Desde la Revista Trasdemar presentamos la reseña del libro “País excéntrico” (Iliada ediciones, 2021) de Yanier H. Palao, miembro de nuestro comité editorial. La colaboración es de la autora Jamila Medina Ríos (Holguín, Cuba, 1981) Poeta y narradora, Máster en Lingüística Aplicada por La Universidad de la Habana
De cómo Yanier H. Palao aprendió a escribir con las termitas
A 13 horas en avión, a 880 caminando (como le gusta a él, como me gusta a mí), queda Quito de Georgetown. Estamos en el Sur, frente a dos aguas: tú ya frente al Pacífico, yo todavía de balcón al Caribe; cada cual con el país en la mochila, entre el cuarto de las papas y los altares. Siempre que entro en los “vacia-dos”, el “óxido”, los “esteros” de Yanier H. Palao…, me siento bajo un techo familiar. Será porque nacimos en 1981 y porque también yo tuve (tengo) un taburete pequeño, la silla desde la que miré el mundo por primera vez en Báguanos, cerca de Bijarú. Será porque, como él, yo he escrito apretando acalambrada el lápiz y porque soy de rozar las superficies de todo lo que estoy por entender, incorpo-rar a mis afectos.
Los modos de mirar de este poeta, que aquí debuta como na-rrador, están hechos del caminar y el conocer… amancebándose, como probándolo intensamente todo en un beso con lengua, a “mordiditas”, al ritmo del comején que jibiza la madera y también el hormigón, para anidar incluso en lo arbóreo… Aunque comparte lo montuno, no hay en él un desparpajo a lo Reinaldo Arenas: ese tráfago alegre y explosivo de la palabra en rapto en Celestino antes del alba; ni siquiera la risa hipertrofiada, el bailoteo del lenguaje de un Gastón Baquero o un Cabrera Infante. Conste que estoy ci-tando ciertos héroes de (nuestra) provincia que también llevaron a Cuba entre sus ropas al volver la cabeza.
El voyeurismo de Yanier H, Palao me recuerda más bien al Calvert Casey de Notas de un simulador y Memorias de una isla y El regreso. Una mezcla de nostalgia con amargura, de itinerancia cinematográfica que combina el dolly con el travelling, mientras bordea el cosmopolitismo de la capital cubana para mostrarnos su faz arrugada, su reverso bajo las postales y las bandas sonoras de cantina… Y hay asimismo en estos textos mucho de gozo: cuerpo echaíto palante; de espíritu abierto a la sorpresa, a la caída, al salto. Tristeza, lascivia y un poco de desamparo. Eros, vereda, thanatos.
Dormí una noche en Ecuador de paso por alguna feria del li-bro. Le tomé apenas el pulso trepada desde Bellavista. Y ahora me encuentro con Guayaquil y con él, dos parejas de baile y un exilio: devorados y regurgitados/ escu(l)pidos a retazos, como la muñe-quita de trapo quiteña que le llevé a mi madre a mi regreso. Por eso, cuando entro en País excéntrico, no voy buscando las palmas “altas y famélicas” de la Plaza de la Revolución, ni al Martí que taraceó en las canteras de San Lázaro las piedras de La Vana colo-nial, ni el rumbear de sus túneles como sierpes bajo el agua… Tam-poco busco nuestro valle de Holguín “como una ranura en medio de las montañas, una ciudad vaginal”. Escucho la queja de las rui-nas; veo las llagas en las manos del escritor como “maestro de obra”, pujando por tejer una estructura para los versos a su espalda, un báculo que lo guíe en su peregrinar.
Un comején peregrino es lo que veo entonces, a contraluz. Una fragata de papel que se deshace mientras deja inscribir en cualquier parte de la hoja los deseos picantes, las rabias, la sonrisa de quien abre los ojos miopes y el pecho cada mañana como por fortuna. Los horizontes en los que se adentra (rasgado por el trasegar de viento, carretera y playa), como los libros que lo leen mientras él hace por leerlos, son en Yanier líneas de fuga, trastabilleos de es-critura, intermitencias de semáforos, latencias que le permiten salir a flote. Como una boya zambullida en la marea lo veo bogar ha-ciendo círculos concéntricos: corcoveos de viajero empedernido.
Como si pudiera haber variado su domicilio desde el mes pasado, y buscando saber cuántos miles de kilómetros nos separan ahora mismo, le pregunto y me recuenta, como quien parte y vuelve de su kilómetro cero: “—¿Dónde tú estás viviendo? —Diputada‒Bijarú‒Tacajó‒Báguanos‒Holguín‒La Habana‒Quito…”. Pienso que la pró-xima estación de nuestro encuentro, los ejes, los puntos cardinales, están por decidirse aún; y sin resuello sigo: “—¿En qué trabajas ahora mismo? —Vivo de mis artesanías, mis dibujos y una columna que escribo para un periódico digital; y de ayudar a una pequeña em-presa”. Luego me amplía: “—Yo cargo las pertenencias de algunas familias que quieren mudarse”. Entonces, mi corazonada de hor-miga se completa y sé de dónde saca su pericia, su resistencia para horadar y seguir rumbo, la detallada forma en que observa y nos devuelve el mundo, sin detenerse. Porque él, como la mucha-cha de uno de estos cuentos, sabe contemplar haciendo suya la vitalidad de lo que encuentra a su paso: esos ensamblajes donde el salitre y el mar se abrazan para que los crustáceos hallen nido. No somos náufragos, me digo. Solo andamos con Pippa por los mares del Sur.
Jamila Medina Ríos (Holguín, 1981) A publicado en narrativa: Ratas en la alta noche (México D.F., 2011) y Escritos en servilletas de papel (Holguín, 2011).
En poesía: Huecos de araña (Premio David, 2008), Primaveras cortadas (México D.F., 2011), Del corazón de la col y otras mentiras (La Habana, 2013; Madrid, 2019), Anémona (Santa Clara, 2013; Madrid, 2016), País de la siguaraya (Premio Nicolás Guillén, 2017), y las antologías Traffic Jam (San Juan, 2015), Para empinar un papalote (San José, 2015) y JamSession (Querétaro, 2017). En ensayo: Diseminaciones de Calvert Casey (Premio Alejo Carpentier, 2012).
J. Medina pertenece al staff de Rialta Magazine. Máster en Lingüística Aplicada por La Universidad de la Habana, con un estudio sobre La Retórica Revolucionaria en la obra de Nara Mansur. Proyecta su PhD en Brown University, con una investigación sobre el ideario mambí en las artes y las letras cubanas. Nadadora, filóloga, ciclista, cometa viajera; aunque se preferiría paracaidista, patinadora, surfista o espeleóloga. Sueña con cantar en un coro y con volar en un deltaplano.
Yanier H. Palao (Holguín, Cuba, 1981) Escritor, restaurador y artista de la plástica, miembro de la UNEAC. Obras publicadas: Sombras del solo, Ediciones Holguín, 2005 (Poesía). Peces en bolsas de nylon, Ediciones Ávila, 2009 (Poesía). Premio “Poesía de Primavera” de la A.H.S en Ciego de Ávila, 2008. Música de fondo, Ediciones La Luz, 2010 (Poesía). A la intemperie, Ediciones Holguín, 2011 (Poesía). “Premio de la Ciudad”, Holguín, 2010, y “Premio Puerta de Papel”, del Instituto Cubano del Libro, 2013. Vaciados, Ediciones Aldabón, 2011 (Poesía). “Premio Cauce”, UNEAC Pinar del Río, 2010. Esteros, Editorial Abril, 2013 (Poesía). “Premio Calendario” en Poesía, 2012. Es coautor, junto a Luis Yuseff, de la selección La Isla en versos: cien jóvenes poetas cubanos. Ediciones La Luz, 2010. Recibió la beca de creación literaria que otorga el proyecto “Torre de Letras”, que dirige la escritora Reyna María Rodríguez, 2016. En el 2018 publicó por Letras Cubanas Óxido. Por diez años estuvo laborando en la restauración del centro histórico de la Habana. Producto de ese trabajo sus manos envejecieron prematuramente. Quiso ser arqueólogo, geólogo, todo lo escondido, lo enterrado le fascina. Sus artículos de opinión aparecen con frecuencia en; El museo de la disidencia. El árbol invertido. Alas tensas. Su libro más reciente es “País excéntrico” (Iliada ediciones, 2021)
Fabulosa la obra de mi querido Yanier. Muchas cosas lindas para el y sus manos creadora de azahares…