
Desde la Revista Trasdemar presentamos una selección poética del autor Pompeyo Pérez Díaz (Santa Cruz de Tenerife) a quien damos la bienvenida en la sección el “Invernadero” de poesía contemporánea. Nuestro colaborador es músico de sólida formación, guitarrista y profesor del área de Musicología en la Universidad de La Laguna. Su acercamiento a la poesía fue muy temprano. Obtuvo algunos premios que generaron publicaciones, entre los que aprecia el Premio Félix Francisco Casanova para jóvenes autores y el Premio Ciudad de La Laguna, y asimismo colaboró con pequeñas revistas literarias y fanzines de corte underground. De cualquier modo, prefiere olvidar esa producción poética juvenil y remitirse únicamente a la versión revisada de Terciopelo y Fascinación (Libros del Luthier, Madrid, 2014) a Las Presencias (Hontanar, León, 2017) y a Variaciones serias (Devenir Editorial, Madrid, 2022), libro del cual compartimos una muestra selecta de poemas. Es autor de relatos y guiones de cortometrajes, así como de decenas de textos culturales en prensa, firmados con su nombre o con el de alguno de sus tres heterónimos. Aunque continúa escribiendo poesía, actualmente se propone un cultivo más sistemático de la prosa. Como intérprete se especializa tanto en música contemporánea, habiendo estrenado obras que le han sido dedicadas por varios autores, como en repertorio del siglo XIX interpretado con instrumentos históricos. Años atrás tocó el bajo en un grupo pospunk. Ha publicado libros, artículos de investigación y ensayos de marco académico. Licenciado en Psicología, con un máster en Terapia de Conducta, obtuvo el Premio Nacional de Investigación y Estudios Musicológicos de la Sociedad Española de Musicología con Dionisio Aguado y la guitarra clásico-romántica, libro basado en su tesis doctoral.
eras un desnudo de Giovanni Boldini / Un nudo seduto con le braccia sollevate visto di lato / pero en algún momento / de la tarde aferraste / mi cuerpo de pronto como / si fuese a desaparecer / por un agujero de gusano / me enseñaste los cinco niveles / del orgasmo según / un antiquísimo libro indio / de autor anónimo escuchamos / el viento en mi patio
POMPEYO PÉREZ DÍAZ
POEMA DE LA CAJA DE MÚSICA La caja de música que guardo en la gaveta de un armario es negra y brillante con forma de piano (gran cola) y si levantas la tapa suena un vals en si menor (Chopin op. 69 nº 2) la caja de música era un joyero de mi madre ahora vacío en un extremo erguida la pequeña bailarina tutú blanco de puntillas gira los brazos alzados sobre la cabeza gira sin descanso (no baila el vals) la bailarina y esa música cromática (máscara desconsolada y sensual) evocan besos fragmentados innecesarios versos que me empeño (sin razón) en desvelar la caja de música conserva trazas lejanas de perfume me gusta fingir que en realidad no está vacía adivinarle sigilos misteriosos (como los del vals) destellos que me dictan palabras en delicado (caótico) desorden POEMA DEL MOSTRADOR DE LOS DULCES Una pequeña cola de espera ante la dulcería-heladería, digamos que una pequeña cola de seis, siete personas. Se trata de una estrecha calle peatonal, no demasiado concurrida, bien arbolada. La pequeña cola es bastante silenciosa, la mayoría intenta escudriñar desde la distancia los mostradores, como reflexionando sobre cuáles de las atrayentes piezas que exponen resultarán más apetecibles. Para crear el contraste dramático, una pareja con sobrepeso y gestualidad vulgar, ajena a la sutileza de tales elecciones, se limita a mirar sus móviles. El espacio interior de la dulcería-heladería es escaso, la decoración en blanco y azul, salpicada de algún rojo tenue, uno o dos viejos carteles, remite a otra época. Sobre el dintel de la puerta, con un tipo de letra lleno de encanto por anticuado y pretencioso, el nombre del negocio más una advertencia: “Desde 1944”. Una vida entera desde 1944, la imagino tamizada por los olores sugerentes que escapan del obrador en la parte de atrás. Sin duda más de una vez habrá llegado alguien, al cabo de los años, para tranquilizar un ánimo alterado recurriendo a esos aromas amables, memoria de momentos mejores. Mostradores con dulces de formas variadas, colores diversos, vistos a través de una superficie de cristal. Digamos que ilusión de gozo inmediato, olvido transitorio de la desdicha; abandono, íntimo y secreto, efímero, de toda represión moral; pura percepción sensual del instante; como un dado trucado para burlar el miedo, seamos solemnes. Se eligen unos pocos y se abandona al resto, la promesa vaga de regresar un día. En el placer tampoco faltan las renuncias. Alguien tendría que escribir un tratado sobre las dulcerías-heladerías como fuente de iluminación de los seres estoicos. Los clientes entran en general con la gravedad que requieren los asuntos importantes. Un hombre más bien alto y palidísimo con un tres cuartos de cuero, Dr. Martens verdes y un estuche de guitarra colgado del hombro, elige minuciosamente entre distintos tipos de milhojas. Una mujer joven que no se quita las gafas de sol, vaqueros, abrigo ligero granate y unas Converse color mostaza, se interesa por las terrinas con dos tipos de helado. Otra mujer, de bastante más edad, vestido negro y paraguas largo con mango de madera, desea una bandeja de doce dulces todos diferentes. Pregunta por unos que compraba años atrás, forma de maceta rellena con crema pastelera y crema de moka, una guinda tono esmeralda. Enumera al detalle los ingredientes de la masa que formaba la maceta: harina, levadura, mantequilla, leche, huevo, limón, canela. Ya no se hacen, se entristece notablemente. Debería haber una pastelería de los dulces extintos, a la que poder acudir en busca de los sabores del pasado. Una pequeña cola de espera ante la dulcería-heladería, digamos que una pequeña cola de cinco, seis personas. Se trata de una calle estrecha bien arbolada, peatonal. Desde su interior de espacio escaso, fragmentada por las conversaciones breves, la leve brisa externa, llega una música pasada de moda, en volumen bajo. Algunos clientes la aprecian. POEMA DEL UNIVERSO QUE SE EXPANDE En ocasiones pienso en la expansión del universo o en la materia oscura así de pronto no sin angustia (como Woody Allen de niño en Annie Hall) y puede ocurrir (de modo absurdo) mientras son la sensualidad o una energía brillante lo que se expande por ejemplo cuando te quitabas la ropa y yo absorto callado preguntándome si realmente existirán los agujeros de gusano (o puentes de Einstein-Rosen) para crear atajos en el espacio-tiempo maravillosa hipótesis topológica inoportuno motivo de reflexión si se podían buscar los secretos del tiempo del espacio con la boca entre tus muslos y tú la mirada serena las respuestas certeras de lado sobre mi cama eras un desnudo de Giovanni Boldini Un nudo seduto con le braccia sollevate visto di lato pero en algún momento de la tarde aferraste mi cuerpo de pronto como si fuese a desaparecer por un agujero de gusano me enseñaste los cinco niveles del orgasmo según un antiquísimo libro indio de autor anónimo escuchamos el viento en mi patio nos reímos como locos inventado collages delirantes con fragmentos de refranes bajo la manta multicolor y me dijiste si te apetece vuelvo mañana y dudé en silencio pensaba en mi plan de estudiar con el archilaúd en sol (catorce órdenes de cuerdas) otra partitura francesa del siglo XVII tombeau lúgubre como un cuervo revoloteando sobre el Cementerio Viejo de Westminster (Baltimore) en otoño y también en retomar el borrador de unos poemas sobre la huida sobre la soledad sobre el hastío (y el universo expandiéndose) así que dudé en silencio durante unos segundos ahí ves lo idiota que soy POEMA DE LA CAFETERÍA Y LOS HÉROES I Te habrás fijado en novelas canciones películas en poemas a menudo la acción heroica exige tomar una colina suele ser muy arriesgado incluso algo tremendo lo recuerdo ahora de pronto no sé el motivo en esta cafetería donde huele así de bien y las miradas se desplazan tan cuidadosamente por el suelo por los ángulos de las paredes para no cruzarse donde se eligen con esmero (incluso reflexivamente) un tipo de café un sandwich para desayunar se leen mensajes en el móvil y una leve sonrisa puede ser una caricia en la base del cuello donde pienso que mientras buscamos refugio en el fondo de una taza humeante acaso nos gustaría soñar que podemos ser héroes II Ah, what can ail thee, wretched wight, Alone and palely loitering; John Keats En las cafeterías me agrada sentarme solo y (no lo niego) parecer un personaje de John Keats (ah qué te aflige espíritu desdichado solitario y vagando pálidamente) él con su retórica extraordinaria yo escribiendo estupideces con la tablet y un capuchino supongamos que trabajando (concienzudamente) en un poema muy underground (si lo prefieres muy punk) sobre lágrimas amargas sobre seres duros y desconsolados desconcertados como un verso en una garganta (un tema ya hasta vulgar) en el equipo de sonido Life on Mars? mientras observo a través del cristal que regala una (confortante) pátina de irrealidad en la esquina un puesto de castañas intuyo su olor carbón gris destellos naranja y rojos cucuruchos de papel muy grueso saludos que son apenas un gesto aquí dentro las miradas se desplazan por las paredes por el suelo para no cruzarse sobre la barra de diseño unos dulces un jarroncito con siemprevivas is there life on Mars? III Parece que me empeño en narrar escribir sobre eso que llamo cafeterías melancólicas (¿es posible tal cosa?) con sus cristales que permiten ver la calle acerca de quienes leen frente a una taza humeante así de absortos los que han soñado (la noche anterior) con cuerpos del pasado y sienten digamos que nostalgia (o se masturbaron) los (que parecen) tan extraviados sobre los colores olores del café quienes siempre piden tomate en el sandwich (necesidad compleja) el pulso de las canciones que (creemos) nos hablan de nosotros los cuellos ruborizados tras una sonrisa ¿acaso es tiempo de trazar tras este humo de las tazas las grandes preguntas? (¿mejor decimos las preguntas idiotas?) ¿alguien conoce el plan? ¿hay un plan? ¿qué tal el sandwich y el café? ¿el trabajo el espejo el miedo tu amante la cama vacía? ¿las siemprevivas sobre la barra son flores muertas? ¿debemos tomar alguna puta colina para ser héroes? ¿existe algún alivio? ¿puedes sonreírme? POEMA DE LA SPREZZATURA Algunos viejos (y sabios) tratados de laúd recomiendan la interpretación con sprezzatura acercarse así con aparente descuido a las fantaisies las diferencias los capricci las toccate una cierta negligencia intencionada (muy consciente) no demostrar apuro ni dificultad ante los más fieros pasajes de virtuosismo huir de todo exceso retórico o gestual frente a los muy emotivos una ilusión de belleza que fluye sin esfuerzo y pienso en lo distinguido que sería ir viviendo día tras día con sprezzatura transitar las calles las estancias recorrer las sombras los anhelos los pequeños y dulces placeres con algo de despego gallardía emocional desaliñada (¿existe tal cosa?) cruzar de este modo el abismo los abismos las preguntas tendría algo de dandy con perfil baudeleriano de la extraña poética de los sabios (y viejos) tratados de laúd una elegancia lánguida (sabor violeta) casi melancólica