“Reivindicación malcriada de Alexis Ravelo” Por Víctor Álamo de la Rosa

En la Revista Trasdemar difundimos la crítica literaria y el diálogo creativo en las islas
Portada de La otra vida de Ned Blackbird (Ediciones Siruela, 2016), novela publicada por Alexis Ravelo.

Presentamos en la Revista Trasdemar una nueva colaboración de Víctor Álamo de la Rosa, en la cual el escritor herreño evoca la figura y la obra de Alexis Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1971 – ibíd., 2023), a partir de los recuerdos de su amistad y su lectura de la novela La otra vida de Ned Blackbird (Ediciones Siruela, 2016), en la cual Ravelo construye una intriga psicológica que juega con los límites de la realidad. Incluimos el ensayo en nuestra sección “El invernadero” de literatura contemporánea de las islas.

Creo que le debía este artículo al amigo Alexis, toda una reivindicación malcriada, porque supo, a pesar de la presión de las modas, “ensuciarse”, para el gozo unánime de sus lectores

VÍCTOR ÁLAMO DE LA ROSA

Tendrá que ir por delante, quede claro, que Alexis Ravelo, en paz descanse, y yo, éramos colegas de generación literaria, pero también amigachos, y nos profesábamos mutuo reconocimiento. Desde que Alexis murió, el 30 de enero de 2023, en alguna de nuestras “conversadas”, como a él le gustaba denominar a nuestras charlas, me insistía en que leyera su novela La otra vida de Ned Blackbird, sobre todo a partir de que yo le confesara que no tenía ni más tiempo ni más ganas ni mayor interés en leer más novelas suyas de género negro. Ni suyas ni de otros, por un personal hartazgo del género, hasta la coronilla de tópicos de detectives/detectivas y de buscar al asesino a través de pistas a las que ya les veía las costuras, es decir, para mí como lector esas novelas violaban el principio de verosimilitud y ya no me las creía. Si no me creo una novela, se me cae de las manos, pierdo el fuelle de la lectura, la cierro sin remordimiento. Sobre esto charlamos varias veces Alexis y yo.

Yo siempre admiré a Alexis Ravelo porque fue un escritor hecho a sí mismo, con una voluntad y perseverancia inquebrantables. Y porque trató de vivir de la escritura y sus adyacencias pegajosas (charlas, talleres, articulitos), atrevimiento que, por ejemplo a mí, ni se me pasaba por la cabeza. Al principio, a sus primeros libros, al escritor de entonces le faltaban lecturas, formación, y eso se apreciaba no solo en su prosa, sino en la escasa ambición novelesca. Ravelo fue insistiendo en su formación libresca y su inteligencia lectora lo fue llevando por buenos caminos, por todos aquellos autores que un buen novelista sabe que tiene que leer para que estén ahí detrás, susurrantes (Cervantes, Flaubert, Thomas Mann, Cormac McCarthy, Dostoievski, Jim Thomson, etc.). Leer y escribir, como sinónimos que son, fueron convirtiendo a Alexis Ravelo en un gran escritor que, sin embargo, no está en sus principales novelas del subgénero negro, sino en obras donde aparece un Ravelo liberado de las ataduras del género, un Ravelo que no piensa en el habitual lector de sus novelas. Alexis Ravelo no escribía novelitas de aeropuerto, de sujeto, verbo y predicado, y, humildemente, pienso que se merece una reivindicación para la literatura pura y dura, sin género, en particular por su novela La otra vida de Ned Blackbird, posiblemente la menos leída de las suyas, seguramente la mejor. Al estilo Paul Auster o Vila Matas, Ravelo despliega en La otra vida de Ned Blackbird un laberinto de espejos, empezando por su enigmática protagonista, Celia, una maestra de provincias, solterona, aparente vida gris que, sin embargo, lleva una exitosa vida secreta como escritora de novelitas de indios y vaqueros, los westerns de la época, bajo el seudónimo rimbombante de Ned Blackbird. Un profesor en crisis, por una cadena de casualidades, se muda a la casa donde vivió la maestra escritora, y descubre sus cosas, enseres, diarios, y lo que empieza como un flirteo curioso acaba convertido en una verdadera obsesión, porque el profesor se siente poseído por el fantasma de la maestra y su alter ego Ned Blackbird. Además, descubre una correspondencia con un admirador, especie de amor imposible, y a partir de esas cartas, otra vez la escritura, Ravelo nos va revelando muy interesantes facetas de su personaje. Por ejemplo, de presunta maestra de vida pacata, a moderna mujer que no quiere cumplir el tópico matrimonial de la época, sino que va sosteniendo amantes a lo largo de su vida dándoles un hueco en su diario, alargando su promiscuidad (a sus hombres los limita a la primera letra de sus nombres) hasta que, en un giro maestro, Alexis Ravelo indaga en la metaescritura para sorprendernos hablando de literatura. Cuanto más escribe su maestra, más desciende su vocación para la promiscuidad, como si la literatura pudiera convertirse en la pareja perfecta, saciante y feliz, sólida y plena, un amor completo. El trabajo metaliterario que despliega Alexis Ravelo en esta novela le sirve también para indagar en sus propios anhelos literarios. Para eso tiene los espejos de sus personajes. Un ejemplo es cuando la maestra le escribe una carta al amor de su vida, el amor imposible, un admirador. Y dice “a veces me pregunto qué hubiera pensado don Ernesto de mis novelitas. Supongo que me tiraría de la oreja […] Tú puedes hacer algo mejor: Eugenie Grandet, Madame Bovary, Grandes Esperanzas…La literatura. Sí, seguro que me insistiría, señalando cada sílaba en el aire con el dedo tieso: LA LI-TE-RA- TU-RA. Sin embargo, creo que estaría orgulloso. Al fin y al cabo, ¿qué hacían los Dumas sino novelas populares? Y Stevenson, Melville y London, ¿no comenzaron precisamente haciendo algo así? Luego fueron capaces de otras cosas de más recorrido”.

Alexis Ravelo, por medio de su personaje, exprime sus propios fantasmas y nos ofrece una poética narrativa en esta novela donde expone su anhelo de ser un escritor de “mayor recorrido”, no atrapado en etiquetas de género. Y esta reflexión la formula, precisamente, a través de una escritora “agarrada” por las novelitas de indios y vaqueros de kiosko pero que decidirá embarcarse en una novela de mayor calado literario, una novela que la sobreviva y que descubriremos como lectores al final de esta hermosa obra de Alexis Ravelo.

El fascinante personaje de Celia, la escritora maestra, sustenta toda la novela, ejerciendo una influencia sobre quienes se le acercan de una u otra manera, a pesar de estar muerta. Su voz pervive, y seduce, como la de los grandes escritores. La escritura literaria lo llena todo, aplasta la propia vida. Ravelo escribe: “A medida que aumentaban en los diarios los comentarios sobre su trabajo de escritora clandestina, iban disminuyendo las referencias a sus encuentros sexuales. Finalmente hubo un tal R a finales de 1968 y luego Celia dejó de hablar de hombres, porque, sencillamente, dejó de verse con hombres, como si su centro de interés se hubiera desplazado completamente, como si la promiscuidad hubiera sido una vía de escape a una pasión inencauzable, como si la escritura hubiese sustituido completamente al sexo. O, mejor pensado, como si el sexo no hubiese sido más que una especie de sucedáneo de la escritura”.

Al menos dieciséis novelas para adultos (porque conozco también al menos tres de literatura infantil y juvenil de su autoría) y un par de libros de relatos, prueban la constancia del escritor, a pesar de su muerte prematura. En una de nuestras charlas, yo le dije que teníamos que escribir bien y, una vez que estaba bien escrito, buscar el modo de “ensuciar la propia escritura”. Con esa parida lo que yo quería decir era que debíamos alejarnos de los escritores cuya escritura va planamente acabándose, sin ocurrencias estilísticas o salidas extemporáneas, que debíamos ser “malcriados”. Creo que le debía este artículo al amigo Alexis, toda una reivindicación malcriada, porque supo, a pesar de la presión de las modas, “ensuciarse”, para el gozo unánime de sus lectores y para su lugar en la historia de nuestra literatura. Gracias, colega.


Víctor Álamo de la Rosa (Santa Cruz de Tenerife, 1969) es una de las voces más prolíficas de la literatura canaria actual. El autor ha publicado una decena de novelas, dos libros de relatos, poesía, ensayo y artículos periodísticos. Su obra ha sido traducida a varios idiomas. El Hierro, isla donde transcurrió su infancia, y sus emblemáticos paisajes, son centrales en gran parte de su obra literaria.

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