Presentamos en la revista Trasdemar una muestra poética de Antonio Arroyo Silva (La Palma, 1957) miembro de nuestro comité editorial. La selección pertenece al libro “Las horas muertas” XXXVIII Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez
1.- CALLE DE LAS HORAS
1
Irremediablemente, estar
cuando nada es preciso. Tomo
la carga de lo inútil, planto
algo irreconocible, le doy nombre
secreto a un día fuera de los siete
acostumbrados. No quería ser
el dedo ni la llaga bajo el palio
de luz de inmensas catedrales,
pero así son las cosas
de los iconoclastas de Bizancio.
8
Crujen las articulaciones del
efímero animal que baja y nadie
ve, moviendo el rabo
entre la multitud que camina
o se sienta y extiende como un biombo
el diario. Crujen como si una avispa
se fuera a hospedar en el tembleque
de las taladradoras. Y nadie escucha
esa voz supurando
dentro de cada cual. Cada amargura
está servida: mucha azúcar
en tan poco café. Pero, a veces,
al fondo de la taza, se refleja
el viejo rostro de animal que somos.
18
VIBRACIÓN
A Luis Ángel Marín
Vibran las alamedas. La suerte
está echada. La suerte, no el azar:
la suerte es un pasquín anunciador
de su opuesto; el azar, lo que no toca
ni en mil vidas que tengas. Vibran las
alamedas y nadie lo percibe.
Solo un perro y un poeta que son menos
que nadie…
Pero cómo no escuchar
el canto de la luz, la sinestesia
de un pájaro encendido por encima
de las voces del mundo.
29
Nada pasa, tal vez el tiempo pasa
o tal vez, simplemente, ocurra, como
la misma flor que se marchita noche
tras noche en el jardín para mañana
florecer nuevamente. Nada pasa.
Nadie camina ahora por la calle,
solo un gato y tres hilos de luz.
Mis horas muertas juegan al ahorcado
con el insomnio. El pez, desde la altura
remota de algún astro, vela por mí.
2.- TRAZOS
UNO
«Me limito, pues, a decirte que estoy en un buen lío».
Óscar Domínguez
A Octavio Pineda
Sobre el vestido blanco, lamparón
de desnudez. No brota del arcano
como un escrito apócrifo del Mar
Muerto; pero esa imagen tan abstracta
no viene de penumbra alguna, sino
del exceso de luz que inunda el ojo
con las horas extintas. Imagínate
una pintura de Óscar Domínguez
sobre un vestido blanco y entenderás
por qué ruge el león de medio lado.
SEIS
Mark Rothko me destierra a las llanuras
del color. Esa puerta de amarillo,
magenta y oro cierra desde dentro.
Y desde dentro miro el trigo, cruzo
la línea del agua, su humedad
imposible, heredera no sé
de qué humano deseo. Tú me esperas
detrás, pincel en mano, trazo firme
del cantor desdoblándose insondable.
DIEZ
El mío, el de esa calle, el que no sé
y en mil años de intento no podría
apenas esbozar. Ese es mi trazo
sobre el lienzo rugoso de la vida,
el lienzo de mis horas muertas. Esa
manera de matar el transcurrir
del tiempo y sus pequeñas circunstancias.
Óscar Domínguez, Van Gogh, Kandinski,
Tàpies, Rothko, Edward Hooper, Pollock y
la forma que no quiere ser
definitiva flor.
3.- OBERTURAS DEL CANTOR
NOS SECUESTRAN,
nos dejan en un hoyo con las manos
atadas, un revólver apuntándonos
a la sien, el machete casi a punto
del corte decisivo. Nos secuestran,
nos ponen de puntillas, boca abajo,
en pie, fusilamiento pelotón
nos amagan, nos desdoblan, nos revuelven
la lengua, nos deslenguan las palabras.
Nosotros le cantamos al abandono,
le cantamos al mal para espantarlo
aunque vaya la vida en ello, aunque
la vida nos la quite el sicario de turno
o esa desolación de vernos solos
cuando el depredador llega
en el crudo silencio de una nota.
El precio del rescate solo tú
puedes pagarlo, «hypocrite lecteur».
4.- LAS HORAS DE SWANN
LAS HORAS DE SWANN
En las horas de Swann, las burguesas
horas frente a la taza
—la magdalena audaz se le coló
hecha un cristo a su cárcel—, los tediosos
maitines de subirse al tiempo. El punto
al que miran sus ojos de cernícalo
se viene al tintineo de la cuchara,
busca la claridad al diluirse
el azúcar y el poso que contiene
la roja oscuridad del té. El rito
del tedio está servido. Pero la prisa
– ay, la prisa —. Raíz le viene
al árbol de la Mente.
…
PERO NO SABES QUE
El libro de (mis) horas nada
en la marea tibia del té.
Quizás sea mentira de un bandido
que se solapa en cálculos biliares
para que todo cuadre. Pero no,
fuimos gente normal que dejó
el sueño y se plantó en el fango
mismo de la pregunta.
Estuvimos en ti,
calle de la soledad,
donde crece el manzano
de la imaginación. Estuvimos
en el instante justo del trazo
multiforme de ásteres sobre telas
de araña.
Estuvimos a salvo y en
la línea de fuego de las nomeolvides,
sin saber que
todas las horas muertas de la vida
nadan en la marea tibia del té.
©Antonio Arroyo Silva
Antonio Arroyo Silva. Nacido en Santa Cruz de La Palma en 1957, es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de la Laguna. Ha sido colaborador de revistas nacionales e internacionales. Ha publicado libros de poemas: Las metamorfosis, Esquina Paradise, Caballo de la luz, Symphonia, No dejes que el acróbata, Sísifo Sol, Subirse a la luz. Antología esencial 1982-2014, (español-rumano), Poética de Esther Hughes, Mis íntimas enemistades, Ardentía, Fila cero, Bahía Borinquen y Química del error (en imprenta). Las plaquettes Material de nube y Un paseo bajo los flamboyanes. En ensayo, La palabra devagar. Ha sido traducido al portugués, al rumano y al inglés Ha participado en varios festivales internacionales de poesía como la «XXII Cita en Berlín», invitado por la Universidad Humboldt como representante de NACE. Es miembro de la Nueva Asociación Canaria de Escritores (NACE). Participó en el Festival Internacional de Puerto Rico, 2019. Premio Hispanoamericano de Poesía «Juan Ramón Jiménez» 2018 por Las horas muertas.