“El viaje de Ulises” Por Margarita Santana

Fotografías del poemario “El viaje de Ulises” de Margarita Santana

Presentamos en la Revista Trasdemar una muestra poética y fotográfica de Margarita Santana (Las Palmas de Gran Canaria) Doctora en Filosofía de la Ciencia, docente e investigadora de la Universidad de La Laguna (ULL). Es autora de los libros “El Verbo que te dice tiempo” (Editorial 23 Escalones), “Geografías (En tres movimientos”), ilustrado por Rita Mesa Medina y “Abecedaria” publicados ambos por la editorial Escritura entre las nubes. Incluimos en nuestra sección de poesía una selección del libro “El viaje de Ulises” 

Se supone que podría

imaginarte saltando

con un trampolín de alas

de cumbre blanca

a pico blanco.

Pero no puedo.

Porque estás muerto.

Y no me basta

esa imagen de consuelo

para la ausencia

que ha hecho presa

de tu aliento, de tu aire,

de tu risa.

MARGARITA SANTANA

(1)

Hay que aprestar
la barca. Debe surcar
mi mar
con la calma de lo esperado
y la certeza
de lo vivido.
Creo que tengo miedo.
Empieza a soplar
el viento -o la vida-.


(2)

Tengo que desatar
las cuerdas como la tarde
acuna con su sonrisa
de nubes el día
que empieza a esconderse
tras el horizonte.
Despacio. Vigilante.
Aún en la orilla,
descalza mi mirada
la inmensidad anclada
en la superficie esférica
que preludia, sin embargo,
mi viaje.


(3)

La madera besada
de salitre es camino
suave de mareas
con el que alcanzar
la orilla.
Desciende abierto
de horizonte. Me llevará
liviano.
Descenderá por él
mi barca llena de abrazos.
Mi barca llena de vida.


(4)

Aquí estoy.
La barca, las amarras.
La cercanía de la arena
me lame los pies.
La humedad salobre
de la brisa que me llama
desanda nanas y caricias.
Los brazos que me guardan
anclan la orilla
a un adiós sin despedidas.
Creo que no tengo miedo.
Y ya sube la marea.


(5)

El arco iris me saluda.
Me acoge dulce y colorido.
Columpio mi deseo
sobre su cintura
moteada de agua.
Sonrío con los brazos
abiertos de alegría.
El viento me besa la tristeza
cuando miro las horas
expectantes y anhelantes
derramadas en los pasillos.
Mi madre me sonríe
con esa sonrisa
que también es mía.
Me acurruco en su voz.
Las velas de la barca
cantan.


(6)

Leonardo me abre el puente.
Dejo detrás los tubos,
las peleas por el aire,
los enchufes, la inconsciencia,
el sueño inducido.
La batalla.
Me llevo la pesca
en el río, los juegos sobre la maleta,
el trampolín en la escalera,
los aromas inefables
de la cocina. La risa.
El teatro.
La vida que viví
y que me vivieron.

Leonardo sabe
y ausculta la marea.
Hace mucho que no respiro.
Pero navego.
Y vuelo.
Acaricio con mis ojos
esta ausencia que me lleva.


(7)

Besa mi pie la sombra
de su huella.
Contemplo el mundo
enaltecido.
La dicha siempre cerca.
El dolor, detrás.
Abrazo la espuma recia.
Ando.
Respiro.
El mar, a un palmo.
Las dunas, mesuradas.
Mis sandalias, como la barca
con la que partí,
aprestadas.
Para andar ahora.
Porque llegué a puerto.
Ataviado con la dicha
de haber sido.
Ataviado con la dicha
de sernos.


EPÍLOGO

A Ulises Liz Vázquez
8 Abril 2017

Sobrevuelo la isla,
tan lejos de donde ahora
yaces.
Contemplo una cordillera
de suspiros algodonados
cubriendo la bahía
donde despuntan barcos
como insignificantes notas
sobre un pentagrama azul.

Se supone que podría
imaginarte saltando
con un trampolín de alas
de cumbre blanca
a pico blanco.
Pero no puedo.
Porque estás muerto.
Y no me basta
esa imagen de consuelo
para la ausencia
que ha hecho presa
de tu aliento, de tu aire,
de tu risa.

Prefiero la imagen de tu padre
llevándote
-o llevándolo tú, quién sabe-
a ti de rojo, al galope,
sobre la piel mesurada
de las dunas hacia el horizonte.
El mar a un dedo, a un paso.
Ahí lo inefable
Ahí el infinito acotado
por la orilla.
Ahí la vida, exhalada
en cada goce.
La que viviste.
La que hiciste vivir.
La que ahora te llora.
La que te ha perdido.

Pero Ítaca espera.
Ítaca te encontrará,
Ulises.
Y te acogerá guerrero.
Descalzo de miedos.
Dulcemente.

*Para Marga y Manolo. Y por supuesto, para Ulises

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