“Los murales y Neuroartes” Por Daiana Méndez

En la Revista Trasdemar contamos con la colaboración de Luc Delannoy, director del Instituto de Neuroartes, nuestra sección dedicada al pensamiento filosófico sobre la mente humana y a la divulgación sobre las Neuroartes

Presentamos en la Revista Trasdemar la colaboración de Daiana Méndez, artista que forma parte del Instituto de Neuroartes, dedicada a los murales, con motivo de la exposición de su propia obra en Uruguay, desde la perspectiva del paradigma Neuroartes. Compartimos la novedad de nuestra sección “Neuroartes” coordinada por Iván Méndez González, miembro de nuestro Comité editorial

A la larga el mural se vuelve parte del paisaje, aunque está ahí, dejo de verlo. Deja de captar mi atención consciente y de alguna forma se vuelve parte de mi, como todas las cosas que se repiten. Deja de ser un elemento nuevo o inesperado que atrae mi atención hacia él y se va integrando en mi realidad. La lectura que yo haga de ese mural va a influir a la larga en los efectos que tenga en mi construcción personal.

Daiana Méndez

El fenómeno del mural puede verse desde varios aspectos.

La pintura mural sucede y se expone ante un público que puede ser habitante del lugar o estar de paso, enfrenta a los artistas a sucesivas tomas de decisión sobre sus propias expectativas, acerca de lo que quiere experimentar, expresar, narrar y/o hacer el intento de comunicar.

Los murales generalmente se localizan en lugares públicos o de amplia y variada circulación de gente. Esto los transforma en una forma de expresión que se dirige a un público heterogéneo, diverso y que no está necesariamente interesado en el arte. No es el mismo público que va a una galería, un museo o un espacio cultural a ver obra. Y en ese sentido tiene habitualmente un fuerte componente que lo relaciona con su ubicación, que lo hace estar conectado al espacio donde sucede, al imaginario y la cultura local y popular.

Esta misma relación del mural con el lugar lo hace un elemento que se integra e influye a la identidad grupal y personal, y a la propia valoración de los sucesos, las cosas y la vida.

El mural sucede como una representación de una percepción e imaginación subjetiva que puede ser más o menos compartida por otras personas. En este sentido puede suceder que lo que yo pinto intentando expresar una cosa, genere en otra persona una interpretación y una reacción diametralmente opuesta a lo que yo imaginaba. Los otros no necesariamente comparten mis formas de sentir, entender o reaccionar ante la misma cosa.

A la larga el mural se vuelve parte del paisaje, aunque está ahí, dejo de verlo. Deja de captar mi atención consciente y de alguna forma se vuelve parte de mi, como todas las cosas que se repiten. Deja de ser un elemento nuevo o inesperado que atrae mi atención hacia él y se va integrando en mi realidad. La lectura que yo haga de ese mural va a influir a la larga en los efectos que tenga en mi construcción personal.

  1. ¿Cómo aparecemos a través del mural?

Nos manifestamos expresando nuestras subjetividades, sentires, formas de hacer y de imaginar. Aparecemos representados, conectados a lo que el mural sea. Cada parte, cada decisión del mural depende en gran medida de nosotros y en alguna medida de elementos que no estamos controlando, así de alguna forma el resultado y el proceso están íntimamente conectados con nuestras formas de construirnos, de expresarnos y de ser. Al menos en ese momento.

Dar a las cosas una representación mural, es como darles una identidad, un nombre, un límite que las abarque y las haga inteligibles, que las ordene y nos permita observarlas y compartirlas. Todo lo que no está contenido por algún artificio mental que lo identifique como una cosa separada de otra no puede ser observado por la razón. Delimitar y ordenar una parte de la realidad representándola en un mural, nos da la oportunidad de observarla, reconocerla o modificarla.

En esas transiciones y tomas de decisión vamos cambiando y en consecuencia cambia la realidad que nos rodea. O al menos lo que percibimos de ella.


La construcción colectiva de un mural nos permite establecer lazos entre los participantes. Esos lazos, que se sostienen mediante la confianza, depositada en los otros para construir en conjunto, nos enfrentan a la necesidad de resolver diferencias y establecer algún método explícito o implícito, y predefinido o no, sobre la ejecución de acciones y desarrollo de métodos de trabajo.

Me encuentro en la necesidad de tomar decisiones simultáneamente con otros, en relación a sus acciones y las mías. Los otros están en la misma situación que yo, el mural se transforma constantemente y tengo que transformar mi acción para ajustarme al devenir del mural o transformar mi acción para influir en el devenir del mural.

Los colores y las formas que yo pinte se verán afectados por los colores y formas que pinten los otros. Así como los colores y formas que pinten los otros se ven afectados por lo que yo estoy pintando.

Esta forma de trabajo se basa en la coordinación de acciones, una suerte de regulación interna del equipo de trabajo, y no necesariamente se trata de hablar acerca de cómo hacer esto o aquello, o ponerse de acuerdo. Sino más bien que el grupo puede llegar a organizarse cómo se organizan las olas en el mar, cada ola funciona perfectamente con sus compañeras, cada ola es ella misma, pero es parte de una sola marea, hay un ritmo en común que las acompasa y habiendo olas distintas ninguna ola parece ajena al mar.

Los roles que vamos jugando en el grupo requieren un constante acompasarse al compañero. Y acompasarse no significa hacer o ser como es o como hace el otro, si no aportar al conjunto lo que mejor puedo aportar, en esa breve circunstancia que permanece cambiando con cada pincelada y cada acción ejecutada.

Tomar responsabilidad y conciencia de que la pincelada que voy a dar influye en las pinceladas que se están dando a mi alrededor, en el resto del mural, y acompasarme a esta situación constantemente cambiante.

Si estoy pintando solo, sin compañeros, esto también aplica: ninguna pincelada, forma o mancha que haga está aislada de las otras. Forman un conjunto que se interconecta y se influencia mutuamente, sus partes se pueden ejecutar y observar por separado, pero juntas son una sola cosa.

Cada acción sobre el muro, cada mancha, es una decisión que se puede tomar en relación a las manchas previas, que ya están hechas, las manchas que se están haciendo ahora y las que vendrán.

La creación del mural tiene su propia historicidad. Así como la tienen las vidas de los individuos y las sociedades. Todas las acciones danzan perpetuamente en relación con mis propias acciones anteriores, presentes y futuras, y con las de mi entorno inmediato y lejano. Yo tiño la existencia de mi entorno y mi entorno tiñe mi propia existencia.

Vista así, la ejecución de un mural (casi como la de cualquier otra cosa) se transforma en un ensayo, una muestra de las formas mismas de componer la realidad que habitamos y de orientar la atención hacia una forma de hacernos conscientes de los tejidos que la componen.

Para que el mural exprese una armonía compositiva coherente consigo misma, las acciones sobre el muro deben tener una coherencia interna, una relación entre ellas que se dirija hacia un resultado que sea una expresión unificada, compuesta por la suma de sus pequeñas partes. A su vez será un componente parcialmente independiente del espacio que la contiene pero estará permanentemente en relación con él.

En un contexto psiquiátrico por ejemplo, la armonía interna del mural tendrá que ver con la forma de interactuar entre los sujetos y la manera de expresar su propio desequilibrio, es decir, la obra se expresará en relación a lo que las personas son. El proceso es similar que en otros contextos siendo sólo diferentes las características de las personas.

Cada cual encontrará (o no) en sus propias formas y limitaciones, elementos que puedan ser expresados en el muro. La armonía en la obra no implica necesariamente expresión de ideales acerca de lo que ”debe ser” el arte cómo manifestación de algo ”perfecto” o ”bello” según nuestros propios criterios o los de otros. Si no más bien una naturaleza orgánica que se desarrolla manifestándose a sí misma en relación con otras cosas, implica coherencia y equilibrio, pero las coherencias no son todas iguales. La coherencia es una especie de cadencia, de descubrir el ritmo interno de las formas y de cómo estas se enlazan unas con otras. Entonces el desequilibrio y/o la búsqueda de equilibrio puede expresarse en relación consigo mismo y con otras cosas. Lo importante es lograr establecer una vía de encuentro a través del ritmo entre mi propio desequilibrio y el exterior, o mi propio desequilibrio y el equilibrio o desequilibrio de otros, establecer una relación entre distintos elementos.

En este contexto psiquiátrico será más necesario desarrollar los vínculos interpersonales y el descubrimiento de los roles que cada cual se siente cómodo ejerciendo. Esto debería ser reconocido, observado por el colectivo, que al observarse puede llegar a notar sus propios patrones de acción y encontrar formas mejores de vincularse para el desarrollo de la obra, formas que involucrando a todos, en roles que les sean factibles de realizar, permitan al grupo encontrar sus propios medios para desarrollar su coherencia interna original.

La coherencia interna y equilibrio de la obra se pueden percibir en el resultado, pero sólo son manifestaciones pictóricas de un proceso de estructuración y manifestación de conductas personales e interpersonales, en relación a un mural.

Así, tanto en la realización de un mural en solitario como en equipo, los métodos del proceso son extrapolables a cualquier otro objetivo y aplicables en cualquier circunstancia.

Otro aspecto interesante durante el trabajo es que tomar distancia es indispensable para ver la obra en su totalidad y poder evaluar su evolución.

Mientras estás pintando permaneces a lo sumo a la distancia de un brazo entre el muro y tu punto de observación, sin embargo, cuanto más grande sea el mural más necesitas alejarte o incluso recorrerlo para poder percibirlo en su conjunto y en base a lo que percibes decidir que hacer para llegar a tu objetivo. Esta noción de distanciamiento que maneja Neuroartes, permite momentos de reflexión, las mentes de los participantes se reflejan en las manchas, los trazos y en los colores. Este nuevo cuerpo exosomático les permiten ritmificar sus experiencias mentales y físicas.

Entonces aprendemos a mover nuestro punto de observación para recolectar percepciones más amplias y desde allí tomar decisiones que luego ejecutaremos desde un lugar diferente. Variar el punto de observación desde el que nos posicionamos amplía y modifica lo que creemos que vemos. Ampliar lo que vemos nos brinda información y herramientas para resolver situaciones desde perspectivas diferentes a la habitual y accionar en relación.

Mientras estamos pintando resolvemos mediante procesos de toma de decisión que implican la utilización de criterios previos que ya hemos usado anteriormente, y simultáneamente vamos desarrollando nuevos criterios que se van entrelazando con los los anteriores, esto sucede a nivel personal en cada pintor y al trabajar en equipo estos procesos personales se vuelven también grupales, el grupo desarrolla estrategias colectivas en relación a los criterios previos de sus integrantes y a la experiencia y proceso puntual que se está sucediendo en ese mural.

Hay muchas formas de resolver la misma cuestión: ¿Qué color me conviene poner aquí para resaltar este otro color?, ¿cómo integro estas dos formas sin que pierdan su individualidad pero que se interpreten como conectadas entre ellas?, ¿este espacio vacío conviene dejarlo vacío o debería contener algo?, ¿esta elección de colores, esta paleta, es consecuente con lo que quiero expresar?, ¿cuál es mi interpretación acerca de lo que estoy pintando?, ¿las elecciones estéticas y simbólicas que estoy tomando serán comprensibles para los espectadores de este lugar?, ¿cuáles interpretaciones y reacciones puede generar esto que estoy pintando en el público?, ¿estoy buscando transmitir un mensaje en particular?, ¿por qué?, ¿para qué quiero transmitir ese mensaje y qué espero que suceda en quien lo reciba?

En un psiquiátrico, nos estaríamos situando en un contexto de encierro o libertad personal limitada, seguramente en este contexto exista un coordinador que sea el que inicie y guíe el proceso de hacer un mural, al menos en instancias iniciales (porque este rol puede ser paulatinamente ocupado por alguno o varios de los participantes). Las peguntas y cuestiones a resolver será más oportuno, al menos en el inicio, enfocarlas directamente a lo emocional y su vínculo con las formas, el color, la mancha o la intensidad con la que pinto y me muevo.

Hay todo un mundo emocional, que tiene que ver con los recuerdos y el presente de las personas, que se puede explorar y manifestar desde la pintura. Las dudas que surgen desde ahí se manifiestan a través del cuerpo y sus formas de elaborar la emoción. Aquí podremos ver relaciones entre las personalidades y su forma de expresarse pictóricamente. Cuando una forma de ser o de estar prevalece invadiendo partes de la personalidad que no debería, la expresión de ese individuo al pintar seguramente se verá íntimamente ligada a esa forma.

Personalidades expansivas y que tienden a ocupar todo, incluso el espacio ajeno, pueden hacer lo mismo sobre el muro; alguien más retraído o con dificultades para comunicarse puede tender a dibujar en un espacio mínimo y le puede costar moverse a otras partes del muro; quien no pueda controlar sus impulsos puede tender a pintar sobre lo que han pintado sus compañeros sin tener en cuenta lo que había previamente allí, directamente cubriéndolo. Estas relaciones entre lo que parece evidente de la personalidad de una persona y lo que sucede al pintar, pueden ser mucho menos evidentes que lo que mencioné antes.

En este contexto entonces, preguntas más adecuadas serán las que aporten a verse a sí mismo y al grupo, a través de lo que la persona y el grupo hace y su evolución:

¿Qué siento cuando uso este color?, ¿por qué me enojo cuando alguien pinta lo que yo dibujé?, ¿qué siento cuando me veo impulsado a tapar lo que pintó mi compañero?, ¿por qué me gusta pintar cerca de esta u esta otra persona? ¿cómo me siento cuando le llevo pintura a mis compañeros para que puedan seguir pintando?, ¿me gusta hacer cosas con mis compañeros?¿cómo puedo hacer para sentirme mejor mientras estoy haciendo esto?, ¿qué cosas representan para mi lo que estoy pintando?, ¿cómo puedo hacer para que lo que yo pinto sea parte de lo que todos estamos pintando?, ¿movernos y pintar en todo el mural nos ayuda a que la suma de lo que estamos dibujando se vea como una sola obra?, ¿cómo afecta lo que yo estoy pintando, a lo que están pintando mis compañeros?, ¿cómo afecta lo que están pintando mis compañeros, a lo que yo estoy pintando?, ¿cómo podemos organizarnos para sentirnos bien y que la obra nos represente a todos los participantes?

Cuando estamos pintando en grupo, sobre el mismo muro la obra va apareciendo desde distintos puntos a tiempo simultáneo, varias personas están pintando cosas distintas del mismo mural al mismo tiempo. Esto acelera la realización de todo el proceso, pero además sucede que el resultado (a no ser que el proceso esté enmarcado en un método y boceto totalmente predefinido, y el grupo trabaje en un orden sistematizado o jerarquizado de toma decisión) es bastante inesperado para todos los participantes. Cuanto menos directrices se sigan y más flexible sea el proceso, más inesperado será el resultado del mural y el desarrollo del proceso mismo.

El propio grupo comienza a desarrollar patrones estéticos y técnicos, durante el proceso empiezo a reconocer mi propia forma de pintar en contraste con la de mis compañeros: algunos tendemos a trabajar más las luces y sombras, claroscuros y retículas, otros tenemos la tendencia a marcar líneas y contornos fuertes y definidos, planos de color uniforme, y líneas sinuosas y curvas, algunos tienden a las composiciones geométricas y de detalles sumados dentro de otros detalles, y así cada persona tiene o puede desarrollar ciertos rasgos característicos de su propia forma de pintar, es como la forma de la letra de una persona, todas tienen una identidad que las caracteriza. Así también sucede con las temáticas e imaginarios que se abordan, cada quien tiene su propio imaginario visual poblado de diferentes elementos, situaciones, gustos y memorias, estos imaginarios suelen expresarse mediante la pintura.

Lo que sucede con estas características individuales al trabajar en grupo, es que para llegar a un trabajo conjunto, que esté realmente interconectado, es necesario comenzar a hacer de esos lenguajes diversos un lenguaje en común. Si explorar esta forma de lenguaje colectiva es la verdadera intención de nuestro trabajo, es necesario andar un poco a ciegas.

Esto sucede en un proceso en el que sucesivamente vamos cambiando de lugar y todos tenemos la posibilidad de trabajar sobre lo que estaba pintando uno u otro compañero, y vamos desplazándonos por el espacio de trabajo pintando unos sobre otros, intentando hacerlo desde la construcción en base a lo que estaba construyendo el compañero, esto quiere decir que por ejemplo ese rostro que tu comenzaste a pintar con gran lujo de detalles, puede ser cubierto en parte por manchas planas, y ser delineado con un color que tú nunca hubieses usado. Y que si estabas pintando un cielo celeste con esponjosas nubes blancas, pueden de repente aparecer allí un par de barcos geométricos navegando. Un personaje sonriente se puede transformar luego de unas pinceladas ajenas en un personaje vomitando, y una ronda de niños bailando en una ronda de seres extraños de colores iridiscentes. Espacios que otro hubiese dejado vacíos puedes poblarlos de pequeños detalles que se encontrarán dispersos en algunos espacios de la obra, pero no toda la obra estará igual de cargada de detalles como la hubieses cargado tú.

En un principio esto implica reconocer el estilo y la identidad del otro, y despegarse un poco del propio control que uno se siente tentado a ejercer sobre la obra. Es común al iniciar el proceso sentirse molesto y querer controlar el resultado (especialmente si te dedicas a pintar y sabes bastante bien lo que te gusta y lo que no en tu pintura) el mejor antídoto es hacerlo jugando, liberar las expectativas rígidas e intentar establecer un ‘’diálogo’’ entre mi estilo y los otros estilos y entre mis temáticas y las temáticas ajenas. Entonces la pintura comienza a manifestarse como un sueño, en donde no sabes muy bien por qué, un barco se transformó en un avión y tu tía en lugar de sentada en una silla ahora está montando una vaca. Con el tiempo de trabajo conjunto se comienzan a definir roles en el equipo, que se combinan y fluctúan hasta establecerse paulatinamente un lenguaje unificado, en el que uno puede intuir cómo va a influir el otro en el proceso completo. Esto puede removerse si entran nuevos integrantes al equipo y comienzan a mezclarse en ese lenguaje nuevos estilos y elementos.

En el contexto de un hospital psiquiátrico, los participantes tienen alguna característica que les ha impedido vivir libremente en sociedad, de esto puede deducirse que existen factores muy marcados en cada uno de ellos que les dificultan el relacionamiento con otras personas o consigo mismos. Cuáles son y qué tan intensamente se manifiestan esas características, definirá en gran medida las posibilidades de que el lenguaje se vuelva una cuestión de manifestación colectiva e interrelacionada.

En este caso será indispensable prestar atención a las características de cada quien, y habiendo un coordinador general de la tarea, debería favorecerse que las personas tomen lugares que les sean cómodos para que desarrollen sus capacidades (y sus subjetividades), pero evitar dar lugar a que se afiancen características y rasgos problemáticos. A veces las cualidades de las personas tienen mucho que ver con sus problemas, y no es tan fácil para el que observa al otro desde afuera, saber exactamente el límite entre una cosa y la otra, o para el que lo vive encontrar el punto de equilibrio entre ambas.

Aquí hay que ser cuidadoso, una persona que se relaciona muy bien con todos, puede ser bueno vinculando a las personas, pero también se puede mostrar como un tirano. Y una persona que parece muy cómoda pintando fondos de paredes, puede estar atrapada sin lograr salir del rol que tomó en un principio. Estimular la movilidad en los roles y literalmente el lugar sobre el que las personas están pintando sobre la pared, así como los vínculos. Buscar generar un espacio de confianza colectiva, de confianza en el otro, puede abrir paso a ese desarrollo del lenguaje común, y además dar lugar a que cada uno pueda ver sus propios rasgos y confrontarse con ellos a través de su rol y del vínculo con el otro.

De hecho puede volverse una herramienta a través de la que el participante se pone de nuevo en relación con un lenguaje colectivo en proceso de construcción permanente. El proceso mural y el establecimiento de las conexiones dentro del grupo puede verse como una representación de la sociedad a una escala pequeña y con un objetivo único. Es decir una representación simplificada.

La sociedad es un entramado complejo de formas representación y de relación, que se sostienen sobre sus propias maneras avaladas como correctas de actuar, normas, conductas, gestos y valoraciones, pero a un nivel mucho más macro y difuso que lo que sucede en un mural.

Sea cual sea la finalidad de la obra en sí, o del proceso de hacerla, así como de la experiencia y disposición de los participantes, puede ser útil manejarse según más, menos o ninguna cantidad de lineamientos para encauzar el trabajo. En todo caso es importante establecer un ritmo que nos permita tomar distancia, centrarnos cada uno de los participantes y el equipo, observar el muro, sus cambios, observarnos entre los que estamos pintando, establecer vínculos de complicidad y tomar acción en base a ese ritmo y esas observaciones. Esto posibilita la concreción de un proceso y resultado satisfactorio y enriquecedor.

  1. El potencial de los murales como un proceso de hacer colectivo.

Es una herramienta rica para cambiarnos como individuos y como sociedad: nos permite experimentar en los hechos y observar en un proceso corto y claramente delimitado cómo las decisiones individuales influyen en los resultados colectivos y cómo los procesos colectivos afectan los procesos y acciones personales.

En este proceso de creación conjunta, podemos ir viendo a tiempo simultáneo cómo la realidad pictórica que estamos creando va mutando junto con nuestras acciones individuales y nuestras interacciones colectivas, hasta transformarse en un proceso acabado o un resultado final.

En esa obra, si observamos atentamente haciendo el ejercicio de mirarla en relación al proceso por el que fue creada, encontraremos rastros de lo que fue sucediendo y los resultados que quedaron según nuestras acciones.

El mural nos va a mostrar lo que estuvimos siendo durante el tiempo en que lo estuvimos creando, y desde ahí podemos buscar entender los métodos y formas que nos agradan y las que no, y los resultados que trajeron. Todas las acciones traen consigo cambios, si encontramos las formas en que esos cambios se conectan entre sí, estamos encontrando también la forma de observar cualquier otro proceso individual o social y en consecuencia la forma de cambiar el proceso y sus resultados.

Al final el mural es sólo la consecuencia de una serie de múltiples acciones, decisiones, personas y casualidades, así como lo somos nosotros mismos, nuestras relaciones y las sociedades que construimos y vivimos.

  1. El contexto del mural

Un mural a diferencia de pintar en casa o en el taller, nos sitúa en un contexto que nos expone a múltiples factores externos, tanto climáticos como sociales, que no dependen de nosotros mismos, la lluvia puede impedir pintar, el sol puede estar matando de calor y haciendo que la pintura se seque mucho más rápido de lo que yo quisiera. La noche cae, y si no tengo suficiente luz artificial la oscuridad ya no me deja ver, pero la luz artificial va a hacer que mis colores se vean muy diferentes que bajo la luz del sol. Tengo que decidir en relación a estos factores y convivir con ellos lo mejor que pueda.

Las personas que transitan o habitan ese lugar suelen aparecer durante el proceso. Mientras estás pintando un muro, tú estás tan expuesto cómo el muro. Y aquí dependerá del carácter, la cultura, las experiencias y las formas de relacionarse de los habitantes del lugar, pero cuando se acercan a los muralistas suelen suceder situaciones curiosas e inesperadas con las que es necesario coexistir de la mejor manera posible. Pueden aparecer vecinos atentos a ofrecerte agua o un baño, personas que se instalan a conversar contigo de asuntos inimaginables hasta que se les agotan las palabras, escucharás múltiples y variadas opiniones y dudas, podrán pasar vehículos tocando bocina y saludando, se detendrán personas a mirarte trabajar, podrás recibir consultas y propuestas de lo más extrañas, una vez un señor muy mayor casi sordo y casi totalmente ciego, me solicitó un presupuesto para pintar un mural en su casa, luego de que le operaran las cataratas de los ojos y pudiera volver a ver.

Ver muralistas trabajando genera algo en las personas, ese algo que genera es tan variado como las personas mismas.
Somos un acontecimiento extraño, aparecemos en una cotidianidad que se percibe más o menos monótona como algo inesperado que va a dejar una marca en el lugar. De la misma forma que nosotros podemos ser inesperados para los habitantes, ellos pueden ser un factor inesperado para nosotros.

Encontrarnos en situaciones nuevas e inesperadas tiene el potencial de cambiarnos; si siempre repetieramos similares acciones y habitaramos situaciones conocidas, no nos veríamos en la necesidad de mover nuestra forma de observar las cosas, ni de accionar respecto a ellas. Para los habitantes de un lugar ver el proceso de realización de un mural puede ser sorprendente, desconocido y hasta inquietante. Da lugar a que esas personas imaginen distintos escenarios posibles, posibles consecuencias que traerá ese mural, en ese lugar. Aparecen dudas o certezas subjetivas que podrán transmitirte mientras estás pintando, entonces así como tu acción en ese lugar está generando un cambio, las personas de ese lugar serán un factor de cambio para ti.

  1. La intención. El proceso, el resultado, la repercusión.

Las razones que nos mueven a realizar un mural pueden ser diferentes para cada persona o grupo, y para cada proyecto en particular. Desde querer comunicar algo al público que va a verlo luego de terminado, hasta el puro goce de pintarlo. Esas razones definirán en gran medida las expectativas que tengamos acerca del proceso, el resultado y la repercusión en el espectador. Y va a definir cual de estos tres aspectos será nuestro principal foco de atención tanto en la etapa de planificación como en la de ejecución, incluso puede definir que decidamos hacer un seguimiento de las repercusiones que tuvo la obra luego de hecha.

Si yo hago un mural por el placer de pintarlo seguramente el énfasis de mi atención se mantenga en el durante de la realización, en el proceso mismo. En ese durante yo estoy viviendo y construyendo una experiencia a través de la obra. La obra cambia y yo cambio durante y a través de la obra. Todo cambio personal afecta lo social, así como los cambios sociales afectan lo personal. Una cosa no está separada de la otra, vivimos socialmente y estamos vinculados a nuestros entornos y a las personas y dinámicas de las que somos parte.

Observar los cambios que se atraviesan en el mural, entre el mural y yo, entre yo y el contexto donde se sitúa el mural, y entre el contexto y el mural. Para luego aplicar el mismo método de observación a otros aspectos de la vida, va haciendo que desarrollemos dinámicas internas de observación que aplicadas a otras cosas nos hará paulatinamente más conscientes de las dinámicas internas de los cambios. A través de ese ejercicio constante de observación podemos desarrollar la capacidad de hacer cambios a voluntad sobre dinámicas de las que somos parte.

Si en cambio estoy haciendo un mural con el objetivo de que la obra resulte cómo algo que me estoy imaginando, mi énfasis va a permanecer en lograr el objetivo, para ello voy a atender la correcta aplicación de la técnica adecuada para lograr la perfección de la expresión última que estoy buscando. Esto no excluye otras cosas como por ejemplo el goce de pintar, pero el proceso va a estar intensamente dirigido al logro de un resultado específico que satisfaga mis expectativas personales o grupales.

Aquí entra en juego la observación más rigurosa de la técnica. Una técnica bien desarrollada, probada con anterioridad y ejecutada con rigurosidad, da poco lugar a la experimentación y el azar, el resultado seguramente se ajustará a las expectativas previas. El o los pintores ya conocen que determinadas acciones darán determinados resultados: Si uso un pincel plano con determinado movimiento del brazo puedo ejecutar una línea larga, firme y uniforme; Si pongo un rojo cerca de un verde ambos colores se verán más intensos; Si realizo muchas pequeñas manchas juntas de colores rojo y amarillo a determinada distancia se percibirá como una única mancha naranja; si utilizo muchos matices azulados en la composición de los colores, podría evocar determinada sensación emocional o atmosférica.

Estas decisiones se tomarán de antemano y con premeditación, seguramente en base a un boceto con cierto nivel de detalle, y podrán ser más o menos influenciadas por factores circunstanciales inesperados, por el dominio de la técnica ejecutada y por nuestra propia forma de trabajo.

En este caso, donde el resultado final del mural es el foco de atención, podemos observar que en la aplicación de la técnica hemos desarrollado la noción de que de determinada acción se desprende un resultado esperado y de que en base a un conjunto de acciones podemos construir la totalidad del resultado deseado.

Todas estas acciones y sucesos los podemos englobar dentro de distintos conceptos que delimitan determinados aspectos o partes del proceso. Cada uno de esos conceptos forman en la sumatoria lo que es el mural en su totalidad: Una idea, una pincelada, un color, colores, movimiento, una salpicadura, un recipiente con agua, un trapo, observar, definir, un estornudo, una lata de pintura que cae, mi respiración, la posición de mi mano, una pared, evaporación.

Estas observaciones se pueden aplicar a cualquier otra cosa. El mundo y la sociedad es una sumatoria de distintas cosas que se entrelazan de múltiples formas simultáneamente, mi atención va a determinar qué es lo que veo en cada momento, cual es el límite que pongo al mundo para poder observarlo, en qué conceptos defino la realidad para poder observarla. Qué tan amplio es lo que observo o qué tan restringido. Y bajo el mismo sistema de selección con el que creo el mural puedo construir otras cosas y puedo habitar otras experiencias.

Si mediante el uso de una técnica puedo orientar los resultados de la obra, también puedo orientar otros resultados. Yo como individuo soy una pincelada dentro de un mural y yo como individuo soy un mural compuesto de muchas pinceladas.

Cambiando nuestras partes nos cambiamos a nosotros mismos y cambiando nosotros cambiamos a la sociedad.

Individuos y sociedad podemos observarnos como un conjunto de variados elementos y acciones que en el devenir de la vida nos comportamos como un mural en permanente proceso creativo. Siempre estamos pintando el mural, pero el mural es perpetuamente distinto. Todo y todos somos parte viva y decisiva de este mural, depende de cada quien desarrollar su técnica para pintarlo.

  1. El resultado

Hasta ahora estuve observando el proceso que se enfoca en lograr un resultado, pero ¿Qué nos mueve a buscar determinado resultado? Quizás el resultado deseado, imaginado, tenga una carga simbólica y emocional que sostiene o que quiere atrapar un pensamiento, una percepción en el mural.

Esa percepción que evocamos a través del mural es subjetiva, y la búsqueda de sostener esa visión se entrelaza con la necesidad personal de anclar en la realidad una percepción fugaz, una suma de experiencias y creencias que nos provocan algo en particular. Esa particularidad es representada por elementos que sumados me pueden sumergir nuevamente en la experiencia deseada. Pero esa sensación que transito cuando imagino o contemplo la obra también se transforma a medida que yo me transformo.

La sensación que yo encuentro a través del mural cambia a medida que yo vivo nuevas experiencias y mis creencias cambian. Entonces mi percepción del mural ha cambiado. Esto puede no ser evidente si estoy atado a mi yo actual, si permanezco constantemente ubicado en mi subjetividad actual. Pero si en cambio hago el intento de situarme en la posición subjetiva en la que estaba hace años cuando hice una obra que estoy viendo ahora, años después, puedo experimentar similares sensaciones que entonces.

Mi emoción, aprobación, desaprobación, agrado, desagrado y la intensidad con la que me vinculo con la obra habrán cambiado. La obra no la toqué, y aunque yo misma la he pintado a partir de mis propios mapeos y representaciones de la realidad, mis percepciones acerca de ella pueden ser diametralmente distintas en un tiempo o en otro, en la medida en que yo sea distinta.

Esto también es aplicable a mi misma, mi entorno, la sociedad en la que me muevo y todas las cosas, si yo cambio el mundo a mi alrededor cambia. Si mi percepción cambia el mundo a mi alrededor, el mundo que soy también lo hace, porque la forma de experimentar un mundo es mediante la percepción. Sin percepción no hay mundo experimentable.

¿Hasta dónde mi percepción es responsable de la realidad que vivo?, si yo misma puedo vivir distinto el mural que creé bajo mi propio pincel ¿cuanta de mi subjetividad está representada en la sociedad que habito?, ¿si cambia mi percepción de la sociedad cambia la sociedad?, ¿cuántas sociedades distintas estamos habitando bajo el tinte de nuestra propia subjetividad?

  1. La repercusión, el otro como objetivo

Otro lugar desde el que puedo abordar la realización de un mural es comunicar algo a otros.

En este caso, el mural, por su naturaleza pública, que en términos generales puede decirse que va a ser visto por muchas más personas que un cuadro por poner un punto de comparación. Puede pensarse como introducir un elemento distinto en la cotidianidad de la gente.

Para que este mural, que tiene como foco de atención la intención de comunicar algo a otros, logre cumplir su objetivo de conectar con el público particular de ese lugar donde estará emplazado, el entramado simbólico y representativo de la obra debe poder ser interpretada por esas personas que van a verlo. Para intentar entender la forma en que ese público interpretará el mural necesito hacer el intento de ponerme en su piel, buscando entender su contexto, situándome con imaginación en su cultura, sus gestos, los colores que se ven en el lugar, la forma de vestir, de relacionarse entre las personas, de organizarse, de sentir acerca de determinadas cosas; en general buscando una empatía hacia todas las cosas que ocupan ese contexto espacio temporal.

Las percepciones de lo que vemos en los otros pueden ser difusas y contradictorias, pero el esfuerzo de hacerlo ampliará nuestra propia visión acerca del mundo; también nos acercará a nosotros y la obra a una realidad singular que no es la que habitamos normalmente. Con este ejercicio podemos construir el mural en relación a la subjetividad de ellos, a sus lenguajes simbólicos y su propio imaginario.

El mismo contenido puede tomar varias formas, se puede vestir de distintas maneras. Para que el mensaje sea legible por las personas, es necesario comunicar a través de los entramados de representación que le sean propios a quien se supone que quiero que reciba ese mensaje. Cuanto más se vincula el lenguaje pictórico de la obra con el imaginario subjetivo, el lenguaje interno de las personas del entorno, más fácil de leer y más orgánicamente se va a integrar el mural a las personas. Es como intentar hablar en un idioma que mi interlocutor pueda comprender, a veces será mi propio idioma, a veces no.

Mediante el uso o creación de un lenguaje pictórico que sea o llegue a ser inteligible por las personas, puedo intentar transmitir mis propias subjetividades, mis propias formas de percibir, pensar y crear. Y a través de esa tecnología del mural hacer mi propio aporte a la transformación del otro. Entonces me pregunto ¿hacia dónde estoy intentando dirigir la percepción del público?, ¿por y para qué?

El mural y las imágenes en general se han utilizado a lo largo de la historia para registrar la realidad, para comunicar y expresar, para dar relevancia y permanencia a un acontecimiento o idea en la memoria de las personas.

Con un breve esfuerzo de la memoria podemos recordar las pinturas rupestres, las pinturas en las paredes dentro de las pirámides egipcias, en la antigua Roma, en los templos cristianos de todas las épocas; el muralismo mexicano; el grafiti, y el mural como herramienta de protesta y propaganda política contemporánea. Por no mencionar las formas plenamente industrializadas
en las que las ciudades están cada vez más llenas entre otras cosas de pantallas gigantes.

Todas estas representaciones contienen mensajes ¿qué contenido encuentro cuando despojo al mural de sus ropas?, ¿hasta dónde soy capaz de interpretar un mensaje construido en un mundo completamente distinto al que yo habito ahora?, ¿me construyo/ nos construimos a través de lo que vemos de forma repetida?, ¿puedo ver un contenido sin que ninguna representación lo esconda mientras lo muestra?, ¿hasta dónde puedo rastrear la propia construcción de mi subjetividad a través de las imágenes que me atraviesan y me atravesaron en el pasado?

Nuestras percepciones y construcciones humanas se entrelazan, superponen, cruzan y se transforman hasta el infinito. Continuamente somos atravesados por representaciones que nos cambian y continuamente representamos algo que cambia otras cosas. Observar detenidamente estas interacciones, por ejemplo a través del trabajo mural es un método por el cual podemos llegar a observarnos a nosotros mismos, a los otros y nuestra mutua relación, se convierte en una herramienta para llevar cada vez más estas interacciones a un plano consciente, desde donde podemos transitar y construir la realidad de una forma intencionada, y no meramente limitada por condicionamientos previos.

Dirigir nuestras acciones y nuestra atención a construir el mundo que queremos habitar y a transitar esa experiencia de construcción de la mejor forma para cada quien. Esto supone un ejercicio de atención constante sobre nosotros mismos y sobre todas las cosas.

El mural en este rol de herramienta para la observación y la transformación es una fuente de experiencia que puede mirarse como quien mira al mundo, a la sociedad o a sí mismo.

Al pintar, cada parte y cada elección influye en todo lo demás, el color de una mancha influye el color de las otras manchas, las interacciones con nosotros mismos o con los otros van a definir lo agradable o desagradable del proceso, lo que suceda durante el proceso definirá el resultado final de la obra y el contenido del mural va a influir en su público.

También puede leerse así:

Al vivir, cada parte y cada elección influye en todo lo demás, yo influyo a los otros y los otros me influyen a mi, las interacciones con nosotros mismos o con los otros van a definir lo agradable o desagradable del proceso, lo que suceda durante el proceso definirá los resultados en el mundo y el contenido del mundo va a influir en su público.


Deja un comentario