“Desvelada soledad” El rescate de Julio Tovar. Por Ramiro Rosón

Ramiro Rosón, director de Trasdemar, nos ofrece una mirada a la figura del poeta Julio Tovar (Güines, Cuba,1921-Santa Cruz de Tenerife, 1965) en el marco del proyecto "Centenarios de Literatura Canaria"
Retrato Julio Tovar. 1964. Vicky Penfold
(Imagen cortesía de los herederos del poeta para Trasdemar)

Desde la Revista Trasdemar presentamos el ensayo dedicado a la figura del poeta Julio Tovar (Güines, Cuba,1921-Santa Cruz de Tenerife, 1965) en el marco del proyecto “Centenarios de Literatura Canaria”. Junto a las exposiciones bibliográficas “Contemporáneos Insulares” y el lanzamiento del mapa de fomento a la lectura para dispositivos electrónicos, se presentará la antología “El camino cruzado” del poeta Julio Tovar en La Habana a cargo de nuestro compañero Carlos H. Bruzón. Y el próximo jueves 9 de diciembre tendrá lugar el evento inaugural del programa “Espacio de letras”, de la Feria del Libro de La Laguna en Tenerife, a cargo de nuestro director, Ramiro Rosón, quien ofrecerá una lectura de la conferencia “José María Millares Sall y Julio Tovar en perspectiva”

Como miembro de Nuestro Arte, Julio Tovar fue testigo de una generación frustrada, pues formaba parte de un grupo de artistas y escritores que había entrado al mundo cultural en el clima opresivo de la posguerra española y que durante las mejores décadas de su vida trabajó condicionado por las limitaciones de la dictadura

RAMIRO ROSÓN

Dado que estamos en Santa Cruz de Tenerife, nos vamos a centrar en la figura de Julio Tovar y hablar sobre él. ¿Por qué se plantea la necesidad de rescatar a Julio Tovar? Estamos hablando de un autor que produjo cuatro poemarios: Primavera en tu ausencia (1946), Poesía olvidada (1948), Hombre solo (1962) y Desvelada soledad (obra póstuma, 1966); el libro de relatos Crónica de una calle tranquila (1961); el volumen de ensayos Diálogos (obra póstuma, 1968); y tres obras teatrales: dos que fueron estrenadas por la compañía de teatro del Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife, Noche y día de verano (1964) y Cita en las cuatro esquinas (1966, estrenada de forma póstuma), y una que ha permanecido inédita y sin estrenar hasta la actualidad, Sucederá mañana (1962). Hablamos de un autor que une dos orillas con su biografía: nace en Güines (Cuba), a orillas del río Mayabeque, se traslada a Tenerife con su familia a los cinco años, y desde entonces su vida y su obra literaria quedan íntimamente ligadas a la ciudad de Santa Cruz de Tenerife.


¿Y qué podemos decir de su obra literaria, especialmente de su poesía, que constituye quizá el segmento más destacable de esa obra? Pues bien, su obra poética se sitúa en la generación de posguerra. Se trata de una generación marcada por la poesía desarraigada, con autores como Dámaso Alonso, Blas de Otero, Gabriel Celaya, Leopoldo de Luis o Ángela Figuera Aymerich, que reflejan un sentimiento de vacío existencial y de angustia frente a la muerte. En este contexto histórico y literario, Tovar se encuadra en el marco filosófico del existencialismo cristiano, aunque también conocía a los autores del existencialismo ateo, como Jean Paul Sartre, e incluso en algún pasaje de Hombre solo llega a referirse a sí mismo como una pasión inútil, que es la manera en que Sartre define al ser humano. En Hombre solo aparece una sección de poemas religiosos titulada Dios, y en Desvelada soledad se encuentran varios textos de la misma temática religiosa. Sin embargo, Tovar no fue en ningún caso un poeta entregado a la causa del nacionalcatolicismo, sino un hombre que necesitaba creer en lo divino, con una fe personal y que nunca estuvo exenta de dudas y contradicciones, porque había nacido en tiempos de miseria. En sus poemas religiosos no se exalta ninguna cruzada, sino que se muestra la fragilidad del individuo y el enigma del mundo:


Buenas noches, Señor,
¿qué buscas en las sombras,
entre las calles, paseando a solas,
hundiendo tus pisadas en el barro,
escuchando los gritos de estos hombres,
el odio de estos hombres
que no vienen a verte?
No hay plegarias, Señor.
Es la amargura la que mueve mis labios.
Recuerdo tu manto azul, tus ojos me miraban
y no sé ya decir: “Tus ojos me están viendo,
tus oídos me escuchan, es tu mano
la que siento en mi frente,
y escucho tus palabras aunque no estés hablando.


Utiliza un lenguaje sencillo y directo, despojado voluntariamente de metáforas, para alcanzar una intensa expresividad. De hecho, una de las características más llamativas de la poesía de Julio Tovar es su extremada sencillez. No se trata de un poeta neobarroco: utiliza muy escasos adjetivos y parece haberse tomado al pie de la letra la consigna de Vicente Huidobro, que decía que el adjetivo, cuando no da vida, mata. Cuando Julio Tovar nos habla, parece un amigo que nos está dejando una confesión autobiográfica entre las manos. No necesita fingir ni adoptar ninguna pose: quiere mostrarse en sus poemas tal y como es, sin presunciones ni adornos innecesarios. A veces incluso muestra aspectos desagradables de su personalidad y se acusa a sí mismo de sentir miedo, tristeza, rabia o rencor. Pero, al fin y al cabo, resulta lógico que en ocasiones pudiera sentir estas emociones negativas, no solamente como ser humano, sino también como poeta y trabajador de la cultura. Recordemos que Julio Tovar fue miembro del grupo Nuestro Arte, integrado por los artistas Pedro González y Enrique Lite, por Miguel Tarquis, director del Museo Municipal de Bellas Artes, y por Antonio Vizcaya Cárpenter, secretario de este Museo. El poeta se reunía con ellos en cafés de Santa Cruz como el histórico El Águila, que todavía sigue en pie junto a la Plaza del Príncipe, o el ya desaparecido café Sotomayor.

Pedro González ilustró el poemario de Julio Tovar Hombre solo con una serie de grabados abstractos en blanco y negro. Las líneas y manchas de estos grabados, que parecen sugerir emociones como la confusión o la melancolía, acompañan perfectamente los poemas del autor, siguiendo la concepción moderna del libro de artista

RAMIRO ROSÓN

Como miembro de Nuestro Arte, Julio Tovar fue testigo de una generación frustrada, pues formaba parte de un grupo de artistas y escritores que había entrado al mundo cultural en el clima opresivo de la posguerra española y que durante las mejores décadas de su vida trabajó condicionado por las limitaciones de la dictadura. De hecho, Tovar nos dice que pertenece a una generación sin esperanzas, / una generación que se encontró / las puertas ya cerradas / y el rencor en la calle, / y no tuvo un arma para guardar la noche, / para sentirse vivir con heroísmo. Esta pertenencia al grupo Nuestro Arte se plasmó en sus libros. Por ejemplo, Pedro González ilustró el poemario de Julio Tovar Hombre solo con una serie de grabados abstractos en blanco y negro. Las líneas y manchas de estos grabados, que parecen sugerir emociones como la confusión o la melancolía, acompañan perfectamente los poemas del autor, siguiendo la concepción moderna del libro de artista, en el que el trabajo del artista no se limita a ilustrar gráficamente el texto del escritor, sino que lo reinterpreta y lo recrea desde su propio lenguaje.

El tono de sus poemas oscila casi siempre entre la meditación y la elegía por el paso del tiempo. A nivel biográfico, cabe destacar que Tovar mantuvo una relación amorosa con una mujer de origen centroeuropeo llamada Gertrudis, a quien conoció por su amistad con la pintora Vicky Penfold, y que podría haber sido la inspiradora de sus poemas de amor. En todo caso, en estos poemas predomina la evocación del amor ausente, casi siempre con un tono melancólico. El poeta aparece evocando la felicidad que se ha ido, sabiendo que esos momentos de entusiasmo y exaltación vital solo han dejado la estela de su recuerdo:

Sí, ya no es tu traje, ni tus ojos,
ni siquiera tu voz;
ahora son las horas sin sentido,
un sentimiento sin espera;
la calle a solas, la calle desde entonces,
obsesiva, trágica en su límite,
donde tu sombra ya no es sombra, donde el aire
dejó el hueco vacío de tu mano
en un adiós de siempre para siempre.


Y junto a la soledad aparece un rasgo decisivo de su escritura: la preocupación por la muerte. Quizá por esto Padorno lo llama “joven viejo” en un poema que le dedica como homenaje, siguiendo el tópico latino del puer senex, de la madurez prematura que se asocia con las personas geniales o extraordinarias. Por ejemplo, en Hombre solo y en Desvelada soledad podemos encontrar diferentes textos en los que Julio Tovar se imagina su propia muerte, como el poema titulado Ese día. Como Juan Ramón Jiménez, cuando escribía Y yo me iré. / Y se quedarán los pájaros cantando, Tovar se imagina lo que sucederá en la fecha de su viaje definitivo y se da cuenta de que la vida cotidiana seguirá su curso a pesar de su muerte:

Ese día
no será necesario cambiar el rumbo de las cosas.
Nadie se extrañará,
ni se hablará en voz baja.
Irán los hombres al trabajo, como todos los días,
y los niños que marchan a la escuela
asombrarán la calle con sus gritos;
nadie les habrá dicho nada
y los pájaros que cruzan por el cielo
no llenarán su mundo con sus alas malditas.


En este sentido, cabe destacar que la conciencia de la mortalidad en Julio Tovar se agravó por una circunstancia biográfica: el poeta sufría, desde su juventud, de una afección cardiaca que le obligaba a visitar a los médicos con frecuencia y que finalmente lo llevó a morir a los cuarenta y tres años. Esta situación intelectual y personal se refleja en el poema Soy treinta y ocho años, de Hombre solo, que termina con unos versos sobrecogedores:


Soy, al fin, unas cifras.
Unas cifras oscuras de hemograma
que hablan claro y saben
cuándo terminará ya todo,
y quedará mi vida en una fecha.
Y arriba, un cielo azul,
un cielo del invierno que termina.
Yo soy ese hombre que acabará una tarde,
encerrado en la esquela de un periódico
sin asombrar los ojos de algún lector curioso.


Por tratarse de una creación representativa de su época, pero dotada de rasgos singulares, y por su evidente altura literaria y humana, la poesía de Julio Tovar merece ser rescatada del limbo del olvido en el que se encuentra desde la década de 1980, cuando se publicaron sus últimas ediciones hasta la actualidad. De igual modo, la figura del poeta debe situarse en el lugar que merece dentro de la historia de la literatura canaria, para que sea leída y estudiada en su contexto. Esperamos que las acciones del proyecto Centenarios de la literatura canaria sean un primer paso para la recuperación de Julio Tovar y que contribuyan a reparar la grave injusticia que el tiempo ha cometido con su memoria.


Ramiro Rosón Mesa (Santa Cruz de Tenerife, 1989) Es licenciado en Derecho y Máster en Uso y Gestión del Patrimonio Cultural por la Universidad de La Laguna. Director de la Revista Trasdemar de Literaturas Insulares. Ha publicado los libros La desgracia de Orfeo y el desdén de Colombina (Ediciones Idea, 2007), Tratado de la luz (Ediciones Idea, 2008), La simiente del fuego (Ediciones Idea-Aguere, 2016) y Ruinas del paraíso (Fundación Mapfre Guanarteme, 2017) que obtuvo el 28º Premio Emeterio Gutiérrez Albelo de Poesía. Próximamente se publicará El llanto del demiurgo por Ediciones del Genal en Málaga.

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