Presentamos en la Revista Trasdemar la reseña del libro “Para abrir los balcones a la luz” del autor Juan-Noyes Kuehn, a cargo de nuestro colaborador Pablo Alemán. El volumen poético ha sido editado por el Instituto de Estudios Canarios, en su colección “Retama nueva” y fue presentado recientemente en Las Palmas de Gran Canaria.
Juan-Noyes Kuehn ha publicado los libros de poesía: A un pueblo sin aurora (Sta. Cruz de Tenerife, 1980), Lógica volcánica (Sagunto, Valencia, 1997) y Sin otra luz y guía (Premio Pedro García Cabrera 2012) y Las infancias del verbo (Ed. La Palma, 2015).
La obra que nos ocupa gravita entre esos ejes de lo que llamamos poesía (lenguaje, mirada y taumaturgia), es decir, esa poesía imperecedera que surge desde la composición meditada y capaz de (re)leerse más allá del tiempo en que fue publicada, y mirada, un acotamiento de la intrahistoria de Juan como persona y que el poeta filtra en versos para que se queden eternizados y no se pierdan en el olvido.
Es por eso por lo que el título viene a ser una declaración de intenciones, de abrir los balcones y que, a través de sus dinteles, se ilumine aquello que la voz poética, que ya no autor, desea que se refleje a través de dos elementos que resultan muy significativos: por un lado, la elección de los balcones y por el otro, la imagen de la luz que nos recuerdan a otros escritores –como Manuel Padorno con Éxtasis (1993)— que usaron el mismo motivo
Así, sin querer desgranarle el contenido del libro, veremos que su estructura comprende varias partes que se corresponden, en primer lugar, con los tres momentos del día para complementarse con un epílogo y una última parte llamada “Post scriptum”. De esta manera, comenzando con la “Aurora”, este comienzo se puede corresponder con el nacimiento de la propia escritura y que, como indica el primer texto, comienza desde la nada, desde el “vaciamiento”.
CREACIÓN
Momento en que creaste
desde la nada, habiendo
nacido en la figura
del niño, has caminado
al vaciamiento. Y toda
vanidad se vacía
en el vacío pleno, o en la alta nube
sobre el santuario
solo.
De la misma manera, se va estableciendo la poética o las líneas maestras del poemario, como ocurre con el concepto de hybris, coincidente con el título de un texto de esta parte, al que –por medio de un ejercicio de translatio— llega a sus recuerdos de facultad y del contacto afectuoso con el profesor y poeta Andrés Sánchez Robayna; así como también cierta carga alegórica en poemas como “Espantapájaros” donde se materializa ese concepto de vaciamiento expuesto desde el principio y que puede referirse a la imagen que se puede tener del oficio de la poesía.
En cuanto al “Mediodía” –segunda parte del poemario— aparece una reflexión sobre el desdoblamiento del poeta a la hora de componer, aparte de acudir en varias ocasiones al personaje del Quijote con el que la voz poética se siente identificada además de establecer cierta analogía en cuanto a su manera de ser dentro de marco lírico; también interesa el concepto de santuario que apoya a la anterior analogía y que se presenta como metáfora de ese castillo ilusorio que quiere ver el personaje cervantino y al que todo poeta quiere llegar, aunque sabe que no existe.
SOBRE EL SANTUARIO
Como inocente, esperas velar armas
toda la noche en un patio de venta,
que tal vez sea castillo
en tu imaginación.
Donde acaso castigues con la espada
a cabrero informático en un pozo,
que osa tocar las armas sacratísimas
de caballero en la alta madrugada.
Tan absolutamente
excéntrico; hasta que la luz impone
un libro de cuentas, para fingir
el socarrón ventero
decoro en otro mundo, y te nombre, con toda falsedad,
caballero de la fe para burla
y escarnio de los otros.
El engaño, la burla, la corona de espinas, con el cetro de caña
para quitarte así, lo antes posible,
de encima, siendo un incómodo huésped,
payaso de las locas bofetadas.
En cuanto a la “Noche”, el tono se vuelve más oscuro, que no hermético. Es en esta parte donde el fondo nihilista, ese vaciamiento, aunque sin salirse del tono general de Para abrir los balcones a la luz, se hace algo más crudo en lo que al momento de la creación poética se refiere:
LO QUE NECESITAS
No necesitas saber casi nada para hacer poesía. En cambio, recomiendan abrazar lo inútil como un tesoro y conversar con muertos. O escuchar voces junto al muro de un castillo lóbrego en Dinamarca.
Se aparece el espectro de Hamlet Padre, como un demonio.
Y después, acaso, hagas poesía.
Si no lo haces, no importa en absoluto.
Vale más entender que algo huele a podrido en esta vieja Hispania. Y no es obligatorio estar podrido.
Dentro de esta parte es justo también el texto con el que establece un diálogo con el poeta César Vallejo que, si bien no se nombró al inicio de la presentación, deja caer –junto con otros poemas como “El romanticismo alemán ha muerto” y “El imposible outsider”— aquellas lecturas que han pulsado la sensibilidad del poeta.
CÉSAR VUELVE AL PERÚ
Has regresado, César, al Perú, finalmente con los huesos de medieval teólogo fallecido en París. Gesto adusto de dinasta solar de los Andes que sufre desmayos de cadáver en el cielo. Viernes Santo, y pasión, padre, porque no sabían. Y porque padre, porque no saben, no saben lo que se hacen, un día de aguacero profundo. César ha vuelto al Perú con unos catorce soles peruanos en el bolsillo roto, en la compañía de dos pequeños ladrones malheridos. Solo después de haber resucitado.
Solo después de haber resucitado en lugar que me sé.
Y que no da segundas oportunidades. A ti, señor, hermano, solamente con el traje funéreo de difunto te haces poema, no el pájaro del honor sombrío con su osamenta.
Hogaza de pan, en fin, para todos los niños del mundo, y para el más humildecaminante, sobre todo. Dios deja abandonar aquí a todos los suyos, como fue exactitud, con el pelo oscuro y un traje sacerdotal y arcano, en el nombre del Hijo y del Espíritu.
Sin soltarse, ni un momento, de tu hombro llorando su quimera.
Porque ya no necesita morir, y la paz llueve desde sus ventanas de par e par abiertas a la luz.
De esta lectura, pasamos a la penúltima parte donde se producen reflexiones a elementos y personajes del pasado. Hablamos, por ejemplo, de Luis Cernuda en el primer texto de esta parte, al igual que el poema a Cuatro puertas, siendo este último texto una vuelta hacia lo primitivo, quizás en alineación con el tono nihilista del libro. En la misma línea, el poema “El barro vacío”, también haciendo alusión a la composición de la palabra.
EL BARRIO VACÍO
Difícil recordar quién pueda ser
el viajero que vuelve.
Son demasiados lustros.
En torno a él, ahora, ve sombras aparecidas,
o desaparecidas, más reales que la gente de carne
y hueso. En la vaga celebración
vas contemplando ausencias,
muchas, muchas ausencias.
Más que personas vivas.
Esto no será, para el que retorna,
problema alguno: al vacío y las sombras
se abraza, igual que en los dramas del Bardo.
Junto a las ruinas sórdidas de muros,
sobre el canoro Atlántico, que dijo
el poeta. No sé:
¿o dijo, ya no sé,
sobre el sonoro Atlántico?
¡La cercanía universal del puerto!
Atracan los buques en la memoria
aunque sepa, cristiano, que la memoria
va flaqueando en las naves del día,
Y yo creo que un poco anda ya perezoso
el camino angosto del pensamiento,
con luz del mediodía
así como el sendero
de la salvación. ¡Hombre,
que la salvación no viene, seguro,
por los néctares de la poesía!
Tampoco por la náutica del sol.
Todo el bar saborea
un elixir pasado
con alma de presente,
con la calma del alma.
Por último, la última parte se corresponde con el texto “Azabacherías” y que invita a una oración mística hacia Dios en la que entra en juego el concepto de la luz y la apertura del espíritu.
En suma, nos encontramos casi con un proceso místico –pues la obra no atiende
a asuntos de calado religioso—, en el que nos pone en claro que partimos desde un “vaciamiento” y que, gracias a nuestras circunstancias y, por ende, nuestra cosmovisión del mundo, es lo que impulsa a componer y eternizar ese interior descubierto a la luz. En ellos se produce un alineamiento entre el Juan poeta con su persona para fluir la intrahistoria del primero bajo el filtro de la literatura. De esta manera se consigue el equilibrio de los tres grandes ejes de la poesía: lenguaje, mirada y taumaturgia.
Pablo Sergio Alemán Falcón (Arucas, 1980) es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y profesor de Lengua Castellana y Literatura. Como filólogo ha coordinado algunos coloquios sobre literatura canaria a través de la iniciativa “Entre palabras”, ha participado como ponente en el I Congreso de Relaciones Internaciones entre Canarias y América organizado por la ULPGC y la UNAM y ha colaborado con la revista digital “La salamandra ebria”. Como autor, sus textos han sido seleccionados en antologías y revistas digitales. Ha publicado en solitario, Madera y metal (Idea, colección VID, 2015), Aquel lejano lugar (Cartonera Island, colección 31, 2018), Apenas en descenso (El Mercurio, colección Faro de La Puntilla, 2020) y Otra mirada apenas (GBR, 2021). Su poemario Este cosmos de raíces ganó en 2020 el premio de poesía Pedro García Cabrera.