“Canto de verdugo y ajusticiados. El neoesperpento fetasiano de Juan José Delgado” Por Besay Sánchez Monroy

En la Revista Trasdemar difundimos la crítica y el diálogo literario en las islas
Portada del libro

Presentamos en la Revista Trasdemar la nueva reseña de nuestro colaborador Besay Sánchez Monroy, titulada “Canto de verdugo y ajusticiados. El neoesperpento fetasiano de Juan José Delgado”, una texto dedicado al libro del autor Juan José Delgado (1949-2017) que obtuvo el Premio de Novela Ciudad de La Laguna en 1988 y que formó parte de la destacada producción creativa y ensayística del escritor tinerfeño,cuya dedicación a la crítica literaria y al impulso de la literatura canaria fue notable. Juan José Delgado fue doctor en Filología por la Universidad de La Laguna, dirigió la revista “Fetasa” y estuvo al frente de la publicación “Cuadernos del Ateneo de La Laguna”, institución de la que fue Presidente. Fue responsable de la sección de cultura de La Gaceta de Canarias y de la colección “Añil de poesía”

La novela actualiza los movimientos de vanguardia de principios de siglo veinte a través de una sensibilidad moderna en la que prima el existencialismo y la metaficción; el protagonista busca, a través de su estratagema, que la realidad y la literatura se vuelvan un todo indivisible

BESAY SÁNCHEZ MONROY

Juan José Delgado es el perfecto ejemplo, como pudieran ser Alejandro Sawa o Manuel Altolaguirre, de intelectual y crítico cuya labor subterránea como dinamizador del campo cultural opacó su faceta como creador. Mucho le debe la literatura canaria a la figura de Delgado: como crítico, abordó y visibilizó el fenómeno del fetasianismo, fundó revistas emblemáticas como Fetasa o Cuadernos del Ateneo de La Laguna y fue director de la aún vigente ACL. Revista Literaria. Su magisterio, emulando al recibido por su querido Isaac de Vega, impulsó la precoz entrada al mundo literario de Víctor Álamo de la Rosa, uno de los narradores claves de nuestra literatura más reciente. Todas estas responsabilidades, sumadas a su trabajo como editor e investigador, no le impidieron forjar obra propia: destacó como poeta (cinco poemarios avalan su trayectoria), aunque no eludió el ejercicio de la narrativa, a la que legó cuatro novelas y dos libros de cuentos, el último publicado el año de su muerte. Por lugares de la modernidad literaria (2008), magnífico libro de ensayos que tuvo una tirada baja y una pobre distribución, es una pieza fundamental para entender el pensamiento de Delgado. Recientemente, he sentido el impulso de volver a su literatura. A raíz de un programa dedicado a su persona, en el que la escritora Cecilia Domínguez Luis aseguró que le costó encontrar tres personas que conocieran la obra de Delgado para celebrarle un homenaje, he considerado que poner en valor en su obra es más necesario que nunca.

La narrativa de Delgado ha sido poderosamente influida por su relación con los fetasianos, y eso puede verse claramente por las temáticas escogidas y su manera de abordarlas: sus argumentos suelen enmarcarse en el surrealismo metafísico de raigambre kafkiana que practicó Isaac de Vega. No obstante, su obra tiene procedimientos personalísimos, ya que bebe de fuentes nacionales y universales de gran prestigio y sabe reinventarlas para ofrecer algo nuevo. Valle Inclán parece ser uno de sus principales modelos, y eso queda patente en su primera novela, ganadora del Premio Ciudad de La Laguna de 1988.

Canto de verdugo y ajusticiados (1992) posee un argumento sencillo pero complejo en su estructura y procedimientos. Un protagonista anónimo que ansía la gloria literaria recibe una dura crítica por parte de Don Ramón, escritorzuelo local, que le reprocha los múltiples anacronismos de su relato «La casa del indiano malcasado», crónica deformada de la conquista de Tenerife y la fundación de La Laguna, que se irá intercalando con la narración principal y que experimentará el mismo proceso de degradación que el protagonista. Debido a esta crítica, el protagonista tratará de vengarse de Don Ramón mediante una estratagema delirante en la que implicará a una serie de personajes que, de manera simbólica, representarán la alienación y embrutecimiento de la sociedad. Posee esta obra una estrecha relación con Luces de bohemia: el viaje del protagonista comparte algunas claves con el de Max Estrella, con quien se llega a comparar en más de una ocasión: «¿Cuándo fue que representé yo a Máximo Estrella en aquel grupo de teatro independiente? En 1968, sí; en 1968, a mis veinte años, yo era Max…» (p-47). No es la única referencia culta que encontramos en el texto: uno de los personajes es referido como K., protagonista de El castillo, de Franz Kafka; la oración «El individuo puede alcanzar en una jornada cifra de muchedumbre» (p.61) nos remite inevitablemente al «I am large, I contain multitudes» de Walt Whitman. La novela actualiza los movimientos de vanguardia de principios de siglo veinte a través de una sensibilidad moderna en la que prima el existencialismo y la metaficción; el protagonista busca, a través de su estratagema, que la realidad y la literatura se vuelvan un todo indivisible:

«Todo este asunto se encamina hacia un estricto aprovechamiento literario […] don Ramón, que continúa en mi casa, se impresionará en cuanto presencie al ciego. Un párrafo así iniciará mi próxima novela […] Ramón, con sus reacciones [sic] me servirá de personaje. Vida y literatura cosidas al hilo de realidades evidentes, comunes, que no podrá recusar. Creo que es un buen medio para que se entere por fin de mis claves» (pp.46-46)

Para definir este experimento narrativo, Delgado acuña el término «Neoesperpentismo» como una forma no solo de explicitar sus referencias, sino revivir una corriente literaria que aún sigue vigente y que permite reflejar con aterradora exactitud los procesos de deshumanización de la sociedad moderna.  Los procedimientos practicados en esta obra serían perfeccionados más tarde en La fiesta de los infiernos (2002), novela en la que propone un carnaval de Santa Cruz de temática nazi en el que las barreras entre realidad y ficción no están delimitadas.

Si algún lector ha podido sentirse interesado por esta peculiar obra y reside en islas no capitalinas o en el extranjero, siento desilusionarlo: el libro lleva años descatalogado y parece que así va a seguir siendo. Para escribir este texto he tenido que acudir a la Biblioteca de Humanidades de la Universidad de La Laguna, que, junto a la Biblioteca Insular de Gran Canaria, es una de las dos únicas bibliotecas de Canarias que tienen esta novela disponible para su préstamo. Esta es la lamentable situación que viven muchos autores canarios: libros descatalogados o condenados al ostracismo de los depósitos de biblioteca y los préstamos en sala. Esta serie de circunstancias dificulta el acceso a una ya de por sí denostada literatura canaria, que es poco leída y aún menos comentada.

Desde aquí, me gustaría hacer un llamamiento a los escritores canarios: lean literatura de su tierra. Den una oportunidad a los clásicos de nuestra tradición, aunque sea para desdeñarlos. Construyan una obra que se cimente en una mirada que no reniegue de nuestras particularidades atlánticas. Jamás una obra ha sido necesariamente mala por estar adscrita a un territorio limitado: pensar en Don Quijote es pensar inevitablemente en los campos de Campos de Castilla; Rulfo es indisociable del yermo de Jalisco. No dejemos caer en olvido a nuestras figuras intelectuales, tal como comprendieron Delgado y los otros tantos pensadores que rescataron y construyeron el corpus literario que nos ha sido legado.

Este ha sido mi pequeño homenaje a Juan José Delgado. Adéntrense en su obra, especialmente en la poética: no les va a decepcionar. Y recuerden: no se muere quien se va, sino aquel a quien se olvida.


Besay Sánchez Monroy (Pozo Izquierdo, Gran Canaria, 2000) Graduado en Español: Lengua y Literatura por la Universidad de La Laguna, actualmente cursa un Máster de Formación de Profesorado. Ha publicado la novela Neotlantis (2022)

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