Presentamos en la Revista Trasdemar la nueva colaboración del autor José Carlos Sánchez-Lara (Cienfuegos, Cuba, 1969) quien nos presenta una selección poética con notas introductorias de la obra literaria de Ted Kooser (Iowa, 1939) Poeta y ensayista, ganador del Premio Pulitzer de Poesía en 2005 por su libro “Placeres y Sombras”. Compartimos con motivo del Día Internacional de la Traducción, hoy lunes 30 de septiembre, la muestra poética del autor norteamericano en inglés y con traducción al español a cargo de nuestro colaborador en la sección “Telémaco” de literatura contemporánea
“DOCUMENTAR UN TERRITORIO OSCURO (T. KOOSER Y SUS POLAROIDES DEL MEDIEVO)”.
a Francisco Díaz Solar
1. (Lo dúctil)
Aun cuando Wikipedia lo cataloga, frívolamente, como un autor conversacional, la influencia tardía (aunque rotunda) del Objetivismo[1] sobre su obra, es incuestionable. Aquel impulso, tan determinante como vigoroso, bastaría para desmontar cualquier supuesto de coloquialismo en la poesía de Ted Kooser.
Lo confirman, por ejemplo, estas miniaturas:
PÁJARO TEMPRANO
Aún oscuro y llueve a chorros
una gélida mañana de mayo,
no obstante, un ave anticipada
grazna afuera,
articula sus agridulces
notas de polea-acústica,
gozosa, al parecer,
de tener oficio
arrastra la cubeta excesiva del alba
desde la oscuridad
nota por nota,
permitiéndonos beber[2].
PÁJARO
Ave con alas
extendidas
inviolable sin alcanzar
alcanzando
tu imagen este noviembre
planea
hasta detenerse
milagrosamente atascada
en mis ojos[3]
Se trata, en su escritura, de una calidad de observación, de una ‘traducción precisa de las cosas’. No admite sino un control (meticuloso) del material que la produce. Lo cual atañe al lenguaje (y sólo a él) en su cualidad de articularse (y articular un texto) con elementos mínimos. Un modo de producción estética no-consustancial con las producciones o el concepto de las poéticas eminentemente dialógicas, donde lo sentimental, las frases hechas y el juego de abalorios de los léxicos, prevalece sobre el rigor literario.
No se acude aquí a una transcripción de la oralidad sino de sus mecánicas, su movilidad; de aquello que impuso (al decir de William Carlos Williams) una agógica-otra a fin de desmantelar (des-sacralizar) ‘el tono engolado y uso de figuras retóricas complejas’ que importantes autores como Eliot, Stevens, incluso H.D., habían traído a la lírica estadounidense.
Por otra parte, en poesía, contrario a la física, no hay simplicidad sin velocidad. Esta asunción de lo flexible, la búsqueda profunda de una condensación que la acelere, desencadena un lenguaje homónimo al lenguaje que resulta del pulido, el refinamiento, la tradición ––––o su vanguardia. Tanto en la literatura del autor de Central Meteorológica, como en la del célebre galeno de Rutherford, se cumple e impone aquello que, a falta de terminología, podríamos llamar: la cualidad de lo dúctil.
A esta inexcusable referencia, y como otra prueba de afinidad, ha de sumarse aquella capacidad de remitir con exactitud lo minúsculo, el tendón de los detalles del día, sin perder esa tensión que la brevedad requiere (y que ha hecho de la poesía lacónica una de las tradiciones más vigorosas y estudiadas de Norteamérica). Al igual que el autor de Paterson, su escritura nos refiere las cosas ínfimas (también sus abismos). El poeta, no sin profundidad las complejiza mostrándolas, sin embargo, con nitidez al ojo del lector.
9 de noviembre: lluvioso y gélido
El cielo cuelga escuálido y húmedo de su tendal.
Un ciervo de vapor gris traspone el primer plano
bajo árboles goteantes, oxidados por el liquen.
En mitad del pasto limítrofe
la distancia (¿o quizás sea el futuro?)
sellada en estaño cual viejo almacén. [4]
POEMA DE JERSEY
vista de árboles de invierno
frente
a un árbol
en primer plano
donde
junto a nieve recién
caída
yacen 6 leños listos
para el fuego[5]
Su percepción de lo cotidiano le permite capturar además cualquier rareza en extinción, o (dicho de otra forma) “esos” futuros vestigios de un pasado botánico, zoológico, ontológico que desde siempre le acompañan y nutren como “sus lugares” de pertenencia o espacio de niñez.
Aunque los contextos difieren, una misma “preocupación por la exactitud (esto es, la sinceridad)”[6] lo equipara de algún modo con cierta zona de la poesía de Reznikoff (uno de los poetas que Pound dio a conocer en Poetry, en febrero de 1931).
Paradójicamente, el crítico Brad Leithauser[7] lo define además como un “Elegista” inexcusable, estimulado por memorias de predecesores granjeros en una existencia de vicisitudes y penurias de la que T. Kooser ofrece una valoración objetiva y sin sentimentalismos.
Para Kooser el lenguaje es también un visor, linterna conque alumbrar lo cotidiano: realidad multiplicada y dividida en tramas, poseedora de una complejidad tan sutil como rigurosa que el hombre ordinario, absorto en sobrevivir, no alcanza a esclarecer en su totalidad ni valor ideológico.
Si bien su poesía retrata la vida y singularidades de las llanuras y territorios del Midewesterner, David Mason, en el Prairie Schooner[8], considera que la obra de T.K. trasciende lo regional[9]. Una vastísima producción “de poemas breves sobre la percepción misma, los signos de la habitación humana, la incertidumbre del conocimiento” y la aventura del Ser.
Por otro lado, aun cuando su dicción “parece” estar unida al habla común, su sintaxis no se doblega (al menos dócilmente) ante lo conversacional, como podría notarse en Bukowski o Carver. Por el contrario, TK Somete su lenguaje a un proceso de simulación, de sencillez semántica, a fin de no obstruir (embotellar) los senderos de la comunicación con sus lectores. Muchos de sus poemas ofrecen un sistema de vasos comunicantes donde el significado que aparece en una primera lectura se deja inundar por nuevos significantes y sentidos que emergen del núcleo mismo, de las vísceras del texto.
En sus escritos, las agonías del lenguaje, esa batalla por la plenitud del discurso que compromete al autor hasta borrarlo, se han camuflado en aras de una comunión por la lectura.
Aunque se aleja en su composición de los así llamados ‘poetas del lenguaje’ norteamericano donde pluralidad, incluso hermetismo, demandan del observador una atención y alerta cognitiva cuasi extremos, no hay nada ligero o fácil en su poesía y sí una voluntad de referir, de posibilitar la expansión del texto en la conciencia lectora.
Marcas tan ostensibles lo sitúan a medio camino entre Williams y el joven Creeley, alejándolo (dijimos) de cualquier forma de coloquialismo ramplón, aunque críticos, entrenados para enaltecer la complejidad, ocasionalmente le atribuyan dotes de poeta popular o lo reduzcan a “un autor marginal”, un anómalo fuera del triángulo de las sofisticaciones.
Sobre esta segunda influencia en la poesía de T.K. compárense los poemas “El sonido” de Robert Creeley y “18 de noviembre…” de Ted Kooser, traducido para esta colección.
El sonido
Amaneciendo, con la luz aún
tenue que hace que las piedras, garzas, hierbas
de pantano sean casi indistinguibles en el lodo,
uno mira al lado opuesto del sonido, al lado
de la arena donde crecen pequeños arbustos
y juncos, al extenso y horizontal borde de la tierra,
donde está el mar, en ese
otro lado, ese afuera, lugar de
imaginada amplitud real, agitado y eterno océano.[10]
18 de noviembre: borrascoso, nublado y oscuro
Caminata con linterna
a las seis de la madrugada,
mi círculo de luz sobre el casquijo
oscilando de lado a lado,
coyote, mapache, ratón de campo, gorrión
cada uno vigilando desde su tiniebla
este hombre con la luna en un bramante[11].
En ambos poemas, no sólo es visible una similitud temática y formal; también conceptual. Salvando las diferencias de paisaje (Nebraska: seco y agreste; Massachussets: cenagoso y circundado por bahías) el arranque inicial es idéntico. Lo son además la perspectiva (oblicua) en que ambos autores ubican al sujeto, reducido ––––a medida que el alba se establece–––– al papel de un observador sin emociones. Poemas donde se traduce el paisaje no desde la conmoción trágica de Frost o la rabieta histérica de R. Lowell, sino desde la introspección y el anonimato. Nada se reverencia, sino la luz y sus testigos más perdurables. Las palabras, nacidas fuera de la exaltación del espíritu, pertenecen al silencio.
Si bien no puede considerarse a TK un Objetivista, tampoco un Proyectivista nato como Creeley, en su obra se cumple a cabalidad aquel precepto de Louis Zukofsky: “Mientras más precisa la escritura, más pura la poesía”; en ello radica la veracidad del poeta, el cual en su relación con el lenguaje y las cosas tiene el mismo rango que los primeros artesanos y se rige por las mismas categorías «que controlaban la antigua y devota religiosidad de los fabricantes de escritorios[12]»
Dana Gioia ha escrito de Kooser que, pese a “no haber recibido una atención sostenida por parte de la crítica académica”, paradójicamente, dentro de su círculo, se lo considera uno de los mejores poetas de su generación. “Quizá se deba esto a que la notoriedad ––––incluido el Premio Pulitzer de Poesía–––– llegó tarde en su carrera”. Refutando los cuestionamientos de alguna hermenéutica elitista, en su ensayo “Anonimia del poeta regional” el crítico sostiene: Referir “a Kooser simplemente como un poeta que escribe sin rodeos sobre el mundo ordinario, es engañoso[13] […]. Ha sido su genio particular desarrollar un estilo poético genuino que se ajusta a la lectura media y retrata una visión que proporciona instantes inesperados de iluminación, a partir de nimiedades aparentemente extractadas de la vida cotidiana. Si su obra es visionaria, lo es a una escala decididamente humana. No ofrece destellos cegadores de inspiración, ni momentos místicos de trascendencia”. No produce “mitologías privadas ni mundos fantásticos”; sino minúsculas, aunque genuinas visiones del mundo de la experiencia cotidiana. Su obra logra “el difícil equilibrio entre profundidad y accesibilidad, desde un estilo personal sin ser idiosincrásico[14]”.
2. (Thanatos)
A finales de los noventa, Kooser enferma de cáncer y abandona la escritura. La posibilidad de recuperarse aparece también unida a aquella en su inagotable voluntad de referir un entorno y momento que reconoce insólito, aunque indefectiblemente suyo. Del proceso resultan tres libros fundamentales: Paseos matinales de Invierno: 100 postales para Jim Harrison (2001); Riachuelo trenzado: conversación en Poesía (con Jim Harrison) (2003[15]); y Placeres y Sombras (2004).[16]
“En poemas tanto lúdicos como serios, Kooser evita” aludir al sentido trágico. “Más bien refiere la enfermedad y la posibilidad de morir, con metáforas centradas en las plantaciones que rodean su casa de Nebraska, donde daba largos paseos en busca de inspiración”. [17]
En esta trilogía, el poeta se aferra, literalmente, a la escritura para sobrevivir. Su ejercicio deviene herramienta conque expresar la conciencia de su ser mortal, dando al traste con sólidos ‘apuntes’ o ‘pequeñas crónicas del cáncer’.
Pero ¿sobre cuál concepto se vertebra este ciclo de poesía? ¿Qué, esencialmente, lo unifica y transparenta al ojo del lector? ¿La enfermedad como camino de literatura e iluminación? O por el contrario ¿la escritura como exorcismo del mal?
En cualquier caso, se asiste aquí a una exploración, o intervención, de la realidad por el lenguaje para preservar cuerpo y razón. Navegación de la palabra entre el placer y la catástrofe. La escritura es repensada entonces; toma el lugar de la medicina holística. En el proceso de ensamblaje de estos tres cuadernos se establece, no así en sus libros anteriores, una eidología[18] del asunto poético que trasciende su quehacer fruitivo.
Bajo esta configuración, la escritura deviene terapia chamánica o arte de curar (aquel tékhnē iatrikē que los griegos aplicaron a la physiología). Se pone de manifiesto nuevamente la antigua, aunque siempre descomunal y eterna, cruzada entre aquellos paradigmas que animaron al mundo griego clásico. Physis (naturaleza, cuerpo, materia) y Gnosis (conocimiento), principios opuestos al Thanatos, se valen de una técnica, de una anomalía del espíritu (¿no es eso el don del arte?) para aferrarse a la realidad; para no morir y prolongar así la mágica rutina de respirar, de ser.
Los dos primeros volúmenes, puede leerse de varias formas: vademécums, cuadernos de postales, diarios de poesía, libros de horas; o itinerario del dolor y el pánico, ya que estos poemas expresan, si bien nunca de modo directo, la aterradora experiencia de la proximidad al fin.
Sobre el tercer libro, ganador del Pulitzer, el poeta y crítico Ed Hirsch escribió en su reseña del Washington Post[19]: “hay una sensación de asombro silencio en el núcleo de toda la obra de Kooser, lo cual es especialmente visible en esta colección de poemas”. Tras reseñarlo como “un libro de retratos, pequeñas maravillas y duros dualismos”, Hirsch lo conceptualiza de este modo: “poesía sin adornos, pragmática, ‘quintaesencialmente’ americana, de lugares vacíos, tierras de labranza y ciudades” decadentes, donde elaborados poemas de “robusta franqueza y profundidades ocultas” nos revelan, no sólo la atadura del sujeto al paisaje de un lugar, también las observaciones de un antihéroe en torno a una cultura de espíritu y mentalidad cuasi medievales.
Sin embargo, Hirsch no enfatiza demasiado sobre la filosofía que subyace en el cuaderno, aquella reflexión obscura sobre la fragilidad y deterioro orgánico que nos puntualiza o delimita como especie.
Si en los dos anteriores, enfermedad y creación progresan juntas, ordenando un mismo itinerario por la consumación del texto, por la salvación física; en “Placeres y Sombras” se acude con integridad a la descomprensión de aquello que Hodderlin llamara “la locura de la muerte”. Aun cuando la oscuridad del post dolor recorre cada uno de sus textos, el libro deviene ‘cuaderno de aprendizaje’ donde se certifica, sin aparato retórico, la única certidumbre del poeta: ‘Ni tecnología ni fe pueden salvarle, sólo el oficio de escribir jamás le abandona ni le permite destruirse’.
3. (Entre deleites y sombras de la neurastenia crítica).
Los poemas de T. Kooser se ordenan como una colección de fotos; casuales polaroides de una geografía (mental, estética). Revisión (y remisión) de la psicología de un tiempo y lugar específico de un país: Noroeste áspero y brumoso.
Han crecido en su memoria a golpe de frío y palabras. Muchas palabras, en su envoltorio silente. Desde el valle del río Platte hasta las colinas de polvo, los cañones de Loess y la escarpadura de Pine Ridge, las marismas de Salt Creek y los cerros Wildcat, desde las playas hasta las mesetas… sus paisajes escénicos han sedimentado una geología del lenguaje, un Nebraska de ‘papel’ donde el poeta investiga, conoce, los calvarios, dichas y expectaciones del granjero. Su poesía que nombra sin decir, donde lo central se oculta, es testimonio lírico (aunque concreto) de una realidad (rural) que su sensibilidad (sin vocación elegiaca[20]), traduce para el mundo.
Pero TK no es un poeta (invariablemente) rural. Los contextos podrían ser otros (ciudad, pantano o desierto) y el resultado sería (invariablemente) el mismo. Es un poeta de la observación, inmerso en las planicies de Nebraska. Es todo.
No es el paisaje quien ‘ejecuta’ o establece su poesía; sino la pupila del lenguaje-mismo. En su escritura aquel se mantiene neutral, hilado por los subterfugios, altitudes y declives de esa variante del inglés que se escribe (y habla) en Norteamérica; variante que, contraria a la voluntad europeizante de T.S. Eliot, supuso para la obra de Williams el material esencial de una maquinaria lingüística, ya que en sus giros, matices y peculiaridades halló aquel la autenticidad que la nueva poesía estaba requiriendo.
De modo que no hay ‘ruralidad’ en un poeta que observa, sino traducción de lo observado, llámese extensión de pastos, cines o ferrocarriles. Un poeta no puede ser ‘regional, rural o citadino’ perse. Tampoco su poesía, lo cual supone un empleo arbitrario o indeterminado de la semántica por parte de los críticos.
Aquellos, sus poemas, “suceden” de modo intersticial, orgánico. Son fracciones de un contexto y, como tal parecieran desprenderse (caer) de sus estructuras y ruinas. De ahí que en su lectura sintamos esa naturalidad que las elites laicas, refugiadas en sus pagodas al amparo de Barthes, toman por simpleza. Lo que cierta crítica llama ‘fácil’ en su obra, también podría llamarse ‘agilidad’ o ‘economía’. En otras palabras, aquella ilusión de facilidad que aludía el pianismo ruso parece concretarse en la poesía de T. Kooser como disciplina y táctica.
Su obra, situada afortunadamente en las antípodas del confesionalismo (que tanto deterioro y confusión trajo a la idea y función de la poesía) tampoco puede asociarse a un modo dialectal, vernáculo. Más bien le atribuye al ‘habla común’ un peso en la producción de asociaciones y analogías; tanto desde el lugar de la composición como luego en el proceso de lectura, de interacción con el observador-crítico. Lo cual lo ubica en terreno accesible, útil al entendimiento. Dicho en otras palabras, su imaginario no excluye lo conversacional; lo fusiona con la vivencia del sujeto y su experiencia del lenguaje (lo cual es completamente distinto). Allí la inferencia de la oralidad se integra, resuelve en el lenguaje prominentemente escrito. Así el ‘habla común’ es otro de los elementos externos que el poeta apropia para animar su discurso; y de ningún modo su puntal de apoyo.
Porque es ahí, en el modo de mostrar el asunto (lo real: la cosa) donde la estética de T. Kooser pudiera asociarse (entre otros) al pensamiento y estrategias del objetivismo (si bien sus miembros fueron más prolíferos, cultos y diversificados, temáticamente). Una política de lenguaje que (sin serlo) encajaría bien en algunos de los compartimentos mostrados a la literatura norteamericana por aquel grupo de jóvenes que, 93 años atrás, fueron publicados en Poetry por la visionaria Harriet Monroe.
4. (Destiempo)
Por tanto, Theodore J. Kooser es un poeta de la austeridad (lingüística) que escribe ensayos sobre un universo doméstico y afín. Un autor que interpela lo que conoce sin acudir a lamentaciones pastoriles ni a especulaciones aristotélicas (propias del provincianismo en cualquier lugar). La cultura que está en él es tan universal y sólida como la visiones (no periféricas) de sus mejores críticos.
Entre sus colecciones más significativas figuran: Local Wonders: Seasons in the Bohemian Alps (2002) y Lights on a Ground of Darkness (2009).[21] Sobre su contribución al género Kate Flaherty ha escrito: “Las meditaciones de Kooser sobre la vida en el sureste de Nebraska son tan meticulosas y exquisitas como sus numerosas colecciones de poesía. Con pasmosa reticencia “y humor seco, sus ensayos nos acercan al” umbral de una tradición tan soterrada como expuesta, “en época de memorias que lo cuentan todo”.[22]
Como ha señalado con brillantez James Crew[23], también “sus poemas nos enseñan a prestar atención a lo que podríamos estar tentados de ignorar en pos de entretenimientos más ruidosos y” espectaculares “que tenemos a nuestro alcance con sólo tocar una pantalla”. Sin embargo, incluso los momentos más breves que conserva Kooser pueden conducirnos profundamente a nuestras propias biografías”.
Tras recibir el Pulitzer, y a fin de promover la causa de la lírica entre un público general, funda “American Life in Poetry” y escribe el aclamado “Manual de reparación doméstica de Poesía”. Sus colecciones más recientes incluyen Splitting and Order y Kindest Regards: New and Selected Poems.
Un dato. Es de dominio público que, tras ganar el Premio Vreeland de Poesía en 1964, le fue retirada la plaza de lector de posgrado de la Universidad por su baja nota académica. Esta ‘derrota’, paradójicamente, abrió un universo de posibilidades; alambró sus conexiones con los abismos profundos de la lectura y la introspección, otorgándole una ‘acentuación’, una marca, entre el riguroso registro de poetas de Norteamérica. En una de sus últimas entrevistas ante la desatinada pregunta “¿Podría resumir en una frase el día, para el boletín del Departamento de Inglés de la Universidad de Nebraska”[24] Ted Kooser dijo: “Ya no pierdo el tiempo”.
TED KOOSER: DOCE POEMAS
CUMPLEAÑOS
Esta tarde, me senté frente a una ventana abierta
y leí hasta que la luz se desintegró y el libro
fue acaso un fragmento de oscuridad.
Dócilmente pude haber encendido una lámpara,
preferí cabalgar este día hasta la noche,
sentarme solo, atenuar la página ilegible
con el pálido, gris espectro de mi mano.
(De Placeres y Sombras,2004)
BUHO
Toda la noche cada agudo relincho
de ese pájaro menor que un corazón,
se desprende del pino negro
y, en un quejido, lo confiscan
las estrellas. Aun, con precaria certidumbre,
desde el centro de lo oscuro:
llama una y otra vez.
(De Placeres y Sombras,2004)
MANANA DE INVIERNO
Un postigo de granja lejos de la autopista
habla a la oscuridad con voz ínfima y segura.
Contra esta quietud, el susurro de una tetera,
y contra el frío estrellado, un pequeño anillo de fuego azul.
(De Placeres y Sombras,2004)
SOBREVIVIR
Hay días en que el miedo a la muerte
es tan ubicuo como la luz. Alumbra
todo. Sin ello no habría
notado este escarabajo-catarina,
brillante gota de sangre
en el alfeizar blanco de la ventana.
Su cabeza, menor que un punto;
sus ojos, vértices de una aguja.
Detenida un momento para descansar,
rodillas cerradas, alas cubiertas ocultan
el sutil encaje de sus hélices.
Cuando el miedo a la muerte (siempre atento
a lo que está vivo) se aproxima,
las diminutas antenas yacen inmóviles.
(De Placeres y Sombras,2004)
9 de noviembre: lluvioso y gélido
El cielo cuelga escuálido y húmedo de su tendal.
Un ciervo de vapor gris traspone el primer plano
bajo árboles goteantes, oxidados por el liquen.
En mitad del pasto limítrofe
la distancia (¿o quizás sea el futuro?)
sellada en estaño cual viejo almacén.
(De Paseos matinales de Invierno: 100 postales para Jim Harrison, 2000)
18 de noviembre: borrascoso, nublado y oscuro
Caminata con linterna
a las seis de la madrugada,
mi círculo de luz sobre el casquijo
oscilando de lado a lado,
coyote, mapache, ratón de campo, gorrión,
cada uno vigilando desde su tiniebla
este hombre con la luna en un bramante[25].
(De Paseos matinales de Invierno: 100 postales para Jim Harrison, 2000)
VUELO NOCTURNO
Sobre nosotros, estrellas. Debajo, constelaciones.
A ocho mil millones de kilómetros, una galaxia muere
copo de nieve cayendo sobre el agua. Más abajo
algún colono, sintiendo el helor de esa muerte distante,
enciende la luz del traspatio,
reintegra cobertizos y granero
a su pequeño sistema de custodia.
Toda noche las ciudades, novas refulgentes,
atraen calles luminosas hacia luces despobladas, cual la suya.
(De Vuelo Nocturno: Poemas 1965-1985, 2005)
29 de noviembre: ventoso y cálido
Un fardo de heno circular,
marrón y ciego, todo hombros,
acurrucado, atado fuertemente
por un hilo de nylon azul-cielo…
Así desperté esta mañana,
envuelto en pánico.
Oh, bandera roja de plástico en un palo
clavada en cascajo suelto
atropellada, extirpada,
apuntalada una y otra vez,
dame tu coraje.
(De Paseos matinales de Invierno: 100 postales para Jim Harrison, 2000)
LA CIEGA
Vuelto el rostro hacia
una lluvia de luz, se aproximó sonriendo.
La luz se escurría por su frente
y dentro de sus ojos. Resbaló
por el cuello del suéter
y mojó el vértice blanco de sus pechos.
Sus zapatos marrones salpicaron
en la luz. El momento fue
un carromato de circo
traspasando charcos de neón, jaula sobre ruedas,
al que proseguía con rapidez,
exuberante, curiosa, insertando su bastón
entre barrotes, hurgando y pinchando,
mientras el mundo se amedrentaba en una esquina[26].
(De Central Meteorológica, 1994)
EN LA CLÍNICA DEL CÁNCER
Asistida, en su trayecto hacia la puerta abierta
que conduce a los cubículos de exámenes
por dos jóvenes que podrían ser sus hermanas.
Cada una se arquea bajo el peso de un brazo
y prosigue con la actitud solemne y dura
del rigor. A su presumible
enorme distancia, una enfermera sostiene la puerta
sonriendo, administrando ánimo.
¡Qué magnánima luce en las velas blancas y crujientes
de su atuendo! La enferma observa, a través del gracioso gorro tejido,
cada pie proyectarse hacia adelante
y tomar su lugar bajo aquel peso.
No hay inquietud ni expectación,
ninguna ira visible. Dádiva
colma el molde impecable del momento
y las revistas barajadas se aquietan.
(De Placeres y Sombras, 2004)
Diciembre: nevasca y frío
Las primeras páginas olvidadas,
luego el quebranto de la muerte de mi madre
en los fríos, húmedos capítulos de primavera.
Para mí, texto sin facciones del verano
ardiendo de enfermedad, dilatada convalecencia
después una conclusión en la cual
se describen afectuosamente las primeras nieves.
Bibliografía de hojas que caen,
índice de árboles desnudos,
finalmente, un cuervo vuela como rúbrica
sobre los suaves pliegos blancos de fin de año.
(De Paseos matinales de Invierno: 100 postales para Jim Harrison, 2000)
PÁJARO TEMPRANO
Aun oscuro, y llueve a chorros
una gélida mañana de mayo,
no obstante, un ave anticipada
grazna afuera,
articula sus agridulces
notas de polea-acústica[27],
gozosa, al parecer,
de tener oficio
arrastra la cubeta excesiva del alba
desde la oscuridad
nota por nota,
permitiéndonos beber.
(De Placeres y Sombras, 2004)
TED KOOSER: TWELVE POEMS
A HAPPY BIRTHDAY
This evening, I sat by an open window
and read till the light was gone and the book
was no more than a part of the darkness.
I could easily have switched on a lamp,
but I wanted to ride this day down into night,
to sit alone and smooth the unreadable page
with the pale gray ghost of my hand.
(from Delights and Shadows, 2004)
SCREECH OWL
All night each reedy whinny
from a bird no bigger than a heart
flies out of a tall black pine
and, in a breath, is taken away
by the stars. Yet, with small hope
from the center of darkness
it calls out again and again.
(from Delights and Shadows, 2004)
A WINTER MORNING
A farmhouse window far back from the highway
speaks to the darkness in a small, sure voice.
Against this stillness, only a kettle’s whisper,
and against the starry cold, one small blue ring of flame.
(from Delights and Shadows, 2004)
SURVIVING
There are days when the fear of death
is as ubiquitous as light. It illuminates
everything. Without it, I might not
have noticed this ladybird beetle,
bright as a drop of blood
on the window’s white sill.
Her head no bigger than a period,
her eyes like needle points,
she has stopped for a moment to rest,
knees locked, wing covers hiding
the delicate lace of her wings.
As the fear of death, so attentive
to everything living, comes near her,
the tiny antennae stop moving.
(from Delights and Shadows, 2004)
November 9 – rainy and cold
The sky hangs thin and wet on its clothesline.
A deer of gray vapor steps through the foreground,
Under the dripping, lichen-rusted trees.
Halfway across the next field,
The distance (or can that be the future?)
Is sealed up in tin like an old barn.
(From Winter Morning Walks; 100 Postcards to Jim Harrison, 2000)
November 18 – cloudy, dark and windy
Walking by flashlight
at six in the morning,
my circle of light on the gravel
swinging side to side,
coyote, raccoon, field mouse, sparrow,
each watching from darkness
this man with the moon on a leash.
(From Winter Morning Walks; 100 Postcards to Jim Harrison, 2000)
FLYING AT NIGHT
Above us, stars. Beneath us, constellations.
Five billion miles away, a galaxy dies
like a snowflake falling on water. Below us,
some farmer, feeling the chill of that distant death,
snaps on his yard light, drawing his sheds and barn
back into the little system of his care.
All night, the cities, like shimmering novas,
tug with bright streets at lonely lights like his.
(From Flying At Night: Poems 1965-1985, 2005)
November 29 – breezy and warm
A round hay bale,
brown and blind, all shoulders,
huddled, bound tightly
by sky blue nylon twine.
Just so I awoke this morning,
wrapped in fear.
Oh, red plastic flag on a stick
stuck into loose gravel,
driven over, snapped off,
propped up again and again,
give me your courage.
(From Winter Morning Walks; 100 Postcards to Jim Harrison, 2000)
A BLIND WOMAN
She had turned her face up into
a rain of light, and came on smiling.
The light trickled down her forehead
and into her eyes. It ran down
into the neck of her sweatshirt
and wet the white tops of her breasts.
Her brown shoes splashed on
into the light. The moment was like
a circus wagon rolling before her
through puddles of light, a cage on wheels,
and she walked fast behind it,
exuberant, curious, pushing her cane
through the bars, poking and prodding,
while the world cowered back in a corner.
(From Weather Central, 1994)
AT THE CANCER CLINIC
She is being helped toward the open door
that leads to the examining rooms
by two young women I take to be her sisters.
Each bends to the weight of an arm
and steps with the straight, tough bearing
of courage. At what must seem to be
a great distance, a nurse holds the door,
smiling and calling encouragement.
How patient she is in the crisp white sails
of her clothes. The sick woman
peers from under her funny knit cap
to watch each foot swing scuffing forward
and take its turn under her weight.
There is no restlessness or impatience
or anger anywhere in sight. Grace
fills the clean mold of this moment
and all the shuffling magazines grow still.
(from Delights and Shadows, 2004)
December –Cold and snowing.
The opening pages forgotten,
then the sadness of my mother’s death
in the cold, wet chapters of spring.
For me, featureless text of summer
burning with illness, a long convalescence,
then a conclusion in which
the first hard frosts are lovingly described.
A bibliography of falling leaves,
an index of bare trees,
and finally, a crow flying like a signature
over the soft white endpapers of the year.
(From Winter Morning Walks; 100 Postcards to Jim Harrison, 2000)
THE EARLY BIRD
Still dark, and raining hard
on a cold May morning
and yet the early bird
is out there chirping,
chirping its sweet-sour
wooden-pulley notes,
pleased, it would seem,
to be given work,
hauling the heavy bucket of dawn
up from the darkness,
note over note
and letting us drink.
(from Delights and Shadows, 2004)
NOTA A LAS TRADUCCIONES
No llamaré a este conjunto de poemas: traducciones. Prefiero llamarles “adaptaciones” o en todo caso: variaciones. Un ejercicio de transferencia poética, la de dos universos sino enfrentados, coexistentes: el del texto primigenio y su versión. Y es que ––––aunque la mayoría de las veces se ha transferido y respetado la literalidad–––– no quieren estos ser ‘máquinas de reproducción’, en todo caso máquinas (vectores) de significación y resignificación entre dos lenguas. Quizás el resultante de un proceso interactivo de ajuste y rescritura entre dos conceptos que son uno y su antípoda.
Mas allá de su técnica y el conocimiento de una lengua foránea ¿las mejores traducciones no suceden a partir de aquella electricidad, aquella frotación entre el objeto y nuestra intuición del objeto? Además, no siempre sobrevienen durante el proceso de comprobación, convenio y relectura: en ocasiones las define un instante. Parece ser allí, en el intersticio entre razón e intuición donde ocurre la chispa, la explosión que genera aquel “escrito alógeno”, un doble que es él mismo en lengua-otra. Lugar donde concurren además el artista y aquel carpintero que refería Auden al explicar el proceso artesanal al que, inevitablemente, todo escritor se enfrenta en su combate por la “salvación” del texto.
Por otra parte, todo traductor produce múltiples variantes de un mismo texto, y al final elige (o cree que elige) la más categórica, las más poética y exacta. Esto es también una ilusión. Las variantes parecen ser infinitas. En traducción no hay exactitud. Lo que la inspiración y el talento logran (si es que existen) queda supeditado a las reglas de dos lenguas, y las leyes rítmicas del texto-madre.
Finalmente ¿que son las traducciones? ¿Satélites, lunas de un Planeta-Madre o su propia reproducción en una gran pantalla cóncava? De ser así, la nitidez depende no ya del lente y su calibre, sino de otras naves y pantallas anteriores reflejadas, desperdigadas, en la conciencia de esa gran galaxia que es la Literatura. De modo que no lo sé y no creo que alguien pueda definirlo sin errar.
La traducción, la versión “definitiva” de un poema, no existe. Incluso algún concepto del “equívoco del vacío”[28] , de la no-interpretación, de la inexactitud y sus racionalizaciones, también pudiera aplicarse a la visión del traductor en su momento de mayor “conflicto”: el del trance estético, el de la rescritura del objeto extraño. En cualquier caso, no asegurar definitivamente nada. Cada movimiento textual (así cada traducción) es una nueva interrogante.
Ingenuamente me gustaría pensar que cada lengua tiene su propia agógica, su psicología. Comprender este fenómeno no garantiza, sin embargo, algún progreso en este antiquísimo arte. No agrego nada nuevo. Traducir no es igual a traducción, es igual a rescritura.
DEL AUTOR
Ted Kooser (Iowa, 1939) Poeta y ensayista. Licenciado en Pedagogía Inglesa por la Universidad Estatal de Iowa en 1962. Ganó el Premio Pulitzer de Poesía en 2005 por su libro “Placeres y Sombras”. Fue Consultor en Poesía para la Biblioteca del Congreso entre 2004 y 2006.
Entre sus volúmenes más significativos se encuentran Veinte Poemas (1973), Una habitación local y un nombre (1974) No vengo a que me ladren (1976) Central Meteorológica (1994), Libro de cosas (1995), Cabalgando con el coronel Carter (1999), Placeres y Sombras (2004), Vuelo Nocturno: Poemas 1965-1985 (2005), Bolsa en el viento (2010), Casa sostenida por árboles (2012), La campana en el puente (2016), Zancos Rojos (2020).
Tiene publicado, entre otros, los volúmenes de ensayo: De maravillas Locales: Temporadas en los Alpes Bohemios (2002) y Luces en territorio de Oscuridad (2009).
Actualmente enseña Poesía y no-ficción en la Universidad de Nebraska.
[1] Asentado en la figura del Imaginista William Carlos Williams (a partir de su segunda etapa) como precursor de este movimiento poético, aunque establecido luego por Zukofsky y George Oppen cual un grupo sólido con estética, programa e ideología reconocibles.
[2] Ted Kooser, incluido en Delighs and Shadows, Copper Canyon Press, NY, US, 2004, p.76 (El número de páginas puede variar en la versión pdf, online).
[3] W.C. Williams, incluido en Pictures from Brueghel and other poems (1962). Traducido y cotejado de la versión digital. https://www.fadedpage.com/showbook.php?pid=20191144
[4] Ted Kooser, incluido en Delighs and Shadows, citado y traducido por “Saving Faces: Art and Medicine: Ted Kooser”, pdf, p.6. https://www.unmc.edu/savingfaces/Transcripts/Kooser.pdf
[5] W.C. Williams, incluido en Pictures from Brueghel and other poems (1962). Uso aquí la traducción de Juan Antonio Montiel para la edición castellana: W.C. Williams, Poesía reunida, Lumen (2017). Cotejado con el original por la versión digital https://www.fadedpage.com/showbook.php?pid=20191144
[6] Louis Zukofsky “Sincerity and Objetification. With Special Reference to the Work of Charles Reznikof”, Poetry, February, 1931. Cito por Aejandro Oliveros en “Los poetas objetivistas (I)”, en Poesía, 58 (edición impresa). Edición digital (mayo 22, 2016). https://poesia.uc.edu.ve/los-poetas-objetivistas-i/
[7]Brad Leithauser, “‘Flying at Night’: In the Heart of the Heart of the Country”, New York Times Book Review, 8 de Julio, 2005. https://www.nytimes.com/2005/08/07/books/review/flying-at-night-in-the-heart-of-the-heart-of-the-country.html
[8] David Mason, “Ted Kooser, Winter Morning Walks: 100 Postcards to Jim Harrison.” Prairie Schooner, vol. 76, no. 3, fall 2002, pp. 187
[9] Su estética tampoco se aviene con la definición de un ‘poeta de la naturaleza’. Su aproximación no presupone alguna mímesis. Como señalaba Octavio Paz en su prólogo a las traducciones de Williams, el arte no imita a la naturaleza, si no sus procedimientos.
[10] Incluido en Robert Creeley, Mirrors, 1983. Traducido porLuna Marina Companioni para Rialta, Publicado: Marzo, 2023. https://rialta.org/robert-creeley-10-poemas-mas-ensayos-y-correspondencia-con-william-carlos-williams/
[11] Ted Kooser, incluido en Delighs and Shadows, citado y traducido por “Saving Faces: Art and Medicine: Ted Kooser”, pdf, p.7. https://www.unmc.edu/savingfaces/Transcripts/Kooser.pdf
[12] Esta idea de Louis Zukofsky, ampliada y comentada por Alejandro Oliveros en su ensayo “Los poetas Objetivistas (I), pertenece al prólogo escrito un año antes para An «Objectivist» Anthology y publicado en 1932. Cito por Alejandro Oliveros, Los Poetas Objetivistas( I ), en Poesía, 58 (Edición Impresa). Edición digital (mayo 22, 2016). https://poesia.uc.edu.ve/los-poetas-objetivistas-i/
[13] Es lamentable que tales visiones (oftalmológicas, en cierta medida) no hayan reparado en la congruencia entre sus textos y la mejor poesía del periodo final del Imagismo, e incluso algunos momentos del primer Proyectivismo de Olson. Otros referentes rastreables en su obra son, por supuesto, James Wright y William Stafford, el autor del increíble y raro cuaderno Sound of the Ax.
[14] Dana Gioia, Can Poetry Matter? Essays on Poetry and American Culture. Printed 1992; 2002, Graywolf Press. Referencia en internet: Ted Kooser, The Predicament of Popular Poetry. https://danagioia.com/essays/reviews-and-authors-notes/ted-kooser-the-predicament-of-popular-poetry/
(Sobre el término usado en la traducción al castellano: “idiosincrásico” o “idiosincrático”, ambos admitidos por la RAE).
[15] Este segundo libro, de lo que prefiero llamar la ‘Trilogía del cáncer de T. Kooser’, es un volumen de colaboraciones articulado por ambos escritores a partir de poemas-correos, expedidos durante aquel proceso de consultas, quimioterapia y diagnosis.
[16] Otras posibles traducciones de este título serían: “Deleites y Sombras”; o “Delicias y Sombras”.
[17] Variación y traducción al castellano de un párrafo original tomado de internet sin referencia de autor. Sobre Ted Kooser en Poetry Foundation. https://www.poetryfoundation.org/poets/ted-kooser
[18] Del griego Eidos, entendido como forma, su memoria sensorial, aspectología.
[19] Edward Hirsh, “A winter morning a farmhouse….”, Washington Post Books Review, version digital. Referencia en internet: https://www.washingtonpost.com/archive/entertainment/books/2004/08/29/a-winter-morning-a-farmhouse/d2a157c2-7d18-46e3-bc24-a047352b4c2b/
[20] Pese algunos momentos de tenue, aunque aguda reflexión sobre las vicisitudes en un duro entorno, no creo que sea Ted Kooser un poeta elegíaco. Su poesía se aparta drásticamente del lamento o constricción por las cosas perdidas. Tampoco los recordatorios exaltados por la muerte de seres queridos, son el centro de su literatura. Así lo rememorado, sea amargo o placentero, evita lo luctuoso. No ya en su técnica, también en sus emociones hay siempre un refrenamiento, el cual es lo contrario al espíritu de la Elegía.
[21] Maravillas Locales: Temporadas en los Alpes Bohemios(2002) y Luces en territorio de Oscuridad (2009).
[22] Kate Flaherty, Review of Local Wonders: Seasons in the Bohemian Alps, Writer, November, 2002, p. 56.
[23] James Crew, “Review of Kindest Regards: New and Selected Poems (ted Kooser)”, North American Review, November, 16, 2018. https://northamericanreview.org/open-space/review-kindest-regards-new-and-selected-poems-ted-kooser
[24] La pregunta pudiera ser una construcción del traductor a fin de propiciar un tono de cierre al texto. La respuesta de Kooser es completamente real. En el último párrafo del artículo que Poetry Foundation le dedica, leemos: “I waste very little time anymore,” he said an interview for the University of Nebraska English Department newsletter. Véase en : https://www.poetryfoundation.org/poets/ted-kooser
[25] Otra de las variantes posibles para este verso sería: “este hombre con la luna en un cordel”, lo cual se aproxima más al término “leach” (correa, faja) en significado, también en ritmo. Sin embargo, tras debatirme durante semanas entre una y otra, me decidí finalmente por la palabra “bramante”, si bien su sonido es arcaico, me cautivó su contundencia sonora, y visual. De cualquier modo, otros traductores encontrarán en lo sucesivo términos más puntuales. Las variables son infinitas.
[26] Devotos de traducciones literales, pudieran intentar aquí el sustantivo “Rincón”, es más fiel, pero genera una rima consonante que de ningún modo aparece en el poema de T.K. Voluntariamente he preferido ser aquí ‘traidor’ a la lógica, aunque leal a la Poesía. Importaba más transferir la velocidad, el tono y magia de esta pequeña pieza maestra del Imaginismo tardío, que atenerme al esquematismo de un arte no poco arbitrario. Otro tanto ocurre, aunque de modo inverso, con el uso del verbo “aproximó” (primera estrofa, segunda línea). La lógica del poema indica que el sujeto sigue sonriendo, aunque la aproximación genera un movimiento, el de la luz sobre el sujeto y el del ojo del lector. He aplicado el mismo principio a casi todos los textos.
[27] En el original wodeen-pulley notes: “notas de polea de madera”. La traducción literal no agrega nada significativo en Castellano. Preferí acudir a la alegoría y remedar, mediante la palabra “acústica”, el ámbito sonoro de un instrumento de cuerda pulsada, donde la tensión de sus clavijas (poleas de miniatura) al afinarse produce notas de tesitura diversa.
[28] La frase es del poeta argentino Daniel Freidemberg.