“Sobre los pícaros enredos de Viera y Clavijo, primer novelista de Canarias” Por Víctor Álamo de la Rosa

En la Revista Trasdemar difundimos la crítica literaria y el diálogo creativo en las islas
Portada del libro de reciente publicación / Cortesía Diego Pun Ediciones

Presentamos en la Revista Trasdemar la nueva colaboración de Víctor Álamo de la Rosa, una reseña sobre el libro “Vida del noticioso Jorge Sargo” del escritor José Viera y Clavijo (Tenerife, 1731-Las Palmas de Gran Canaria, 1813) exponente de la Ilustración en las islas y autor de la reconocida obra clásica “Noticias de la historia general de las Islas de Canaria“, siendo el volumen de la primera novela de Canarias una reedición a cargo de Diego Pun Ediciones. Compartimos la reseña de plena actualidad literaria en las islas, en nuestra sección “El invernadero

Viera y Clavijo estructura su novela en tres libros y capítulos cuyo título es el típico resumen de lo que acontecerá. Además, incluye varios dibujos del propio escritor que ilustra su novela. El genio de Viera desparramándose, nosotros teniendo que agachar la cabeza de asombro, pleitesía, agradecimiento. Al leer esta novela, no paré de preguntarme cómo es que esta obra no está en los currículos de Lengua y Literatura de Canarias, y ni aparece al lado de los clásicos españoles aunque sea en letra pequeña

VÍCTOR ÁLAMO DE LA ROSA

El librito es casi de bolsillo, pero con calidades enormes en su edición, papel y diseño. Se diría que es un libro pensado como un gran perfume, envasado en frasco pequeño porque el aroma es caro, complejo, único. Y porque aroma se escribe, juguemos al anagrama, con las mismas letras que amor. Algo así debieron pensar los responsables de la editorial canaria Diego Pun Ediciones para sacarse de la inspiración una edición que es un acontecimiento, que será histórica en muchos sentidos, nada más y nada menos que la Vida del noticioso Jorge Sargo, la novela que un casi impúber maestro de maestros, Don José de Viera y Clavijo, escribió en el año 1745.

         Viera era por entonces un talentoso chiquillo de catorce añitos, ávido lector conquistado por el pícaro clásico, el Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán. A su edad se puso a jugar con su facilidad idiomática hasta construir un relato que no desmerece en nada a ninguno de los clásicos que nos enchufa la tradición hispánica, como el propio Lazarillo de Tormes. Como Viera ya ha tenido sus exégetas, estudiosos y críticos, yo quiero celebrar esta edición de su novela precisamente como novelista canario, porque ahora todos los interesados podrán acercarse a un texto fundacional, porque es la primera novela de nuestra historia narrativa. De ahí, también, su enorme relevancia.

         La edición de Diego Pun incluye un didáctico prólogo del filólogo José Antonio Ramos Arteaga donde reivindica la “divulgación entre las jóvenes generaciones”. Tiene todísima la razón Arteaga, porque aquí habrá que reconocer alto y claro que, salvo cuatro gatos, para la inmensa mayoría, esta Vida del noticioso Jorge Sargo es una gran desconocida. A partir de ahora habrá que reordenar los estudios sobre la historia de la literatura canaria, cercana ya a sus seis siglos de existencia, si contamos el emblemático año de 1447 como la fecha fundacional de nuestras letras gracias a las míticas Endechas a Guillén Peraza. Y si 1447 es el año de nacimiento de la literatura canaria, consensuemos que 1745 sea el inicio de una rica e interesante tradición narrativa canaria que llega pletórica hasta nuestros días. Claro que a lo largo de estos siglos hay altibajos de calidad y cantidad en nuestra narrativa, pero estoy seguro de que eso es un problema común a todas las tradiciones narrativas, en particular las desarrolladas en lugares pequeños y con poca demanda lectora. Aparquemos de una vez por todas el lloriqueo referido a que nuestra tradición literaria canaria es apenas poética, protagonizada por los poetas, porque aunque sea muy cierto que nuestra tradición poética es muy sólida, el mapa de la narrativa canaria hasta nuestros días viene consolidándose a lo largo de todos estos años con un amplio abanico de narradores sobresalientes, desde Viera y Galdós a Alexis Ravelo, pasando por Agustín Espinosa e Isaac de Vega, imposibles de enumerar todos los grandes en este artículo. En la historia de la narrativa canaria, en particular contemporánea, lo que empieza a ser urgente es ponerse a separar, con criterios críticos, el polvo de la paja, el grano de la arena, porque, en particular, con el abaratamiento de las ediciones, se han editado y autoeditado novelas que no merecen si quiera ese nombre, de tan malas, contribuyendo a un batiburrillo confuso e insalubre. Ahora mismo, en Canarias, cualquier vecino tiene su novela, pero habrá que dar tiempo al tiempo para saber si hay nuevos novelistas de fuelle.

         Arteaga habla de que esta edición puede considerarse un hito cultural. Aunque parezca mentira, a fecha de hoy esta novela de Viera solo disponía de una edición del año 1983, de Goya Ediciones, voluntariosa pero precaria, amén de agotada, inencontrable tesoro. Ahora disponemos de una edición que por fin nos trae la primera novela canaria de nuestra historia, pues, aunque hay un antecedente, no sirve (la novela pastoril del escritor canario Bernardo González de Bobadilla, Ninfas y pastores del Henares, del año 1587, novela bucólica en el río Henares escrita a imagen y semejanza de las de la época). No tuvo González de Bobadilla la ocurrencia de situar sus idílicos pastores en Canarias, como sí tuvo Viera la sabiduría de hacer correr a su pícaro Jorge Sargo por una ambientación insular: Puerto de la Cruz (la ciudad refugio del pícaro apaleado), Icod (que sale malparado como lugar poblado por mala gente y locos), Garachico, El Sauzal, Tegueste (“pequeño pueblo de necios”), La Orotava, Los Realejos (donde nació Viera y además nos explica el origen del nombre del municipio), La Laguna, Tacoronte, Candelaria (donde nos habla del templo que acoge a la patrona), La Matanza y La Victoria de Acentejo (Viera cita los conocidos episodios de la Conquista y las belicosidades entre guanches y conquistadores españoles), y Santa Cruz.

         Esta novela es también importante porque simplemente es de la autoría de Viera y Clavijo, es decir, el prócer de las letras canarias, el mismo autor que admiramos como historiador y ensayista, el “más importante literato de las islas”, al decir de Arteaga. Además, esta novela es todavía más crucial porque radiografía una época, unas costumbres y unos espacios insulares poco transitados aún por la propia etnografía e historia de Canarias.

         Acontecimiento, hito, gol por la escuadra que se han marcado los editores de Diego Pun, que, además, publicará la edición paleográfica íntegra del manuscrito (propiedad del Cabildo de Tenerife) en formato digital abierto.

         Se me han ido las líneas escribiendo sobre la propia edición, pero todavía no he dicho casi nada de la deliciosa prosa de Viera. Un ejemplo: “Como todo acaban los años, yo ya la conocí comenzándosele a encuevar los ojos, que es lo primero que muda la mujer cerca de los cincuenta”. Otro: “Era menudito de rostro y de tan flaca complexión que parecía mantenido con alpiste”. La capacidad de observación de las típicas ojeras protuberantes de la mujer cincuentona, el uso de diminutivos, tan propio del español de Canarias, el léxico más oriundo, como “bujero” por “agujero”, “cagalera”, expresiones tan canarias como “loza lambuseada”, “pegado como una lapa”, o “¿qué san Borondón es ese?” (refiriéndose a un baúl valioso que aparece y desaparece, como la isla legendaria), salpican la madura prosa del narrador quinceañero para alegría de lectores entregados. En Jorge Sargo, el protagonista en primera persona, tenemos al típico pícaro, pero de la mano maestra de Viera, que es capaz de construir al primer pícaro de la literatura de Canarias. Travieso y listillo, cumple el tópico de pasarlas canutas por varios oficios, como soldado, criado, marinero, y acaba apaleado y apalizado cada dos por tres, “tan flaco que parecía perro aniquilado”. El humor no falta, con concurso de pedos incluido, o cuando Sargo hace un catálogo de tipologías de mujeres para explicar su perversidad, “hipócritas, tan engañadoras que con trajes de beatas pretenden llevarse lauro de santas”, así sean brujas promiscuas. Viera, a través de su antihéroe, se atreve a denunciar la corrupción de la justicia, y vuelve a ser graciosísimo el episodio en que se casa con una adinerada vieja de sesenta años y se monta una vida matrimonial dándole sustos y disgustos para que su anciana esposa muera cuanto antes y quedarse con el pecunio familiar. Desternillante, asimismo, cuando el pícaro se mete a religioso para buscarse la vida. Ordenado fraile, tratando de reconvertirse al estudio de la teología, se cruza en su camino una tal Elena y nuestro Jorge Sargo se enamora y se casa “atendiendo a la pasión del deleite de la carne”. Pero Elena le es infiel y se fuga con un galán a Londres, dejando a Sargo con lo puesto. El pícaro se larga entonces para Tegueste, donde se hará pasar por médico. En el bello capítulo final, el protagonista vuelve a su “patria”, el Puerto de la Cruz y la playa de Martiánez. Visita a su madre, ya muy anciana, y sus tíos le echan una mano para embarcarse para España, pero su navío naufraga y Sargo está a punto de morir, a la deriva, hasta que unas corrientes lo arrastran hasta la isla de la Madera.

         Viera estructura su novela en tres libros y capítulos cuyo título es el típico resumen de lo que acontecerá. Además, incluye varios dibujos del propio escritor que ilustra su novela. El genio de Viera desparramándose, nosotros teniendo que agachar la cabeza de asombro, pleitesía, agradecimiento. Al leer esta novela, no paré de preguntarme cómo es que esta obra no está en los currículos de Lengua y Literatura de Canarias, y ni aparece al lado de los clásicos españoles aunque sea en letra pequeña. Supongo que se debe a todo lo que hacemos mal en Canarias, empezando por el propio desconocimiento de lo más valioso de nuestra propia cultura. Hay que deshacer el entuerto. Viera nos ha vuelto a hacer un gran regalo. Genio y figura.


Víctor Álamo de la Rosa (Santa Cruz de Tenerife, 1969) es una de las voces más prolíficas de la literatura canaria actual. El autor ha publicado una decena de novelas, dos libros de relatos, poesía, ensayo y artículos periodísticos. Su obra ha sido traducida a varios idiomas. El Hierro, isla donde transcurrió su infancia, y sus emblemáticos paisajes, son centrales en gran parte de su obra literaria.

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