Presentamos en la Revista Trasdemar la nueva reseña de nuestro colaborador Besay Sánchez Monroy dedicada al libro “Nosotras somos humanas” de la autora Carmen de la Rosa, galardonada con el Premio de Relatos Cortos Isaac de Vega en 2020. Esta es la tercera entrega de una serie dedicada a la crítica literaria sobre los libros de narrativa breve que han sido publicados en las ediciones del premio convocado por CajaCanarias desde el año 2017 hasta el presente. Compartimos la reseña en nuestra sección “El invernadero” de literatura insular contemporánea.
Carmen de la Rosa (Santa Cruz de Tenerife) Es médica rehabilitadora. Ha publicado en ediciones Idea el volumen de relatos “Todo vuela” y el de relatos y microrrelatos ilustrados por Irene León, “Acordeón“. Sus minificciones están publicadas en varias antologías. Ganó el I y X Certamen de relatos breves “Mujeres” del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, el Premio de relato corto Isaac de Vega 2020 de la Fundación Caja Canarias y el I concurso de microrrelatos CFE. Premio Filmin de vídeo relato en el II Concurso de Historias de Familia del Club de Escritura Creativa Fuentetaja. Ha sido finalista en varios concursos de relatos cortos y microrrelatos nacionales e internacionales. Sus minificciones han sido traducidas al francés
Carmen de la Rosa, a pesar de ser una autora prácticamente desconocida, posee una considerable trayectoria de publicaciones en revistas y antologías dedicadas al relato breve y la microficción. De la Rosa parece desenvolverse cómodamente en estos géneros, como queda demostrado en el presente volumen.
Nosotras somos humanas (2020) se estructura en torno a la idea de una feminidad reprimida en sus múltiples variantes y ensaya diversas situaciones que reivindican a la mujer como ser de carne y hueso que lucha, siente y padece, que alberga sus contradicciones, miedos y deseos: en definitiva, como el mismo título anuncia, que son humanas y, por ello, seres complejos y con matices. Predomina en los textos una gran influencia de lo real maravilloso entremezclada con una cotidianeidad que, bajo su fachada idílica, deja entrever una serie de pequeñas violencias.
«Origen» es el breve y bello cuento de apenas una página y media que abre el volumen. Una mujer contempla un cuadro en el que unas indígenas se bañan desnudas bajo una cascada amazónica. Decidida a imitar su ejemplo, se desviste y entra al cuadro; esta desnudez se presenta como una forma de liberación de los elementos que oprimen su cuerpo, así como un retorno al origen primigenio de todo individuo: «La mujer elegante […] se descalza […] masajea unos minutos las plantas de los pies, qué placer […] desabrocha el sujetador, su torso libre por fin de la compresión de aros y elásticos; detrás sigue la faja, respira hondo […]» (p.12).
Detecto en «Polaroid» un velado guiño a «Las babas del diablo» de Julio Cortázar, ya que la cámara del título toma unas fotos que reflejan una realidad distinta de la tangible. «El cuarto de la azotea» es una reescritura consciente y algo sosa del clásico cuento de Barba Azul que otorga un final feliz a la protagonista, cuya familia hereda la mansión tras la muerte de su rico marido. El texto puede leerse como una crítica a que el esposo limite los espacios a los que puede acceder la protagonista en una casa que debería ser de ambos, es decir, como una forma de denunciar el desequilibrio de poder en las relaciones maritales. No obstante, si ese es el mensaje que De la Rosa quiere transmitir, este se diluye en el momento que la protagonista consiente casarse a pesar de que el marido le impone un requisito ridículo: en una relación de pareja saludable, nadie debería aceptar esa clase de imposiciones, aunque ciertamente el amor puede hacer que las personas tomen decisiones incorrectas.
«Tenías tantas cosas que contarme» se centra en Alba, una joven veinteañera que decide ir a una discoteca a drogarse tras el funeral de su abuela, figura a la que se sentía muy unida. A pesar de que la autora demuestra, como en todos los cuentos, una prosa fluida y trabajada, la poca profundidad psicológica de los personajes y una trama predecible impiden que el lector conecte con las vicisitudes de la protagonista.
Un problema parecido padece «Amanecida», protagonizado por Eva y Ramón, dos hermanos que mantienen una relación complicada. Ramón menosprecia constantemente a Eva por celos y la acusa de «floja», lo que lleva a esta a ponerse en situaciones peligrosas para no darle la razón a su hermano. Debido a este constante ninguneo, Eva acepta el desafío de Ramón de participar como jinete de pulgas saltarinas en una peligrosa carrera ilegal. Sin embargo, en el final Eva nota que su hermano se asusta ante la presencia de las enormes pulgas y lo reta a sustituirla mientras se retira, dando entender de este modo que ya no posee ningún poder sobre ella. Aunque el subtexto está maravillosamente trabajado, la pobre psicología de los personajes anula la crítica que busca hacer el cuento, que no es otra que la presión que se ejerce hacia las mujeres para que repliquen las temerarias conductas masculinas y obtener así el beneplácito de los hombres. Eva y Ramón se sienten estereotipados, poco creíbles, y su relación, pese a ser el eje central del relato, está tratada de manera demasiado superficial como para que el lector logre empatizar con cualquiera de los dos.
«¿Por qué a los cuarenta y cinco una mujer es una bruja y su marido George Clooney?» es una evidente crítica contra la invisibilización de las mujeres en el campo de las ciencias y cómo sus responsabilidades como amas de casa producen sus prematuros envejecimientos. Las ratas de laboratorio se establecen como metáfora mediante la que se ahonda en la tesis del cuento. «Mano verde», dedicado a la abuela de la autora, reivindica la sabiduría de las personas mayores, capaces de curar males en principio irresolubles. La narración es clásica y tiene un aire de cuento de hadas trasladado a coordenadas más realistas. «Cuadernos de caligrafía» defiende la necesidad de la formación de la mujer sin recursos a la vez que censura el elitismo de ciertas esferas intelectuales que viven ajenas e insensibles a las problemáticas que sufren las personas que no han nacido en una cuna de oro. «Tiempo de boleros» es la clásica historia de mujer maltratada y nuevamente abunda en una caracterizaciones planas y estereotipadas. El reflejo realista de los mecanismos mediante los que se construyen este tipo de relaciones es quizás lo más destacable del relato.
Carmen de la Rosa demuestra en estos cuentos una gran sensibilidad y una postura claramente feminista. Su prosa se lee con agrado y los textos siempre contienen elementos e ideas apreciables; donde parece presentar más dificultades es en la construcción del perfil psicológico de los personajes, que no siempre resultan logrados. No obstante, no hay duda de que nos encontramos ante una escritora madura que trabaja con seriedad sus textos y domina el oficio de narrar. No me consta que haya sacado nada desde la publicación de este libro: si tal es el caso, le animo a que vuelva a brindarnos otro volumen de cuentos. Nosotras somos humanas constituye una buena carta de presentación y un precedente de la calidad de la escritura de Carmen de la Rosa.
Besay Sánchez Monroy (Pozo Izquierdo, Gran Canaria, 2000) Graduado en Español: Lengua y Literatura por la Universidad de La Laguna, actualmente cursa un Máster de Formación de Profesorado. Ha publicado la novela Neotlantis (2022)