Desde la Revista Trasdemar presentamos una selección de poemas escogidos del autor Toni Quero (Sabadell) Licenciado en Filología Hispánica y trabaja de editor. Su
primera obra, el poemario Los adolescentes furtivos, fue galardonada en 2009 en Colliure con el Premio Internacional de Literatura Antonio Machado. Traducido al
francés y editado en edición bilingüe, el libro fue prologado por Pere Gimferrer. En 2016 obtuvo con Párpados el III Premio Dos Passos a la Primera Novela. El libro fue
publicado en 2017 por la editorial Galaxia Gutenberg. El Festival du Premier Roman de Chambéry lo destacó como una de las mejores óperas primas publicadas en lengua
castellana. En 2019 ganó con su segundo libro de poemas, El cielo y la nada, el XXXII Premio Tiflos de Poesía. De esta obra compartimos una muestra de poemas para nuestra sección “Continentes”
Os voy a contar un secreto:
a menudo padezco insomnio,
imagino playas solitarias,
organizo mis rebaños
y me volteo de un lugar a otro
sobre muescas de anteriores vidas.
Sí, ya sé…
Después conduzco de madrugada
hacia estaciones de servicio.
Las elijo con grandes lunas
y trazo líneas paralelas
con la exposición prolongada
de la retina sobre los faros.
No es necesario pedir café.
Las camareras reconocen
a los pasajeros perdidos
y saben reconfortar el sueño
elevando dulcemente la mirada.
Con frecuencia estamos solos,
escuchamos el hilo musical
y sonríen con timidez
tratando de entablar conversación:
No nos mata el amor
sino la nostalgia.
Entonces sé que es momento
de seguir adelante y buscar
un nuevo lugar donde detenerme.
Pero las noches se agolpan
y sólo alguna tormenta veraniega
me detiene fascinado en mitad de ninguna parte.
Cada vez necesito ir más lejos
y virar hacia carreteras secundarias,
me siento un oopart abandonado
en una dimensión paralela a la mía.
Temo algún día no estar de regreso
cuando amanezca.
(No lugar)
Consumido un tercio de mi vida,
el hígado mediado en su declive
y los pulmones encharcados,
una gota de aceite simula un arco iris,
no hallo nada que justifique tanto esfuerzo,
este devanar de sesos por unas pocas metáforas,
ni una figura sosteniendo una taza de café
ni un perro tendido frente a la hoguera.
Sólo una espiral, círculos concéntricos
alejados de un punto en el que fuimos,
arrogantes como una hermosa tormenta de verano,
jóvenes, anarkos y bellos,
aspas al viento en un cruce de caminos
esparciendo sobre el orbe infinitos fractales,
ruedas dentadas de un engranaje perfecto,
para sembrar los brotes de un mundo nuevo.
Nada permanece, la ciudad es oscura,
el firme estéril y no arraiga la simiente,
mis versos germinan entre la maleza,
pero quién se nutre de un fruto amargo.
Cae el día, una pulpa morada disipa las brumas
y propala tras las ventanas la comedia de la vida,
escenas bárbaras de un libreto perdido,
sólo soy un hombre que piensa en imágenes.
(La Edad de Oro)
Mi cabaña junto al lago está en Keitele,
al norte de los Grandes Lagos,
es una pequeña estructura de madera
guarecida en sus flancos, del ulular nocturno
y los vientos polares, por enormes abetos.
A escasos metros, un pequeño muelle,
donde duerme embarrada una chalana
y ondea recortada una bandera finesa,
permite franquear el suelo lechoso
y saltar desnudo desde la sauna.
Sentado en el porche contemplo
la plateada quietud del agua
e intercambio miradas con una dulce nativa,
pálida como el papel de fumar
y cobriza como la flor del eneldo,
que se evade del trasiego de una granja cercana.
Mi chica nada ajena entre los juncos.
Hay días que perduran como años
y años que perviven en la memoria de los días.
(Keitele)
Poco antes de dormir,
levanta la camiseta
y une su pecho
desnudo con el mío.
Mentiría si dijera
que oigo sus latidos
o que los míos golpean
como la aldaba
de una iglesia abandonada.
En realidad permanezco inerte,
sé que es su momento
y sólo deslizo un dedo
por el arco de su espalda.
Después,
acomoda la mejilla
junto a mi hombro
y sus ojos revolotean
veloces bajo los párpados.
Ubico la sábana bajo
la línea de nuestras cabezas,
dos pájaros suspendidos
en un cable olvidado,
y contemplando el ocaso
aguardo al día siguiente
para que vuelva
a hacerlo de nuevo.
(Ritual)
LAS HORAS DEL DÍA
A Sol
A medianoche, un vehículo pesado recorre el exterior, la luz cenital se balancea y su
fulgor se descompone en un prisma irisando su cuerpo antes de extinguirse.
A la 1 combato el insomnio jugando mentalmente con las palabras, construyo
sinsentidos y las desplazo adelante y atrás en el poema como un basculante diente de
leche.
A las 2 los sueños germinan en mi cabeza dibujando una gran parrilla televisiva, pero
no puedo escoger aquellos que prefiero.
A las 3 irrumpen en el metraje antiguas amantes y disfruto deteniéndome ahí como en
una vieja película de enredos.
A las 4 un desconocido llama por teléfono en mitad de la noche: al oír mi voz sabe
que ha equivocado el número, pero me pide que escuche su historia para poder
olvidarla.
A las 5 subo a la azotea, la ciudad duerme embozada en su manto oscuro y contemplo
absorto su silueta como un gato negro pensando en su siguiente reencarnación.
A las 6 descubro entre la polución una estrella solitaria, quién sabe si explosionada
hace millones de años, se contonea pálida tratando de ser recordada: su temor es el
mismo que el nuestro.
A las 7 la observo ducharse y se mantiene unos segundos más bajo el agua, aun
cuando sabe que ya no hay restos de jabón sobre su cuerpo.
A las 8 nos despedimos, anoto en el margen de un pedazo de diario cuatro versos
sobrevenidos y los protejo tras la cubierta de un libro perdiéndolos para siempre.
A las 9 acumulo los encargos pendientes sobre el escritorio, tomo paciente el primero
y las pilas se desmoronan sepultándome entre errores ortográficos.
A las 10 escribo, borro, garabateo, me meso los cabellos, observo la caída de
diminutos copos blancos en el interior del pisapapeles y empuño el lápiz por el
estudio como un zahorí desorientado.
A las 11 hallo un par de versos a los que poder aferrarme y vuelvo a engañarme
pensando que la lucha tiene sentido.
A mediodía me siento perdido, finjo ser un ave del paraíso, hundo la cabeza entre las
piernas y giro sobre mi propio eje abriendo un orificio al exterior.
A las 13 tomo asiento en un parque, las cotorras parlotean sin cesar y un pequeño
roedor se detiene frente a mí calibrando de qué modo portearme a su despensa.
A las 14 trazo un círculo a mi alrededor, tallo minucioso su nombre en un hueso de
animal y lo lanzo contra el viento invocando su presencia.
A las 15 recibo un mensaje de texto: ella también me echa de menos.
A las 16 llueve débilmente moteando el asfalto y salto circunspecto de un lugar a otro
como en las tomas falsas de un confuso musical soviético.
A las 17 la tormenta arrecia y doblar cada esquina es adentrarme en el cabo de
Hornos.
A las 18 anclo en una cafetería, la camarera pliega un mantel de damasco rojo hasta
fundirlo con su esmalte y me atrinchero tras un libro esperando su venida.
Al atardecer, las ventanas se buscan unas a otras encendiéndose sin fin como en un
inacabable juego de espejos.
A las 20 erramos juntos por las calles empapadas, la rodeo por la cintura y nos
alejamos del cian del lienzo ocultándonos tras el marco.
A las 21 aún quedan manchas de día en las esquinas y un perro vagabundo orina sobre
ellas trayendo la oscuridad consigo.
A las 22 nos desvestimos, ella me muerde levemente el pómulo y desordeno las pecas
de sus mejillas creando nuevas constelaciones.
A las 23 duerme como la hiedra enredada entre mis brazos, me deslizo bajo un
delgado brote y regreso a la azotea buscando el latir de la vieja estrella.
A medianoche, el levante escampa la niebla alumbrando candilejas sobre nosotros,
sello al fin los párpados y siento que la vida es interminable como una ciudad
portuaria china.
Toni Quero (Sabadell) es licenciado en Filología Hispánica y trabaja de editor. Su
primera obra, el poemario Los adolescentes furtivos, fue galardonada en 2009 en
Colliure con el Premio Internacional de Literatura Antonio Machado. Traducido al
francés y editado en edición bilingüe, el libro fue prologado por Pere Gimferrer. En
2016 obtuvo con Párpados el III Premio Dos Passos a la Primera Novela. El libro fue
publicado en 2017 por la editorial Galaxia Gutenberg. El Festival du Premier Roman de
Chambéry lo destacó como una de las mejores óperas primas publicadas en lengua
castellana. En 2019 ganó con su segundo libro de poemas, El cielo y la nada, el XXXII
Premio Tiflos de Poesía convocado por la ONCE. La editorial Castalia ha publicado el
libro. Mantiene la página de traducción de poesía catalana contemporánea “Foc creuat /
Fuego cruzado”: https://foccreuat.wordpress.com y su página personal:
www.toniquero.com
Todos los poemas de esta breve antología proceden de El cielo y la nada.