“En las islas, de forma inevitable, se encuentra una literatura que habla del mar” Rubén Mettini

La Revista Trasdemar prosigue la estela de las revistas de vanguardia, que a lo largo del siglo XX realizaron encuestas a creadores de la época para favorecer el debate y el diálogo en el panorama literario y cultural
Rubén Mettini (Fotografía cortesía del autor)

Presentamos en la Revista Trasdemar la entrevista con el autor Rubén Mettini (Argentina, 1948) a quien agradecemos su colaboración en nuestra encuesta internacional dedicada a la insularidad

En cambio, la migración hacia las islas, sobre todo los migrantes de países de lengua castellana, sí tiene un papel decisivo en la cultura insular. Tanto en Tenerife como en Gran Canaria he conocido escritores de Venezuela, Cuba, Colombia, Uruguay o Argentina –también de la península, por supuesto– que se han sumado sin reservas a la cultura de las islas y participan activamente.

RUBÉN METTINI

La isla como espacio de creación

¿Qué representa la insularidad para su génesis como autora? Háblenos de su experiencia creativa en el ámbito de la escritura: ¿cuáles fueron los orígenes de su proceso de producción literaria?

Comencé a escribir activamente al emigrar de Argentina. La cuantiosa cantidad de cartas que escribí desde mis estadías en Nápoles, Varsovia, Estocolmo, Bilbao y, finalmente, Barcelona afirmaron mi convicción de que podía hacer literatura. Hay que tener en cuenta que cuando emigro ya cuento con la marcada influencia de autores argentinos, como Borges, Bioy Casares, Cortázar, Oliverio Girondo, Marco Denevi –la enumeración es limitada– y, naturalmente, de todos los autores de boom latinoamericano, que se leyeron tanto a partir de la década de los 60 del siglo XX. 

Salí de Argentina en el año 1974 con muchas lecturas y un título de Licenciado en Economía, pero tenía claro que quería dedicarme a algo relacionado con el arte o la literatura. En el año 80 empecé la licenciatura en Literaturas Románicas, en la Universidad de Barcelona. Al asistir a las primeras clases, me di cuenta de que era el lugar que había buscado desde hacía más de 10 años. Tuve la suerte de estar en contacto con grandes profesores. Jaume Vallcorba-Plana, además de darme a conocer la poesía medieval catalana y valenciana, me propuso la traducción de La carne, la muerte y el Diablo en la literatura romántica, conocido como «el Praz», un estudio sobre el romanticismo decadente que incidió mucho en mi literatura posterior. Conté con Isabel Riquer –Martín de Riquer aún corría por los pasillos de la universidad ya jubilado– que fue amiga y me iluminó sobre trovadores. Josep Maria Todó me introdujo en los Estudios Literarios. La brillante Victoria Cirlot, hija de Juan Eduardo Cirlot, lo sabía todo sobre la Materia de Bretaña, el rey Arturo y sus caballeros. Con ella entré en las novelas en verso en francés medieval. Y tengo que tener un reconocimiento especial para Rafael Argullol que, durante dos años, nos hizo pasear por la Historia del Pensamiento y la filosofía.

Cito a los más conocidos, pero esa década de los 80 en la Universidad de Barcelona fue brillante y resultaba imposible mantenerse indiferente a tantas influencias. Allí comencé con los primeros cuentos. Empiezo a escribir en lengua catalana. Un par de años después, mis primeras novelas son en esa lengua. En 1989 quedó finalista del premio de literatura erótica La sonrisa vertical, que convocaba Editorial Tusquets. Un año después edito ese primer libro: 10+1 nits, donde invento una biografía apócrifa de Rudyard Kipling, durante 10 noches, intercalada con mitos griegos cargados de erotismo.

Así fue en Barcelona, donde desarrollé esencialmente la voz narrativa. De ese largo período de más de 30 años, en Cataluña, surgieron varias novelas y muchos cuentos, aunque mi acercamiento a la poesía había sido realmente limitado. En cada novela había una influencia diferente. En la novela histórica me marcó, como es inevitable, la escritura de Marguerite Yourcenar. Escribí literatura erótica influido por los autores franceses. Cuando me acerqué a historias de mujeres me resonó la voz de Marguerite Duras. La literatura femenina tuvo gran importancia en mi creatividad. En mi última publicación en 2017: Helena herida, narré la violación de una mujer y la elaboración del conflicto, contadas por ella misma. Mi próxima publicación, que aparecerá en junio del 21, editada por Ediciones Garoé, se llamará Innecesario e imprescindibles, un libro compuesto por diez relatos sobre historias de mujeres, basados en la pintura de Edward Hopper. Así las voces femeninas siempre estuvieron en mis lecturas y en mi creación literaria.

El detalle de mis diez novelas publicadas, una obra de teatro y dos novelitas cortas para el aprendizaje de lenguas puede verse en la breve biografía que adjunto.


La isla como lugar de influencias

¿Cuál es su relación literaria con la experiencia de la insularidad y las influencias recibidas de la tradición o las tradiciones culturales de su lugar de origen?

En una vida tan larga las influencias son literalmente innumerables: la música clásica, la ópera, el cine de todos los tiempos, pues soy un gran operista y cinéfilo, el ballet y la danza moderna, la pintura, la escultura, las instalaciones… Todas las formas de la creación artística tienen cabida en mí. Sobre las influencias literarias, repasando cada año de vida hallaría autores que me han dejado impronta.  

En mi lugar de origen, a mis 20 años, el existencialismo como filosofía dejó una huella que aún se mantiene presente, así Sartre, Camus, Gabriel Marcel y Ortega y Gasset no sólo eran lecturas, además sugerían modos de vida, con conflictos como el compromiso, la angustia, la libre elección, la percepción de la Nada… Aún hoy, ante un acto o una decisión, resuenan en mí las ideas de los existencialistas. En la literatura, tuve el placer de deleitarme con la lectura –tal como comenté antes– de Borges, Cortázar, Marco Denevi, Alfonsina Storni, Pablo Neruda, García Márquez, Carlos Fuentes, Vargas Llosa. La lista sería interminable. También mi generación leía mucho teatro en esa época.

En Cataluña y estudiando catalán se sumergí en la mayoría de autores en esa lengua. Con referencia a la poesía, dejando de lado los modernistas y novecentistas, hay un autor con una obra breve y una vida que terminó pronto: Gabriel Ferrater. No creo que él imaginara, al suicidarse a los 40 años, que tantos autores jóvenes posteriores seguirían su huella. Sin duda, fue un feliz hallazgo, en los 80, la poesía de Jaime Gil de Biedma, que aún oigo tras mis versos. Y alguien que cobró mucha fuerza con los años es el poeta Joan Margarit, que aún leo con deleite.

En 2013, ya terminado mi vida activa en Cataluña, me traslado a Canarias. Vivo, primero, en Tenerife. Leo todo lo que cae en mis manos, de autores muertos y vivos. Me influye mucho la poesía y caigo de lleno en ella, pues nunca había sido cuantiosa en mi escritura. Hay un poeta que para mí es un escritor sublime y que cada 15 días vuelvo a leer para descubrir nuevas interpretaciones: Pedro García Cabrera. De todos modos, reconozco que tuvo una larga vida que le permitió ir modificando sus premisas poéticas a través de los años. Hay dos autores, de ese movimiento de los años 30 en Tenerife, que son esenciales: Agustín Espinosa y Domingo López Torres. Espinosa es un autor desmesurado, nunca fue poeta, pero su novela Crimen y los artículos reunidos en Diario espectral de un poeta recién casado dan la pauta del enorme compromiso que el autor tenía con su prosa. Un poeta que me despierta fascinación por la manera en que hizo poesía de lo horrible de su prisión fue Domingo López Torres. Los poemas de Lo imprevisto me subyugan por ser fiel el autor a la estética surrealista y no contar casi nada de su triste condición. Pero lo cierto es que tanto Espinosa como López Torres murieron muy jóvenes y no tuvieron tiempo de mostrar la evolución de su literatura a través de los años.  

Me llamó la atención que un movimiento tan de vanguardia como el surrealismo tuviera tanta adhesión en Tenerife, con una visita de los grandes artistas franceses, en 1935, y una exposición de arte con figuras que pronto iban a ser muy famosas, mientras que los escritores de Gran Canaria parecen mantenerse al margen de estas vanguardias, interesados aún en el modernismo y en la poesía social.

En Gran Canaria, la poesía de Domingo Rivero es una de mis lecturas preferidas. El autor posee una obra reducida, escrita ya en su madurez, pero con una voz que me seduce por su profundidad. Comparto con Baltasar Espinosa la importancia que tiene la añoranza en la obra poética. En una reseña sobre uno de sus libros escribí: «Una y otra vez en sus poemas surge el tiempo como aniquilador de la vida. Solo queda refugiarse en los recuerdos para salvaguardar algo de lo vivido. En muchos momentos me ha parecido sentir entre sus versos la añoranza de su Gáldar natal, su mar y la geografía volcánica canaria»


La isla como proyecto cultural

¿De qué modo considera el valor de la isla o del archipiélago en su propia cosmovisión literaria? ¿Qué opina acerca de las semejanzas y los parentescos entre su lugar de origen y otros territorios insulares?

Buscar similitudes entre mi lugar de origen y las islas es una tarea inútil. Crecí en una ciudad donde para salir al extrarradio se requieren unas dos horas de viaje en coche. Cuando uno logra llegar a ese extrarradio, hay extensos territorios completamente desolados, como la Pampa o la Patagonia. El mar siempre está lejos. En la niñez y adolescencia hacíamos 400 km, cualquier fin de semana, para llegar a una playa del Atlántico. En Cataluña me fascinó la eterna presencia del Mediterráneo, cuando me movía por ese territorio siempre me preguntaba ¿dónde está el mar? como referencia, brújula o itinerario. En las islas las distancias son muy cortas, es imposible ignorar el paisaje, la cercanía del océano, todo eso que está tan vivo en los escritores canarios, pero yo llegué demasiado maduro a las islas para que este territorio me marque.

Aunque he leído mucha literatura isleña –tal como cité en los puntos anteriores– en estos siete años en que estoy vinculado a Canarias, mi cosmovisión literaria no ha cambiado por estar aquí. Sí, me interesan no solo los autores ya muertos, sino un puñado de narradores y poetas que están creando muy buena literatura en las islas y tienen voces de gran interés para mí. Citaría entre los consagrados a Cecilia Domínguez, Isabel Medina, Santiago Gil, Alexis Ravelo, Ernesto Suarez, Maite de Vega, Alicia Llarena, Ángel Sánchez, pero también se oyen voces más jóvenes que, lentamente, van marcando la literatura con propuestas estéticas muy diferentes, tales como Daniel Bernal, Daniel María, Yeray Barroso, Samir Delgado, Aida González Rossi, Andrea Abreu, Acerina Cruz… En fin, la lista sería interminable. He leído esencialmente literatura canaria en estos siete años y muchos son los autores que me han acompañado.


La isla como punto de referencia

En su opinión, ¿el paisaje contribuye a la formación de una estética de la insularidad? ¿Qué aspectos considera más relevantes en la mirada hacia la insularidad desde la literatura o el arte?

A mí particularmente el paisaje no ha tenido una marcada influencia en mi literatura. Debe de ser, probablemente, porque viví en ciudades, en diferentes países, y nunca tomé el paisaje como referencia, quizás porque mi literatura ha sido y es más psicológica o surrealista que descriptiva o cercana al mundo exterior. Además, porque mantuve separados mi vida personal que iba apuntando en obsesivos diarios y los temas literarios. Esos diarios manuscritos donde contaba mi vida, mis viajes, la presencia de las amistades, sin ninguna pretensión editorial, los pasé a Word y configuraron cuatro volúmenes con unas 2.500 páginas. Al margen, la novela y los cuentos los interpreté siempre como construcciones ficcionales, nada autobiográficas, diálogos entre escritoras y escritores. Por ejemplo, si leía a Kundera o a Mercè Rodoreda, sabía que en algún momento me inspirarían algún cuento, pero sin relación con mi vida. Me interesó sobre todo trabajar la estructura de la novela: paralelismos históricos, entrecruzamientos de relatos, narradoras que cuentan quizás mintiendo.

Sólo en los últimos años, trabajando a fondo la poesía apareció una necesidad más imperiosa de ser autobiográfico, de hablar de mi existencia y de mis reflexiones. Quizás solo sea porque uno acumula años y no quiere que el pasado se pierda en el olvido.

Quiero brevemente analizar la influencia que tienen sobre los escritores y los poetas los sitios en que he vivido. Entiendo que Buenos Aires sea una influencia inevitable, porque se trata de una ciudad que no puede ignorarse. La ciudad se impone y crea angustia, se vuelve muy comprensible escuchando las letras de los tangos y la importancia que tiene el psicoanálisis en esa urbe. Una ciudad que me fascina y me horroriza. Siempre repetí, tal como escribió Borges: No nos une el amor sino el espanto /será por eso que la quiero tanto.

En Cataluña hay una literatura muy ligada al mar y a la montaña. La mayoría de los escritores catalanes muestran una nostalgia, como si el paisaje estuviera lejos y se añorara. Y no se trata de escritores que escribieron como emigrantes. Nunca terminé de entender la razón de esa marcada «melancolía de la ausencia» que crea el Mediterráneo y los Pirineos.

Y en las islas, de forma inevitable, se encuentra una literatura que habla del mar, de los volcanes y de las formas geográficas, pero al margen de la presencia espacial hay aquí escritores intimistas, psicologistas, épicos, urbanitas, surrealistas, de narrativa o poesía social y podríamos seguir enumerando variaciones. En definitiva, no llego a descubrir pautas comunes en los escritores que he leído y conocido para determinar qué los hace isleños y no continentales.


La isla como vía a la universalidad

¿Cómo le gustaría definir la identidad insular? ¿En qué medida las diversas formas de la movilidad humana, como las migraciones o el turismo, influyen sobre la creación literaria en las islas? Desde su perspectiva, ¿qué lugar ocupan las nociones de cosmopolitismo y universalidad en la cultura insular de cara al futuro?

Desde mi punto de vista, el turismo no tiene ninguna influencia en la vida cultural de las islas. Sin duda, posee una decisiva importancia económica, pero no cultural. El ámbito de los turistas y de los isleños son territorios separados. Lo mismo ocurre en Mallorca o Ibiza. Nada de la cultura de las Baleares está marcado por el número desmesurado de turistas, especialmente alemanes, que visitan o viven en la isla.

En cambio, la migración hacia las islas, sobre todo los migrantes de países de lengua castellana, sí tiene un papel decisivo en la cultura insular. Tanto en Tenerife como en Gran Canaria he conocido escritores de Venezuela, Cuba, Colombia, Uruguay o Argentina –también de la península, por supuesto– que se han sumado sin reservas a la cultura de las islas y participan activamente. Hay que subrayar, además, la facilidad que tiene el canario para aceptar e integrar al forastero. Esas diferentes voces de la península y de los países latinoamericanos van sensiblemente modificando la escritura de las islas. De todos modos, me sería imposible cuantificar el grado de esa influencia.

Universalidad isleña

En este aspecto soy bastante escéptico. En Cataluña queda claro que una cultura regional, provincial o de una cierta comunidad autónoma siempre será eso: regional. Desde la perspectiva global o política una expresión cultural sin Estado, vista desde afuera, no tendrá nunca carácter identitario. Hace poco veía una entrevista al escritor argentino Ernesto Sabato, del año 1977. Había sido muy amigo, en París, de un artista español con tendencias suicidas. Se refería a Óscar Domínguez. En ningún momento mencionó que fuera canario.

Si un artista trasciende sus fronteras, así sea aragonés, andaluz o canario, con resonancias artísticas bien diversas, siempre será español. Durante la pandemia se hicieron muchos recitales literarios de poesía o microrrelatos, de forma virtual. En ellos participaban cubanos, colombianos o venezolanos, pero cuando se hacía mención de los canarios, después del nombre aparecía «español».

En el ámbito peninsular, sí, puede subrayarse la canariedad, pero eso no incide en la universalidad de la propuesta. Creo que el cosmopolitismo tiene que estar en la intención del artista –sea de literatura, danza, artes plásticas, etc.–, sin esperar que eso signifique un reconocimiento «universal» a su obra. Generalmente la universalidad nace a posteriori, cuando hubo un lapso de tiempo entre la creación y el reconocimiento y cuando, en general, el artista ya está muerto.

Me parece muy válido el intento de Trasdemar de relacionar autores peninsulares, canarios, latinoamericanos y africanos. Todas estas propuestas de poner en contacto gente de diferentes culturas y acercarlos a un posible lector virtual tienen peso, pero no debemos confiar en que este intento generará la universalidad de la cultura canaria. Lo más importante es ir creando, en cualquier campo, olvidando un poco la trascendencia de tal creación. Pensemos en Bach, en Van Gogh y en Kafka, por citar tres nombres apenas. Ninguno sospechó que tendría la enorme trascendencia que el tiempo le otorgó.


Rubén Mettini (Argentina, 1948) Es licenciado en Filología Románica por Universidad de Barcelona. Da clases de lengua para extranjeros y coordina talleres de Escritura Creativa. Dictó cursos de didáctica de la lengua y la literatura para profesores. Ha colaborado elaborando informes de lectura para varias editoriales. En la actualidad coordina clubes de lectura en diversas bibliotecas. Publicó varias novelas, entre ellas De vidas encastradas y Baile de máscaras. Ganó el Premio de Teatro Ciudad de Alcoy con el texto teatral Birds in the night. También ha escrito y publicado novelas cortas de lectura fácil para extranjeros. Su trabajo como traductor es extenso, traduciendo del inglés y del italiano al castellano y al catalán. Para la editorial Acantilado tradujo La carne, la muerte y el diablo en la literatura romántica de Mario Praz. Desde 1999 hasta el 2001 realizó informes de lectura para la editorial Seix Barral. Desde el 2001 hasta el 2005 realizó informes de lectura para las editoriales Muchnik, Empúries y Diagonal, del Grupo 62, y para la editorial La Campana. Impartió en el 2011 un curso de Literatura universal y catalana a la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia), de Canet de Mar. También coordinó Clubs de Lectura en la Biblioteca de Canet de Mar y en la Biblioteca de Sant Andreu de Llavaneres. En la actualidad está jubilado y vive en Gran Canaria.

Un comentario

  1. Magnífica reseña personal de una vida nutrida de cultura, literatura y vivencias.
    Rubén Mettini, además de ser un colega a quien admiro, es mi amigo, doble regalo.

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