Álvaro Guijarro. “Instrucciones del mármol”: juventud, muerte y mito en la obra poética de Félix Francisco Casanova

Álvaro Guijarro es poeta y fotógrafo, autor de libros de poesía. Fue finalista del 71º Premio Adonáis y obtuvo el III Premio de Poesía Joven Antonio Colinas. “Pangea” es el nombre de su blog. Por primera vez publica un fragmento de sus investigación sobre el poeta canario Félix Francisco Casanova (1956-1976)
Álvaro Guijarro (Fotografía de Felipe Gómez Pinto)

Presentamos en la Revista Trasdemar a nuestro colaborador Álvaro Guijarro (Madrid, 1990), poeta y fotógrafo. En primicia nos comparte fragmentos escogidos de su investigación académica dedicada a la figura y la obra poética de Félix Francisco Casanova. Este ensayo fue presentado en la Universidad Complutense de Madrid en 2020

<<La figura de Casanova está profundamente imbuida por la relación que él mismo estableció con él mismo, de manera autorreferencial. Causa de este hecho es la relación entre identidad, lírica y ficción, consolidando la figura de un doble literario que quiere reflejar, en su agua, la promesa de un vigor sin término>>

ÁLVARO GUIJARRO

“No habrá quien me enrosque,

quien tenga mi rollo”.

 Félix Francisco Casanova

La poesía de Félix Francisco Casanova oscila entre una concreción y una direccionalidad clarividentes, a través de poemas configurados como engranajes de ficciones, narrativas e ideas en fuga que devienen en encantamientos desde un yo poético ligero pero certero, y una suerte de pirotecnia verbal hacia su desembocadura, según los principios del surrealismo más destructivo-constructivo, esto es, aquel movimiento o corriente literaria que consideraba la experimentación, la suma de componentes y el azar como basamentos de la obra-artefacto, y que Casanova asume desde la publicación de El invernadero (1973).


El agua es, dentro de la obra poética de Félix Francisco Casanova, el símbolo de mayor resonancia, trato y obsesión, ya que no se hallará solo presente en la mayoría de sus poemas de una u otra forma, en uno u otro espacio, escenificados y habitados, sino que también, en su diario, desde su parte inicial, se recurrirá a él para ser trabajado como el eje alrededor del cual girará su imaginario, incluyendo su desenlace final. No es excesivo decir, por tanto, que el agua fue el elemento más identitario del poeta Félix Francisco Casanova, y del muchacho también.


Partiendo de un concepto fuerte de imaginación, Bachelard escribe: “La imaginación no es, como lo sugiere la etimología, la facultad de formar imágenes de la realidad; es la facultad de formar imágenes que sobrepasan la realidad, que cantan la realidad. Es una facultad de sobrehumanidad”. Este enfoque, que bien se podría relacionar con gran parte de la tradición de vanguardia, sería asimilable con facilidad por el propio Casanova, el cual entrona la imaginación y sus poderosos cauces libro tras libro pero, más allá, en lo que nos interesa, denotaría la primacía de la imaginación sobre lo real, un concepto, el de “realidad”, desmontado por autores como Foucault (1926-1984) al hablar del realismo en De lenguaje y literatura, y según el cual escribir “lo real” y darle un estatuto de verosimilitud sería un juego tramposo y en nada esencial. Sobre esto, bien lo sabemos, el pensamiento de Nietzsche acerca de las cosas sería el de que apuntan a una causa final del ámbito o estadio de las metáforas, carente de sentido pero perpetuado, tal y como se aduce de la lectura de Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, donde además hay una relación entre Dios y sentido.

            Volviendo al agua, con Píndaro, es ocasión decir que el trabajo de un poeta, según esa máxima de que la tradición y el canon buscan obras breves pero certeras (la idea es del Pessoa de Erostratus [1925]), aportes en lo fundamental, muchas veces se verá reducido a un pequeño grupo de grandes palabras o temas una vez concluida la andadura. En esto, Casanova es claro con sus referencias al agua, aportando así todavía más a la idea de su mito personal, apoyándose en esta para reflejar sus estados anímicos, aportar intensidad a sus imágenes y cavilaciones y dar una sensación de centro hasta una especie de revalorización del agua como acto y potencia mismas, cuando habla de ella como “un manjar” o cuando la encubre en forma de ríos, valles o afluentes.


Al margen de la consideración que el autor haga de su obra y de sí mismo desde la vida, modelando en lo posible el futuro que advenga pero siempre de cara a la perdurabilidad o memoria colectivas, como críticos, desde el canon o desde la vibrante fuerza de las anomalías, es imposible no admitir que existe un proyecto, un plan a lo largo, los años, que determinará la capacidad de sujeción al tiempo de ese autor o autora, y que en estas líneas relacionaremos íntimamente con el deseo, la noción de autoría que ese camino implica y la idea ya nombrada de mito personal, en lo que ya podemos entender es una propuesta de escritor que vehicula lo estrictamente literario con la lógica mercantil y civil, desde sus instituciones a cómo es percibido un caso así en el público lector.

            Es incuestionable, por lo que ya hemos investigado, que la figura de Casanova está profundamente imbuida por la relación que él mismo estableció con él mismo, de manera autorreferencial. Causa de este hecho es la relación entre identidad, lírica y ficción, consolidando la figura de un doble literario que quiere reflejar, en su agua, la promesa de un vigor sin término, donde cada gesto y circunstancia alimenten en grado la posible mitografía del autor mismo, una maniobra que será recibida como algo erótico por el lector, algo de lo que ya ha dado cuenta para nuestro caso la prensa española e internacional (de El Cultural a El País) y que hace de la lógica extraliteraria una conversación repetida, pero con intención de hacer crecer, en esta ocasión, la lista de escritores malditos que se le ha criticado a España no tener.


Álvaro Guijarro (Madrid, 1990) es poeta y fotógrafo.

Es graduado en Literatura General y Comparada por la UCM, espacio donde estudió, casi tres años, Filosofía. En lo relativo a la poesía es autor de: “Tránsit0” (Chiado Editorial, 2011; Amargord Ediciones, 2018), “Colorofilia” (autopublicado en Internet, 2012; 89plus & LUMA Foundation, 2017), “La postpunk amante de Tiresias” (Canalla Ediciones, 2013), “María Eugenia” (Chiado Editorial, 2015), “Siglo XXIII” (III Premio de Poesía Joven Antonio Colinas, Ediciones de la Isla de Siltolá, 2017), “Instantes atómicos” (inédito, 2016), “Poliedro” (Antipersona, 2017), “La razón adivinada” (finalista 71º Premio Adonáis, Huerga y Fierro, de próxima publicación), “Autobiografía heroica” (trad. al inglés de Julio Fuertes Tarín, Caligrama Press, de próxima publicación) y “Los últimos y los primeros” (inédito, 2020). De igual modo, ha participado en cuatro antologías: “Tenían veinte años y estaban locos” (La Bella Varsovia, 2011), “Los poetas de la senda” (Ópera Prima, 2014), “Poeta en Nueva York. Poetas de Tierra y Luna” (Karima Editora, 2018) y “Lecturas del desierto” (Kamchatka, UV, 2018); y sus poemas han aparecido en revistas y publicaciones como Oculta Lit, Nayagua, Volavérunt, Mephisto, La caja nocturna, Groenlandia, Kokoro, El coloquio de los perros, Tachaduras, Aullido y Pineal Magazine. “Pangea” es el nombre de su blog.

Como fotógrafo ha trabajado en DIMAD (Asociación de Diseñadores de Madrid), dentro de Matadero Madrid, y en el periódico Tetuán 30 Días; y tiene un Máster en Fotografía Editorial y Fotoperiodismo por TAI. Igualmente, ha participado en varias exposiciones colectivas, una de ellas dentro del marco de PHE 2015. Interesado también por el cine, estudió en Metrópolis C.E.; y ha sido co-director, guionista y director de fotografía de varios cortometrajes a lo largo de su juventud. En 2020 entró a formar parte del personal de museos del Ayto. de Madrid.

www.alvaroguijarrophotography.com

Deja un comentario