“Alonso Quesada: el cronista de Las Palmas, el poeta del paisaje. Mar, paisaje, umbría, inmensidad”

En la Revista Trasdemar difundimos la actualidad literaria de las islas
Alonso Quesada (Retrato del poeta por Manolo Millares, 1951,Casa Colón)

Presentamos en la Revista Trasdemar la crónica de la proyección del documental “Alonso Quesada, alma triste y dolorida” (Prod. Las Hormigas Negras) en el Centro Cultural de Agaete, en el marco de la programación del ciclo “Gran Canaria es…Proyectando la isla“. La cinta está inspirada en la figura del poeta modernista canario Rafael Romero Alonso (Las Palmas de Gran Canaria, 1886 – Santa Brígida, 1925), autor de libros decisivos de la lírica insular como “El lino de los sueños“. Compartimos el artículo de nuestra redactora Beatriz Morales Fernández en la sección “El invernadero” desde la isla de Gran Canaria

A través  de fragmentos de sus prosas poéticas o versos líricos la información cogió cuerpo y su mundo interior pudo sentirse a través de la piel; la dramatización de los poemas “Hace tres años”, “Canción solitaria” o “La eterna sombra”, entre otros, con la sugerencia artística del actor que los representaba, provocaron una simbiosis entre la experiencia y la idea, todo con un fondo oscuro, negro, donde la nada era un todo en el que se adquiere el sentido del mundo

Beatriz Morales Fernández /Las Palmas de Gran Canaria

El pasado jueves 1 de febrero de 2024 se presentó en el Centro Cultural de Agaete el documental Alonso Quesada, alma triste y dolorida, un homenaje audiovisual desde tres planos distintos pero complementarios: el dramático, el ficcional y el académico, centrado en la vida y obra de Rafael Romero Quesada. Esta proyección está dentro del programa Gran Canaria es…Proyectando la isla, del Cabildo de Gran Canaria, específicamente de la Consejería de Cultura, y el CCA (Centro Cultural Audiovisual). A su vez, está montada y editada por la productora Las Hormigas Negras y surge desde la institución pública mencionada con motivo de la promoción de diversos audiovisuales sobre gastronomía, artesanía y cultura de Gran Canaria.

Lo primero que se plantea el espectador al empezar el documental es: ¿qué Alonso Quesada vamos a encontrar, a quién vamos a descubrir? Y ese hallazgo surge de las olas, pues la obra audiovisual comienza con el mar norteño, el mar de Agaete, ese que tanto marcó sus obras teatrales, véase en Llanura o La Umbría. Un paisaje líquido que también cierra, al final, la obra.

Durante toda la proyección, se entremezclan tres escenarios de análisis que permiten a los receptores entender la profundidad del autor. Uno de esos planos mencionados es, sin duda, el académico, vital para la comprensión de su figura personal, profesional y artística; contundente desde la claridad del lenguaje. Pues a través de escritores, investigadores, artistas, familiares cercanos al autor, catedráticos y doctores de la Universidad de La Laguna y la Universidad de Las Palmas, como Yolanda Arencibia, Juan José Laforet, José Luis Correa, Bruno Pérez Alemán, Beatriz Morales Fernández, Mustapha El Marbout, Lázaro Santana, Estefanía Arencibia Cancio, David Loyola, Marie-Claire Durand Guiziou, Pepe Dámaso, Quino Falero, Isabel Torón (hija de Saulo Torón) y una de las nietas con el mismo nombre que la hija de Alonso Quesada, Amalia Romero, plasmaron la personalidad del escritor y su singularidad artística en las crónicas, la poesía (separando El lino de los sueños y Los caminos dispersos), la narrativa y en la dramaturgia, finalizando con una valoración afectiva acerca de su legado.

También, por otro lado, como hilo conductor hubo un plano ficcional, la obra dentro de la obra, un homenaje vivo con actores que se ponían en la piel de Rafael Romero Quesada, Saulo Torón, Tomás Morales Castellano, Nestor Martín Fernández de la Torre y otros muchos escritores con los que se reunía en El Huerto de las Flores y en otros espacios de tertulia, con la voz de los académicos que seguían presentando a este inmenso autor canario. Y, además, todo se resignificaba y se sentía arte desde el último plano: el dramático. A través  de fragmentos de sus prosas poéticas o versos líricos la información cogió cuerpo y su mundo interior pudo sentirse a través de la piel; la dramatización de los poemas “Hace tres años”, “Canción solitaria” o “La eterna sombra”, entre otros, con la sugerencia artística del actor que los representaba, provocaron una simbiosis entre la experiencia y la idea, todo con un fondo oscuro, negro, donde la nada era un todo en el que se adquiere el sentido del mundo.

Asimismo, el documental se divide en varios bloques: de entrada, una presentación de la esencia de Alonso Quesada, donde el escritor José Luis Correa expone que “es el mayor ejemplo del escritor global” con “una mirada más general de la ciudad e incluso una mirada más amplia de la isla”; destacando por parte de Beatriz Morales Fernández que su figura representa  “la intimidad y profundidad del mundo y del ser humano”, pues “quiso plasmar lo que realmente puede sentir el hombre o la mujer cuando pasa el tiempo, cuando todo cambia pero permaneces en los mismos sitios de siempre”; con un sentimiento, similar a Tomás Morales y Saulo Torón, de cambio, ya que como manifiesta Juan José Laforet “estos muchachos por lo que ven en sus casas, en la calle, por lo que les trasladan grandes profesores que tuvieron en San Agustín van a recibir ese mensaje de que la ciudad tiene que cambiar”; pero con una salud delicada, ya que no es fácil “ver la muerte rondándote”, sigue Laforet. Y todo se sintetiza, realza Morales, en que “nunca perdió esa realidad de ver a la muerte cerca, pero su manera de hacerle frente era a través del arte”.

A continuación, empiezan los bloques temáticos que se siguen entremezclando desde los tres escenarios expuestos anteriormente: el cronista, donde Mustapha El Marbout alude a que en ellas hay “expresiones que algunas ya están muertas, otras vivas”; con una “lengua diferente, pues quiso innovar a través del lenguaje, a través de la prosa poética quiso plasmar la idiosincrasia isleña”, defiende Morales; y Yolanda Arencibia sintetiza que “ese Alonso de las crónicas es verdaderamente Rafael Romero”. También se resalta el vínculo de este con el escritor y profesor Miguel de Unamuno, donde Bruno Pérez Alemán resalta que “fue importante ese encuentro para que cambiara de alguna manera su poética y pudiese explorar otros derroteros”.

Sin duda, como poeta, Lázaro Santana defiende que usa la poesía más como “sátira que como creación poética”, pero siempre desde el Modernismo “un movimiento cosmopolita y universal que se manifiesta en Quesada”, comenta David Loyola, quien insiste en que este “supone para su obra el contacto con el resto del mundo”. Algo muy reseñable es la síntesis de la famosa triada modernista, Saulo, Tomás y Alonso, que hace Isabel Torón, evidenciando que el poder de una amistad hace más que cualquier otra intencionalidad:  “yo creo que no hubo una unión como la de ellos tres, porque eran muy inteligentes y se respetaban, porque en la amistad lo más importante es el respeto porque hace que la relación no se corte, por el respeto y la admiración”.

Como narrador, se insiste en su vínculo con la comunidad británica en la ciudad de Las Palmas, denominada así por aquel entonces. Marie-Claire Durand Guiziou expone que “él conoció bien a los ingles in situ y su libro recoge bien esa situación”. Siempre desde un “amor y odio, porque le gustaba ese espíritu inglés pero por otra parte repudia el mercantilismo”, como defiende Lázaro Santana. Aquí es donde más se resalta su ideal, porque era “el poeta, era lo que él era por dentro y lo que quiso ser”, un “ser extraño que no es capaz de ganarse la vida sino haciendo esto”, acaba Yolanda Arencibia.

Finalmente, como dramaturgo, se destaca la belleza de sus dos obras teatrales: Llanura y La Umbría. Y, entre otros, son dos artistas que aman la obra de Quesada quienes lo reflejan. En palabras del famoso director de teatro Quino Falero, quien adapta La Umbría como un espectáculo de danza contemporánea, en la obra de Rafael Romero está “la más pura verdad, unida al camino de la universalidad que él preside con su obra”. Por su parte, el inmenso Pepe Dámaso, quien adaptó esta misma obra de teatro en una película en el año 1975, justifica que “había muchos motivos para que yo hiciera La Umbría; el primero, mi pueblo, porque está dedicado a sus gentes casi de una manera antropológica para que quedara para siempre; el paisaje buscaba el paraíso que es el valle de Agaete, en contraposición a la enfermedad”.

Finalmente, centrándonos en el legado que deja, Estefanía Arencibia explica que “le han hecho varios retratos, sus compañeros de periódico caricaturas; pero es tras su muerte cuando empezamos a contar muchas obras de arte no solo inspiradas en su obra sino de su fisonomía también”. Alonso Quesada, alma triste y dolorida culmina con la composición musical de Eduardo Perdomo, Fugaz crónica de los años 20; con unos versos que aluden al mar, el cual disfrutamos desde una mirada detenida a través de varios planos de cámara y con la estatua de la Plaza de los Poetas, obra del escultor José de Armas Medina, como eje vertebrador de una despedida que busca ser el inicio de mayor revalorización del arte de Alonso Quesada, quien es mar, paisaje, umbría e inmensidad. Este documental lo sabe y así lo evidencia.


(Fotografía de Enrique Ponce, 1914, Cabildo de Gran Canaria)

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