Presentamos en la Revista Trasdemar una selección poética de nuestro colaborador José Ernesto (Puerto Rico, 1981) a quien damos la bienvenida a nuestra revista. Poeta, ha publicado los libros “Bajo la sombra de las palabras” (2011), “Tatuajes del amor a la piel” (2013), “La brújula de los pájaros” (2016), “1.9.2.3” (2019), “Rajuma una historia Rohingya” (2019) y “Ninguna patria bajo los pies” (Editorial Pulpo, 2023) Ha participado en varios festivales internacionales de poesía y Ferias del Libro, como The Americas Poetry Festival of New York (2019), Festival Internacional de Poesía de Aguacatán, Guatemala (2019), Festival Internacional de Poesía de Los Confines (2022) y la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo (2022). Compartimos la muestra selecta de poemas publicados e inéditos en nuestra sección “Conexión Derek Walcott” de literatura contemporánea de las islas
Me siento a la mesa y cuando muerdo el pan
una niña de Cité Soleil se asoma por mis ojos
a convidarme de su hambre.
Entonces ya no me sabe igual la masa
porque decir Haití, Palestina o África es nombrar el pan ausente.
Y se agolpan en mis pupilas soldaditos del Congo
que canjearon libreta y lápiz por rifles
cuando una mañana despertó la guerra ladrona de zapatos y sueños.
La vida es tan minúscula como el hombre…
allá en Beit-Hanoun cuando un padre entierra a su hijo
que no pudo decir: “¡Papá!”
O a distancia en las favelas de Rocinha
donde terminan monocromáticos los crayones
por el brillo abrasivo de la droga
como sucede en un barrio cualquiera de Loíza
donde muere otro joven
que apostó su vida a la fantasía de marcas y dinero fácil;
fantaseadas en consolas de juegos y los minutos fílmicos de mortal kombat…
cerrados quedaron los libros de historia en su bulto escolar.
Es que aún nuestros ojos domesticados miran hacia Disney
con gríngolas al entorno global.
cuando aquí palidecen escuelas
como estorbos de progreso
hay un niño en Sudán jugando a ser doctor en pleno campo de batalla…
Hoy, sentado a la mesa
he visto el mundo en tus ojos, Adriana…
De La Brújula de los pájaros (2016)
Me llamo Rajuma
Mi nombre fue incinerado
una noche siniestra en Rakáin.
Recuerdo el agua del río, los gritos
tallándose en nuestros tímpanos,
el miedo trepándose por nuestros pies
y las llamas hambrientas comiéndose nuestra aldea.
Me perdonó la muerte porque su estómago
estaba abastecido por la sangre Rohingya
fui condenada al olvido, a vagar con esta desnudez.
Ya ni sé qué edad cargan estos huesos
ni cuál camino me llevará a los brazos de mi hijo
ni cuándo fue el último beso del pan sobre mi hambre.
Pero, dónde están mis hermanos,
jugarán al esconder en los arrozales
con los soldados birmanos que vienen
con pasos plomizos, con sus pistolas sedientas
con una rabia incontenible abrazada a sus espaldas
¿por qué ya no puedo escuchar la voz alegre de mi niño?
Alguien dice al otro lado del campamento
que mi bebé llora en el fuego
y por eso bailo enloquecida en las fogatas.
Me llamo Rajuma y soy huérfana
pero a veces no recuerdo quién soy en esta guerra
ni cómo he llegado a mirarme en tus ojos.
De Rajuma: una historia Rohingya (2019)
Poema escrito en tiempos de pandemia
con una foto de Kevin Carter de fondo.
Pandemia es el niño observado por la muerte
desde los ojos de un buitre
y que en sus huesitos se puede leer el hambre.
Un rifle que grita
contra los inocentes en Siria, Kurdistán, Palestina o Rakáin
que se bebe la sangre pero, no pierde la sed.
El puño que besa la boca de la mujer
que aprende el niño
y que practica como un monje.
Los ríos de huesos olvidados
tras una niebla de balas
y que en el teatro bélico desaparecen tras el telón.
Pandemia son los campos de refugiados
que no conocen la paz
y que sueñan con pan y leche en sus manos agrietadas.
La niña que se convierte en el juguete
de un depredador
y que se esconde en su casa de muñecas a llorar su dolor.
Son las cifras de cuerpos sin reclamar
que se pudren en las estadísticas
y que solo sirven para ser sumados sin saber sus nombres.
Es el fuego en el Amazonas
la mano criminal que se esconde
y que está manchada por las cenizas de la tierra.
También lo son los niños que los lápices
dejaron huérfanos cuando la guerra les tocó el hombro
y que nunca más supieron de los juegos y sus amigos.
Pandemia son las bombas
esos juguetes curtidos de olvido y polvo
la extinción del oso polar
las madres a las que no les queda sangre ni leche
para abastecer una población infantil en Burundi
pandemia soy yo y este poema
que no le da de comer al niño
observado por la muerte desde los ojos de un buitre.
Inédito
Poema escrito en tiempos de pandemia
cuando la calle es una pesadilla que desaparece a las 5am.
Una niña sola en su cuarto
se envuelve en sus sábanas
y llora…llora porque el miedo
toca su puerta, viene disfrazado
de reina de muerte de virus.
Una niña sola en su cuarto
piensa en su familia
se pregunta qué es estar sola
qué es morirse y llama a su papá.
Esta niña no se quiere dormir
porque teme que al despertar
la peste se haya llevado a su mamá
o a su abuela o, a su hermanita
entonces hace vigilia desde su cama,
pega el oído en las paredes
para escuchar el susurro
que traen los pasos mudos
de la pandemia.
Una niña llora al acostarse
no sabe lo que es el hambre
pero entiende que si mañana
su mamá no puede trabajar
no habrá que comer hasta que
sea legal salir a la calle.
Una niña le escribe a su papá
le dice que está llorando mucho
algo así como una represa rota
en una ciudad abandonada
y su papá quiere llorar con ella
porque no es malo desmoronarse
con el agua cuando sabemos
que estamos hechos de arena
cuando la desesperanza y el silencio
recorre las calles después
de un toque de queda,
porque todos nos vamos a la cama
con miedo de ser atrapados
por la tos, la fiebre y la fatiga.
Porque la noche se ha convertido
en una calle que es una pesadilla
que desaparece a las 5 de la mañana
pero Adriana no sabe eso y se desvela
custodiando el sueño de su mamá
pero su mamá no sabe tampoco
que su hija es un centinela
y que su luz desaparece
las sombras de la muerte
que hace tiempo en la calle
disfrazada de tos, fiebre y fatiga.
Inédito
Poema escrito en tiempos de pandemia
con la última foto de Lula viéndome desde el libro de las caras.
Qué bueno que no estás viva
así no eres testigo ni partícipe de este nuevo caos.
De todos modos, sigo extrañándote.
Todavía me persigue tu voz
esa floresta que se agolpaba en mi pecho y en mis ojos
porque todo lo que era tocado por lo tierno en ti
tenía la consecuencia de nuevos pájaros
naciendo de tu sonrisa, nido de un enjambre de amor.
Pero hoy hay mucho cielo gris sobre mi cabeza
una nueva pandemia que nos venden
como otro fin del mundo de no sé
cuál dios furioso y atormentado.
Abuela, nos hace falta tu corazón como bunker
para salvarnos de la tristeza, esa otra enfermedad
que padecemos quienes vemos palabras volar
por encima del sol y somo incapaces de salvarlas
por eso las vemos quemarse cuando
no pueden ser parte del verso que te escribo.
Pero que bueno que te hayas ido
porque si no estaría yo recogiendo
todas las recetas universales para sobrevivir
y te las pondría al lado de tu café
para que te las tomes viendo tus novelas
y así custodiar tu risa para que ningún virus
pudiera infectar la alegría que golpeaba mi pecho
cada vez que levantabas la mirada y me eternizabas
en tus ojos de terciopelo y astrolabio.
Hoy, Lula es otro día de cuarentena
que contamos haciendo inventario
de latas de comida por si el fin del mundo
nos toca la puerta nos encuentre sin hambre.
Qué bueno que te fuiste a descansar
tu siesta de la eternidad,
solo te pido que no despiertes
porque el aire está enfermo
y yo no podría negarte un abrazo.
Inédito
Poema escrito en tiempo de pandemia después de leer a Eduardo Galeano y sus pájaros prohibidos
Nosotros también estamos presos Eduardo.
Somos confinados del miedo
que transita las calles
después del toque de queda.
Dicen que una pandemia asolará
las calles y encenizará los juguetes
y ya los niños no sabrán que jugar
es un poema que viene
con ellos desde el útero.
Eduardo, también nos han quitado
el permiso del abrazo,
la peste nos hace a todos sospechosos
de traer la muerte apretada
entre los dientes y por eso
ahora nos cubrimos la boca
no vaya a ser que al decir “Te amo”
sentenciemos a muerte el amor.
Hemos decidido ocultarnos hoy
de la pandemia reina del desasosiego.
Las risas infantiles se han quedado
detrás de la puerta que nos aleja
del mundo y nos creemos a salvo Eduardo
cuando sabemos que la muerte
puede entrar por la ventana
disfrazada de bala perdida.
Si, lo sé querido amigo
que las pandemias fueron traídas
por los mismos que nos ofrecen
la cura que guardan en sus bolsillos.
Pero hay otras pandemias
que son más crueles,
y tú lo sabías bien que estas sobreviven
una eternidad sobre la tierra
porque no hay cura para el odio
ni una vacuna para el hambre.
Eduardo, a nosotros también
nos han prohibido los pájaros
antes de que esta reina nos quitara la libertad.
Inédito
DE REPENTE SIENTO UN ESPACIO HONDO
dentro del pecho, aquí a mi lado por saberte ausente
ajena a mis manos huérfanas de tu cuerpo.
Entonces se llenan todos los ojos de tu mirada
y cada transeúnte tiene un hálito de ti.
Me toca recoger aquellos versos encendidos
que te servían de faro de brújula de estrella náutica
aquellos versos que te inventé una noche
por tenerme bajo el peso de tu boca
por necesitarte hundida aquí en mi carne
por sentir el suave ritmo de tus caderas volando en mi
por beberme toda el agua de tu fuente.
Después de tus huellas qué mundo más triste es el de los pájaros
que no encuentran la ruta al sur de tu cuerpo/cielo.
Dime, dónde encuentro tu sombra
dónde cuelgo mis ojos dónde dejo mi hambre y mi sed
cuáles pájaros azules abrazarán este poema
dime dónde hallo tu hombro y tu cintura
dónde entierro mi boca para que nazcan tus besos.
De Bajo la sombra de las palabras / 2011 (Rev. 2023)