Desde la Revista Trasdemar presentamos un artículo de actualidad de nuestro colaborador Luis Alberto Serrano, Titulado Superior en Realización de Audiovisuales y Espectáculos, ha sido guionista y director de cine, televisión y publicidad dirigiendo cuatro cortometrajes, algunos premiados en Festivales. Para televisión ha guionizado programas de éxito para Televisión Canaria y Antena 3 Canarias. Ha presentado su primera novela “Las tres reinas” en España y México. Se estrena como articulista con su blog “Desde mi propia luna” En la actualidad imparte ponencias sobre cine y literatura
Muchas veces he oído la frase de que “la cultura es deficitaria” y es un error que deja caer, demasiado fácil a los que no la tienen ni la quieren, en una trampa injusta. Quizás lo pueda ser económicamente, que también es una trampa, porque la cultura genera 700.000 puestos de trabajo en España y maneja el 3% del Producto Interior Bruto (PIB). Con esto quiero decir que el mundo de la cultura genera más ingresos a las arcas del estado que lo que destina a subvenciones.
Así, simplemente, se desmonta la teoría que el dinero que se dedica a la cultura se podría destinar a otros fines más socialmente necesitados. Y como genera dividendos, es un sector al que hay que proteger para que no colapse. Ahora, pasemos a la etapa pandémica que nos sobrevino y que paralizó al mundo. A rio
revuelto, ganancia de pescadores. Muchos subsectores se vieron beneficiados, pero el de la cultura no tuvo un desaceleramiento, no, tuvo un frenazo en seco que hizo que muchas empresas dieran con la cabeza en el volante. Los confinamientos y los cierres de los lugares de representaciones artísticas hicieron que se bajaran los telones y se apagaran los focos. Y, como la mayoría viven de la venta de entradas, de esta brusca forma se acabaron los ingresos en las casas de los artistas.
Claro que, muchos dirán que; en la casa de Alejandro Sanz, Rosalía, Blas Cantó, Pedro Almodóvar o Rozalén no ha faltado un plato para cenar. Y claro que no, bastante han luchado para llegar a donde están y merecido tienen ese plato. Diremos que solo el 8% de los artistas viven de su trabajo. Entonces, del otro 92% es del que quiero hablarles. Esos son los que realmente sustentan el peso de la cultura. Las obras de teatro en los barrios, los cantantes que buscan cualquier sitio donde poder mostrar sus canciones, los cineastas que hacen sus cortometrajes y los exhiben sin cobrar entradas, y así, un larguísimo listado de artistas solidarios con la sociedad. Más amplio que lo que la gente se cree.
Este fin de semana fui a ver una gala solidaria para recaudar fondos para los afectados del volcán de La Palma. Felicidades al ayuntamiento de la Villa de Moya y los organizadores que lo hicieron posible. Entre canción y canción me vino esta reflexión que hoy les escribo. Todos los artistas que actuaron esa noche (y los técnicos que dieron lo mejor de sí para que existiera esa gala) lo hicieron GRATIS. Así escrito para que conste bien, en mayúsculas. Recuerdo las fechas del confinamiento de la pandemia y los cantantes ofreciendo conciertos GRATIS (uy, la misma palabra) para que la sociedad pudiera paliar la ansiedad provocada por el encierro. Escritores poniendo sus obras para que la gente pudiera leer, gente que hizo hasta obras de teatro virtuales, cantantes recaudando fondos para ONG,s, humoristas sacando la sonrisa a la gente por redes sociales y personajes televisivos colaborando con comedores sociales; cuando muchos de ellos no tenían ese plato con el que dar de comer a sus familias.
La cultura es imprescindible. Gracias a ella tenemos la sociedad que evoluciona mientras mantiene sus esencias. Genera ocio, que es necesario para que nuestros cerebros desconecten de la realidad, muchas veces demasiado dura, y entren en estados de confort emotivo. No, la cultura no se puede medir en euros, porque el beneficio es más afectivo que efectivo. La necesitamos y hay que mimarla. Así que, a los que se atreven a llamarles subvencionados, les pediría que se imaginaran un mundo sin canciones, sin libros, sin televisión, sin teatros. No quiero ni pensarlo. De verdad, la próxima vez que quiera criticar a un artista, párese a pensar la de horas que ha empleado, sin cobrarlas, para poder ofrecerle esos minutos de placer que usted obtiene al disfrutar de su obra.
PD: Aprovecho para decir que la cultura es segura y lo ha sabido gestionar durante la pandemia.
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