deleite que produce  el  asombro con la topografía y la fauna de la isla.  Los paisajes de la sierra son un mundo distinto. Quién no llega a disfrutar de la naturaleza es como si sufriera una amputación romántica y estética. Para Alán, Onelia y yo, no son en vano estas travesías de guardarrayas en Coamo Arriba, Maricao y Morovis. La travesía por la sierra nos nutre de imaginación. Es una travesía humana que me une más a Onelia y a Alán. Los almácigos y los robles plantados en la guardarraya parecen molinos de vientos, son imágenes de gigantes que se suceden como un largometraje mientras nos movemos en los carros sin derechuras.

Nos alejamos de los valles del sur para adentrarnos al interior de la sierra por donde soplan los vientos menos cálidos del norte.  Nos acomodamos en su casita, los tres amigos nos sentíamos cercanos a eso que llamamos patria montera. La patria se anida en nuestra naturaleza. Lord Byron un defensor de la naturaleza dijo en una ocasión: “El arte, la gloria y la libertad se marchan pero la naturaleza (la patria) siempre se mantiene bella”.

Hicimos un camino de altura rodeado de árboles frutales y ceibos ancianos y robustos, las matas de plátanos y el panapén colgaban de los riscos pidiendo auxilio. Es una ruta adornada de amapolas, trinitarias y flamboyanes. El aire es abundante y fresco. El vendaval de sur trae las ráfagas de Ariel para derramarse en las montañas y en nosotros es el viento  una inquietud, un soplo de  una individualidad anímica. Las casas estaban diseminadas y distantes, parecían apoyarse del abismo. “Estamos cruzando Suecia. Estás montañas tienen más curvas que los Alpes”. Me dijo Alán con su humor. “Alán, Puerto Rico es igual a los carros italianos que son pequeños por fuera y grandes por dentro. Somos el continente más pequeño del mundo”. El enclave de Onelia es un orgía de plenitud y nos alegra el talento de ella para hacernos sentir como en nuestras propias casas.

La noche en las montañas de Coamo Arriba es una escena mágica dibujada en la noche. Onelia preparó una cena vegetariana que nos favorece. Montamos en la terraza un banquete sibarita todo incluido buen vino, un plato fuerte y postre de frutas de la finca. La noche era espectacular parecía enterada de nuestra visita, que éramos buenas personas. Nos cubría la bóveda sideral. La noche tropical nos dio la bienvenida. Alán sacó la guitarra, unos puros y Onelia nos contaba anécdotas de su padre don Poncio que nació y se crió en la sierra. Además, nos entretuvo con una historia larga de una tía temeraria que se largó de estos montes para después  embarcar en un buque de vapor en Ponce que la dejó en California. 

Onelia nació en California y de adolescente regresó a Aibonito. Ella cuenta entre  carcajadas los marranos cimarrones que le destruyen sus huerta y describe el cerro oscuro parecido a un Frankestein amable que pervive enfrente de la casa como una pared pintada de negro. Mi amigo Alán estaba encantado de la noche estrellada, impresionado con el cerro surrealista que forma una línea de tinta en el cielo añil. Él, en serenidad,  decía que la vida agitada es la esencia de las  familias que en sí misma se parecen a la noche y el día de la sierra. “Las montañas de Coamo Arriba los parió suecos como don Lucas, canarios, mulatos”. Don Carlos era dueño de una crianza de cochinos, dos marranos y 20 hembras. La crianza y el engorde la tenía en el borde de una montaña donde antiguamente había un camino hacia Aibonito. No dijo que él lo cruzó muchas veces para vender viandas del otro lado. Pero, Alán quedó hipnotizado con el aspecto vikingo del criollo chanchero de ojos azules, pelo rubio y una piel blanca acaramelada, además de que era el último ser humano de Coamo Arriba.

Alán argumenta que en la sierra se dan los engendros cándidos y musicales. Ya lo decía Aristóteles, “la naturaleza no hace nada en vano”. Alán se sentía tan a gusto en estas montañas porque eran similares a las montañas de Costa Rica. El paisaje nuestro le recordaba a su infancia feliz con sus hermanos entre montes y ríos de San José. Todo viaje es de ida y vuelta. El 10 de enero regresamos a Santurce llenos de paisajes, de voces y de la noche en la sierra de Coamo Arriba.  

La casualidad es el orden natural de las cosas y de los hombres.  Es el día 11 de enero, justo hoy se celebra el natalicio del maestro de las Antillas Eugenio María de Hostos. Para Alán ya es tiempo de levantar el campamento. Ahora, él cuenta con los dones de la isla, los amigos y las tertulias, el Viejo San Juan y las murallas, la Calle Loíza y el café Sin Prisa, el concierto de Reyes y el Festival de los Reyes en Juana Díaz y la patria rural en la sierra de Coamo.

El reservado duelo de Alán

Alán tiene la confianza de contarme trozos de su vida contante y sonante. He visto a mi amigo expandir su alma como un árbol vivo que se abre para que el viento le pase por sus ramas. La última noche en la sierra hablamos de nuestros seres más queridos. Onelia habló de las peripecias de su padre, yo mismo confesé que me puse en los zapatos de mi madre para quererla. Mas Alán nos habló de la pérdida irreparable de su hermano mayor.  No lo demostraba pero Alán  siempre estuvo penando por la muerte de su hermano Marcos Smith Soto, Murió en octubre pasado de una largo sufrimiento causado por un cáncer de la próstata.

En la noche estrellada, Alán nos habló de su infancia mimada por su hermano. Cuenta que  Marcos leía cuentos a él todas las noches antes de acostarse. Por lo visto, lo que puedo saber, Alán y Marcos eran almas semejantes, se querían con un amor especial. De modo que Alán llega a Puerto Rico aún con el luto de Marcos. Para seguir siendo el hombre sensible, poeta y amigo,  Alán se ha volcado en la muerte de su hermano porque él sigue fiel al amor del hermano. También fue un poeta bueno como Alán. Una madre y un padre, dos docentes amantes de Lorca, dos poetas, dos hermanos, dos amigos que fueron incorruptibles para el arte y la familia. Ahora la vida de Alán, la veo concebida más plena, más sensible y más poética con la eterna presencia del hermano Marcos. Alán continuará sus días de epifanía  en Puerto Rico, sus viajes, su creación y  continuará la amistad nuestra que honrarán las memorias de su querido Marcos.

Mañana 12 de enero Alán vuela a Carolina del Sur y se va con mucho entusiasmo y lleno de felicidad para estar en la misa de réquiem dedicada por los familiares a Marcos. Antes de partir me comentó que los hermanos le pidieron que escribiera el memorial para celebrar la vida de su hermano. Ya lo ha escrito, de seguro será sentido como un canto poético. Le expresé mi deseo de estar en la misa con él y escucharle recordando la vida íntegra y poética de su hermano mayor. Éste mismo año, Alán saca un libro de poemas póstumos de Marcos. Nuestras vidas están hechas de diálogos. En Marcos, Alán tuvo un fiel interlocutor de sentimientos, parentescos y arte. Historia es un poema bello, un laudatio, escrito por Alán después de la muerte de Marcos.

Historia

El niño duerme

antes de sus milenios

el niño duerme

en relación delgadita con una estrella

el niño duerme

pues será árbol y fruto a la vez

el niño duerme

cuando apenas acaban de llegar

el niño duerme

ante la inocencia animal

el niño duerme

con un bigotín de leche perfecta

el niño duerme

y a veces nos sueña.

Después de tantas lágrimas, Alán se asomó a mi país para ser consolado por viejos y nuevos amigos. La naturaleza y el duelo son una unión agradecida entre vivir y morir. ¿Cómo entender a un hermano sin el otro hermano? Mi amistad con Alán, la vida que nos une y sus próximas visitas al trópico me darán las claves para descubrir la respuesta.


2 comentarios

  1. María Mercedes Benito
    María Mercedes Benito

    Hermosa relación sobre la visita de un amigo a la Isla del Encanto impregnada de cultura, literatos/as y música. ¡Celebremos la amistad!

  2. Divertida reseña de una amistad sin igual y que a todos nos gustaría tener. Bravo Juan por ser tan buen amigo. Yo también disfruto inmensamente de tu amistad.

Deja un comentario