Presentamos en la Revista Trasdemar la colaboración de Domingo-Luis Hernández, escritor y profesor Titular de Literatura Española en la Universidad de La Laguna, a quien damos la bienvenida en nuestra revista. Compartimos en nuestra sección “El invernadero” la reseña dedicada al libro “Soltadas tres” (Editorial Mercurio) de Victoriano Santana Sanjurjo, escritor y profesor teldense, doctorado en Filología Española por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
Una frase de la introducción (“Contexto Tres”, se nombra) señala el rumbo sentencioso de lo que es y señala Soltadas Tres. Es el dicho popular que dice “no hay dos sin tres”. Y pareciera un subterfugio del autor, Victoriano Santana Sanjurjo, una gracia el que ese refrán aparezca ahí, en el inicio mismo de lo que va a ocurrir. No lo es. Lo que la consigna confirma es la anuencia de la continuidad y de la continuidad múltiple. O lo que es lo mismo, no nos encontramos ante la figura que resulta de unir entradas que Victoriano Santana dio a la prensa y ahora junta; eso no ocurre, y no ocurre desde la plasmación del título: los libros no se agotan, a los libros hay que soltarlos con la previsión de lo infinito. Luego, no cualquier continuidad: el sumario manifiesto, el proceso intencional ha sido hondamente estudiado y valorado como tal por el autor. Soltadas no es un delirio grandilocuente, Soltadas es un proyecto tensamente fijado, rígidamente asumido, inflexiblemente urgido, un trabajo ligado al más pródigo de los esfuerzos. Porque se da aquí (insisto) no una colección de recortes existentes sino la potencialidad que brinda la exhaustiva tarea crítica de corregir, completar y constatar para construir la obra exacta que se consigna y se consigna así, por lo que ahora contiene y no tanto por lo que contuvo. Una absoluta y rigurosa tarea de autor. De manera que, ante lo que se nos presenta, acordamos rigor a las páginas con el más indisoluble que las páginas contienen. Pues asistimos con gravedad al culmen de lo que fue un excelente trabajo ensayístico, uno de los mejores recogidos en las islas, remito a Soltadas Uno. Descubrimos allí a un lector sagaz, a un investigador consecuente, a un agente singular, en conocimiento y disputa de la literatura y a un prosista loable. De donde el alma se nos convulsionó cuando recorrimos con esmero el número Dos. Que completa el Tres y que continuará el Cuatro que se anuncia. De dónde, ¿si el Dos partió del singular Uno que se desborda, qué será el Cuatro respecto del Tres frente a/junto a las otras dos entradas del suceso?
¿Qué arguye Victoriano Santana Sanjurjo?
En primer lugar reafirma que lo que la sucesión argumenta es uno de los principios axiales de la escritura crítica: el progreso técnico. Y subrayo técnico. Porque eso es lo que infiere valor a todo el análisis del proyecto: la concisión de la palabra y la manifestación en rigor de la palabra. Se trata, pues, de resolver los enigmas del oficio y del género para dejar ver su rigurosidad y su funcionalidad. Y eso se constata en las tres entregas (hasta ahora) de Soltadas. Desde el crédito y la solvencia de las frases que abren los libros, la sutileza de las introducciones, la sustancia expresiva de los índices, la extrema frescura, firmeza intelectual y atino expositivo de los textos a la funcionalidad, siempre sugestiva, de los complementos de los libros (los completísimos índices de nombres, por ejemplo, que aquí reúne a Uno, Dos y Tres).
La segunda explicación es asimismo sustancial. Afecta (no puede ser menos) al sujeto de la crítica, al actor de la expresión: de Uno a Dos y de ambos hasta Tres. Lo que repara el proceso es el progreso reflexivo. Plasma el diseño lo que la escritura divulga. Siempre al respecto se cita (cito) al divino Borges, el que habla de sí y de su otro, “Borges y yo”. El otro escrito, fijo, y fijo para toda la eternidad, y el yo vivo que no solo muta sino que camina hacia la culminación. De lo cual se deduce que el escritor escribe y que también se lee, no en su uniformidad sino en su desarrollo, en sus diferencias. Y eso ocurre: el singular Victoriano Santana Sanjurjo que vive, lee y se exhibe en tiempo; notifica el desarrollo de su pensamiento, de sus acuerdos, informa de los añadidos, eso que lo completa y que no tiene final hasta el final. Eso es Soltadas en el Uno, el Dos, el Tres, y lo que acordaremos, acaso, en los sucesivos. Porque la obra de un autor (a pesar de lo que piensa algún falaz crítico que por ahí anda) no se sustancia en la escritura en sí, se sustancia en lo que el autor es en escritura. Y eso ocurre con Soltadas. Soltadas deja ver lo que Victoriano Santana Sanjurjo es y ha sido y acaso será en/por la literatura (por la cultura) a través de los años. Y que ese sea un rigor que computa es otro punto más del riguroso fragor que completa con estos libros.
Subrayamos estrategias que confirman los aciertos. Es fácil percibir que siempre se parte de apotegmas ejemplares para el caso. Que son, en principio, la espontaneidad y lo experimental. Sujeto ante el libro conforme esos dos factores que une, primero, la concisión extrema del ente (en sabiduría, pensamiento, tácticas…) y, dos, la sustancia en acción dilecta escritural con sus estrategias. Pero eso no es todo; no puede ser todo porque lo que sostiene la iniciativa de Soltadas es la lectura y ahí los dos factores que la acompañan: de nuevo el dejar ver y el constatar: el rigor y el entusiasmo. El rigor atañe a la escritura; el entusiasmo a la materia de la escritura.
Por lo cual confirma el autor que Tres es distinto a las dos entregas anteriores. Y es distinto (en atención al proceso visto) por el camino hacia la madurez del manifestando, de lo que se comunica, de lo que se constata. Lo que atisba la diferencia es el proceso de la verdad (en lectura crítica, lectura crítica que es singular, particular) y que vuelve a notificar los dos factores anotados: palabras (escritura) e ideas (sujeto de la escritura). Pero hemos de precisar. Lo que no solo Soltadas Tres revela sino que lo enseñan todas las Soltadas es la tensión que la obra registra: la palabra escrita sobre la idea expresa que brota desde la idea visible y va hacia la idea regocijo. Y ello en atención a la evidencia que se cumple: la escritura en orden. El orden, que es elección, y que asegura al libro. Es decir, no es ocioso contraponer el muestrario ínsito: por qué primero José Saramago (el autor de una de las más grandes novelas de Europa, Memorial do convento), que por medio anden José Luis Correa o Antonio Becerra y que el final lo cierre los apodícticos “Un gestor administrativo de contenidos”, “Memorial de pandemia”, “Morias apoteosis”, “Extra omnes III” o “Leccionario de Átropos”.
Cierto que la palabra encierra la idea, pero es más cierto aún que la palabra es la que sustancia a la idea; o lo que de ello se deduce, sin palabra no hay idea.
Y es que de eso es de lo que están hechas todas las obras que en el mundo existen, del singular Lazarillo, el Quijote, la magna poesía de Juan de Yepes Álvarez, las Soledades, las pericias de Juana Inés de Asbaje Ramírez de Santillana, la monumentalidad del Pessoa de Livro do Desassossego, el pundonor del Hrabal de Una soledad demasiado ruidosa, la radicalidad del Coetzee de Esperando a los bárbaros, la solidez del Gombrowicz de Cosmos, la constatación extrema de Tabucchi en Notturno indiano o la radicalidad del McCarthy de Meridiano de sangre. Y eso ocurre con la visión de la literatura (fundamentalmente) que tiene que ver con la visión del mundo de Victoriano Santana Sanjurjo.
La historia que resuma las Soltadas es la constatación de un ser singular. De lo cual se dilata el yo hacia, en, por…; el yo único con sus zozobras, sus inseguridades, sus inquietudes, sus temores, sus presagios, sus inestabilidades… Y también (o por más) un humano que se ha ganado con solvencia y con trabajo el don de la buena lectura. Y de ahí las situaciones concretas, los escritores precisos, las obras explícitas que se convierten en lo ya anunciado: la escritura de la crítica. Veinticinco piezas en Soltadas Tres: José Saramago por la reedición en el año 1922 de La viuda; el ilustrado ensayo de Ángeles Alemán Gómez sobre Maud Bonneaud (o Westerdahl), lo que sucedió con ella después del íntimo contacto con el surrealismo de París donde conoció (y se casó) con Óscar Domínguez, que estudió letras y fue una especialista en el trabajo con esmalte, que conoció a Eduardo Westerdahl y se trasladó a Tenerife para vivir el resto de su vida junto a su marido y su hijo rodeada de una de las colecciones particulares más interesantes de las vanguardias; la obra que reúne la poesía de Víctor Álamo de la Rosa, Trabajar en los vientos; los nuevos bríos de uno de los mejores narradores de Canarias que es Víctor Ramírez con Guirres sin alas; Marcos Hormiga y la crónica negra que argumenta el crimen que aconteció en el año 1941 en la entonces Puerto de Cabras, la visita al difunto Antonio Berriel Jerez; los venenos en el paraíso que ideó Domingo-Luis Hernández; la profusión de relatos (las más de las veces cortos) que sustancian Angostura; la sublime certidumbre expositiva y expresiva de la autora de Carcoma Yurena González Herrera, con la construcción en cinco partes de las 68 que contiene el registro; y Luis Landero con El huerto de Emerson; y Antonio Puente con el singular, preciso y riguroso repaso del siglo pasado en Para un imaginario del siglo XX; el libro de relatos de Rafael-José Díaz, Duérmete, cuerpo mordido; etc.
Novela con sus modalidades genéricas, poesía con su particular intríngulis expresivo, el ensayo y el pensamiento expreso sobre personas concretas y el mundo, el cuento, los síntomas de la cultura… Es decir, eso que es y sobre lo que informa el autor: la literatura. Y literatura que de nuevo (como en los libros anteriores) el presente sustancia: 2009, 2021, 2022, 2023.
Lo que trama la enjundia es la instancia misma del construir, que es lo que ampara. En efecto, la urdimbre de las Soltadas es el leer. Se constata: el leer es una actividad exclusiva, impar e intransferible de los sujetos que ante semejante diligencia se pliegan. O lo que es lo mismo: cada individuo le presta su ser a la obra que sustrae de su biblioteca después de haberla adquirido. Así actúa Victoriano Santana Sanjurjo. Es preclaro lo expuesto. Los libros tienen vida latente hasta que el lector los actualiza entrando al laberinto de las letras desde la primera palabra hasta la salida. Lo que acomete esa acción es revelar la fijeza, la fijeza que congeló el tiempo y al ser que la ideó. Y ese revelar implica a lo dicho: que el yo lector se da en su todo para reconvenir, o para reescribir (cual comentó Borges); todo, de la visión, el gusto, el tacto, las ideas políticas, religiosas, económicas, el modo de ver, el modo de vestir… Todo. Y en esa astucia se encuentra Victoriano Santana Sanjurjo. Con el plus que la reserva interpreta: no solo lee sino que escribe para dar a entender, para compartir la lectura. De lo cual se deducen las posiciones: como ocurre con eso que se llama comunicación, el sujeto particular dicho, en leyendo, sale de sí para encontrar al otro escrito y sentencia la estrategia: se traslada, además, a otro (otros) para dar a entender sus conclusiones; y los otros operan como él operó: leen, que ese es el apremio de la escritura, conforme el interés manifiesto por el descubrir.
De lo expuesto se deduce: leer el preciso y escribir las consecuencias del preciso con una dirección firme. Aquí escritura cabal con modelo justo. Esto es, el ejercicio crítico lo es por el objeto de la lectura. Es decir, cabría para el caso lo que Borges ideó, que a este ejercicio lo sentencia lo previo, la existencia de libro, el trance que no es simultáneo a la lectura ni a la escritura. De lo cual se sustanciaría (explicó Borges para que se entendiera su Historia universal de la infamia) que ese estigma de lo anterior, la obra leída, es imprescindible para la comprensión de los resultados. ¿Eso? Es posible que la promisión creativa de Borges conspire con ese factor. Mas no lo satisfacemos. Yo he leído e interpretado Historia universal de la infamia sin haber leído a su vez todas las fuentes en las que se basó Borges para construir ese libro. O lo que es lo mismo: Soltadas ostenta lo que ostenta. Si lectura, también (o lo que es fundamental) lo que señala y reivindica el más de la lectura: escritura singular, particular de un autor. Hablamos de género, de un género preciso de la escritura que es la crítica literaria, el ensayo literario. Y lo que acontece con el ensayo literario es exactamente lo mismo que acontece con las otras ramas de la escritura, del cuento, la novela o la poesía. Toda escritura lo es en modelo; una novela no inventa nada. Repite el modo de ser de las personas/personajes, el modo de hablar de las personas/personajes, el modo de actuar de las personas/personajes… La instancia radica no tanto en eso que se llama invención (que lo es) cuanto la capacidad que tenemos los hombres (por el patrón del Dios/Hacedor) de crear las disyuntivas. Nada de lo escrito tiene que ver con el real (por más que una novela esté inspirada en un hecho real, por ejemplo); nada. La escritura no solo fija (cual se ha dicho) sino que arma las alternativas.
Es posible que un lector de Victoriano Santana Sanjurjo, después de acercarse a una de sus Soltadas, se avenga a repasar algunas de las obras objeto de la Soltada en cuestión. Pero esa no es la labor de Victoriano Santana Sanjurjo, hacer leer, incluso la labor de difundir. De eso no están hechas las Soltadas. Lo que hay aquí es un ejercicio literario extremo que (como en las otras ocasiones, insisto) pone en relación a la escritura con el autor singular que compone la dicha alternativa y con los lectores.
Victoriano Santana Sanjurjo aquí es el poeta. La flor en un poema dice flor en el poema, el amor dice amor en el verso o el paraíso es paraíso porque hiere a los espíritus de los nacidos. Ocurre igual aquí. Victoriano Santana Sanjurjo se alonga a la obra tal de fulanito (como la flor es flor en el poema) y astucia su singularidad que es escritura en la más absoluta y radical soledad. El autor escribe y compone así, en la mesa, frente al ordenador; sus manos pulsan las teclas, solo sus manos. No tanto para el lector (que se supone, para eso se han publicado las Soltadas) sino para el ser. Y eso (pese a los escritores de éxito o los obtusos García Márquez) es la escritura, la radical escritura de la que me habló el impar don Isaac de Vega.
Por eso Soltadas es una de las mejores iniciativas de la escritura crítica de Canarias. Y del idioma. No conozco una actuación similar. Acaso algún crítico inglés de principios del siglo pasado de ese modo actuó y es posible que el magno Stefan Zweig se aviniera de ese modo para construir su obra. Pero (repito) las Soltadas son, en el panorama ensayístico general, una labor original e insólita que quedará grabada en la memoria para el futuro. Compendia lo ya enunciado, el afán lector y el afán crítico. Los tomos (los tres publicados hasta ahora) contienen un número de páginas estimables entre 500 y 600. ¿Mucho? De lo cual se deduce lo que Soltadas consigna: una actividad que enuncia el valor, el absoluto valor del libro elegido. (Victoriano Santana Sanjurjo se niega a escribir sobre textos que no encienden su interés.) Lo cual implica atender a reivindicaciones expresas y que hace imprescindible retener el ejercicio que desvela estos libros: hacia la literatura, en la literatura, por la literatura, con la literatura… Ahí el marco del rigor, ahí la precisión de la escritura. ¿Qué? El singular ejercicio de la dedicación crítica que aquí informa de manera ejemplar: acordar, constatar, construir.
Con un remedio somero que pone en evidencia en especial a las Soltadas Tres: la huida de Victoriano Santana Sanjurjo del lenguaje académico, del lenguaje que se consagra en sí mismo. Al contrario, el uso de un lenguaje directo, de un lenguaje que hace explayar al sujeto de la escritura, a sí mismo. Y esa estima es deliberada, eso es lo que da sentido al modo de ser de la escritura en los libros (en especial, repito, en Tres). Cito: “El maestro portugués me iluminó para que fuera capaz de mirarme como creador mediocre con su Manual de pintura y caligrafía… (p.43); “No dejará de compartir con nosotros observaciones de esta naturaleza” (p.159); “Más tarde quise ir a la yugular, como se dice: sin piedad, con ira, sin prudencia, con malestar, sin mesura, con violencia” (p.351).
Lo que se constata es el compromiso ínsito en palabra de Victoriano Santana Sanjurjo. Si fijar en idea, en reflexión, abolir el tiempo preciso de la lectura que se repetirá igual, exactamente igual en quien lea en el futuro, aunque las obras a las que se refiere el autor desaparezcan de este mundo. La opción es agasajar al fuera del mundo por lo que en fijando (escritura crítica, literatura) confirma, manifiesta, se impone… Mas de ese modo (insisto): escritura directa, escritura amparada en el idioma del autor, sin añadidos, sin tramas que alarguen el discurso, lo oscurezcan o lo especialicen en demasía.
Eso es Soltadas, eso remata por ahora y de manera apabullante la maravilla de Soltadas Tres.