Presentamos en la Revista Trasdemar nuestro dossier de colaboraciones especiales dedicadas a la obra de Félix Francisco Casanova (La Palma, 1956-Tenerife, 1976), autor homenajeado en el Día de las Letras Canarias 2023. El ensayo “Desde la memoria” es cortesía del autor Antonio Arroyo Silva desde Gran Canaria
Fue a principios de 1976 cuando me anunciaron la muerte de Félix Francisco Casanova. Sí, el hijo de doña Concha, que en paz descanse, que vivía en El Puente, el hijo de don Félix, el dentista. Entonces recordé a un niño de un año mayor que yo de la mano de sus padres que paseaban por alguna calle de Santa Cruz de La Palma. Los niños de esa época le teníamos pavor a don Félix, siempre con el maletín de trabajo bajo el brazo. Temíamos que en cualquier momento, zass, nos quitara un diente de leche en medio de la nada.
En esas andanzas mías por la Avenida Marítima me tropezaba con Felito, sobre todo cerca de donde su padre tenía el despacho, frente al bar Sputnik. También viene a mi memoria aquella música de piano que se desparramaba desde Jorós a La Recova. Era doña Concha tocando el piano.
Claro, uno a los siete u ocho años no sabía qué era eso de la poesía y mucho menos que Félix Casanova de Ayala era un poeta consagrado y que pertenecía al grupo de los postistas. Tampoco se prodigaba mucho hablando de su poesía por la calle y menos en su consulta. Después de la tragedia del fallecimiento de doña Concha, padre e hijo se fueron a vivir a Tenerife y no tuve noticia del Félix Francisco hasta la triste noticia.
A los pocos días, Antonio Abdo y Pilar Rey me regalaron El invernadero. Antonio sabía que uno andaba, por ese entonces escribiendo poemas y que todavía no encontraba el camino de mi voz. Leer a un poeta de apenas un año mayor que yo me deslumbró y me animó bastante yo que había leído Tercera residencia a los 14 años y, aunque no lo entendí, me quedé maravillado lo mismo que ante un atardecer en la Entrada del Muelle (después aprendí que la poesía no hay que entenderla, sino vivirla y percibirla con los cinco sentidos y aún más). Lo mismo me pasó con El invernadero de Félix Francisco, con la diferencia que su poesía la veía más próxima a lo que yo quería escribir, aunque eso lo veía a años luz.
Al años siguiente, ya en la facultad de Filología Hispánica, recuerdo las lágrimas del profesor de La Calle en el homenaje que le hizo al poeta ante su clase expectante de Crítica Literaria. Y después vinieron todas las lecturas de las obras de Félix Francisco, las leyendas urbanas y las realidades que me contaba Roberto Cabrera, sobre todo la amistad de Félix con Dulce Díaz Marrero.
En resumen, creo que los setenta y ochenta del siglo pasado representan una época prodigiosa en Canarias, no sólo para el desarrollo de la poesía, sino de la música. Una época en la que casi todo estaba prohibido y, por eso, había una revisión minuciosa de todo lo anterior. De forma marginal se leían poetas norteamericanos, ingleses y franceses que apenas estaban traducidos al español. Domingo Pérez Minik proclamaba una revisión de las vanguardias históricas de Canarias, pues esas ansias reivindicativas de los poetas silenciados de Gaceta de Arte, trajeron un ansia imitativa, poco productiva para el posterior desarrollo de la poesía joven del momento. También es de destacar el magisterio de Pedro García Cabrera sobre los jóvenes poetas del momento. Félix Francisco Casanova, además, contaba con el desvelo de su padre. De esa hornada salieron Félix Francisco y Dulce Díaz Marrero, cuyas vidas se vieron truncadas temprana y trágicamente. Pero también Leocadio Ortega, Ernesto Delgado Baudet y Eugenio Millet que, aunque, bastante más tarde, también fallecieron de forma trágica.
Precisamente, el Día de las Letras Canarias es una manera de reivindicar nuestra rica memoria literaria. Si esos poetas ya no están presentes, sí está su obra con mayor fuerza y actualidad que nunca. Y estas han de leerlas no solo los canarios, sino también los lectores de todos los rincones de nuestra lengua española.
Este año, aunque su obra ha sido ampliamente difundida, el Día de Las Letras Canarias celebra la poesía de Félix Francisco Casanova. Desde aquí, apoyo la candidatura para el próximo año de Dulce Díaz Marrero. Y para el siguiente, la de Leocadio Ortega Hernández. Y así sucesivamente. Ellos son los únicos poetas canarios que no se van a desesperar; pero me parece de suma importancia que los recordemos y los leamos. Estos y más constituyen un tesoro irremplazable de nuestro patrimonio cultural.
Y, como estamos hablando de la memoria de Félix Francisco Casanova, permítanme esta estampa publicada en mi libro Los Círculos dorados. Y desde ahí no solo reivindico la poesía del hijo, sino también la del padre que fue Félix Casanova de Ayala:
FELIX CASANOVA DE AYALA
Don Félix Casanova, te recuerdo
paseando en el Puente, la maleta
bajo el brazo y el mohín de esa bondad
provinciana tan sólida de entonces.
Don Félix Casanova, de la mano
niño triste que al fin fue su padre.
Doña Concha detrás, con la sonrisa
atávica pensando en una pieza
de piano. La mirada siempre verde
de la madre hacia el hijo. Rayo verde
anuncia desventura. Te recuerdo,
don Félix sin señales de poeta,
pero sí un habla incógnita, entre decir
y callar. Mas ya había desbordado
los ríos. Yo era un niño, un año menos
que Felito, la luz de un año, un año
luz que llenaba la oquedad del Puente
y lo hacía avenida. Yo era un niño
y casi presentía algún poema
subiendo por Jorós hasta la casa
y la música infiel que me llevaba
a entender el lenguaje del gorrión
y la usura del mirlo.