Selección de poemas de Roberto García de Mesa

Roberto García de Mesa es una de las voces poéticas del archipiélago. Sus últimos libros han sido Variaciones de la razón y otros textos (Zamora, España, Ediciones Invasoras, Teatro, 2020), Retórica. Superficie de contacto. Razón y canibalismo (Buenos Aires, Buenos Aires Poetry, 2020) y Línea de centros 1998-2011 (Obra gráfica, libro-objeto, Tenerife, 2020). Es académico de la Academia de las Artes Escénicas de España y miembro numerario del Instituto de Estudios Canarios
Retrato de Roberto García de Mesa (Jairo López-Lee Lee Moss)

Presentamos en la revista Trasdemar una selección poética de Roberto García de Mesa (Tenerife, 1973) poeta, dramaturgo, músico y artista visual. Es licenciado en Derecho y Doctor en Filología Hispánica

Un inmenso teatro donde recrear el alma de las cosas, donde pintar las coordenadas, su ascenso y decadencia, donde los conflictos se entrelazan con el caos de los pensamientos en carrera, donde cada imagen es fruto de una emoción precisa y sagrada

ROBERTO GARCÍA DE MESA

País

Te fijas en el brillo dorado de
un vaso en un local de ginebra.
Permites que ocurra.
Los focos te sacuden y
te desplomas sobre la mesa de cristal.
Eres bastante
menos,
pero alcanzas el nivel de excelencia.
Te dejas amar por
la revolución silenciosa
y un lugar entre las sombras.
Llegas por la puerta de atrás,
te conduces por el laberinto
y la distancia entre tú y tú es
soportable.
Al menos, por unos segundos.
Antes de decir lo que piensas
y titularte
en la academia de los olvidados.
Y es que perteneces a un maldito país
en un mágico lugar.
Rebelde
atado a un color,
un color entre millones de estrellas,
un color reconocible que te masturba
durante un puñado de horas.
Y es que la crisis sugirió este deseo,
el de los que navegan por la madrugada
a través de ese algo llamado
futuro,
en el que no todos participan,
en el que algunos testigos fantasean con
esclavizar el pensamiento y
diseñar los orgasmos de una sociedad.
Y nos olvidamos, tal vez, por unas horas.
Y es que no sé…
Algo resuena
o algo
se apaga,
o sobrevive,
con la melodía que siempre aparece,
con su orquesta imperfecta,
con los arreglos que hacen
los que tienen
la experiencia de otras vidas
en esta,
los que llevan un principio
de incertidumbre
clavado
en las ojeras.

Utopía

–… entre tu lectura y
mi lectura,
entre tu guerra y
la mía,
entre tu seno y
mi seno,
entre lo torpe que
soy
cuando te digo, y
sin decir,
que nuestros muros fueron
invisibles…

Pues eso.

Que no sé si entre tu lectura
y la mía,
entre tus sueños y
los míos,
entre tus besos y
los míos
suenan las mismas alas
o, si quieres,
el mismo canto de cisne.

Teatro de

El teatro de las cajas de cartón, de los contenedores de basura, de las horas olvidadas, el teatro del papel higiénico, el teatro de los que quedaron atrapados en las cenizas de sus enemigos, el que pierde, el de los estrellados, el teatro de las humillaciones, de la gloria y lo extraño, el teatro del silencio, de la política y del sueño, el teatro de la libertad, de los mortales, de los decadentes, de los místicos que dejaron de serlo, el teatro de los pájaros que muerden, el pornoteatro, el teatro de la oratoria en las profundidades del mar, el teatro que ha abandonado el teatro por voluntad propia, el teatro de las esquinas, de los raros, de los que están fuera, de los que tanto me gustan, el teatro del placer exacto, de las máscaras interiores, el teatro que me abraza, el que me hace el amor muy despacio, el teatro que necesita de la fuerza y no de los personajes, del instante de fuerza y de la fragilidad de espíritu, el teatro del olvido, el que te dice ámame despacio aunque te sienta deprisa, el teatro de las razones, el teatro de las inquietudes, el teatro de un instante decisivo, de la sorpresa o de los asaltos dolorosos y eternos.

De Los pactos (2016),
publicado en el volumen Superficie de contacto (2017)


2
A veces las metáforas sospechan de mí porque soy un recipiente preparado para la melancolía. Hay quien no cree en estas cosas. Lo entiendo. Pero es que la luz de mis manos va apagándose poco a poco. Y los minutos desesperan, se escuchan ya los murmullos del aire. La naturaleza prepara una gran conspiración. Lo sé. No hay nada mejor que ignorarlo todo. Lo sé. Pero este espacio que gobierna las luces y las sombras, a veces, me dice cosas. Me dice que es difícil llegar a tiempo porque todo está perdido de antemano. Porque la línea huracanada, con la que pinto todos los días la imagen de mi vida, me ha marcado una dirección confusa. Y me siento un estúpido por ello. Lo sé, lo sé… Llegaré con las maletas deshechas, sin zapatos y con la camisa por fuera. Mi borrachera durará eternamente.

3
Una isla suele cerrar sus ojos con facilidad para ver los colores propios, la luz oscura, sus silenciosas palabras. Y, en ese estado de permanencia, la claridad se niega a sí misma. Una isla es libre para elegir. Pero ahora soy yo el que cierro los ojos agrietados por la obsidiana. Los hijos pagan los errores de sus padres. Aunque no es isla todo lo que parece isla. Los ojos. No. Los dientes. No. La boca. La arquitectura invisible de una idea. Las vocales. Por eso nace una isla. Nace una isla del lenguaje de otra isla. Y nace su tiempo, su corto tiempo azul. No hay insulares libres. Con ellos el viento provoca una respiración artificial. Y una isla devora a otra isla. Y no hay isla que defender porque entre padre e hijo todo se perdona. Nos miramos los unos a los otros. Nos miramos simplemente. Nos miramos a través de colores ausentes de realidad.

4
Sobre el momento de las cosas, tengo algo que decir… Y es que no encuentro ese momento. Lo olvidé dentro de un recipiente cerrado. Allí todos son exactamente iguales. Y si el tiempo transcurre, yo no vivo en él. Solo repaso una escueta partitura que siempre se mira a sí misma, pero que no confiesa los pormenores de la desintegración… del tiempo, quiero decir. Mi improvisación se desnuda alegremente y sobrevive como si habitara un manifiesto o el filo de algo que no tiene nombre, pero que se encuentra en cada uno de nosotros. El tiempo es una fábrica de corcheas envueltas en un silencio ensordecedor que lo lastima todo. Yo quisiera ignorar este destino impreciso y degradante. Yo quisiera acercarme a un huerto y hundirme en la tierra fértil hasta morir de asfixia. O tal vez viajar a través del sonido oculto de las cosas. O tal vez buscar el silencio oculto de las cosas. O tal vez convertirme en otro espacio minucioso e inútil.

De Retórica (2008),
publicado en el volumen Los cuerpos remotos (2012)


Llego tarde.
Llego tarde a las sombras de mi cuerpo, a mi respiración,
al resultado de mis palabras.
Llego tarde,
siempre tarde a las miradas,
a los resortes de la conciencia,
a las convenciones,
a los modelos establecidos.
Llego tarde a la anticipación,
a la política,
a los sueños,
al futuro.

*

Todo lo enmascarado es profundo,
es relativamente cierto si lo miras
a través de un rostro que no es el tuyo.
Porque no todo se ve de igual manera,
porque la línea que separa el deseo del acto es oscura,
es invisiblemente oscura,
pero sientes cómo acaricia tu máscara
y cómo vence la voluntad y te sigue a todas partes.

Miras hacia los lados
y descubres unos gestos fugaces que se pierden en el vacío,
aquellos que te demuestran que no estás loco,
que todo lo que percibes es cierto, aunque otros no lo vean.

Esas figuras bailan a tu alrededor,
te dicen palabras que solo tú comprendes.

La noche es eso:
un momento de iniciación,
un momento de soliloquio,
un momento sobreactuado para aceptar la condición humana.

*

El despecho es la cara sincera del amor
porque los amantes siempre esperan algo a cambio.
Por eso, es mejor amar sin saber que uno ama.

*

Dos que se cruzan, por un instante, creen desnudarse.
Quien se ve preso de algo se siente mitad de ese algo.
Dos se cruzan y cada uno percibe el perfume del otro.
Los caminos coinciden en intensidades, siempre.
Los dos se cruzan y cada uno escucha la respiración del otro.
Una leve emoción transita por los labios.
Es tarde, pero todo se convierte en un juego de hipótesis más o menos falsas.
Tal vez, en ese momento,
en el que los labios se tornan más rosados, se pueda ser feliz,
aunque lo dudo, realmente.
El color siempre se olvida.
El color es otra hipótesis y los caminos están repletos de ellas.
Dos que se cruzan forman un teorema del porvenir.
Dos que se cruzan se interrogan mutuamente, en silencio, con un leve gesto.
Dos que son presos de algo interrumpen sus deducciones
porque, de repente, se ha hecho demasiado tarde para seguir pensando en tonterías.

De El jardín barroco (2008),
publicado en el volumen Los cuerpos remotos (2012)


1
Sonríe bajo la mirada atenta del frío. Desnuda el cuerpo de cada palabra y atrévete a deformar su respiración, a crear un nuevo rostro para las cosas inútiles. Describe cómo transitas por la cuerda floja. Deja, entonces, que el aire te deforme, que te dibuje como una caricatura de lo que fuiste. Permite que alguien respire tu aliento y pide morir dignamente, grafiteado por el dios que elijas ser.

6
El silencio redondea las palabras. O simplemente las escupe.

9
Un inmenso teatro donde recrear el alma de las cosas, donde pintar las coordenadas, su ascenso y decadencia, donde los conflictos se entrelazan con el caos de los pensamientos en carrera, donde cada imagen es fruto de una emoción precisa y sagrada.

15
El amor es ciego, a ratos. Y cuando deja de serlo, duelen los ojos.

24
El tiempo es poesía maltratada.

25
Abrir todas las ventanas. Que el aire pase, sí, que pase. Que se siente sobre tus muslos y te abrace.

26
Con las manos atadas también sé disparar al vacío.

29
Buscar la belleza como si fuera nuestro camino a casa. Con esa desesperación, con esa intensidad, con ese amor, con la ternura indispensable y el idealismo necesario, con la sensación de no saber, de sorprendernos con el dolor, con la fiesta de la vida, con los errores y aciertos, con la convicción de que, aunque no regresemos verdaderamente, tal vez podamos llegar.

31
Yo prefiero una vida infinitamente corta.

37
La velocidad y el deseo. El color con el que se mire. La intensidad. Sobrevivir a todo ello o compartir el fin. Fuego en el corazón, agua en los ojos, aire en la sangre, tierra en los labios.

39
Detesto los límites del hielo. Yo nací para quemarme.

42
La vida es un coro de nostalgias pasadas y futuras.

De Superficie de contacto (2014),
publicado en el volumen Superficie de contacto (2017)


Roberto García de Mesa (Santa Cruz de Tenerife, España, 1973) es poeta, dramaturgo, director de escena, dramaturgista, ensayista, filólogo, narrador, comisario de exposiciones, artista visual, músico y productor. Es licenciado en Derecho y en Filología Hispánica, además de Doctor en Filología Hispánica. Tiene su propia compañía de teatro. Ha publicado más de cincuenta libros de poesía, teatro, narrativa breve, ensayo, dibujos, conversaciones, ediciones críticas y dos cds con sus composiciones musicales. Textos suyos han sido traducidos a varios idiomas: inglés, griego, rumano, francés, italiano, alemán y esloveno. Ha publicado, también, en revistas de diecisiete países. Sus últimos libros han sido Variaciones de la razón y otros textos (Zamora, España, Ediciones Invasoras, Teatro, 2020), Retórica. Superficie de contacto. Razón y canibalismo (Buenos Aires, Buenos Aires Poetry, 2020) y Línea de centros 1998-2011 (Obra gráfica, libro-objeto, Tenerife, 2020). Es académico de la Academia de las Artes Escénicas de España y miembro numerario del Instituto de Estudios Canarios.

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