Presentamos en la Revista Trasdemar una muestra poética de la autora Josefa Molina Rodríguez (Gáldar, 1969) Escritora y periodista. Miembro fundador y presidenta de la Asociación de Escritoras y Escritores ‘Palabra y Verso’ y directora de la charla literaria ‘El Ultílogo’. Directora del programa de radio ‘De la Palabra al Verso’
Días de lluvia
Me gustan los días de lluvia. Esa cadencia pasmosa de resbalar las gotas en la cristalera casi como si temieran el inevitable final de una promesa.
Me gustan las tardes de otoño, el empeño ansioso de las hojas que se suicidan, la soledad de las palomas en los parques, la tristeza infinita de unos columpios que han perdido todo objeto de existencia.
Son estos los días en el que el tiempo se reduce a un toc toc de agua en el tejado pidiendo permiso para entrar para acomodarse a tu lado, y tú casi sientes pena por impedirle ocupar un asiento frente a la televisión.
Son estas las horas en los que la piel se acelera y rememora las caricias de antaño, que anhela los labios con sabor a deseo.
Me gustan los días de lluvia en los que la vida se desliza como si el universo estuviera concentrado en cada lágrima descendente y hasta las cortinas parecieran danzar lentas al compás de la música de la naturaleza.
Afuera suenan pasos apresurados. Los caminantes huyen de las aceras mojadas. La vida se refugia tras las puertas cerradas y, sin embargo, a mí me gusta dejar entrar las caricias húmedas de la brisa.
Sí, definitivamente, me gustan los días de lluvia, esa cadencia pasmosa de las gotas descendiendo por las cristaleras…
Habías olvidado
A Baltasar Espinosa, poeta galdense,
con absoluta devoción
Habías olvidado
el rítmico sonido
de las olas,
la suave caricia
del viento
Habías olvidado
la humedad en la piel,
la sal en los labios
Habías olvidado
la reconciliadora sensación
de paz,
el rumor en el silencio
Habías olvidado
el azul que te engulló un día,
el disimulado sigilo de la gaviota
Porque no querías volver,
nunca más regresar,
junto al mar
donde quedó tu infancia
Sangre
Me huele la carne a sangre
Suspiros líquidos que se pierden
entre mis piernas
Me huele la piel a vida
Quebranto mudo de mis vísceras
Me huelen las manos
a coágulos de nada
Grupos de no nacidos
Limbos de seres inciertos
Ovarios que se limpian
y reverdecen
Me huele la boca a
saliva húmeda
dientes que aprietan y duelen
castigo de hormonas en ebullición
Me huele el cuerpo a sangre:
un nuevo ciclo lunar recorre mis venas
No temo
No temo los silencios
de los postigos cerrados
Ni las cancelas echadas
Ni los armarios clausurados
El sueño no tiene barreras
como tampoco lo tiene el amor,
ni el desaliento
También las fronteras se forman entre las manos,
tanto las propias
como las ajenas
No temo los soplos salados
ni la negritud de la noche
También la pasión tiene por cómplice
el roce de la piel y los ojos cerrados
No temo la mentira
Ni la verdad encubierta
(Todas las realidades cambian según quien las mira)
No temo las arrugas
Ni el invariable clarear de mi melena
Tengo una hermosa colección de sombreros,
y todos los uso
El fin de la quimera
El ahogo del corazón
La ponzoña eternidad disfrazada de letras
A esos,
a esos, ¡sí los temo!
Porque sé, bien lo sé,
que este cuerpo no es más
que un esqueleto y un montón de pellejos.
Sudario
El sudario del tiempo
me arañó la garganta
Y ya no escupe más que
palabras repletas de nostalgias
Corre el reloj en la ventana
arrastrando sabor a despedidas
Las fotos son rostros de sombríos fantasmas
Las letras emborronan mi silencio
y todavía, ¡ay, estúpida de mí!,
creo que estoy viva…
En alguna cabina se durmió la locura.
Sigo
Sigo buscando entre las líneas
aquellos sonidos que un día alumbró este hastío
Continúo alongando mi cuerpo sobre el precipicio
en busca de un reflejo certero
Avanzo emulando
aquellos versos
que otras muchas
un día escribieron
Y también los veos
perdiéndose entre el
remolino ingrato
de la vasija
Cada mañana es un sueño
que se evapora lentamente
Casa instante una promesa
de algo que no pudo ser
Sigo macerando fracasos
y frotando mi ingenuidad
contra la lámpara
Mas no hay luces
que iluminen
ni premios dorados
que certifiquen
Que sigo alongando
mi cuerpo y buscándome
en el precipicio.
El limbo inverso del mañana
Quiero romper este silencio
Y gritar
Escupir al viento
Y que mi rabia vuele
Quiero desnudar mi cuerpo
Y dejarlo expresar
Revolcarse en la tierra
Y cubrirlo de hojas secas
Derrumbar las viejas leyendas
Destruir los mentideros
Recorrer el acantilado
en el borde del abismo
Sentir que vivo
Que no me traga el infierno
Que respiro sucio vendaval
Mestizo temporal
Huracán de vestigios
Límpida calma tras la lluvia
Quiero romper este silencio
Y grita
Desgarrar las entrañas
Y desparramar las vísceras
En el limbo inverso del mañana.
Costuras zurcidas
Se disfraza el tiempo
entre costuras zurcidas,
arregladas vestiduras
de vacíos y silencios
Se dispara la mente
tras una estrella perdida
resbalando la luna
de tu sonrisa a la mía
Se dibuja la textura
de la piel embrutecida
de tocar la tierra
que nos acunó un día
Se discurren las ideas
entre idas y venidas
Y mientras todo pasa,
pasa conmigo la vida
Por si me pierdo
Por si me pierdo
Marco muescas en cada hoja
Y abrigo cada árbol como si fuera el último
Deshabitado cada esquina
Y alumbro, uno a uno, todos los motivos
Por si me pierdo
Declaro por adelantado mi culpabilidad
No sea que después no recuerde
que he sido feliz y he vivido
Arropo mis recuerdos en cada línea
Y prometo colocar las fotos, algún día…
Por si me pierdo
Recuérdenme que creí
que me despojé de las dudas
que grité con mis hermanas y enarbolé consignas
Pero si me perdiera,
no permitan que mis ojos se cieguen
ni que mis oídos se vuelvan sordos
¡Queda tanto por lograr en este mundo inerte!
Y si de repente, me perdiera
Llévenme a la arena y a la marea
Las pardelas me chillarán
y yo les sonreiré con luz en los ojos
y quizás allí me encuentre
Pero, si me diera por perderme,
Perdónenme toda ofensa
Y respeten mi silencio
Ambos forman parte
de este incierto cúmulo
de huesos y sangre
Pero, si al final del todo
me perdiera,
búsquenme entre los dedos de mis hijos,
en sus mejillas, en sus abrazos
De allí, de allí
¡nunca me he ido!
Tentación
También tuve la tentación a resistirme,
a aventurar la palabra,
a descubrir la mentira
También pude correr detrás del espejismo,
robar el sonido
y pervertirlo en tu nombre
Mas no resistí el juego:
la mentira me ganó el pulso,
la falacia me enfrentó al espejo
La palabra me abandonó en la cuneta…
Desde entonces, cada noche,
los truenos aúllan sobre mis hombros
Josefa Molina Rodríguez (Gáldar, 1969) Escritora y periodista. Miembro fundador y presidenta de la Asociación de Escritoras y Escritores ‘Palabra y Verso’ y directora de la charla literaria ‘El Ultílogo’. Directora del programa de radio ‘De la Palabra al Verso’.
Como autora ha recibido la doble Mención honorifica en el I Certamen de Relatos Cortos organizado por el colectivo Tagoror, edición 2015. Finalista I Certamen de Relato Corto Pluma de Cigüeña, convocado por Piediciones, 2016. Segundo premio en el concurso de relato corto Espacio Ulises-Playa de Ákaba 2018. Finalista VI Premio Literario Multiverso 2019, con la novela corta ‘Ideales perdidos’ (Multiverso, 2020). Autora de los poemarios ‘Inflexiones’ (Playa de Ákaba, 2017) y ‘Los Versos de Las Caracolas’ (junto a la poeta Isa Guerra y el artista pictórico Felipe Juan, 2019). Autora en diversas antologías de narrativa y poesía editadas por Playa de Ákaba, bajo la dirección de Noemí Trujillo y Lorenzo Silva; participante en las antologías ‘Perdone que no me calle’ (CCC, 2018), ‘Mujeres 88 poetas canarias’ (AOC, 2017), Antología Sabor Gáldar (2018), ‘Escritos a Padrón’ (2018 y 2019) editado por la Casa Museo Antonio Padrón, Centro de Arte Indigenista, dependiente del Cabildo de Gran Canaria y antologías Jornadas Literarias en la Ermita (2018 y 2019). Colaboradora del diario Infonortedigital y de la revista de periodismo de género L&B Actual. Cuenta con un blog personal: josefamolinaautora.com.
La lluvia en una tarde de Otoño, llena de sutileza, se desliza por los rincones de la Nostalgia. Lindo, Pepa.