Dos cuentos selectos de Juan Nicolás Tineo

Juan Nicolás Tineo es cofundador de The Hispanic / Latino Cultural Center of NY. Inc., organización sin fines de lucro que promueve las culturas hispanas / latina a través de la literatura. También, desde el 2007 organiza la Feria del libro que lleva el mismo nombre de la organización. Su trabajo ha sido reconocido por oficiales electos y organizaciones comunitarias en la ciudad de Nueva York
Juan Nicolás Tineo (República Dominicana)

Presentamos en la revista Trasdemar una selección de cuentos del autor Juan Nicolás Tineo (República Dominicana) Escritor y maestro de español en la Ciudad de Nueva York, es profesor adjunto de literaturas y lenguas Hispánicas en Queens College. Egresado de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), en diciembre de 1992 emigró a Nueva York. Los cuentos pertenecen al libro Temporario (2008) y están incluidos en la versión en inglés titulada “The Three-Legged Cat and Other Short Stories” (2020)


¡QUÉ MOMENTO!


Guancho limpiaba y organizaba cosas debajo del fregadero. Vio un objeto metálico brilloso. Hizo un poco de esfuerzo, e inclinó su cuerpo para alcanzar los lienzos que lo habían ocultado por mucho tiempo. Los empuñó. Empezó a sangrar de su dedo índice. Lo chupó, pero no pudo detener la hemorragia. Se tiró al piso y le vino a la memoria el juego de cuchillos adquirido estando a punto de casarse…En aquel momento, preparándose para su nuevo estilo de vida, reordenó todo en el apartamento.
Parado de espaldas al ventanal de la calle, inspeccionó todo y empezó a mover cosas en la sala que había transformado en biblioteca y tomó tres libreros grandes y altos que alineados estaban, y los separó. Juntó el juego de muebles de tres piezas, color verde, de caoba antigua, que por años había mantenido disperso como si no le importara. Los colocó frente al televisor, de forma tal que pudiera ella recostarse en sus piernas, mientras disfrutaban de algún programa.
Por primera vez removió el polvo al escritorio de cristales que mantenía en el centro de la sala. Los diplomas de sus estudios, enmarcados, que decoraban todo el lugar, los desplegó hacia un rincón cerca del lado derecho de la ventana donde se había parado a hacer el plano de distribución de los artículos del hogar.
En aquel momento, a sus cuarenta años, examinó cada rincón para acomodarla y poder ajustarse a su nueva vida. Sentado frente al escenario, pensando en ella miraba el televisor y se dio cuenta que le hacía falta un tocador de DVD e inmediatamente fue en su búsqueda…
Guancho seguía en la cocina sujetándose la herida, él no podía olvidar que esa pieza metálica que lo estaba haciendo sangrar, era parte del juego de cuchillos, que al igual que el tocador de DVD había obtenido sumamente emocionado cuando quería dar un toque familiar al apartamento, que había alojado por ocho años sus hazañas de soltero.
Sentado en el piso, aún sangrando, se enfocó en aquel momento; el día en que tomó el soporte de madera, y los cuchillos debajo del mueble del fregadero —con la intención de echarlos a la basura— después de que su prometida se sintió rechazada, y en la intimidad lo dejó libre… y le recordó, cuchillo en mano, la noticia de Lorena Bobbitt.


WHAT A MOMENT!


Guancho was cleaning and organizing the cabinet under the sink, when he saw a shiny metallic object. With a little effort, he reached for the rags that had hidden it for some time. He grabbed them. He began to bleed from his index finger. He sucked on it, but could not stop the bleeding. He sank to the floor and remembered the set of knives he had ac- quired before he got married.
On the day of that purchase, he had been preparing himself for a new lifestyle, reorganizing the whole apartment. Standing with his back toward the window that looked out on the street, he inspected everything. He began moving things from the living room, which he had transformed into a library, and took three large, tall bookcases which once stood next to each other, and separated them. He joined the three green pieces of the living room set, made of antique mahogany, which for years he had kept apart as if he didn’t care. That day, he placed them in front of the television, in such a way that she could lie back and stretch her legs as they watched a show together.
For the first time, he removed the dust from the surface of the glass-fronted desk that he maintained in the center of the living room. His diplomas, framed, had decorated the whole room; that day, he gathered and placed them in one corner near the right side of the window, just where he had first stood to plan the placement of objects in his home.
Then in his fortieth year, he evaluated each corner as to how it would accommodate her, and to get used to the changes himself, as he prepared for a new lifestyle. Sitting in front of that panorama, thinking of her watching television, he realized that he was missing a DVD player and immediately went out looking for one.
But Guancho was still in the kitchen, putting pressure on the wound; he couldn’t forget that the metal blade that cut him was part of a set of knives that, like the DVD player, he had obtained, excited, when he wanted to give a comfy touch to the apartment that had housed, for eight years, his bachelor adventures.
Sitting on the floor, still bleeding, he focused on the day he took the wooden stand and its knives from underneath the sink – with the intention of throwing them out – after his fiancée felt rejected and, in a moment of intimacy, set him free… reminding him, knife in hand, of the news concerning Lorena Bobbitt.


LA ESTATUILLA

Marina llegaba del trabajo cuando atravesó la sala y, sin querer, topó un objeto con su brazo derecho, que sin vacilar fue a parar al piso.
Decidió recogerlo, apagar la música y tratar de ensamblarlo. De haber sucedido esto en la mañana, no habría tenido tiempo de arreglarlo, y se hubiera tenido que enfrentar a los regaños de su marido, pero como pasó en la tarde, tenía tiempo más que suficiente para levantar las pequeñas piezas.
Tomó un pegamento, y sin saber qué hacer, trató de ajustar las partes. Preguntándose ¿cómo empiezo, si no sé qué era?
Esto no pasaría si el piso no se moviera tanto. Uno pisa y es como si un luchador de Sumo estuviera practicando; todo se mueve. Cuando hacemos el amor, Rigo tiene que moverse suave; mis gritos puede que se escapen a la calle por las rendijas, pero el sonido que produce la cama lo sien- ten los vecinos. En más de una ocasión, le había dicho la señora a mi esposo: “I know that you just got married, please tell your wife to take off her boots when walking around in the room”.
¿Qué me quite las botas?, me dije. Estoy cansada de restringir hasta la expresión sublime de mi placer. De tener que caminar en mi casa como si estuviera ausente.
La señora logró calmarse, tomó una parte de donde salía la música, y continuó su monólogo. Mi marido, es uno de esos hombres de los que cada cosa tiene que estar en su lugar. Las sábanas, toallas, camisetas y calzoncillos blancos, separa- dos de los de color. El baño debía estar nítido siempre, por si algún amigo o familiar venía a visitarlo, cosa ésta que casi nunca pasa en este país. Pero así es él, y como lo quiero tanto debo tener cuidado con la más mínima cosita. Caminar con cuidado por el piso, restringirme a la hora de hacer el amor, y componer todo en el apartamento, como si él, aún viviera solo.
Antes yo había roto algunas cosas… recuerdo el marco de un cuadro con el único retrato que guardaba de su padre, y lo pude resolver fácil. Pero de esto, sólo sirve la cajita de música y un botón, que cuando cayó el objeto tuve que presionar para acabar con el escándalo. Una música que casi me vuelve loca, que seguía y seguía.
Tomé otra pieza que decía Bourbon St., parecía un letrero; le unté Crazy Glue y la adherí a un pedazo semejante a un poste. Luego encontré un farolito. Seguí tomando y pegando partes para formar un muñeco que representa a un moreno vestido con pantalón corto y una camisa azul, y con muchos collares en el pecho que simulaba tocar un saxofón. Sonó el teléfono.
—¿Está Rigo?
—No, no se encuentra. No demora en llegar.
—Yo soy El Nano, su amigo de España.
—¿El que lo visitó el año antepasado?
—Sí, él mismo. Cuando llegue, dile que lo llamé para decirle que estoy de vacaciones en su país y que lo llamaré luego. Adiós.
Rigo me había hablado de ese amigo de España, el barcelonés sesentón, amante del placer y la buena vida, que en el dos mil cuando vino a New York visitaba diariamente las Torres Gemelas, como si no hubiera otra cosa que ver en una ciudad tan interesante. Y cuando volvió en diciembre del dos mil uno, en el lugar, sólo quedaba un hueco.
En el dos mil cinco, el Español visitó un lugar que no recuerdo el nombre, pero que tocan jazz y hacen un gran festival. Quería ver eso de que las mujeres se levantaban las blusas, enseñaban el pecho y como gratificación les tiraban coloridos collares.
Por un rato, dejó Marina de observar el muñeco que tanto trabajo le había costado armar. Lo tomó y pasando sus dedos por el borde sobre la base trató de interpretar las letritas. Se puso los espejuelos y empezó a leer, New Orleans Jazz de un lado; y del otro; Happy Mardi Gras.
Exaltada, pronunció en voz alta; ese español está maldito; ahora no llega Rigo. Y soltó el objeto que se desgranó nuevamente sobre el piso de madera.
Tomó el teléfono, buscó una tarjeta prepagada, no le quedaban minutos; siguió buscando, hasta dar con una que tenía cinco minutos. Marcó a sus familiares en la República Dominicana, trató, volvió a marcar y el número siempre ocupado. Rigo no llegaba.


Juan Nicolás Tineo nació y creció en Mao, la República Dominicana. En diciembre de 1992 emigró a Nueva York. Es maestro de español en la Ciudad de Nueva York y es profesor adjunto de literaturas y lenguas Hispánicas en Queens College. Es egresado de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) con una licenciara en Educación Mención Filosofía y Letras (1992). Acrecentó sus estudios con una maestría en Educación en Queens College (2005) en el programa Hispanic Languages and Literature; otra maestría en el 2016 y en el 2018 un doctorado en el programa Latin American, Iberian, and Latino Cultures en el Graduate Center (CUNY).
Ha publicado los poemarios Pinitos (Editora Búho, 2006), Versos en cautiverio (Editora Búho, 2006) y Atrapado en la noche (2011) publicación simultánea de El Barco Ebrio (New York) y Editorial Homo Scriptum (México); la novela Perros Sueltos (Editora Búho, 2006); la colección de cuentos Temporario (Urpi Editores, 2008), Trapped in the Night / Atrapado en la noche (Junitrod, 2020), The Three-Legged Cat and Other Short Stories (Junitrod, 2020).
Su trabajo ha sido incluido en importantes publicaciones: los cuentos “El gato de tres patas” en la revista Letralia No 186 (mayo 5, 2008) y “Preocupación” en Puente: Boletín informativo del Comisionado Dominicano de Cultura en USA (agosto-octubre, 2006). El ensayo “Tiempo Muerto: Evidencia de la resistencia cocola en La narrativa de Avelino Stanley” (Editora Búho, 2006). También, los poemas “Mi exilio se parece a mí”, “Luna”, “Mirada isla hacia la bahía”, y el cuento “Mujer lechuga” en Nostalgias de Arena: Antología Escritores Comunidades dominicanas en los Estados Unidos (2011). Los poemas “Prórroga”, “Hasta en los buenos días alguien muere” y “Errante” en Revizion: A Zine on Writing at Queens College (primavera, 2008). Además, los cuentos “La familia Mehir” en Ventanas navegables, I: 62 escritores dominicanos de la diáspora (2016), “Y2K” en Trazos: Revista Literaria y cultural (2016) y “Asunto de sobrevivencia” en Enclave N⁰ 2 (primavera, 2013), revista de creación literaria en español del Centro de Estudios Graduados (CUNY).
Tineo es cofundador de The Hispanic / Latino Cultural Center of NY. Inc., organización sin fines de lucro que promueve las culturas hispanas / latina a través de la literatura. También, desde el 2007 organiza la Feria del libro que lleva el mismo nombre de la organización. Su trabajo ha sido reconocido por oficiales electos y organizaciones comunitarias en la ciudad de Nueva York.

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