Presentamos en la Revista Trasdemar la entrevista con la autora Catherine Boudet a quien agradecemos su colaboración en nuestra encuesta internacional dedicada a la insularidad
La identidad es algo que va en contra de la realidad insular, porque como isleños, es la isla nuestro punto de referencia común, mientras la identidad es una construcción social cuyas bases son ficticias y contingentes. La identidad es divisiva, nos separa del otro, mientras la isla es lo que nos reúne a todos en su territorio, su matriz.
CATHERINE BOUDET
La isla como espacio de creación
¿Qué representa la insularidad para su génesis como autora? Háblenos de su experiencia creativa en el ámbito de la escritura: ¿cuáles fueron los orígenes de su proceso de producción literaria?
Para mí, la insularidad es una totalidad ontológica. La isla forma parte de mí como yo formo parte de la isla. La génesis de mí como ser humano y poeta es indisociable de la insularidad porque la isla es la cuna o la matriz a partir de la cual ha empezado y ha madurado mi experiencia humana. Es la tierra nativa de la isla lo que me ha dado el sabor a la vida, por su belleza y los colores inigualables de su naturaleza, pero también por la ferocidad del ambiente natural – los ciclones, el volcán – que enseña la necesidad de siempre anticipar los riesgos inherentes a la existencia y ser listo para toda eventualidad.
También es por la isla que me ha venido el gusto de la poesía. Los primeros poetas que leí fueron los poetas reunionenses de la época de la colonia en el siglo XIX, como Evariste de Parny (1753-1814), Charles-Marie Leconte de Lisle (1818-1894), Eugène Dayot (1810-1852), Auguste Lacaussade (1815-1897).
Empecé a escribir poemas en secreto a los 14 años, tras leer una antología de poemas, regalada por mi papá, y dedicada a los poetas de la isla nativa. Fue mi Biblia personal durante muchos años, junto al libro “Poemas bárbaros” (1862) de Leconte de Lisle. En esos poemarios, se confundieron en mí el amor a la isla y el amor a los poemas. El ámbito de la poesía y el ámbito de la isla eran congeniales. La estética de la isla y la estética de la poesía me parecieron como indisociables.
La isla como lugar de influencias
¿Cuál es su relación literaria con la experiencia de la insularidad y las influencias recibidas de la tradición o las tradiciones culturales de su lugar de origen?
La corriente poética del Parnasse, del cual Charles-Marie Leconte de Lisle fue el líder, fue mi primera y mayor influencia poética, la cuna inicial de mi forma de pensar y escribir. No fue solamente un molde o modelo estético, sino que también me impartió una forma de esperanza, un abrigo contra las dificultades de la vida, una manera de sobrevivir al exilio, una determinación.
Mucho más que una corriente estética o literaria, el Parnasse era para mí una posibilidad ontológica. Lo más significante para mí en la escritura del isleño Charles-Marie Leconte de Lisle, fue la exploración dentro de las mitologías de varias partes del mundo, del Medio Oriente, de Polinesia, de Noruega o de la India. Los poemas mitológicos me hicieron viajar con la imaginación antes de hacerlo con el aeroplano. El movimiento poético del Parnasse y la escritura de Leconte de Lisle en particular no solo fueron el guion inicial de mi interés por las otras culturas del mundo, sino también el inicio de una metodología personal para desarrollar una hermenéutica de los textos literarios y religiosos de culturas ajenas.
Cuando adolescente fui a estudiar a México, fue el amor a la poesía que me dio motivación para aprender el idioma y así descubrir a los poetas hispanoamericanos. Fue para mí un encanto descubrir en mis libros de escuela las poesías en castellano del cubano José María de Heredia y Campuzano, precursor del romanticismo en México, que era el primo del José María de Heredia que yo había leído en francés, miembro de la escuela del Parnasse y de la Academia francesa. Mis poetas preferidos fueron Sor Juana Inés de la Cruz, el mexicano Jaime Torres Bodet y el chileno Pablo Neruda.
También el ámbito de la poesía hispanoamericana constituyó una prolongación de mi interés por las mitologías y las cosmogonías con el estudio de la poesía indígena prehispánica, que sea maya, quechua, azteca o incaica, como el Popol Vuh, la Araucana, el Ollantay o el Chilam Balam, y los escritos de los cronistas de la conquista como Fray Bartolomé de las Casas y Fray Bernardino de Sahagún. Así la poesía fue para mí un vínculo con lo desconocido.
La isla como proyecto cultural
¿De qué modo considera el valor de la isla o del archipiélago en su propia cosmovisión literaria? ¿Qué opina acerca de las semejanzas y los parentescos entre su lugar de origen y otros territorios insulares?
Así como fue la isla la cuna de mis percepciones del mundo y de una ontología personal, también constituyó el cuadro hermenéutico inicial de mis reflexiones.
Pero para mí, la isla no ha sido proyecto cultural sino proyecto político. Del punto de vista cultural, la isla es un dado existente y tangible, “una evidencia con el agua alrededor” como lo dice uno de mis poemas.
Pero del punto de vista ontológico y político, la isla era más bien un punto de interrogación. La insularidad me aparecía más como una pregunta, en relación con lo político: ¿Cómo es posible para el pueblo isleño ser dueño de su propio destino? ¿Por qué unas islas lograron la independencia al menos política mientras otras prefieren alienar su destino político a manos de los conquistadores continentales?
Lo que hay que crear a partir de la isla, no es obra de arte sino obra ontológica, y esto para mí no es cosa de identidad o de cultura sino proyecto político que abarca la comunidad isleña entera.
La obra de arte es re-creación, tiene sentido solamente si se convierte en el arbotante de la obra política del autor comprometido en favor de una ontología personal y colectiva. Lo que está en juego es el porvenir de la comunidad insular y su capacidad de destacarse del yugo de los continentes colonizadores para afirmar su modo particular de ser y de pensar.
La isla como punto de referencia
En su opinión, ¿el paisaje contribuye a la formación de una estética de la insularidad? ¿Qué aspectos considera más relevantes en la mirada hacia la insularidad desde la literatura o el arte?
La isla para mi es punto de referencia, pero en forma de punto de interrogación. El territorio insular rodeado del mar es la única evidencia para el isleño. Todo el resto es contingente.
El paisaje por su belleza y su configuración o más bien, su territorio delimitado por el agua marina, contribuye a una estética específica de la insularidad. Esta estética es lo que constituye el sótano de una hermenéutica para percibir y leer los fenómenos del mundo alrededor. La isla es el punto de referencia a partir del cual se desarrolla la comprensión del mundo, como la bija (semilla) de un mantra que todo lo contiene.
Es una lástima que este potencial de la insularidad haya sido desconsiderado aquí en Mauricio, donde el turismo y la economía han sido instrumentales en mantener formas de pensar y crear orientadas hacia el exterior, buscando validación de los centros continentales externos. Es una sociedad que ha dado la espalda a su condición isleña y que se ha pensado como una copia del mundo de los conquistadores, como un pequeño continente, no como isla con características y necesidades propias.
En vez de favorecer procesos indígenas de creación, nos conformamos con los modelos culturales, políticos y estructurales que fueron heredados de la colonización. La literatura mauriciana también ha sido víctima de aquel tropismo continental. Los autores locales que consiguen reconocimiento y consideración son los que han logrado publicar sus obras en las ediciones prestigiosas de París. A consecuencia de que son criterios editoriales ajenos los que definen los estándares de la literatura local.
Es la razón por la cual milito en favor de formas endógenas de pensar que sean más adecuadas a las realidades isleñas y no copia de los mundos continentales colonizadores, para restituir una mirada “desde” la isla y no “sobre” la isla. Es el compromiso en el que me he empeñado con mi “Manifiesto para arquitecturas mentales alternativas” (2013).
La isla como vía a la universalidad
¿Cómo le gustaría definir la identidad insular? ¿En qué medida las diversas formas de la movilidad humana, como las migraciones o el turismo, influyen sobre la creación literaria en las islas? Desde su perspectiva, ¿qué lugar ocupan las nociones de cosmopolitismo y universalidad en la cultura insular de cara al futuro?
La insularidad no es una identidad, sino una ontología. La identidad es una ilusión que tiene su importancia como vínculo para formar la comunidad, pero la identidad nos encierra en sus seudo-certidumbres, y también nos divide como seres humanos. De un cierto modo, la identidad es algo que va en contra de la realidad insular, porque como isleños, es la isla nuestro punto de referencia común, mientras la identidad es una construcción social cuyas bases son ficticias y contingentes. La identidad es divisiva, nos separa del otro, mientras la isla es lo que nos reúne a todos en su territorio, su matriz.
La cuestión es cómo las formas de movilidad humana se conjuguen con la insularidad para producir formas de identidad. Aquí en Mauricio, a pesar de ser conectados a los flujos humanos del turismo y de las migraciones, no se habla tanto de cosmopolitismo sino de interculturalidad.
En Mauricio, colonia de conquista poblada por sucesivas olas de migraciones venidas desde todos los continentes, el vínculo a los orígenes continentales sigue muy fuerte como base de las identidades étnicas, las cuales han sido además politizadas desde la época de la descolonización en los años 50 y 60, para asegurar una representación política a todas las comunidades étnicas en la nación independiente. Mauricio obtuvo su independencia de la corona británica en el año 1968 tras un proceso de descolonización pacifico, y con un modelo político que acomodaba las diferencias culturales y étnicas (la Constitución del 1968 reconoce cuatro comunidades étnico-religiosas definidas por su origen histórico y geográfico: hindús, sino-mauricianos, musulmanes y ‘población general’ o descendientes de europeos y africanos). Es una democracia de compromiso político y social que dio lugar a prácticas de interculturalidad todavía muy vivas.
El modelo nacional intercultural llamado ‘Mauricianismo’ conjuga dos facetas: la identidad étnica y la identidad nacional. El Mauricianismo es cohabitación de las varias culturas y comunidades dentro de un mismo marco nacional en forma de arco iris. Así la interculturalidad se presenta como el contrapeso al potencial divisivo de las identidades étnicas.
Pero la interculturalidad de manera subterránea ha fomentado la perpetuación de los aspectos divisivos de la cohabitación étnica, los cuales tienen una importancia estratégica en la política. Se ha dado tanta importancia al modelo político de interculturalidad que hemos sido obsesionados por las identidades y la afirmación étnica.
A consecuencia de eso, el espacio geográfico y mental de la isla está saturado por lo político y lo étnico-religioso. La literatura mauriciana se ha empeñado en denunciar los aspectos divisivos y la violencia social inherente a la cohabitación de culturas, a tal punto que los autores están encadenados en esa obsesión por lo étnico y lo intercultural. Es todo el proceso de creación que es secuestrado en la cárcel de la identidad étnica.
Eso ha resultado en lo que he llamado un “oscurecimiento de la perspectiva ontológica”, una dificultad para vivir su interioridad, para pensar su condición de ser humano fuera de los marcos de la etnicidad y de la religión.
Por eso me he empeñado en promover la necesidad de un pensamiento endógeno para la isla y la importancia de “arquitecturas mentales alternativas”, o sea formas alternativas de pensamiento y de acciones cívicas. Nuevas arquitecturas mentales, endógenas, que restituyen a los insulares la posibilidad de pensar el mundo de una manera más autónoma, tomando una distancia epistemológica con los discursos hegemónicos especialmente los venidos de fuera.
Este compromiso no se ha quedado al nivel de la escritura poética, sino que siempre me he esforzado de ponerlo en práctica en mi escritura de científica y de periodista, y en mis acciones cívicas, para devolver un poder ontológico a los isleños y para difundir formas alternativas de pensar y de actuar en el espacio público.
Catherine Boudet. Poeta, periodista e investigadora especializada en procesos democráticos y de construcción nacional en Mauricio. Nacida en 1968 en la isla de Reunión, reside actualmente en Mauricio, tiene un doctorado en Ciencias Políticas por el Instituto de Ciencias Políticas de Burdeos (Francia). Colabora de forma habitual como analista política en los medios de comunicación mauricianos.
Ha publicado diez poemarios, entre los cuales pueden citarse Nos éparses nos sulfureuses (Nuestras dispersas nuestras sulfurosas), prologado por Ananda Devi y publicado por la editorial Acoria en 2010, Les laves bleues [Calligraphie des silences] (Las lavas azules [Caligrafía de los silencios]), que ganó el Gran Premio de Poesía Joseph Delteil en 2012, y Bourbon Hologramme (Holograma Bourbon), editado por L’Harmattan y que recibió el Premio Fetkann en 2013. Ha publicado también poemas en varias revistas de poesía en Francia, Mauricio y Bélgica.