Desde la Revista Trasdemar celebramos el aniversario natalicio del poeta canario Pedro García Cabrera, exponente de la generación surrealista de la II República y autor destacado de la poesía insular del siglo XX. Nacido en la isla de La Gomera el 19 de agosto de 1905, precursor de la vanguardia literaria y artística, componente de la Revista Gaceta de Arte. Autor de libros influyentes de la lírica canaria, desde su primer libro “Líquenes”, pasando por “Dársena con despertadores”, “Transparencias fugadas”, “Elegías muertas de hambre” (Adonais, 1975) y “Entre 4 paredes” o “Las islas en que vivo”. Deportado por el franquismo en Villa Cisneros como prisionero de guerra, huyó a Dakar y Marsella, regresando como jefe de destacamento en el servicio de información del Ejército Popular. Durante la Dictadura reinicia su actividad creativa y desde su residencia en las islas continúa la evolución de su obra literaria, entre la poesía social y un humanismo dedicado a la reflexión de la geografía y el sur insular. La Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife alberga el legado del autor en el “Fondo Pedro García Cabrera” Reproducimos su ensayo “Paisaje de isla. Estudio del día gris” aparecido en Algas, enero de 1935 y publicado en el cuarto volumen de las Obras Completas del autor, editadas en 1987 por el Gobierno de Canarias, edición e introducción del profesor Rafael Fernández Hernández
La curva lejana se aproxima, se aprieta a nuestra intimidad, se confunde con el reborde pétreo. Entonces solo queda el primer plano. Primer plano que nos coloca otra manera de sentir. En el horizonte la música vence a la plástica, la pasión del espacio vence a la subsistencia de la extensión (Spengler)
PEDRO GARCÍA CABRERA
Ya se han sometido a experimentación los paisajes continentales: llanos y montañosos. También los campestres y urbanos. Y en función de ellos, un tipo de hombre como fruto específico. Pero nunca-que yo sepa- se ensayó sobre el paisaje de las islas atlánticas: Canarias.
En el norte insular domina la montaña que resuelve su topografía en gestos verticales, incidentes al mar. Pero el sur es un declinar montañoso y el suave declive se moja en espumas de playeras. Luego el azul abierto de horizonte redondo: planicie. De aquí que el paisaje canario sea dualista- llano, montaña-en cierto sentido. Tiene horizonte lejano. Por él puede relacionarse con el paisaje pampero cazado en el espectador-VII- por Ortega. Paisaje que bebe cielo. Y aún cuando los pueblos, huyendo del mar, de las invasiones de sobremar, suben a las montañas, su horizonte bebe cielo allá y no abajo como pudiera desprenderse de la posición elevada del avistador. Desde el pueblo, baja la ladera hasta la orilla. De la orilla sube el mar hasta el horizonte. En una geometría cristalográfica, el plano marino y telúrico forma un ángulo diedro cuya arista sería el litoral. El paisaje ofrece así una profundidad relevante. Profundidad que se ahonda en grises. Los nublos son reguladores de la extensión del paisaje. Existe un claro mecanismo viviente.
El estatismo de los días claros en que el horizonte se define con trazo magistral, clásico, perfecto, rompe, por la presencia gris, su equilibrio lejano. Las oscuras avalanchas se posicionan de todo el panorama. Y la nutrida vena azul se frunce, esfuma y desaparece. El campo visual disminuye, se acorta en razón directa de la intensidad grisácea. A la isla no viene mar: caminos. De la isla no sale mar: camino también. Aislamiento. (Sí, ya sé que compadeces. No lo grites, iceberg a la deriva). La curva lejana se aproxima, se aprieta a nuestra intimidad, se confunde con el reborde pétreo. Entonces solo queda el primer plano. Primer plano que nos coloca otra manera de sentir. En el horizonte la música vence a la plástica, la pasión del espacio vence a la subsistencia de la extensión (Spengler). Podemos decir que la música es marina y la plástica terrena. En el isleño predomina un sentimiento musical. Y en él es la lejanía amor. Pero un amor activo, una lejanía dinámica que se aleja y acerca en función de nubes y melancolías. Mar, horizonte, música, melancolía es el alma insular. La tierra es como la orquesta en el cine.
Ante la cinta-mar- las líneas sonoras, los contornos luminosos se esfuman y solo queda la impresión de una confusa mancha de sonidos. Absorción de la lejanía, completa.
(Algas, Santa Cruz de Tenerife, 5 de enero de 1935)
Extraído del Volumen IV de las Obras Completas de PGC, 1987, páginas 371-372, Gobierno de Canarias
Como Director de la Cátedra cultural Pedro García Cabrera de la ULL, agradezco mucho el artículo publicado en Trasdemar para conmemorar el nacimiento del vate gomero. Es un placer y un honor recibir colaboraciones como la citada, ya que contribuyen mucho a la difusión de la vida y la obra de un gran autor, multidisciplinar, comprometido, trascendente, universal. Con la intención de animar a quién no conozca su obra, o Canarias, me permito recomendar “Las islas en que vivo”.
Si Trasdemar lo considera oportuno, quedo a disposición para otras colaboraciones.